jueves, 21 de junio de 2018

Hacia una perspectiva animalista: la educación vegana y la epistemología de la ignorancia


«Historia... II: una exposición de ciertas cuestiones, una narración, una historia...»
~ Liddell y Scott. Un léxico Griego-Inglés intermedio (1889) ~

 «Una pintura de Klee llamada 'Angelus Novus' muestra a un ángel que parece estar a punto de alejarse de algo que está contemplando fijamente. Sus ojos están mirando, su boca está abierta, sus alas están desplegadas. Así es como uno se imagina al Ángel de la Historia. Su cara está vuelta hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de eventos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Al ángel le gustaría detenerse, despertar a los muertos y reconstruir lo destrozado. Pero sopla desde el Paraíso una tormenta que se enreda en sus alas, tan fuerte que el ángel no puede cerrarlas. La tormenta lo impulsa irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve la espalda, mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo. Esta tormenta es lo
que llamamos progreso.»
~ Walter Benjamin (1970: 259-60) ~

«Cuando se percibe en su aspecto inmediato el contexto colonial, es evidente que lo que divide al mundo es primero el hecho de pertenecer o no a tal especie, a tal raza.»
~ Frantz Fanon (2004: 5)

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Me convertí en miembro del movimiento vegano1 en 1998, después de dejar mi trabajo en Nueva York y aventurarme a través del país hasta Los Ángeles, la ciudad de los ángeles, en busca de amor y un rumbo nuevo. Hasta ese momento, toda mi vida había sido una especie de desordenada serie de fragmentos en los que mi compromiso ético con los animales nohumanos trataba de articularse y realizarse una y otra vez de una forma parecida a como uno sintoniza una frecuencia de radio o de satélite con una intensidad de señal un tanto pobre —había piezas de un mensaje que recibía constantemente, pero siempre a través de un inmenso velo de reacciones que enturbiaba mi comprensión y, en última instancia, me hacía cambiar de cadena. En los años anteriores, me había comprometido con el vegetarianismo, e incluso actué como un involuntario diplomático de dicha filosofía al haberla introducido en la pequeña población rural de Szabadszallas, Hungría, durante el año que viví allí a mediados de los años 90 ("Ah, vegetarianus", me decía la gente entristecida y medio perpleja cuando procuraba rechazar con cortesía el honor como visitante americano que me brindaban de asestar el primer golpe en una matanza de cerdo ritual o el estofado de tripas de oveja que había sido elaborado a conciencia para mí como un ocasional invitado a cenar). También me hice más político en cuando a mi estilo de vida a medida que me iba dando más cuenta de que mi despliegue del vegetarianismo como una opción dietética personal, a menudo oculta en los confines privados de mi solitaria cocina o en las ocasionales salidas a los restaurantes, era, en el mejor de los casos, un remedio escaso para una atrocidad social y ética de proporciones tan grandes que ni siquiera me atrevía a contemplar de verdad de manera sistemática.2 

En parte, mi creciente sensibilidad hacia la necesidad de una forma más radical de vegetarianismo fue, sin duda, catalizada por aquellos amigos y conocidos de mi vida cotidiana que invariablemente mostraban su curiosidad por saber cómo había llegado a la decisión de dejar de comer carne, por lo común preguntándome cosas tales como: "¿Es por razones de salud o por tu amor a los animales?". Ahora sólo puedo reírme de la supuesta dicotomía de la consulta, pero en su momento estos interrogatorios en torno a mis creencias me generaban una seria preocupación por el hecho de carecer de respuestas convincentes y coherentes. Me quedé atascado, al menos en parte, dentro de una epistemología de la ignorancia (Tuana 2004; McHugh 2004; Mills 2007) que me servía para ocluir la totalidad de mi participación en una sociedad especista y que me privaba de la alfabetización crítica necesaria para expresar mi incipiente concienciación en torno a la necesidad de incluir la liberación animal como parte de mi propio viaje emancipador. Sin embargo, mi sucesión inicial de la hegemonía de la dieta americana estándar me había concedido ciertos privilegios epistemológicos, así que empecé a interpretar los interrogatorios a otro nivel. Así, aprendí a interpretar las preguntas acerca de mi estilo de vida vegetariano como intentos implícitos por conseguir mi re-inculturación en los valores convencionales y la cultura dominante. Pero, aún más importante, también percibí las suspicacias de otros en torno a mis motivos como una oportunidad continua para comprender con mayor exactitud por qué y cómo llegué a estar en la posición social, cultural e histórica que, de hecho, ocupaba.

Esto fue lo que me llevó a seguir el camino educativo que perdura hasta hoy —el desarrollo de una "perspectiva animalista" (Donovan 2006), un modo de "objeción de conciencia" (Collins 1989) que defino indistintamente como: 1) la "praxis cognitiva" (Eyerman y Jamison 1991) de los movimientos por la liberación de los animales y la tierra, que trabaja con el objetivo de romper y transformar el discurso académico a fin de establecer los intereses de conocimiento pertinentes que corresponden a los miembros del movimiento (Kahn 2006); 2) el reconocimiento de la agencia socio-política y cultural de los animales nohumanos que co-construyen nuestra realidad compartida (Haraway 2003; Latour 2004); y 3) el intento por un cambio radical de nuestra gestalt lejos de un legado cosmológico occidental fundamentado en unas históricas relaciones especistas que han actuado en toda la sociedad como inscriptores ideológicos de unas nociones reificadas de la "humanidad" y la "animalidad" (Kahn 2007; Lewis & Kahn 2009).

El crítico teórico Steven Best (2009) escribe: 

«Aunque casi todas las historias, incluso las denominadas narrativas "radicales", se han escrito desde el punto de vista humano, un número creciente de teóricos se ha liberado de la camisa de fuerza especista para examinar la historia y la sociedad desde la perspectiva animalista. Este enfoque... tiene en cuenta la interacción —pasada, presente y futura— entre los animales humanos y los nohumanos y la necesidad de cambios profundos en la manera en que los seres humanos se definen a sí mismos y se relacionan con otras especies sintientes y el mundo natural en su conjunto.» 

En consecuencia, el interés principal de la perspectiva animalista es proporcionar contra-historias sobre lo que Ivan Illich llama "certezas modernas", o los "apriorismos específicos de la época que generan no sólo nuestras concepciones mentales, sino también las percepciones y sentimientos sensuales de nuestros corazones acerca de lo que constituye la realidad social" (Cayley 1992: 172-73). Estas contra-historias pueden ayudar a iluminar los profundos silencios de la perspectiva animalista en el registro histórico-social, a menudo no-accidentales, sino perpetrados y organizados a nivel institucional, con el fin de legitimar regímenes hegemónicos de la verdad y formas de conocimiento que son fundamentales para nuestro actual momento de "dialéctica de la ilustración" (Horkheimer y Adorno 2002).

Por supuesto, mientras sigamos viviendo bajo una hegemonía especista en la que la liberación animal no sea la norma —y, de hecho, se considera un acto de "ecoterrorismo"— es imposible producir una crónica definitiva y unificada de la perspectiva animalista. En su lugar, la perspectiva animalista es más un anticipo de las posibilidades futuras que, por ahora, sólo son realizables hasta cierto punto. Como alude el epigrama de Benjamin, aquellos que hablan desde el punto de vista animalista ocupan una especie de espacio moral escatológico desde el cual sólo pueden juntar algunas piezas de entre los catastróficos escombros del pasado con el fin de trazar una perspectiva esperanzadora. De esta manera, el punto de vista animalista en realidad busca entender el mundo desde una situación multievolutiva, y es por ello por lo que se dan en la actualidad una multitud de perspectivas animalista heterogéneas y contradictorias, no una visión universal, singular, que pueda ser utilizada como una clave criptográfica para una teoría del todo. Pero como ha argumentado Sandra Harding (2004: 127-38), aunque esta forma de conocimiento subyugado tal vez sea incapaz de eludir una naturaleza plural y parcial, puede servir positivamente como un poderoso recurso que aumente nuestra comprensión objetiva de la sociedad y proporcione una esfera pública firme y democrática más allá de los acuerdos mayoritarios.

Últimamente, me he interesado en la manera en que la metodología de las contraescrituras de la teoría crítica de la raza puede proporcionar un modelo convincente para la investigación histórica desde la perspectiva animalista. Como escribe Tara Yosso (2006), haciendo una mezcla interpretativa de los datos de las ciencias sociales y la teoría crítica con reflexiones personales, autobiografías, y experiencias de colegas y otros conocidos, la contraescritura fortalece las tradiciones de resistencia marginada, llama la atención sobre las víctimas de la opresión sistemática, y documenta el funcionamiento de esta opresión desde el punto de vista epistemológico de la víctima (10-11). Por tanto, este ensayo intentará emplear una forma de contraescritura que proporcione alguna exploración sumativa de mis experiencias educativas formales y no-formales como académico vegano que trabaja en la teoría de la perspectiva animalista. 

LA CONVERSIÓN AL VEGANISMO 

Recuerdo el día que le dije a mi padre que había tomado la decisión de hacerme vegano. "Felicidades, Rich", dijo con sequedad por teléfono, "has encontrado oficialmente una manera de ser aún más raro. ¿Por qué tienes que ser como un grano en el culo?". Su reacción continuó: "Un vay-gun, ¿eh?", murmuró, enfatizando con sarcasmo su mala pronunciación (que en inglés se pronuncia "vi-gan"). "Bueno, dale recuerdos de mi parte al planeta Vega". Con los años, la postura de mi padre se ha suavizado un poco, y en mis recientes visitas ha mostrado una verdadera preocupación acerca de cómo proporcionar una apropiada hospitalidad, incluso haciendo lo posible por cocinar postres veganos especiales para la ocasión. Además, permite hasta cierto límite discutir sobre asuntos sociales desde una perspectiva vegana como la mía. 

Por contra, también ha trazado una frontera donde la discusión no puede implicar su propia autocrítica o transformación personal. Por ejemplo, parece haber decidido que puedo comerme un plato vegano junto a él con relativa paz, pero a cambio he de tolerar en silencio sus opciones alimenticias y escuchar con obediencia sus historias sobre cómo se relaciona él con los animales nohumanos y el mundo natural, con independencia de lo mucho que pueda transgredir mis propios compromisos éticos. Un caso análogo podría ser el de un abolicionista que fuese bienvenido en una subasta de esclavos siempre y cuando no hiciese un abierto cuestionamiento de lo que allí sucede. 

Cuando estoy en compañía de mi padre, me aguijonea todo el rato con su "broma" de que debo enviar a mis hijos veganos a pasar un tiempo bajo su cuidado para que pueda "enseñarles a comer hamburguesas, perritos calientes y todo tipo de cosas asquerosas". Invariablemente, esta línea de medio-comedias termina con unas carcajadas teatrales y un intento de formar el saludo empleado por el personaje de Star Trek, el vulcano Sr. Spock. Pocas veces ha logrado mi padre hacer bien el gesto, separando los dedos formando una "V" entre el dedo medio y el anular, mientras entona un "Larga vida y prosperidad". En cualquier caso, está claro que su intención no es ofrecerme sus bendiciones, sino más bien recordarme mi condición de extraterrestre y forastero que invade su rutina cultural normal. 

Relato esta historia no porque pretenda dibujar a mi padre como un ogro de particular insensibilidad y merecedor del escrutinio público, sino porque he descubierto que mis relaciones con él en este asunto son muy representativas de cómo son tratados de ordinario los veganos (que comprenden cerca el 1,4% de la población general3) en su vida cotidiana por la gran masa del resto de personas. De hecho, creo que las relaciones con él son incluso mejores. 

MICROAGRESIONES 

El vegano en una sociedad especista está ubicuamente situado en el extremo receptor de una descarga interminable de "microagresiones", que son aquellos "insultos sutiles (verbales, no verbales y/o visuales) dirigidos a las personas... a menudo de forma automática o inconsciente" (Solórzano et. al. 2000) en situaciones en las que los objetivos de las microagresiones son miembros de una clase marginada. Parte de la gran dificultad de la pedagogía contra las microagresiones radica en que estos actos a menudo son perpetrados por personas que desconocen la naturaleza represiva de su comportamiento y que ni siquiera tienen la intención consciente de transmitir mensajes hostiles. En otras palabras, tales microagresiones son parte del tejido transaccional de un conflictivo encuentro entre las epistemologías del punto de vista y la más amplia epistemología de la ignorancia que se fabrica para apoyar la conservación del status quo social.

Muchas veces estas microagresiones surgen de forma indirecta contra los veganos a través del uso cotidiano del lenguaje especista (Dunayer 2001), en el que se habla de los animales nohumanos como objetos irreflexivos, insensibles e inferiores en lugar de seres racionales, sintientes e iguales.

Como parte del lenguaje común que reproduce a nivel social esta insensibilización, los veganos deben detener la conversación y cuestionar estas suposiciones si es que acaso la comunicación se está dando con buena fe. Sin embargo, hacerlo a menudo es muy poco práctico ya que la comunicación no tiene lugar en un vacío político y los veganos pueden con facilidad hallarse superados o aventajados por sus interlocutores. Por otra parte, al plantear preguntas sobre los supuestos ocultos en el lenguaje de las personas se corre el riesgo de ser etiquetado como estridente, irracional, o, por el contrario, extremo.

En otros casos, las microagresiones en contra de los veganos pueden ser mucho más directas. Un caso puntual sucedió en 2002, en una parada de camiones en las afueras de San Bernardino, California, cuando mi esposa (por entonces ovo-lacto-vegetariana) y yo nos detuvimos a investigar si el Burger King instalado allí ofrecía el nuevo sándwich "BK Veggie". El motivo que nos decidió a ello fue un sonoro debate que en aquel momento estaba teniendo lugar dentro de la comunidad en defensa de los animales en torno a dicho artículo alimenticio. Ideólogos veganos liberales como Erik Marcus e importantes grupos en defensa de los derechos de los animales como PETA hacía pública celebración de su llegada y alentaban a todos a comprar tantos como fuese posible, creyéndolo una buena oportunidad estratégica para lograr que el vegetarianismo se estableciera con solidez dentro de la cultura popular. Por otro lado, un número significativo de veganos (incluyéndome a mí) era muy escéptico en cuanto a que empresas de comida rápida como Burger King tuvieran el potencial liberatorio suficiente como para algo más que quizás alguna forma de vegetarianismo muy contradictorio y estratégicamente inútil que se añadiera al estilo de vida personal. De hecho, así como se reveló que las patatas fritas de McDonalds estaban untadas con jugos cárnicos, también se descubrió que la hamburguesa vegetariana de Burger King ni siquiera era vegetariana a menos que fuese solicitada sin la mayonesa y el pan corrientes ya que estos contenían polisorbato 60, un emulsionante de ácidos grasos derivado de animales. Además, algunos veganos señalaron también que a menos que Burger King calentase la hamburguesa en el microondas en lugar de hacerlo en la parrilla, la hamburguesa vegetariana compartiría las grasas de la parrilla y los residuos de los productos cárnicos que se cocinan en ella. Mientras mi esposa y yo manteníamos una activa discusión sobre estos puntos a medida que avanzamos por la I-10, vimos el letrero de Burger King en la lista de una próxima parada de camiones y decidimos parar y comprobar por nosotros la realidad de todo aquel revuelo. 

Nos fue incluso difícil localizar al principio el Burger King en medio aquel extenso y un tanto insalubre lugar preparado para que los conductores se llenen de una amplia gama de productos con rapidez. Después de encontrarlo escondido en la parte posterior del edificio, al lado de los baños y algunas máquinas de juego, nos acercamos con cautela hacia la única persona que tomaba las comandas mientras escaneábamos el menú para ver si el BK Veggie estaba disponible allí. Aposté que no lo estaría. El lugar mostraba un silencio ensordecedor y casi parecía estar preparado para nuestro experimento. "¿Puedo ayudarles?", preguntó la joven de detrás de la caja registradora. No vimos el producto en el menú. "¿Tenéis el BK Veggie?", preguntamos. "Hmm... ¿el qué?", contestó. Nuestra encargada estaba desconcertada y por eso le proporcionamos un rápido resumen sobre el anuncio nacional del nuevo sándwich. "No estoy segura de si lo tenemos o no", murmuró confusa, "Será mejor que consulte con el gerente". Diciendo aquello se fue y desapareció por la parte de atrás. Un minuto después, regresó con una sonrisa, "Sí, ¡la tenemos!". Ya que estaba disponible, mi esposa decidió probar una y la pidió explicando cuidadosamente que no llevase ni pan ni mayonesa, y que fuese calentada en el microondas, ya que era vegetariana. "No creo que podamos hacer eso", inquirió la cajera en voz alta. De una manera amistosa pero directa, mi esposa insistió: "Pensaba que el lema de esta empresa era 'Hazlo a tu manera'". La joven del mostrador desapareció de nuevo, esta vez para regresar con el gerente. 

"¿Cuál es el problema?", dijo arrastrando las palabras, "Quieres uno de esos BK Veggies, pero ¿cómo lo quieres?". Noté que había levantado una ceja, como si examinara con suspicacia a los extraños clientes que tenía frente a él, preguntándose si estábamos generando problemas con nuestras inusuales solicitudes. Mi esposa reiteró su deseo, con calma, proporcionándole la explicación filosófica del asunto. "Oh... Hmm... Entonces, ¿quieres simplemente una hamburguesa vegetariana calentada en el microondas? Está bien, podemos hacer eso", concluyó el gerente, señalándole a la encargada que él mismo se ocuparía del pedido y dirigiéndose después a buscar la hamburguesa congelada para cocinarla en el microondas. Dos minutos más tarde regresó con un espécimen grisáceo y de aspecto húmedo sobre un pequeño plato de papel y se lo dio a mi esposa, "Un BK Veggie para ti". Pensando en lo poco apetitoso que parecía, tomamos la decisión de cogerlo y regresar al coche para explorarlo mejor, cuando el gerente, de repente, exclamó emocionado: "¡Llámame T-Rex!". "¿Qué?", pensamos, y levantamos la vista para verlo dándose ferocez golpes en el pecho con el puño. "¡Llámame T-Rex!", dijo de nuevo, muy satisfecho de sí mismo, empezando entonces a caminar de un lado al otro del pasillo del mostrador imitando al carnívoro dinosaurio. Por fin, regresó del período cretácico, se volvió hacia nosotros, señaló nuestra orden y comenzó a sacudir la cabeza. "Yo no como nada a menos que esté sangrado. Nunca comería una de esas cosas", resolvió el gerente.

Fue una reacción fascinante por parte del hombre, nunca antes vista por nosotros, como es obvio. Por lo visto, incluso la sola petición de un artículo cuasi vegetariano que él ofrecía con fines de lucro había golpeado su identidad como miembro feliz de una sociedad especista de una manera tan profunda que se sintió obligado a proporcionar un rechazo teatral frente a lo que consideraba una postura crítica contracultural por nuestra parte. Por medio de aquel estallido microagresivo, el gerente del Burger King sintió la necesidad literal de dejar claro que aquello que tenía por cierto antes de que sus clientes pidieran la hamburguesa vegetariana (con todo su posible trasfondo) no había sido puesto en peligro con el encuentro. De esta manera, selló las fisuras que pudieran haberse desatado en su epistemología de la ignorancia y erradicó cualquier posible mensaje contextual que eventualmente derrumbase sus certezas cosmológicas respecto al orden del universo o su propio lugar en él. 

MICROINJUSTICIAS 

Los veganos no sólo experimentan microagresiones sociales, sino también "microinjusticias", que Sue et. al. (2004: 273) definen como "el patrón de ser ignorado, infravalorado y devaluado". Ya sea en el supermercado o el restaurante, la zapatería, la tienda de ropa o cualquier otro lugar, el cuerpo del animal viviente se reduce con brutalidad a un artículo de comercio, existiendo una ignorancia estructural generalizada hacia las cuestiones veganas en la mayoría de las comunidades de los Estados Unidos. Si bien el trabajo es agotador e ingrato, una forma interesante de educación vegana puede ser visitar estos establecimientos y preguntarles por sus productos veganos, convirtiendo así las compras en una forma de "pedagogía pública" (Giroux 2004). Como en el ejemplo del Burger King, esto a menudo provoca que el personal de primera línea vaya en busca de los supervisores en un intento desesperado por averiguar qué es eso de "vegano" y si pueden o no servirlo allí (la respuesta suele ser "no"). Si bien es poco probable que la táctica fomente un cambio social profundo de perspectiva respecto a los animales, al menos puede servir para generar un diálogo crítico con la gente y generar quizá una reflexión metacognitiva sobre el multiculturalismo, así como introducir el veganismo en su radar cultural.

Sin embargo, las empresas no son las únicas fuentes de microinjusticias. Incluso los amigos y conocidos ignoran de costumbre la necesidad de encontrar formas de demostrar una mentalidad integradora respecto a los invitados veganos en fiestas u otras reuniones. Esto se revela con frecuencia cuando se le ofrece a un vegano la barbacoa, el pastel o cualquier lista de artículos y lo rechaza, una oferta que después se vuelve apresurada, ya que es cada vez más evidente para el anfitrión y el invitado que el asistente vegano no ha sido tenido en cuenta a la hora de preparar el evento. En otras ocasiones, los amigos hablarán sin pensar acerca de las deliciosas cualidades que haya podido tener alguna reciente comida no-vegana, o mostrarán productos no-veganos a los veganos tratando de lograr su cordial aprobación, algo que, por supuesto, no puede lograrse sin hacer que el vegano caiga en una profunda auto-contradicción. 

Los activistas por otras causas radicales y progresistas no están libres de esta tendencia por ignorar y devaluar a los defensores de la cuestión animal. Por ejemplo, he sido partícipe de muchas reuniones en las que se expresan fuertes críticas al clasismo, el racismo, el sexismo u otras formas de opresión estructural por parte personas que luego consumen una amplia variedad de carnes y lácteos industriales, ciegos por completo a los aspectos problemáticos de hacerlo4. Además, los veganos han tenido dificultades para hacerse oír en algunas comunidades de activistas, ya que pueden ser caracterizados bajo el estereptipo de liberales blancos que han adoptado esta causa política para eludir su necesidad de examinar otros prejuicios que se sospecha están enraizados en sus vidas. Yo mismo he sido blanco de tales críticas, y aunque soy el primero en admitir mis propias imperfecciones y de que existen sin duda algunos veganos dignos de esta acusación, también es cierto que es demasiado general y engañosa. Por eso, los aliados de otras luchas a veces se sorprenden al saber que algunas figuras veganas importantes en lucha por la justicia social incluyen a personas como César Chávez, Coretta Scott King, Alice Walker y Michael Franti. Aunque no es en sí misma una razón para adoptar una política vegana, abrir el diálogo sobre por qué algunos líderes vocales como estos se volvieron veganos o por qué otros activistas asumieron que no lo serían puede servir para sembrar el tipo de análisis interseccional colectivo necesario para comprender la "matriz de dominación" (Collins 2000) usada por quienes legislan nuestras vidas cotidianas hacia la división y conquista de grupos contra-hegemónicos. 

LA EDUCACIÓN VEGANA EN LAS ESCUELAS PÚBLICAS 

Los veganos pueden encontrar microagresiones y microinjusticias en las escuelas con la misma facilidad con que las encuentran en la sociedad en general5. Aunque algunas escuelas han incorporado una oferta vegetariana (y a veces vegana) permanente en el menú, la realidad general es que los veganos todavía son tratados como ciudadanos de segunda clase en la mayoría de las cafeterías escolares. Incluso en aquellas que proporcionan alternativas, la iniciativa escolar está estructurada para reducir el veganismo a un mero "requisito dietético especial" de carácter personal en lugar de una perspectiva política colectiva a partir de la cual se desarrolla una crítica transformadora de la sociedad. Cuando no se ponen a disposición del público unas listas exhaustivas de ingredientes, o no hay una transparencia clara en cuanto a la manera en que se cocinan los alimentos disponibles, y el personal no recibe la educación adecuada para poder responder con sencillez a preguntas sobre los alimentos o su preparación, esto constituye una forma de microagresión contras los veganos (y, por extensión, contra todos los que comen en la escuela) por parte de las administraciones escolares. Sin embargo, es importante recordar que detrás de estas microagresiones dietéticas se encuentra una lógica institucional macroagresiva, no tratándose de una mera aptitud descuidada y desinformada de los administradores como individuos. 

Considere la historia reciente de Dave Warwak, profesor titular de arte de quinto a octavo grado en la Escuela Secundaria Fox River Grove, en el área de Chicago, y que había impartido con anterioridad en la Univesidad de Northern Illinois, pero que fue suspendido y luego despedido por su escuela pública por enseñar arte desde una perspectiva animalista6. En 2006, Warwak se hizo vegano y decidió responder en la escuela a la evidente crueldad hacia los animales desarrollando (y habiendo obtenido aprobación para ello) una clase colectiva de arte en la que varios estudiantes y maestros debían crear y cuidar unos animales elaborados con pollitos de malvavisco "Peeps" disponibles en el mercado. Al igual que con los ejercicios escolares en los que los estudiantes cuidan unos huevos somo si fuesen "bebés", la gente de la escuela personalizaba sus Peeps, hablaba con ellos y los trataba como si fueran sujetos de una vida que merecieran protección. Al final de la lección, sin embargo, Warwak sorprendió a todos al recoger los pollitos de malvavisco para una exhibición escolar de arte donde se representaba a los Peeps como encerrados detrás de jaulas de un zoológico, colgados de la pared como trofeos de caza, aplastados como si hubieran sido atropellados, cocidos y fritos en ollas y sartenes, y envueltos entre rebanadas de pan a la manera de un sándwich. 

Según una publicación del Chicago Tribune del 12 de septiembre de 2007, esto generó una reprimenda del director de la escuela, que acusó a Warwak de estar tratando de "influenciar a los estudiantes contra el programa del comedor escolar" y le advirtió de que se adhiriera al plan de estudios. En respuesta, Warwak respondió que parte de enseñar arte a los estudiantes es hacer que piensen sobre la vida y hacer que conecten su creatividad con los problemas sociales que más les preocupan. Más adelante, intentó que eliminasen el anuncio de "Got Milk?" del Consejo Nacional de Productos Lácteos y otros carteles promocionales que adornaban las paredes del comedor, y cuando el gerente de la cafetería de la escuela se negó a quitarlos, Warwak y sus alumnos publicaron unos carteles veganos propios que satirizaban el problema. También comenzó una campaña más pública para aumentar la conciencia sobre la calidad de los almuerzos que servía la escuela, lo que provocó su despido.

Si bien podría cuestionarse la actitud de Warwak, al estudiar su caso también parece claro que su despido no se debió a su estilo pedagógico, sino a su falta de voluntad de dejar de utilizar el programa de arte para explorar su propia escuela como un lugar donde albergar la perspectiva animalista. Al hacerlo, pronto se encontró inmerso en un hervidero de asuntos políticos relacionados con la existencia de lo que podría denominarse el "complejo industrial de la cafetería escolar" ubicado justo debajo de la superficie epistemológica del código de normalidad cotidiano de la escuela. Por ejemplo, podríamos preguntarnos (como lo hizo él): ¿Por qué había carteles del Consejo de Productos Lácteos en la escuela? ¿Cuál era la calidad de la comida escolar? ¿Qué hay de malo en influenciar a los estudiantes contra el programa de almuerzos escolares cuando hay una base educativa sólida para ello?

No sólo en la Escuela Secundaria Fox River Grove, sino en miles de escuelas de todo el país, las agroindustrias corporativas han enloquecido en su intento de utilizar la educación pública como un lugar para establecer la naturalización de la carne y los lácteos como hábitos alimenticios de por vida, para generar ventas, para subvencionar a la industria alimentaria frente a la disminución de los precios de producción, así como para canalizar alimentos por debajo de las normas de salud apropiadas. Warwak hizo lo correcto cuando exigió la supresión de los carteles del Consejo de Productos Lácteos, ya que, de hecho, habían sido objeto de expulsión de alrededor de 105.000 escuelas públicas por parte de la Comisión Federal de Comercio. En mayo de 2007, la Comisión dictaminó que el mensaje publicitario de la campaña "Milk Your Diet" de la industria láctea que afirmaba que el consumo regular de leche estimula la pérdida de peso saludable era científicamente falso7. Una historia recogida en Alternet sobre esta cuestión captura la duplicidad corporativa que esconde esta operación abierta para infundir propaganda a favor de la leche en las escuelas: 

«La campaña Milk Your Diet (también llamada BodyByMilk; Think About Your Drink; Why Milk?; 24oz/24hours; 3-A-Day; y Got Milk? ¡algún eslogan tendrá que funcionar!)... envió el otoño pasado carteles en camionetas pertenecientes a David Stackham, Carrie Underwood y el jugador de los Yankees de Nueva York, Alex Rodríguez, a 45.000 escuelas públicas medias y secundarias y a 60.000 escuelas primarias públicas, y realizó una subasta en línea donde los estudiantes podían usar los códigos de barras de los productos lácteos como moneda de cambio. ("Es una experiencia increíble", decían las promociones de la web, que aún estaban en funcionamiento en mayo. "¿Hemos mencionado que tienes la oportunidad de ganar un iPod? ¿Y una guitarra Fender? ¿Y ropa a la última de Adidas y Baby Phat? Todo lo que tienes hacer para conseguirlo es beber leche. De cualquier tamaño. De cualquier sabor.")

La campaña ofreció 1.000 dólares de la America's Healthiest Student Bodies Awards a las escuelas con los estudiantes "más activos" y los homenajeaba, ¿con qué?, con reconocimientos Got Milk» (Rosenberg 2007). 

Las escuelas de todo el país han utilizado este tipo de material de la industria láctea porque es una exigencia tácita del Programa Nacional de Almuerzos Escolares del USDA, el principal vehículo gubernamental a través del cual se promueve la oferta de alimentos y se subsidian los precios nacionales. En este caso, el programa sólo reembolsa a las escuelas el gasto de alimentos en caso de que promuevan artículos como la leche, que se considera un bien nutricional.

Cabe señalar que se trata del mismo Programa Nacional de Almuerzos Escolares que fue criticado en un artículo del Wall Street Journal de marzo de 2008, que reveló que: 

«En informes que datan de 2003, la Oficina del Inspector General del USDA y la Oficina de Responsabilidad Gubernamental citaron a los administradores e inspectores del programa de almuerzos del USDA por mantener unas normas de seguridad alimentarias débiles, por tener unas salvaguardias contra la contaminación bacteriana deficientes, y por elegir programas de almuerzos de proveedores que habían cometido violaciones conocidas de seguridad alimenticia. Los auditores señalaron problemas con los controles sobre la contaminación por E. coli y salmonela» (Williamson 2008). 

Peor aún, la frase "violaciones conocidas de seguridad alimenticia" es casi un eufemismo. Uno de los principales proveedores de carne del Programa Nacional de Almuerzos Escolares ha sido la empresa de envasado de carne Westland/Hallmark, que, a través de filmaciones secretas tomadas por la Humane Society de los Estados Unidos, se supo que mataba con regularidad vacas "débiles" (es decir, animales con enfermedades mortales que han sido asociadas con el mal de las vacas locas y otras enfermedades fatales para los humanos) para el consumo popular. Aunque durante años negó con reiteración cualquier infracción ilegal, la definitiva revelación de las prácticas de Westland/Hallmark llevó al mayor retiro de carne de vacuno de la nación (Associated Press 2008). Por desgracia, se sospechó que la gran mayoría de la carne de Westland/Hallmark ya había sido ingerida —en gran parte por escolares. Por lo tanto, el programa de arte de Dave Warwak buscaba proporcionar una forma de ruptura epistemológica del status quo educativo para llamar la atención sobre el papel que desempeñaba este tipo de alimentos en su propia escuela. Al hacerlo, sin embargo, amenazó con poner en evidencia que las normas dietéticas construidas en nombre de los que asisten a las escuelas públicas (así como de la sociedad en general) están por lo general establecidas por un rey desnudo. 

¿"ECOTERRORISTAS" EN LA ACADEMIA? 

Para terminar, me gustaría ofrecer algunos sucintos comentarios críticos sobre la educación superior desde la perspectiva animalista. Aunque muchos colegios y universidades mantienen un mayor control que las escuelas públicas a la hora de comprar alimentos y han respondido a la creciente demanda de opciones de menú vegetarianas y veganas, ha habido mucho mayor interés en proporcionar alimentos de producción local como parte de un posible programa de reducción de costes legitimado a través del lenguaje de la sostenibilidad (Powers 2007), generando en todo el campus una discusión sobre las dimensiones éticas de los servicios de comida del comedor. Además, las mismas microagregaciones sintomáticas sufridas por los veganos en las escuelas primarias y secundarias, y en la sociedad en general, se dan con igual rutina en los campus universitarios contra estudiantes y profesores.

En mi opinión, la más ominosa de estas microagresiones radica en la tendencia de los académicos por reproducir acríticamente los sentimientos corporativistas y estatales respecto al movimiento por los Derechos Animales como compuesto de elementos irracionales y cada vez más criminales8. Esto genera en el campus un clima de hostilidad hacia los académicos veganos que trabajan desde una perspectiva animalista, manteniendo sus colegas una disposición psicológica que funciona a escala institucional con el propósito de deslegitimar la investigación normativa informada del drama sin precedentes al que se enfrentan los animales nohumanos. A su vez, este hecho se alimenta en esencia de una atmósfera de represión dentro de la educación superior encargada de reprimir protestas y debates significativos en torno a las prácticas de vivisección del campus9. 

El filósofo Steven Best quizás represente el caso más destacado en cuanto a lo que les puede pasar a los teóricos animalistas a nivel profesional, ya que las repercusiones de sus peticiones escritas en relación a este tema han conllevado a que Best haya sido calificado de "ecoterrorista" en las cámaras del Senado de los Estados Unidos, a que se le haya suspendido de forma permanente su derecho de visita en el Reino Unido, y, con posterioridad, a que haya visto retirada su cátedra departamental bajo unas circunstancias espurias que al parecer también pretendían revocar su condición de profesor titulado.

En mi propia experiencia, mis mentores me han desalentado —"por mi propio bien"— a que realice trabajos desde una perspectiva animalista, y cuando he decidido continuar con ello a pesar de todo, he sido conducido a eliminar referencias relevantes de mi curriculum vitae, así como a restar dentro de lo posible mi énfasis público con respecto al interés de la investigación. Debo añadir que el consejo no carecía de cierta virtud estratégica, ya que mis referentes profesionales me informaron, después de que fuese contratado el año pasado, de que mis futuros jefes pidieron con reiteración garantías de que "sólo estaba estudiando estas cosas" y no tenía ningún trasfondo correlativo de comportamiento ilegal. En otra ocasión relacionada, que data de septiembre de 2003, uno de los profesores de mi programa doctoral me preguntó en voz alta si tenía algo que ver con una serie reciente de presuntos ataques del Frente de Liberación de la Tierra contra unos vehículos Humvee en el Valle de San Gabriel. "Pensé que habíais sido tú y algunos de tus amigos", comentó. Ha día de hoy sigo sin estar seguro de si bromeaba o hablaba en serio. 

Ahora más que nunca necesitamos que los estudiantes participen activamente en estudios críticos animalistas, sin embargo, se puede argumentar que la tendencia académica actual va dirigida hacia la penalización de la investigación de la perspectiva animalista y la educación vegana. Se me podrá decir que estamos asistiendo a un aumento casi metódico de la erudición sobre los animales nohumanos a través del desarrollo de discursos post-humanistas interdisciplinarios y el surgimiento de campos tales como los "Estudios Humano-Animal". Sin duda, estos desarrollos deberían ser promovidos como oportunidades potenciales para romper la larga tradición de erudición especista de todas las disciplinas y para terminar con el papel actual que desempeña la educación superior en la producción de una epistemología de la ignorancia sobre los animales nohumanos. Pero, como ha escrito Frank Margonis (2007: 176), "una de las estrategias filosóficas clave para mantener la epistemología de la ignorancia es... una tendencia a abstraerse de las realidades sociales". En este sentido, soy escéptico en cuanto a que el post-humanismo u otras formas académicas separadas de los requerimientos concretos para la praxis liberacionista de los animales proporcionen mucho más que un medio para socavar la perspectiva animalista al cooptar su lenguaje y atemperar sus objetivos en nombre de la búsqueda de prestigio profesional y visiones políticas más conservadoras. 

Sin embargo, mi escepticismo sobre los actuales deseos académicos de enfrentar seriamente los problemas de los animales no debe ser considerado como un cinismo sobre las posibilidades mayores de un cambio positivo. Por el contrario, si el siglo anterior estuvo marcado por un asalto a las fronteras del color, la clase y el género, el siglo XXI se definirá en gran parte por el intento de resolver cuestiones de justicia relacionadas con las especies. El educador crítico Paulo Freire (2000: 43) escribió: "Si bien es cierto que el problema de la humanización ha sido siempre el problema central de los hombres, al menos desde una perspectiva axiológica, hoy adquiere el carácter de una preocupación ineludible". Como he intentado relatar, existen importantes fuerzas históricas en el trabajo que afectan a una cultura del silencio de toda la sociedad dominante en relación a las cuestiones veganas. Sin embargo, en todos los sectores y niveles de educación, tanto formales como informales, se está produciendo hoy una lucha por un nuevo paradigma de comprensión no antropocéntrica. Es cierto que no se puede garantizar el fin del especismo, pero tampoco las condiciones que permitirían su continuidad incuestionable. 

Richard Kahn, enero de 2011. 

NOTAS
1 – El movimiento vegano comenzó en 1944 cuando Donald Watson y Elsie Shrigley fundaron la Vegan Society del Reino Unido en respuesta a las frustraciones debidas al hecho de que los vegetarianos estuvieran normalizando cada vez más la práctica de consumir productos lácteos vinculados a prácticas ganaderas opresivas (Rodger 2004). La sociedad define el veganismo como "una filosofía y una forma de vida que busca excluir, tanto como sea posible y práctico, todas las formas de explotación y crueldad hacia los animales para la alimentación, la vestimenta o cualquier otro propósito; y, por extensión, promueve el desarrollo y el uso de alternativas libres de explotación animal en beneficio de los seres humanos, los animales y el medio ambiente. En términos dietéticos, denota un rechazo total o parcial de todos los productos derivados de los animales" (Vegan Society 1979). Los medios de comunicación tienden a caracterizar a los veganos como personas que "evitan" productos animales de cualquier tipo, pero no enfatizan que lo hacen como una forma de boicot político.
2 – En Kahn (2008) se puede encontrar un resumen de los muchos aspectos y el amplio alcance del desarrollo catastrófico para la clase animal, tanto humana como nohumana. Para un poderoso tratamiento fílmográfico de este horror, véase la película Earthlings (2003). Como la mayoría de las personas, me familiaricé de forma gradual con las realidades de las condiciones de las granjas industriales, los mataderos y otras prácticas institucionales responsables de la dieta estadounidense estándar, como la sobrepesca de los océanos y la destrucción de las selvas amazónicas para cultivar un sinfín de hectáreas de soja en monocultivos para la producción de carne barata. Curiosamente, la primera reacción de la gente cuando se percata de estos problemas a menudo consiste en responder algo así como: "Si supiera de dónde viene mi comida, no creo que pudiera comérmela". Esto refleja la profunda importancia de la educación vegana y el papel epistemológico que desempeña la ignorancia al permitir que prácticas culturales extremadamente insostenibles continúen sin ser desafiadas.
3 – Esta cifra pertenece a una encuesta realizada en 2006 por Harris Interactive para el Vegetarian Resource Group, ver: http://www.vrg.org/journal/vj2006issue4/vj2006issue4poll.htm.
4 – Se podría (y debería) anticipar una crítica similar hacia los miembros de la comunidad vegana. Por ejemplo, en las últimas décadas ha surgido una línea completa de artículos de consumo "verdes" aptos para veganos que incluye helados, galletas, pizzas, nuggets de "pollo" y similaresimpulsados tanto por fabricantes veganos como por otras compañías que han competido por cubrir las necesidades de lo que se considera un nicho demográfico de mercado con un significativo poder de demanda. Sin embargo, cambiar la carne de un relativo coste bajo por alimentos veganos congelados y envasadas de alto precio permite al sistema capitalista efectuar la transformación a través de un período de crisis potencial. No es de extrañar, por eso, que las compañías que venden productos veganos como Whole Foods, Inc. hayan sido acusadas repetidamente de explotación laboral. De esta manera, el veganismo que no es también anticapitalista no logra atacar un problema estructural más grande y que también puede ser fuente de una continua ignorancia epistemológica. En Whole Foods, véase por ejemplo, http://www.wholeworkersunite.org y http://www.ufcw.org/press_room/index.cfm?pressReleaseID=3, así como http://www.coopamerica.org /programs/responsibleshopper/company.cfm?id=309.
5 – Debido a cuestiones de espacio, no cubriré toda la gama de temas que podrían cubrirse bajo esta idea, que además del asunto de los almuerzos escolares incluye las disecciones en clase, el uso de pesticidas y rodenticidas en las escuelas, y la tenencia de mascotas en las aulas, así como la forma en que la historia de los animales nohumanos (como la de las mujeres, las personas de color, los discapacitados, etc.) ha sido efectivamente eliminada de la mayor parte de la carrera escolar.
6 – Los detalles de esta historia han sido extraídos a partir de la correspondencia personal que mantuve con Warwak en septiembre y octubre de 2007, así como del conjunto de evidencias y enlaces archivados en la página web de Dave Warwak: http://www.inslide.com y http: //peepshowforchildrenonly.com. Este último está dedicado a un manuscrito autopublicado en el que Warwak narra su epopeya pedagógica y recoge las transcripciones de los procedimientos judiciales que tuvieron lugar cuando Warwak demandó al distrito escolar por despido improcedente y por no cumplir con los estándares estatales obligatorios en la educación del carácter y la humanidad.
7 – La decisión de la Comisión Federal de Comercio, aunque supuso una victoria para la ciencia democrática, vino después de innumerables peticiones presentadas contra la campaña de la Industria Láctea por parte de la organización de derechos de los animales del Comité de Médicos para una Medicina Responsable, que data de 1999. La Comisión se negó a llevar a cabo una audiencia en todas las peticiones anteriores.
8 – Cabe señalar que la teoría del punto de vista se ha utilizado históricamente para cuestionar el derecho de la sociedad capitalista a definir la criminalidad de manera que privilegie a los líderes sociales y margine aún más las luchas de base; véase Lukács (1971). 
9 – Trato este tema de forma más extensa en Kahn (2009).

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Traducción: Igor Sanz


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