viernes, 27 de abril de 2018

Haciendo negocio con las reformas de bienestar animal


Durante los últimos 200 años, la explotación animal —desde los criaderos de corral hasta las "granjas industriales" y los circos— ha estado inmersa en el paradigma del bienestar animal. Es muy difícil, si no imposible, encontrar una gran empresa que use animales o venda productos animales y no se jacte de sus altos estándares de bienestar animal y de las altas expectativas que tiene de sus proveedores. En resumen, la industria animal en realidad promueve el bienestar animal, y eso se debe en gran parte a que el modelo de bienestar animal beneficia a la industria, no sólo al proporcionar pautas que ayudan a los productores a adoptar un modelo comercial más efectivo, sino también al asegurar a los consumidores que es posible criar, mantener, explotar y sacrificar animales de una manera ética.

Pero, ¿qué se consideran "altos estándares" de bienestar animal? Por lo común, los altos estándares permiten cualquier práctica industrial bien establecida que ayude a los productores a explotar animales de una manera económicamente óptima, sin importar cuán cruel, dañina o dolorosa sea. Es decir, cualquier crueldad que fomente un uso económico eficiente es aceptable (como el marcado, la castración, la inseminación forzada, el descornado, las amputaciones, las mutilaciones, los raboteos, los recortes de dientes, las mudas forzadas y demás); pero la crueldad que vaya más allá de lo que fomente una explotación económicamente eficiente se considera una violación de los "altos" estándares de bienestar de la industria. En otras palabras, patear y golpear a tus animales porque disfrutas haciéndolo, no está bien. Descornar y castrar a tus animales sin anestesia porque así son más fáciles de manejar, sí está bien. Esta definición de los "altos estándares" en bienestar animal explica por qué la industria posee legitimidad para hacer tan ridículas afirmaciones frente a una crueldad de tal severidad que la mayoría de nosotros ni siquiera somos capaces de mirar.

Cuando destacadas organizaciones de bienestar animal como PETA y HSUS proponen reformas de bienestar animal, tales como pasar a "matanzas en atmósfera controlada" o eliminar las jaulas y los cajones de gestación, sus campañas implican apelar a que la industria reconozca los beneficios económicos a largo plazo de invertir el capital necesario para realizar dichos cambios. Estos beneficios económicos incluyen animales más sanos y menos estresados, menos lesiones de los trabajadores, cuerpos menos dañados, y una mayor confianza por parte del consumidor en cuanto a que los animales son tratados "humanitariamente". Y, por supuesto, tales beneficios económicos tienen un peso obvio, como podemos observar en el hecho de que granjas industriales como las pertenecientes a Smithfield Foods estén "abriendo el camino" para la eliminación gradual y progresiva de las jaulas de gestación en todas las "granjas" de cerdas que posee la compañía. ¿Piensas que lo están haciendo porque se preocupan por los cerdos? Piénsatelo mejor.

Desde msnbc.com:
«Smithfield está llevando a cabo el cambio porque los clientes "nos han dicho que sienten que el alojamiento colectivo es una forma de alojar a las cerdas más amigable con los animales... Smithfield aún está determinando el coste que supondrá el cambio, pero no espera que afecte drásticamente a los precios de sus productos porcinos, ya que el gasto se extenderá a lo largo de 10 años y se verá compensado por las eficiencias de producción", dijo Dennis Treacy, vicepresidente de asuntos ambientales y corporativos... Recalcó que la decisión de cambiar se basó en aquello que tiene sentido para el negocio.»
Esta declaración confirma que la eliminación gradual de los cajones facilitará y aumentará las operaciones de Smithfield Foods. ¿Y cuáles son sus operaciones? Confinar y sacrificar animales —por millones. No es una actividad en la que uno esperaría la colaboración de los activistas por los animales, ¿verdad? Y, sin embargo, en lugar de utilizar el mismo tiempo y recursos en promover el veganismo, las organizaciones en defensa de los animales gastaron más de 1,6 millones de dólares e innumerables horas de voluntariado en campañas para convencer a Smithfield Foods de que adoptase este modelo comercial más eficiente desde un punto de cista económico.

Como si esto no fuera ya suficientemente malo, las organizaciones en defensa de los animales también trabajan codo con codo con la industria animal a la hora de desarrollar y fomentar etiquetas "humanitarias" para los alimentos de origen animal. Este tipo de consultoría de "desarrollo de productos" no sólo proporciona a estas empresas una valiosa asistencia de relaciones públicas, sino que también otorga a estos productos el sello efectivo de aprobación de "Animal People" cuando llegan al consumidor. Aunque a simple vista estos programas puede parecer que ofrecen una mayor protección a los animales, es dolorosamente evidente que están diseñados como una campaña publicitaria (aunque muy inteligente) destinada a aumentar las ventas, haciendo que los consumidores se sientan mejor con el uso de productos de origen animal. Estas etiquetas, que incluyen Certified Humane Raised & Handled, Humane Choice, Freedom Food y Whole Foods 5-Step Animal Welfare Standards, podrían ser consideradas desde la perspectiva de las víctimas como una traición definitiva.

La colaboración entre los grupos de bienestar animal y la industria para el fomento de una explotación animal económicamente eficiente se considera una estrategia de "ganar-ganar-ganar" no sólo para las dos partes de esta colaboración, sino también para los consumidores. Los consumidores sienten la tranquilidad de poder excusarse por su indulgencia hacia la miseria de los productos animales gracias a estos llamados "altos estándares" de bienestar, y los grupos de bienestar triunfan al recibir decenas de millones de dólares en donaciones anuales para que actúen como "reguladores" de la industria y diseñadores de estas ridículas etiquetas.

Pero los grandes vencedores, con diferencia, son los propios explotadores de animales, que no sólo reciben el asesoramiento de "expertos en bienestar" y destacados activistas por los animales, sino que también obtienen premios y apoyo especial por parte de colectivos animalistas. La recompensa que reciben en forma de una mayor confianza del consumidor debe hacer que luzcan una gran sonrisa en su trayecto hasta el banco. Mientras tanto, los derechos más básicos de un número cada vez mayor de animales se siguen vendiendo para satisfacer los deseos triviales de aquellos que insisten en consumir y usar los productos que salen de sus cuerpos.

Casi todo el mundo está de acuerdo en que no se debe hacer sufrir a los animales un daño mayor del "necesario", así como que nadie debe infligir dolor y sufrimiento innecesario a otro. Pero "necesario" ha significado histórica y legalmente lo que sea necesario para optimizar la eficiencia económica de cualquier uso de animales que la sociedad acepte. Las normas de bienestar animal permiten hoy —y lo seguirán permitiendo mientras los animales no dejen de ser propiedades y bienes económicos— cualquier crueldad, sin importar cuán grave sea, siempre que suponga la optimización de la eficiencia económica.

Pero los tiempos y las circunstancias están cambiando, al igual que las actitudes hacia el significado de la palabra "necesario". Hoy, cada vez más personas se dan cuenta de que casi todo nuestro uso de los animales no se debe más que al placer, la diversión o la conveniencia —el consumo habitual de alimentos de origen animal; la costumbre de usar telas de origen animal; la tradición de ver a los animales participando en actividades triviales (y muy dañinas) como correr o actuar. Ninguno de estos usos puede considerarse necesario de acuerdo con una definición coherente de dicho concepto.

A medida que más personas tomen conciencia de cuán beneficiosos son los aspectos dietéticos del veganismo para nuestra salud y el medio ambiente, y reconozcan que ser vegano es simplemente una cuestión de justicia básica, el veganismo se reconocerá cada vez más como un imperativo ético y una base moral fundamental. Es cierto que siempre habrá quienes se nieguen a reconocer el hecho de que nuestro uso de los animales requiere la violación de los derechos más básicos, con independencia de la escala en que se lleven a cabo estas prácticas. Pero la abolición de la esclavitud animal representa nada menos que el tema de justicia social más importante de nuestro tiempo. Cuando este hecho se reconozca ampliamente... ¿de qué lado estarás? 

Angel Flinn & Dan Cudahy, 29 agosto de 2011.
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Traducción: Igor Sanz

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