«Mi
madre me parió en el sur agreste,
y soy negro, pero ¡oh! mi alma es blanca;
blanco como un ángel es el niño inglés,
pero yo soy negro, como carente de luz.»
y soy negro, pero ¡oh! mi alma es blanca;
blanco como un ángel es el niño inglés,
pero yo soy negro, como carente de luz.»
~ William Blake ~
Estos
versos de "El Negrito" resumen toda la tragedia de las
barreras de color, al tiempo que señalan la razón eterna de su
error fundamental. Todo lo que vive contiene una chispa divina en su
interior, lo que hace que todo sea igual en origen y destino. Hasta
la abolición de la esclavitud en el siglo pasado, los negros
sufrieron crueldades e indignidades indescriptibles a manos de
los hombres blancos, cuya dominación se mantuvo no a través de su
superioridad física, sino gracias principalmente al dominio de la
pólvora. Estos infelices fueron violentamente arrancados de sus
pacíficas aldeas africanas, separados de sus familias, obligados a
marchar kilómetros y kilómetros hacia la costa bajo un sol
abrasador, azotados si se rezagaban por el cansancio y la
extenuación, y dejados morir si caían por fin al suelo demasiado
débiles para volverse a levantar. Fueron hacinados en barcos, en
condiciones espantosas, y llevados a América, a veces a través de
Inglaterra, para trabajar allí en las plantaciones de azúcar. Si
sus amos eran amables, aún podían sentirse afortunados, pero los látigos
con que sus capataces los mantenían a raya eran un símbolo del
sistema en que vivían. Eran esclavos, a menudo criados del mismo modo en que se
cría hoy al ganado. De hecho, al describir sus condiciones de vida
se dice con frecuencia que se los trataba "como a ganado".
Sólo
recientemente han empezado a surgir personas que piensan que el
propio ganado no debería ser tratado de este modo tan cruel. Ellos
también tienen la chispa divina en su interior. El poema de Blake
también se aplica a ellos, y eso es algo que todos deberíamos ser
capaces de apreciar. Hoy es el día de la emancipación de las razas
de color. El hombre blanco, en su arrogancia, es capaz de subyugar a
todos aquellos cuerpos que no son como el suyo —incluso
a las mujeres. Pero hoy todos surgen para reclamar, con más o menos éxito, su igualdad en razón de esa chispa divina suya.
Ahora,
por fin, unos pocos están alzando sus voces para hablar por aquellos
que no pueden hablar por sí mismos —los
animales domésticos, a quienes hemos hecho nuestros esclavos. Shaw
dice ser vegetariano porque no desea ser esclavista de estos animales
domésticos. Pero el deseo de no continuar haciéndolos nuestros
esclavos proporciona una razón para algo más que el vegetarianismo.
No sólo son subyugados por la costumbre de comer carne, sino que
también el hábito de tomar productos lácteos los somete a
horribles indignidades. Si en el pasado la simple diferencia en la
pigmentación de la piel nos ocultó la hermandad de nuestros
semejantes, ¿cuánto más no nos estarán ocultando hoy las
diferencias físicas la hermandad común entre el ganado y los
hombres? Sin embargo, la realidad sencilla es que todos hemos brotado
de la misma fuente divina con diferentes indumentarias. ¿Voy a
negarles al buey y a la vaca el derecho a vivir en paz sólo porque
mi forma luce distinta de la suya? El hecho de haberles impuesto
condiciones antinaturales durante tanto tiempo, de haber precipitado
su entrada y salida de este mundo, ¿es razón para negarles sus
derechos una vez reconocidos? No, no lo es, y por eso soy vegana, y
estoy bastante segura de que de una forma de vida que ha sido
adoptada por razones éticas sólo puede devenir el bien.
Marion
Reid, 1947.
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Traducción: Igor Sanz
Texto original: Slaves
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