sábado, 21 de junio de 2025

Treinta y nueve razones por las que soy vegetariano

 
Se me ha pedido que explique a los lectores de The Optimist por qué soy vegetariano, y por ello trataré de comprimir en el menor espacio posible algunas de las razones que me han inducido, durante una larga y agitada vida, a consumir los cultivos directos del campo, el jardín y el huerto y rechazar las producciones del matadero, el corral y la granja de engorde.

1.    Soy optimista: creo que la vida humana está destinada a volverse divina. Que el hombre ha sido creado para una condición superior a la del animal carnívoro u omnívoro.
 
2.    En el desarrollo progresivo que va del animal al hombre espiritual, hay necesariamente un cambio en los hábitos del comer y del beber, así como en los afectos y los pensamientos.

3.    El hombre de mente espiritual no puede participar en aquello que le exige destruir la vida de criaturas inocentes para consumir sus cuerpos, pues la idea misma repugna a su naturaleza.

4.    Comerse un cordero no enternece el carácter de un hombre, del mismo modo que comerse un misionero no convierte a un salvaje en un cristiano. Es la naturaleza del lobo lo que se siembra en el hombre cuando mata y se come a un cordero, así como es la naturaleza del caníbal lo que se incuba en el matar y comerse a un misionero.

5.    Los corderos, las ovejas y todas las criaturas que trabajan y producen, como el buey, el camello, el caballo, el elefante y similares, son dóciles y realizan su trabajo con una dieta estrictamente vegetariana. Los alimentos carnívoros repugnan a su naturaleza.

6.    El hombre está dotado de libertad e inteligencia. Puede complacer sus propensiones y hundirse al nivel de los animales inferiores o cultivar inteligentemente sus facultades superiores y adoptar hábitos de vida conducentes a ello, para elevarse fuera y por encima de los instintos animales, hacerse receptivo a una naturaleza superior y disfrutar por fin del éxtasis de la vida espiritual y celestial.

7.    Esa libertad de elección es esencial para el desarrollo humano, pues sin ella el hombre sería un mero autómata incapaz de alcanzar unas facultades superiores.

8.    Esa libertad no debe considerarse como un derecho a continuar en la llanura de la existencia, sino como un estímulo para adoptar aquellos hábitos que conducen a una vida ideal o espiritual.

9.    La carne, aun la de los animales sanos, contiene, por las operaciones fisiológicas inherentes a su construcción y reconstrucción, una cantidad considerable de materias en descomposición que forman venenos de ácido úrico y tomaína, que no pueden ingerirse sin provocar en la persona una propensión a las enfermedades más penosas; de aquí la prevalencia del reumatismo, de la gota, de la apoplejía y de esos muchos síntomas dolorosos que tarde o temprano hacen miserable la vida de los consumidores de carne.

10.    Como todos los animales sacrificados para la alimentación son susceptibles de enfermedades, no siempre detectadas ni aun por las inspecciones más rigurosas, y como gran parte de las dichas inspecciones son necesariamente superficiales e imperfectas, existe el riesgo constante de que se consuma carne de animales enfermos aun creyendo que se hace bajo las mayores precauciones.

11.    Como la mayoría de los consumidores de carne confían en que sus carniceros les suministren «buena carne», incapaces ellos mismos de distinguir lo que sólo puede detectarse mediante la observación y la inspección microscópicas, el riesgo de que contraigan enfermedades como el cáncer, la tuberculosis, el sarampión, la viruela, el cólera, etc., es muy elevado, pues los carniceros no son microscopistas ni tienen interés en vituperar las carne que desean vender.

12.    Para vivir una vida pura, el hombre debe limitarse a comer y beber alimentos puros, siendo imposible lograrlo con el consumo de carne y sangre de animales.

13.    Casi todos los animales, justo antes de ser sacrificados, son sometidos a los tratos más crueles y despiadados, como viajar en vagones de ferrocarril durante días sin comida ni agua, ser conducidos por las calles mediante picanas o varas afiladas, sufrir mutilaciones de la cola, etc., causándoles el dolor más atroz y excitando naturalmente sus pasiones más violentas; inflamando la sangre y distribuyendo bilis por todo su cuerpo, de modo que si estaban sanos cuando comenzaron su viaje, se llenan de enfermedades antes de llegar a su destino, donde las escenas de derramamiento de sangre que se les obliga a presenciar intensifican su angustia y los llevan a un estado de frenesí y locura ideal para cultivar las semillas de la locura en aquellos que consumen su carne.

14.    El consumo de carne tiene, al igual que el tabaco y las bebidas alcohólicas, una tendencia a adormecer las facultades morales e intelectuales hasta cegar la percepción de sus peligros.

15.    La única manera de obtener una percepción clara y un juicio imparcial sobre el tema es abstenerse el tiempo suficiente como para librarse de ese influjo cegador. «El que esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios reconocerá si mi enseñanza proviene de Dios» (Juan 7:17).

16.    Sólo aquellos que se han abstenido personalmente de la carne de los animales durante un tiempo considerable pueden emitir un juicio inteligente sobre el tema.

17.    Todos los misioneros de la espiritualidad saben cuán difícil es convertir al cristianismo o incluso al humanismo a un consumidor empedernido de carne.

18.    El consumo de carne es el mayor impedimento para que los hombres de América e Inglaterra progresen en ese crecimiento y desarrollo moral y espiritual que debe preceder a la aceptación inteligente del cristianismo y al amor por él.

Hasta aquí algunas de las razones para no consumir carne animal; ahora daré otras a favor de vivir de las producciones del campo, el huerto y el jardín:

19.    Los cereales, entre los que destacan el trigo, el arroz, la cebada, la avena y el maíz, y las legumbres, como los guisantes, las judías y las lentejas, contienen, libres de sustancias nocivas, todos los elementos requeridos por la nutrición humana. Constituyen un alimento puro.

20.    Cuando los cereales se convierten en pan o se combinan con frutas y verduras en esas formas diversas tan bien conocidas por las mujeres vegetarianas, ¡obtenemos un alimento ideal y podemos así vivir vidas ideales! Nuestra comida podrá ser más simple o más variada, según lo prefiramos, pero en cualquiera de los casos ha de ser pura. La carne, la manteca y la sangre enfermas no lo son.

21.    Algunos vegetarianos prefieren los alimentos crudos; otros en sus infinitas posibilidades de cocinado. Yo prefiero métodos de preparación sencillos y sólo dos o tres platos en cada comida.

22.    Algunos vegetarianos prefieren incluso los cereales crudos o madurados al sol. Una gran variedad de frutas, frutos secos e incluso verduras pueden comerse sin cocción artificial (como en ensaladas, por ejemplo), de modo que quienes así lo prefieran, pueden hacerlo con poca o ninguna preparación. ¡Qué vida tan independiente la suya! ¡Qué vigor! ¡Qué optimismo!

23.    Los animales más laboriosos (véase el punto 5) sustentan su fuerza en el grano, la hierba y el agua, por lo que no debe haber temor a sustentar la salud y la fuerza en lo que la naturaleza ha provisto para sus más poderosos y fieles trabajadores.

24.    El placer de la comida es mayor con un apetito sano. La comida más sencilla se disfruta con un mayor entusiasmo.

25.    Se cuenta que Pitágoras ordenaba a sus alumnos «fijarse en aquel curso de la vida que sea mejor y en las costumbres que la hagan más afable».

26.    Si quieres aumentar tu conocimiento y tu amor por la verdad, practica la verdad que ya posees. (Véanse los puntos 14 y 15.)

27.    Viviendo así en armonía con la ley original de la alimentación dada por Moisés (Génesis 1:129), el hombre se convierte en cooperador del Creador y se dota proporcionalmente de aquellas facultades que le permiten resistir y superar las condiciones enfermas.

28.    Todo poder viene del interior, y si se permite que los gérmenes de vida y salud implantados por el Creador crezcan y se expandan, acaban brotando sus frutos naturales en forma de una vida larga y feliz.

29.    Las violaciones de la ley divina boquean esa expansión, impidiendo su efecto natural.

30.    La observancia de la ley divina en relación con los alimentos produce esa condición de confianza, esperanza y tranquilidad que es la esencia del optimismo.

31.    El efecto de los alimentos puros es inducir una condición de salud que tranquiliza los nervios.

32.    Una condición saludable de los nervios fomenta una disposición y un temperamento más ecuánimes, algo que a su vez favorece la sabiduría, tal y como observó el Dr. Benjamín Franklin, que subsistió sólo de galletas y pasas durante su periodo de aprendizaje. (Véase la autobiografía de Franklin.)

33.    La observación cuidadosa del efecto de las diversas clases de alimentos sobre la salud, la consiguiente condición de los nervios y el consumo diario de aquellos alimentos que producen los mejores efectos, resulta en pocos años en un efecto muy beneficioso sobre la salud, física, mental y espiritualmente.

34.    Ese hábito de la observación y la pronta adopción de una alimentación que la experiencia acaba demostrando la mejor, poco a poco y naturalmente conduce a un hábito similar en lo que respecta a nuestro pábulo mental y espiritual. De ahí que el uno prepare para el otro e induzca esa condición saludable de todo el hombre que hace del pan de vida (Juan 6:35) su alimento.

35.    Una vida con una constitución buena, dedicada a buscar lo mejor y más verdadero y a apropiarse de ello, es con toda seguridad una vida larga, aun en la existencia material, y hace que el disfrute de la vida eterna sea una certeza. (Juan 36:40, 50, 51, 58, 63.)

36.    Así, adoptando el alimento prescrito por la ley divina en el principio de todo (Génesis 1:129), el hombre es conducido a ser partícipe de ese maná escondido (Apocalipsis 2:17) prometido a los vencedores.

37.    Tal vida requiere un ejercicio de voluntaria obediencia de la ley divina; es una vida de abnegación, de conflicto y de victoria.

38.    El poder de la mente sobre el cuerpo crece con la obediencia a la ley divina. El ejercicio de la bondad hacia todas las criaturas produce intensa satisfacción y deleite. El corazón y los afectos se vuelven tiernos hacia todos, y el alma y el cuerpo se impregnan del amor y la sabiduría divinos.

39.    Tales son las convicciones y razones derivadas de la experiencia de quien escribe, cuya salud, vigor y verdadero disfrute de la vida dan, a sus setenta y seis años, amplio testimonio.

***

HISTORIA

El vegetarianismo ha sido defendido de una forma u otra en todas las épocas de la historia del mundo. Los escritos proféticos e históricos del Antiguo y del Nuevo Testamento aluden fuertemente a él. Fue practicado por muchos de los profetas y apóstoles, y el propio Cristo abolió los sacrificios sangrientos de la iglesia e instituyó el pan y el vino como emblemas en sustitución del cordero. El budismo, la más extendida de todas las religiones de Oriente, se distingue por su adhesión al sentimiento y la práctica del vegetarianismo. Los filósofos de Grecia y Roma fueron firmes defensores de la misma doctrina desde Pitágoras hasta Plutarco; los poetas han cantado sus alabanzas desde Ovidio hasta Pope, y nuestros poetas modernos brillan con sus reflexiones acerca de la vida ideal que el hombre alcanzará cuando cante y viva «en sintonía con el Infinito» y cuando, como escribe Axon:

«Brillantes criaturas del aire y de la tierra
no queremos destruirlas,
sino compartir con ellas los dones de la vida,
del deber y de la alegría.
Y nos esforzamos por hacer que nuestro mundo
refleje su perfecta voluntad,
dentro de cuyas santas montañas
Ni arrojarán ni matarán.»

Los líderes modernos del pensamiento, Wesley, Swedenborg, Linneas, Graham, Alcott, Trail, Kellogg y decenas de escritores para la prensa diaria y periódica, están desarrollando prácticamente la idea vegetariana; los principales periódicos de este país no sólo están insertando artículos en su favor, sino que están buscando información sobre el tema y pagando por la misma.

Los intereses agrícolas, hortícolas y manufactureros del país están recibiendo el impulso del avance, y mientras los corrales de ganado y las empacadoras se ven en la necesidad de adelantar los precios en gran perjuicio de sus respectivos comercios, el crecimiento de los cereales, las frutas y las verduras se está extendiendo de tal manera que hace aumentar rápidamente el valor de la tierra en el sur y el oeste, lo que pone aún más en aprietos a los ganaderos. En varias partes del país están surgiendo fábricas de alimentos saludables, de las cuales la de Quaker Oats, de Ferdinand Schumacher, vegetariano, fue la pionera. Battle Creek, Michigan, con su gran sanatorio, se ha convertido en un gran centro de la industria de alimentos saludables, que, sin embargo, se está extendiendo por todo el país. Los anuncios de alimentos saludables ocupan ahora espacios antes monopolizados por los curanderos, un signo muy saludable de los tiempos.

Casi todas las ciudades importantes del país tienen Restaurantes Hygea o Cafés de Cultura Física, y los Hoteles y Pensiones Vegetarianos están en demanda y seguirán como una necesidad, ya que el olor de la carne y el pescado se está volviendo intolerable para el avance del refinamiento de las personas inteligentes y progresistas que saben cuán dulces y alegres son los hogares que están libres de él.

Henry Stephen Clubb, 1903.
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Traducción: Igor Sanz

Texto original: Thirty-nine reasons why I am a vegetarian

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