Resulta un tanto habitual encontrarse dentro de los ámbitos animalistas un presupuesto ideológico que hoy aparece bautizado como "gradualismo". Se aprecian en ello tanto las inclinaciones
del bienestarismo clásico como el especismo que ha impregnado siempre la atmósfera del entorno animalista. Esto es: el mero
sufrimiento como la piedra angular de una
jerarquía moral dentro de las diferentes especies animales.
Opino que esta
postura es equivocada, y considero que el error está amparado en dos
defectos esenciales: o bien se atribuye
a las capacidades cognitivas algún tipo de relevancia en el fundamento de la
consideración moral; o bien se cree que la sintiencia es una
facultad susceptible de ser traducida a una escala trascendente
para la susodicha consideración.
Es inevitable advertir las implicaciones antropocéntricas de todo esto. Por un lado, porque la importancia que algunos otorgan a la acción cognoscitiva no parece responder a otro motivo más que a la pericia humana en el terreno. No es sin embargo la inteligencia lo que desprende nuestra individualidad, nuestra subjetividad. Las diferentes capacidades cognitivas podrán quizá proporcionar diferentes formas de conciencia, pero en ninguna parte se halla escrito que las tales diferencias ocupen algún papel de relevancia en la escena de las consideraciones de índole moral. Las personas (humanas y nohumanas) podremos ser distintas en infinidad de aspectos, pero somos iguales en nuestra calidad misma de personas, que es aquí el elemento trascendente.
De igual modo, para quienes sostienen que es en efecto la sintiencia el atributo relevante pero lo contemplan desde un orden de fingida gradación, el más complejo de los sistemas nerviosos lo ostentaría nuestra especie, único motivo una vez más de su elección como pilar de la jerarquía ambicionada. Como he dicho antes, no se diferencia en nada del especismo clásico del circuito "animalista". Lo que se ha buscado es una respuesta de tono racional, es decir, se ha tratado de racionalizar lo irracional, cayendo además en una petición de principio que trata de hacer buena una jerarquía antropocéntrica por la gracia de un patrón de marcado tinte antropocéntrico.
Es inevitable advertir las implicaciones antropocéntricas de todo esto. Por un lado, porque la importancia que algunos otorgan a la acción cognoscitiva no parece responder a otro motivo más que a la pericia humana en el terreno. No es sin embargo la inteligencia lo que desprende nuestra individualidad, nuestra subjetividad. Las diferentes capacidades cognitivas podrán quizá proporcionar diferentes formas de conciencia, pero en ninguna parte se halla escrito que las tales diferencias ocupen algún papel de relevancia en la escena de las consideraciones de índole moral. Las personas (humanas y nohumanas) podremos ser distintas en infinidad de aspectos, pero somos iguales en nuestra calidad misma de personas, que es aquí el elemento trascendente.
De igual modo, para quienes sostienen que es en efecto la sintiencia el atributo relevante pero lo contemplan desde un orden de fingida gradación, el más complejo de los sistemas nerviosos lo ostentaría nuestra especie, único motivo una vez más de su elección como pilar de la jerarquía ambicionada. Como he dicho antes, no se diferencia en nada del especismo clásico del circuito "animalista". Lo que se ha buscado es una respuesta de tono racional, es decir, se ha tratado de racionalizar lo irracional, cayendo además en una petición de principio que trata de hacer buena una jerarquía antropocéntrica por la gracia de un patrón de marcado tinte antropocéntrico.
No puedo evitar
hacer un alto aquí para notar el asombroso parecido que rezuman estas visiones con el darwinismo social y los deterministas
del pasado. Cuando los prejucios racistas y clasistas compenzaron a perder su favor inapelable, no tardaron en surgir quienes —aun desde altavoces académicos—
trataron de darle una respuesta de cariz racionalista. La estrategia
seguida fue muy similar: puesto que los hombres blancos y de buena posición
parecían destacar por sus dotes intelectuales, se estableció la
inteligencia como factor referencial, buscando de igual modo perpetuar unas jerarquías de raza y clase marcadas en función de los distintos grados del desarrollo cognitivo.
Surgió la craneometría, la frenología, la fisiognomía...;
científicos que afirmaban ser capaces de determinar la
inteligencia, la personalidad y las aptitudes de cada uno por vía de la medición de cráneos, la observando de caras, el pesado de cerebros o el conteo de circunvoluciones. Todo un fraude, carente por añadidura de cualquier tipo de significado deontológico. Incluso los test de inteligencia han demostrado serlo,
puesto que están asaz sujetos a factores culturales y
socio-económicos (lo que Alfred Binet procuró con su propuesta fue descubrir a los niños con dificultad para el aprendizaje a fin de diseñar un plan pedagógico adecuado, no para dar pie a unas jerarquías que, muy a su pesar, acabarían por materializarse).
En esta misma
línea parece haber surgido lo que podríamos llamar la "sintienciometría" (si bien es cierto que el concepto de sintiencia manejado por estas corrientes no supera la capacidad para el placer y el sufrimiento). No responde a esquemas diferentes, desde luego: el tamaño de los sistemas
nerviosos, la forma y numero de las sinapsis, el diseño de
centralización, la cifra de neuronas... Todo para medir una ilusión: el grado de sintiencia. No hay ninguna prueba que indique que nuestro sistema nervioso sea el más complejo de los sistemas nerviosos existentes, aunque para eso habría que
empezar por resolver la ambivalencia del término "complejidad". Ni somos la especie con el sistema nervioso más grande,
ni somos el animal que más neuronas
tiene,
ni está establecido en ninguna parte (salvo en nuestros propios deseos) que nuestra forma de sentir sea algún tipo de culmen o medida de absolutamente nada. Y todo ello obviando las
diferencias individuales,
algo que ya transpira especismo en abundancia. Los humanos, por lo común,
destacamos por las aptitudes intelectuales, de tal modo que nuestro
sistema nervioso está orientado al desempeño de esa facultad. Sin embargo, resulta una
arbitrariedad cerril otorgarle a esa característica y no a otra algún tipo de relevancia
significativa.
Estas hipótesis destilan además una explícita obsesión por el dolor
(cosa poco sorprendente a la luz de las inclinaciones
utilitaristas de sus simpatizantes). Pero tampoco aquí existen pruebas de un mayor umbral por nuestra parte. Biólogos como el Dr.
Jaren G. Horsley sostienen que animales como los crustáceos bien podrían llegar a unos niveles mayores de dolor dada la imposibilidad de sus sistemas nerviosos de entrar en estado de shock. Sea como fuere, la
sintiencia no atañe sólo al dolor. La sintiencia
se refiere a la facultad de tener cualquier tipo de experiencia de carácter subjetivo —el
procesamiento de las percepciones sensitivas—. Hay
animales que demuestran una mayor capacidad visual que nosotros, o una capacidad auditiva mucho más desarrollada.
Sabemos también que los cinco sentidos tradicionales de los humanos
no son los únicos que existen, sino que muchos animales son
capaces de percibir cambios de presión, químicos,
magnéticos o
de otra índole.
Todo ello es también parte de la sintiencia, no siendo menos
absurdo otorgar una mayor capacidad sintiente (y, en consecuencia, una mayor consideración) a aquellos
individuos con mejor vista u oído.
Pueden llegar a
ser observadas y hasta medidas, sí, algunas de las respuestas y estructuras neurofisiológicas implicadas en el proceso sensitivo, pero no así el propio fenómeno emergente:
la subjetividad, así
como la conciencia que deriva de ella. La inmensurabilidad es de hecho el rasgo más característico de la experiencia subjetiva. Pretender lo contrario es tan disparatado como intentar medir el amor. Apenas sí podemos deducir
que el resto de individuos son sintientes en base a
la investigación científica y las experiencias empíricas y personales, pero
nada más. Con las pruebas de que disponemos podemos suponer
razonablemente que el resto de animales sienten —esto es, que
experimentan de modo subjetivo tanto su propio ser como el mundo que les rodea—, pero la forma o el nivel en el que lo hacen está fuera de
nuestro marco de conocimiento, tanto en el caso de otras especies como en el caso de
otros seres humanos.
Lo dicho hasta ahora incide en la falta
de rigor de estas corrientes, pero nada de ello tiene
repercusión respecto al ámbito que nos preocupa: el ético. Y es que el
grado de sintiencia es moralmente intrascendente con independencia de
que fuese o no cuantíficable. Quien exige nuestro respeto no es la
sintiencia, sino las personas. El único rol que ocupa en esto la
sintiencia es el de dotar a su locatario la entidad de una persona.
Esa y nada más que esa es la razón por la que se precisa poner
atención en esta cualidad. Así, salvo que concibamos el absurdo de
graduar el respeto o la persona, se ha de entender que
la sintiencia es de igual modo relevante sólo a nivel cualitativo,
no cuantitativo.
No veo que este
tipo de tendencias se alejen demasiado de autores como Tibor
R. Machan, un «especista orgulloso» que
contempla el especismo como una «obligación moral» según la cual debería
establecerse una jerarquía entre los seres vivos porque «unos son
de menor categoría que otros». O de Steven M. Wise, quien reivinda que se clasifique al resto de los animales en función de una «autonomía
práctica» basada en sus afinidades con la especie humana. Como bien señala
el profesor Bob Torres, «es como hacer un ranking de no-blancos en
función de lo cerca que están de ser blancos».
Cuesta creer que este tipo de
ideologías sean planteadas con honestidad, toda vez que sólo suelen
pretenderse en lo que atañe a nuestra relación con los nohumanos.
De lo contrario, un niño pequeño (cuyo sistema nervioso está aún
en proceso de desarrollo) o un ser humano ciego, sordo, parapléjico
y/o aquejado de CIPA (insensibilidad al dolor físico) debería por
coherencia ser una persona situada en una escala de consideración
subordinada. Pero no es así como nos conducimos. Bien al contrario,
a este tipo de personas solemos prestarles una protección si cabe
aún más entregada y decidida. Además, no hay motivo para que estos
criterios se guíen por el distintivo de la especie. Sus
discriminaciones deberían atender al individuo, o más correctamente
aún, a las fluctuaciones sensitivas de que es presa constante todo individuo (una persona merecería, por coherencia, menor
consideración dormida que despierta, por ejemplo).
Como he comentado antes, este tipo de
planteamientos nacen de visiones muy utilitarias. Así, no es inusual que broten preguntas del estilo de: "Entonces, ¿una mosca vale
para ti lo mismo que un ser humano?". Sin embargo, esa clase preguntas son
ya en sí un tropiezo, pues lo único que inquieren es un juicio de naturaleza
puramente instrumental. En lo que a cuestiones ética respecta, el
único que valor que incumbe es aquel que cada individuo se reserva
para sí. Es el valor relevante porque es el valor que nos capacita
como personas con intereses, autonomía y voluntad, el valor que nos
convierte en fines en nosotros mismos y nos descarta como simples
recursos a merced de los demás. Se trata por otro lado de un valor
unívoco, en tanto que expresión de estima máxima del sujeto
evaluador. La mosca es para sí el objeto de su suprema
apreciación, y ese hecho no está condicionado por la presencia o no de
nuestra especie en este planeta, del mismo modo que el valor que nos
atribuimos a nosotros mismos y el respeto de que somos dignos no se
verían alterados con la hipotética aparición de seres con un
desarrollo directamente proporcional al relativo entre nosotros y las
moscas.
«Eres importante para ti, porque es a ti a quien sientes.
Lo eres todo para ti, porque para ti eres el universo,
y el universo mismo y los demás
satélites de tu subjetividad objetiva.
Eres importante para ti porque sólo tú eres importante para ti.
Y si eres así, oh mito, ¿no serán los demás así?»
Lo eres todo para ti, porque para ti eres el universo,
y el universo mismo y los demás
satélites de tu subjetividad objetiva.
Eres importante para ti porque sólo tú eres importante para ti.
Y si eres así, oh mito, ¿no serán los demás así?»
~ Fernando Pessoa ~
En definitiva, podrá ser tema de debate la magnitud
debida a nuestro círculo de consideración moral, es decir, podrá
ser tema de debate qué criaturas son o no sintientes; mas el
"gradualismo" no tiene cabida en la esfera que se acabe por
determinar, pues una jerarquía no sirve sino para
despojar de derechos a los emplazados en los estrados inferiores, un
panorama que a efectos práctico equivale a un escenario sin arbitrio
alguno de justicia.
Acabo con una
vieja respuesta del paleontólogo y biólogo Stephen Jay Gould al
psicólogo determinista Arthur Jensen, muy a colación con ciertos temas mencionados:
«Como paleontólogo estoy perplejo. La evolución es un árbol que se ramifica copiosamente; no una secuencia lineal progresiva. Jensen habla de "diferentes niveles de la escala filética, es decir, lombrices de tierra, cangrejos, peces, tortugas, palomas, ratas y monos". ¿No comprende que los actuales cangrejos y lombrices de tierra son descendientes de linajes que han evolucionado separados de los vertebrados durante más de 500 millones de años? No son nuestros antepasados; no son siquiera "inferiores" ni menos complicados que los seres humanos en ningún sentido significativo. Representan buenas soluciones para su propio modo de vida; no deben ser juzgados según la arrogante idea de que determinado primate constituye la norma para todas las formas de vida. En cuanto a los vertebrados, "la tortuga" no es, como sostiene Jensen, "filogenéticamente superior al pez". Las tortugas evolucionaron mucho antes que la mayoría de los peces modernos, y existen cientos de especies, en tanto que los actuales peces óseos comprenden casi veinte mil especies diferentes. ¿Qué son entonces "el pez" y "la tortuga"? ¿Piensa realmente Jensen que paloma-rata-mono-hombre es una secuencia evolutiva en los vertebrados de sangre caliente? La caricatura de evolución que hace Jensen pone en evidencia su preferencia por una clasificación lineal fundada en un valor implícito.»
Hola! Te dejo mi opinión al respecto:
ResponderEliminarSi respetamos a un organismo vivo es porque posee intereses, y hay intereses que son más importantes que otros (desde la perspectiva sensocentrista). Saborear un helado de leche vacuna es un interés menor al de una vaca por evitar el encierro.
La intensidad y cantidad de los intereses dependen de la complejidad del sistema nervioso (condición necesaria, pero no suficiente); así como softwares más complejos necesitan de hardware más complejo.
Los intereses frustrados de un gusano con 300 neuronas (http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_animals_by_number_of_neurons#Whole_nervous_system) van a ser menores a los de un humano adulto neurotípico.
Que haya zonas menos claras en la escala gradual no significa que la escala no sea válida (http://en.wikipedia.org/wiki/Continuum_fallacy).
En palabras de Dawkins:
https://www.youtube.com/watch?v=vvP4QXtkjXw
Espero tu respuesta, saludos.
Buenas.
EliminarEntiendo que los puntos que comentas ya estarían respondidos en el propio artículo, pero bueno, no tengo inconveniente en volver a tratarlos.
No existe ninguna prueba de que un mayor número de neuronas aporte una, digamos, mayor intensidad a los intereses. Esa es una mera presunción sin ninguna base. Y la analogía con los softwares y los hardwares la considero arbitraria e invalida. No estamos hablando de ordenadores ni de funciones informáticas, pudiendo igualmente ofrecerse un buen número de ejemplos donde la cantidad no hace la calidad, muchos de los cuales, por cierto, podrían estar perfectamente relacionados con animales y atributos estrechamente vinculados al sistema nervioso; al fin y al cabo, los seres humanos, con todo nuestro amplio número de neuronas, no destacamos por demasiadas cualidades.
Además, vuelvo a decir lo mismo que digo en el texto, la palabra “complejidad” se me sigue presentando sumamente ambigua en este caso. La complejidad de un hardware puede ser formulada en razón a su funcionalidad, por ejemplo, o su coste, o la precisión de sus piezas, pero ¿en qué se basaría la complejidad de un sistema nervioso? Los diferentes sistemas nerviosos son buenas soluciones para las diferentes formas de vida animal.
En ese vídeo en concreto el profesor Dawkins no está hablando en realidad sobre las cuestiones aquí analizadas. Lo que viene a hacer en él, en resumidas cuentas, es señalar, por un lado, la inconsistencia de limitar nuestra esfera de consideración moral a los humanos, y por otro lado, destacar la dificultad de establecer barreras absolutas en lo concerniente a la sintiencia, cosas ambas con las que estoy de acuerdo. En otras ocasiones sí le he visto inclinarse hacia una postura semejante al “gradualismo” aquí tratado, pero el criterio que presenta en esas ocasiones me parece aún menos riguroso todavía, porque no parece guiarse por otra cosa que la escala filogenética, lo cual es, francamente, una insensatez impropia de alguien de la categoría de Dawkins. De todos modos, quién diga qué me resulta algo totalmente irrelevante.
Finalmente, considero que la ética consiste en respetar los intereses, no en enfrentarlos y sopesarlos. Es más, opino que esto último vendría a ser justamente lo opuesto a la ética. No concibo que encerrar a una vaca sea incorrecto sólo en tanto que nuestro interés por su leche sea menor a su interés en no ser encerrada, porque eso seria como decir que violar a las mujeres es incorrecto sólo en tanto que el interés de ellas sea mayor al interés del violador. Además, ¿cómo se miden los intereses? La ética consiste en reconocer los intereses de los demás y respetarlos. No es correcto violar a una mujer porque tiene interés en no ser violada. Punto. Y lo mismo ocurre con el resto de intereses de todos los sujetos. Si reconocemos en alguien su interés por la vida, por ejemplo, entonces debemos respetarlo, no ponerle un precio y hacerlo canjeable por un interés que consideremos más valioso.
Respecto a la mención de la falacia del continuum, no alcanzo a ver por ningún lado su relación con nada de lo aquí tratado, lo siento.
Un saludo y gracias por compartir tu opinión.
Muy buen artículo. Ando en transición al veganismo y es un tema sobre el que tenía algunas dudas. Me ha resultado de gran ayuda.
ResponderEliminarGracias y enhorabuena por el blog.
Respuesta
ResponderEliminarhttps://www.facebook.com/sensocentrismosensocentrismo/photos/a.405588299610206.1073741828.405568259612210/429491497219886/?type=1&permPage=1
Si esa es la mejor respuesta que se puede presentar a este texto, quedo altamente satisfecho.
EliminarSaludos.
Me parece que refuta todo lo que dices. No tenemos la seguridad de decir que todos los insectos sienten, no existe consenso claro entre los expertos de la especialidad. Ni tu, ni tovar puede contradecir los anterior. Y si dices algo, en el proximo comentario te agrego la evidencia.
EliminarQue así te lo parecería ya lo daba por hecho. Quien quiere ver refutaciones, las ve, efectivamente. También los especistas ven refutaciones al veganismo por todas partes. Poco puedo hacer a ese respecto me parece a mí.
Eliminar¿La evidencia de qué? ¿De que no hay consenso? ¿De que hay opiniones contrarias? Yo también puedo ofrecerte opiniones de expertos que niegan la sintiencia incluso en mamíferos u otros vertebrados (¡incluso en humanos!). De hecho, hay corrientes de pensamiento al completo muy inclinadas a este tipo de opiniones, tales como el mecanicismo cartesiano o el conductismo, enquistadas en buena parte de la comunidad científica durante años. Lo que también puedo hacer es ofrecerte una infinidad de pruebas sobre la sintiencia de los insectos, pero a partir de ahí, adoptar una postura negacionistas o subjetivista es perfectamente libre, desde luego.
Por cierto, esta no es una entrada sobre insectos, como tampoco lo es de Tovar. Parece que hay algún problema que te induce a ver lo que no hay, o a ver sólo lo que quieres ver.
Saludos.
Así es Igor, yo no veo una refutación. Es más, no veo tan siquiera una respuesta propiamente hablando. Lo que si me queda claro de sobra es que el gradualismo es una posición dogmática, pseudocientifica y que desde una apreciación personal representa una piedra en el zapato para el veganismo.
ResponderEliminarUn Saludo
Oiga ya que parece usted tener en sus manos una verdad lógica universal. Quizá deberían enseñar su lógica como la única correcta en las escuelas, así podríamos seguir todos sus razonamientos total y completamente igual, quizá hasta podrían alcanzar la reproducibilidad en los razonamientos Morales, haciendo de la moral una ciencia.
ResponderEliminarHola Igor, muy bueno. Más allá de lo antropocéntrico de todo, el sensocentrismo es un tipo de especismo. Y un vegano no puede ser sensocentrista.
ResponderEliminar