sábado, 15 de noviembre de 2014

La mente animal y la inconsistencia de la excepcionalidad humana


El siguiente es un texto traducido del biólogo y ecólogo Marc Bekoff en torno a la idea del "excepcionalismo humano", la creencia de que la especie humana posee rasgos excepcionales que la posicionan en un estrato superior al del resto de especies animales. Bekoff ejerce en la actualidad como profesor emérito en la Universidad de Colorado y es confundador junto con Jane Goodall de la organización Etólogos por un Trato Ético hacia los Animales (EETA por sus siglas en inglés). 

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«El hombre en su arrogancia se ve a sí mismo como una gran creación, digna de una deidad. Pero es más humilde, y más justo, verse como un descendiente animal.»
~ Charles Darwin (El origen del hombre) ~
 

Los animales nohumanos son seres magníficos y sorprendentes. Poseen una clara y amplia capacidad cognitiva y emocional. Si abrimos nuestras mentes y corazones, podemos llegar a aprender mucho sobre quienes (y no qué) son en realidad. Podemos sentirnos verdaderamente orgullosos de ser ciudadanos del reino animal. Las investigaciones científicas están cambiando nuestra manera de ver al resto de animales. No necesitamos ir más allá de la ciencia ni embellecer lo que ya sabemos para poder apreciar sus expresiones intelectuales y capacidades emocionales. No somos ni los únicos seres conscientes ni los únicos ocupantes de las regiones emocionales y morales, en las que también hay residentes sorprendentes, incluyendo a las abejas, los peces y las aves. No tenemos ningún derecho a inmiscuirnos arbitrariamente en la vida de los demás animales ni juzgarlos o echarles la culpa de nuestros errores.

Cuando decimos que los animales nohumanos tienen conciencia e inteligencia, queremos decir que saben perfectamente qué hacer para adaptarse a entornos en constante cambio. La versatilidad y la flexibilidad de su comportamiento muestran con claridad que no son máquinas automatizadas, sino seres que sienten y piensan de manera activa. Donald Griffin, a menudo considerado "el padre de la etología cognitiva" (el estudio de la mente animal), postula que la capacidad de los animales nohumanos para adaptarse a las condiciones cambiantes de forma impredecible muestra que son conscientes y capaces de evaluar lo que hay que hacer en una situación dada. No se trata por tanto de si los animales nohumanos tienen conciencia, sino de por qué ha evolucionado la conciencia.

Hay razones biológicas de peso para considerar al resto de animales como seres conscientes. Charles Darwin hizo hincapié en que las variaciones entre las especies son variaciones de grado, no de clase. Las cosas no son blancas o negras, sino que existen diferentes matices de gris, por lo que si nosotros tenemos algo, "ellos" (el resto de animales) también lo tienen. Esto se conoce como continuidad evolutiva, y demuestra que es un error biológico negarles los rasgos que poseen a todas luces. Por ejemplo, el hecho de que compartamos con el resto de mamíferos y vertebrados las mismas áreas del cerebro que son importantes para la conciencia y el proceso de las emociones. Tenemos que abandonar la visión antropocéntrica de que sólo los animales con grandes cerebros como nosotros, los grandes simios nohumanos, los elefantes y los cetáceos (delfines y ballenas) tenemos capacidades mentales suficientes para formas complejas de conciencia.

Las ramificaciones de cómo vemos a los demás animales en relación con nosotros mismos son amplias y muy influyentes en nuestro trato hacia ellos. Surgen implicaciones sociales, políticas y ambientales cuando ignoramos lo que son el resto de animales y pensamos en nosotros mismos como seres mejores y superiores que ellos. Un ensayo del filósofo Steven Best analiza en profundidad las razones de esta excepcionalidad humana. La creencia de que los seres humanos poseemos un estatus especial basado en nuestras supuestas capacidades únicas es una visión falsa y tiene graves consecuencias debido a la forma en que nos comportamos cuando nos vemos a nosotros mismos como "miembros de una especie distinta en relación con otras especies y la Tierra en su conjunto". Best proporciona una revisión exhaustiva de investigaciones recientes en la etología cognitiva para apoyar su argumento de que nosotros, de hecho, compartimos muchos rasgos con otros animales. La base de datos crece día a día y la ciencia está apoyando muchas de las intuiciones acerca de las capacidades cognitivas y emocionales de una gama cada vez mayor de animales nohumanos.

Está claro que debemos replantearnos la "singularidad" humana y prescindir del especismo. Best señala que, efectivamente, los humanos mostramos capacidades únicas tales como escribir sonetos, solucionar ecuaciones algebraicas o meditar sobre la estructura del universo, pero de igual forma que el resto de animales poseen habilidades y rasgos con los que nosotros no contamos. El especismo (la discriminación o explotación de otras especies animales por los seres humanos, con base en una supuesta superioridad de la humanidad), implica asignar diferentes valores o derechos a los individuos en base a la pertenencia de una especie y construye falsos límites entre las especies. El especismo es un error porque asume la excepcionalidad humana y también porque no tiene en cuenta las variaciones dentro de las propias especies, a menudo mucho más marcadas que las variaciones entre ellas.

Lo que ahora sabemos acerca de la mente de los animales nohumanos (no sólo de los mamíferos, sino de una amplia gama y variedad de otras especies), no es compatible con el excepcionalismo humano, un factor que debemos tener en cuenta en nuestra relación con la Tierra y el resto de animales. Best concluye: "Si los humanos están tardado tanto tiempo en comprender la mente de los demás de animales, es por su propia estupidez, su insensibilidad y su profundo especismo, que les ha mantenido cegados durante muchísimo tiempo". También podemos añadir la arrogancia a la lista de motivos que inducen a algunas personas a ver al resto de animales como meros objetos prescindibles. Pero las vendas están cayendo. Y estamos aprendiendo mucho sobre los otros animales, algo que puede convertirnos en mejores personas.

Alinearnos a nosotros mismo sobre los demás animales y dominarlos no es lo que significa ser humano. A menudo me planteo si las generaciones futuras se preguntarán cómo pudimos pasar por alto lo que es tan obvio en la vida de otros animales.

Somos una fuerza significativa de la naturaleza. Tenemos que ser más compasivos, empáticos y humildes y mostrar una mayor preocupación por el resto de animales y sus hogares. Nosotros también somos víctimas de las indignidades a las que sometemos los animales nohumanos y, al final, todos nosotros perdemos cuando ignoramos la naturaleza y actuamos como si fuéramos los únicos animales que importamos, que somos excepcionales y mejores, y que somos libres de hacer lo que nos dé la gana por el simple hecho de que podemos hacerlo. El poder no nos da licencia para hacer desgraciada la vida de otros animales, ni para redecorar sus casas sin ninguna preocupación por sus intereses.

En realidad, estar o no de acuerdo con los argumentos en contra de la excepcionalidad humana y sus implicaciones no es tan importante como el estímulo que debería ser para apreciar lo fascinantes que son el resto de animales y entender que no podemos seguir actuando como unos arrogantes invasores que ignoran el respeto que merecen.

Ha llegado la hora de desenmascarar el mito del excepcionalismo humano de una vez por todas. Es una perspectiva hueca, superficial y egoísta de lo que somos. Por supuesto que somos excepcionales en diversos ámbitos, pero de igual forma que lo son los demás animales. Tal vez deberíamos sustituir la noción de excepcionalismo humano por excepcionalismo de especies, una medida que nos obligará a apreciar al resto de animales por lo que son, y no por lo que queremos que sean.

Marc Bekoff, julio de 2011.

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Traduccion: Igor Sanz


1 comentario:

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