Nuestro
uso de los animales nohumanos es fundamentalmente un asunto de
justicia social. Hace mucho que se ha demostrado que los animales
nohumanos son seres sintientes con capacidad de emoción, sensación
y, en diversos grados, conciencia. El estado de propiedad de los
seres sintientes garantiza que no tendrán justicia y que sus
intereses siempre quedarán al final del todo. El veganismo —la
ética de acabar con el uso de los animales en todas sus formas
(comida, ropa, entretenimiento, investigación, etc.)— es lo que
promueve de manera más completa y efectiva la justicia para los
nohumanos.
Un
campo que prevalece en el ámbito de la defensa de los animales
nohumanos no trata el veganismo como un asunto de justicia social y, de forma alarmante, este campo está ganando terreno con fuerza. Me
refiero al reciente surgimiento de los reducetarianos. Argumentan que
en lugar de alentar a otros a rechazar la explotación animal
por completo, debemos animar a todos a reducir su
participación en la crueldad contra los animal nohumanos. A menudo
no están motivados por una verdadera preocupación por los
nohumanos, sino por sí mismos: por su propia salud y por la
protección de ese medio ambiente con el que guardan una inevitable dependencia.
Incluso entre aquellos que pretenden reducir su consumo de carne, por
ejemplo, por los animales, siguen adhiriéndose al Mito de la
Supremacía Humana: que los humanos son superiores a todas las demás
especies, y que tienen por lo tanto derecho a explotarlas.
Los
reducetarianos afirman que la mejor manera de ayudar a los animales
nohumanos no es luchando por la justicia, sino simplemente pidiéndole
a la gente que "reduzca" su participación en la injusticia
contra los nohumanos —minimizando el número de nohumanos que
consumen o explotándolos sin cuestionar la idea de si ya de entrada
deberían estar sin explotar o consumir a nadie. Su postura
defiende una reducción de daños en lugar de la justicia como una
noción deontológica. Al margen de si conducirá o no al
veganismo, creen que tenemos la responsabilidad de reducir el daño y
que ésta es la mejor manera de conseguirlo.
El reducetarianismo se ha presentado, una y otra vez, como una forma efectiva de defender a los animales, a pesar de que no hay pruebas de tales afirmaciones. Más importante aún, con respecto a la eficacia, esta filosofía no hace ningún esfuerzo por revolucionar las normas culturales. El tema que nos ocupa no es una simple cuestión de comportamiento, lo que la gente come o no come, lo que usa o no usa, sino fundamentalmente de percepción: la manera en que la sociedad considera a los nohumanos. Pedir a la gente que reduzca su consumo de carne no desafía de ninguna manera la norma social de explotar a los nohumanos. ¿Qué hace, por ejemplo, por los animales usados en los circos? ¿Qué hace por aquellos cuyas pieles se utilizan para hacer bolsos y zapatos?
Todo movimiento de justicia social que pueda ser citado ha dependido en gran medida de la interrupción de las normas culturales y de un cambio radical en la perspectiva de cómo consideramos a los miembros de nuestra sociedad: las mujeres, la gente de color, los homosexuales, las personas trans, etc. Un enfoque "reducetariano" contra la violencia machista, por ejemplo, podría decir algo como: "Tengo derecho a golpear a mi esposa cuando me irrita, pero siento lástima por ella cuando llora, así que a partir de ahora voy a limitar el número de veces que empleo la violencia contra ella en lugar de hacerlo cada vez que me apetezca". En este escenario, las mujeres todavía se ven como inferiores a los hombres, y por lo tanto como objetivos válidos para el abuso, lo que asegura que no vayamos a ver el fin del patriarcado ni la violencia contra las mujeres.
El reductarianismo no cuestiona el Mito de la Supremacía Humana en el que se basa la explotación de los animales nohumanos. La liberación de todos los seres sintientes del yugo humano depende de la destrucción de este mito. Esta estrategia emergente nos hace creer que la mejor manera de conseguir justicia para los nohumanos es... no pedir justicia para los nohumanos. Esto es completamente ilógico cuando uno enmarca el compromiso del veganismo no como una elección dietética o como una preferencia personal, sino como el fundamento de un movimiento de justicia social comprometido con poner fin al daño que causamos a los nohumanos. La perspectiva de la víctima se pierde por completo en el trasiego, ya que los consumidores son instados a minimizar la cantidad de sus víctimas sin cuestionar nunca la idea de si tienen derecho a ninguna víctima en absoluto.
¿Por qué tantos defensores de los animales se apartan de presentar el veganismo como una filosofía ligada a la justicia social y se centran por el contrario en esta noción de "reducción"? ¿Es ésta otra batalla contra ese pesimismo al que los veganos vienen enfrentándose durante décadas? En el mejor de los casos, sí; en el peor, nuestro movimiento es cada vez más cobarde. Hemos pasado de pedirle a la gente que se haga vegana por justicia, a pedirle que se haga vegana por salud, a pedirle que se haga vegetariana por salud, a pedirle que simplemente haga una reducción.
¿Cómo
luce el reduccionismo? Depende del ojo de quien mira. Alguien que
come cinco filetes a la semana ahora puede comer cuatro, y ¡voilà!,
ha nacido un reducetariano. ¡Alégrate! Alégrate por los nohumanos
que esta persona no se comerá —y no te preocupes por los que sí
se comerá. Esta "forma efectiva de promoción" se
encuentra entre los mayores desafíos a los que la defensa de los
animales nohumanos se haya enfrentado jamás.
Saryta Rodríguez, 04 de noviembre de 2015.
________________________________________
________________________________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Toda opinión será bienvenida siempre que se ajuste a las normas básicas del blog. Los comentarios serán sin embargo sometido a un filtro de moderación previo a su publicación con efecto de contener las actitudes poco cívicas. Gracias por su paciencia y comprensión.