sábado, 14 de marzo de 2020

Dejad de tratar a los animales como "invasores" sólo por intentar sobrevivir


Los funcionarios australianos anunciaron a principios de este mes un plan para disparar y matar a miles de camellos. ¿Qué han hecho los camellos para merecer este castigo? Buscar agua para beber, una búsqueda que los condujo hasta las poblaciones humanas.

El año pasado, los gobiernos federal y estatal de los Estados Unidos gastaron decenas de millones de dólares en programas para "erradicar" piaras enteras de cerdos salvajes. ¿Qué habían hecho los cerdos para merecer este castigo? Buscar comida, una búsqueda que, una vez más, los condujo hasta las poblaciones humanas.

Este año, Denver se dispone a seguir matando a su población de gansos, después de que el año pasado se sacrificaran ya 1.600 de ellos. ¿Qué están haciendo los gansos para merecer este castigo? Simplemente están tratando de vivir —Colorado es parte de su distribución histórica— entre gentes que los ven como una molestia.

Estas historias son sólo la punta del iceberg. Si bien los detalles varían, el guión fundamental es siempre el mismo. Cuando los intereses de humanos y nohumanos parecen entrar en conflicto, usamos la violencia, a menudo en forma de campañas de exterminio, para resolverlo a nuestro favor aparente.

En muchos casos, usamos un lenguaje militar y catastrofista para justificar esta violencia contra los otros animales. En lugar de retratar a los nohumanos como criaturas compañeras sin más pretensiones que la subsistencia, los dibujamos como invasores enemigos que vienen a destruir nuestras comunidades. Un ejemplo de ello lo hallamos en The New York Times, donde en el mes pasado se pudo leer en relación a los cerdos salvajes: "Ganaderos y funcionarios estatales vigilan a un ejército enemigo reunido al norte, en la frontera con Canadá". 

La idea de las especies invasoras tiene más de político que de científico. El gobierno federal de los EE. UU., por ejemplo, define a las especies invasoras como "una especie foránea cuya introducción causa o puede causar daños económicos, ambientales o sanitarios". Según esta definición, el simple potencial de dañar los intereses económicos es suficiente para que una especie no nativa sea catalogada como invasora. Destacados ecologistas como Marc Bekoff señalan que las creencias sobre los impactos de las "especies invasoras" también están cargadas de valores, sobre todo cuando estas creencias deben determinar si los animales viven o mueren.

Es posible que la retórica de las especies invasoras no pretenda construir un lenguaje que contribuya a la violencia contra los demás animales, pero lo hace. Esta retórica genera una distancia con ellos, anulándolos como sujetos de consideración moral y omitiendo el hecho de que los humanos atacan y matan a los nohumanos con mucha mayor frecuencia que a la inversa. Esta retórica permite racionalizar la muerte de otros animales sin necesidad de hallar formas pacíficas de coexistencia.

La retórica de las especies invasoras no es, por supuesto, la única forma en que los humanos crean un distanciamiento con el resto de los animales. También ocurre cuando catalogamos a los individuos de otras especies como "eso" o cuando describimos la violencia contra ciertos animales como un "sacrificio". Este lenguaje produce y fomenta una ideología más profunda que prioriza los intereses humanos por encima de cualquier cosa, una ideología que apoya cualquier medio expeditivo en cuanto los intereses humanos se ven amenazados de alguna manera. 

Según esta ideología humanocentrista, los humanos (o al menos algunos humanos) tienen derecho a la autodeterminación. Al resto de los animales en cambio se les asigna un papel en función de su valor para nuestra especie. En un extremo del espectro, los animales domesticados están destinados a vivir en cautividad y proporcionar a los humanos beneficios que van desde los sentimentales hasta los gastronómicos. En el otro extremo, los animales salvajes están destinados a vivir en la naturaleza y proporcionar a los humanos beneficios que van desde los estéticos hasta los ecológicos. Si los animales salvajes cumplen su papel, permitimos su existencia. Pero si se desvían del rol prescrito por los seres humanos, les respondemos con rapidez y brutalidad.

Las actividades humanas están dejando a los demás animales con un espacio cada vez menor para vivir. Nuestra especie cada día se está apoderando de una mayor cantidad de planeta, al mismo tiempo que convertimos en inhabitables cada vez más territorios a causa de un cambio climático causado por nosotros. No es casualidad que cerdos, camellos, gansos y otras especies "invasoras" busquen comida, agua y refugio con desesperación. Si bien es cierto que la escasez de recursos ha sido una amenaza común para los nohumanos, los humanos están agravando estas amenazas al mismo tiempo que producen otras nuevas. Luego castigamos a los animales por tratar de hacer frente a los problemas que hemos generado.

¿Qué tal si en lugar de asumir que los nohumanos están aquí para nosotros aceptamos que merecen vivir sus propias vidas? Quizá las formas sorprendentes y creativas en que los otros animales logran adaptarse nos hagan sentir inspiración más que amenaza. Los cerdos, por ejemplo, existen en América sólo porque los humanos los trajeron para usarlos de alimento, a pesar de lo cual han demostrado una notable resistencia. Pueden sobrevivir en muchos ambientes, e incluso se están adaptando al clima frío de Canadá y el norte de los Estados Unidos aprendiendo a excavar en la nieve, creando los llamados "pigloos" ["iglús de cerdo"].

De igual modo, ¿qué tal si en lugar de emplear a los nohumanos como chivos expiatorios por la escasez de recursos aceptamos que los humanos somos los principales responsables? Nuestras miradas deberían estar puestas en aquellos comportamientos humanos que están creando estos problemas de escasez. Los camellos, por ejemplo, existen en Australia sólo porque los colonos los llevaron hasta allí para explorar el interior. Los camellos han aprendido a vivir en comunidades autónomas, y los humanos los culpan —y los ejecutan— por la escasez de agua. Sin embargo, la ganadería australiana tiene una responsabilidad mucho mayor en este problema, así como en otros problemas ambientales.
 

Conviene que seamos reflexivos también a la hora de asignar responsabilidades en cuanto a la violencia contra los nohumanos. Debemos poner atención sobre las estructuras sociales que crean los conflictos entre humanos y nohumanos, así como en los mandatarios que trabajan para mantener estas estructuras. En Australia, por ejemplo, los principales responsables de las muertes de los camellos no son las comunidades aborígenes que aprobaron los "sacrificios"; bien al contrario, los principales responsables son los líderes políticos que niegan el cambio climático que ha originado esta situación (y sus simpatizantes).

Muchos de los conflictos con los otros animales desaparecerían con el tiempo si se lograse reestructurar a la sociedad en favor de una perspectiva más inclusiva con las otras especies. Cuanto mayores sean los territorios y recursos protegidos para los demás animales (por ejemplo, creando parques y reservas), menos necesidad tendrán estos de penetrar en "nuestras" poblaciones en busca de comida, agua o refugio. Y cuanto más acomodadas estén "nuestras" ciudades a las necesidades de los otros animales (por ejemplo, creando edificios y carreteras más amigables con ellos), menos conflictos se producirán entre los humanos y los nohumanos que cohabiten en dichos espacios.

¿Y qué podemos hacer con los camellos sedientos, los cerdos hambrientos y otros animales similares mientras trabajamos por una sociedad más justa para con humanos y nohumanos? Es posible que en un mundo tan imperfecto como el que vivimos no alcancemos jamás a tratar a todo el mundo de la manera plena que merece. Pero podemos —y debemos— empezar a idear mejores formas de vivir con los otros animales ya. Si al menos pudiéramos discutir los supuestos conflictos sin describir a los animales como plagas e invasores, o sin contemplar la violencia como la solución predeterminada, quizá nos sorprendamos de lo humanos que podemos llegar a ser. 

Jeff Sebo, 31 de enero de 2020.
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Traducción: Igor Sanz

Texto original: Stop Treating Animals as "Invaders" for Simply Trying to Exist


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