El
veganismo se ve a menudo sometido a la acusación de "secta" o "religión". El ataque es de tan nulo
fundamento que cualquier préstamo de escucha resultaría inmerecido. No obstante, confieso en mí el género de una duda alternativa: ¿Qué pasa con el especismo?
¿Puede considerarse al especismo una religión? Veámoslo:
No es fácil fijar los parámetros que definen a una religión (aclaro de entrada
que no distingo a las religiones de las sectas para este
análisis), pero estaremos de acuerdo en que hay un buen número de
rasgos comunes y coincidentes que bien podemos emplear de referencia. Uno de ellos es el seguimiento de
dogmas de fe. Todas las religiones exigen en última instancia creer
y seguir ciertas máximas preconcebidas y cerradas a la discusión. ¿Presenta el especismo este atributo? Sin duda. «No se puede comparar a los humanos con los animales»; «Necesitamos proteína animal»; «Los animales [nohumanos] están
para eso». Estas y otras sentencias se repiten tanto y de forma tan asertiva que bien podríamos considerarlas mandamientos.
Otro
aspecto identitario es la presencia de deidades.
¿Acaso goza el especismo de esta cualidad? ¡Y tanto! Si de algo no están faltos los fieles al culto
especista es de la figura de una entidad superlativa; alguien adorado, idealizado, exaltado, mitificado, idolatrado; poder supremo; centro cósmico; razón del universo...: el propio ser humano. Incluso
los menos especistas de entre los especistas, aquellos dispuestos a cederles algún nivel de consideración a los
nohumanos, no dejan de exigirles para tal privilegio un mínimo grado
de proximidad con el divino.
Todas
las doctrinas religiosas cuentan a su vez con sus propios mitos y
leyendas, y el especismo no les
va a la zaga tampoco en este particular. Cuenta la leyenda especista
que la venerada divinidad humana alcanzó su glorificación
por uso y gracia de los otros animales. Al estilo de Hércules y sus trabajos, el ser humano habría querido abandonar su naturaleza
terrenal en virtud de dominar al resto de las criaturas de la Tierra. Derrotó y devoró a toda
otra especie que osó ponerse en su camino, una odisea que, según las
escrituras especistas, hinchió al humano de las facultades que le otorgan esa categoría de semidiós que hoy se le reserva.
Para muchos especistas, rendir tributo a esta leyenda es compromiso obligatorio, celebrado de tradiocinal bajo ese famoso mantra de primacía mayorítaria que reza: «Comer animales
nos hizo más inteligentes».
Todas
las religiones aparecen bien organizadas y estructuradas, y en esto el
especismo no conoce parangón. La explotación de animales está perfectamente coordinada, legislada e institucionalizada. El
especismo cuenta con una infinidad de organizaciones, colectivos,
asociaciones, federaciones, convenciones y manuales dedicados a guiar
su buena práctica, estando incluso protegida con subvenciones estatales y administración gubernativa. Puede que parte de los impuestos de
los españoles ya no vayan por decreto a las arcas de la
iglesia católica, pero aún siguen nutriendo los bolsillos de la iglesia antropocéntrica.
No
faltan en el credo especista tampoco los ritos y días ceremoniales
de toda buena religión. Desde las temporadas de caza y los
campeonatos de pesca hasta las matanzas tradicionales o los días de acción de gracias, el calendario especista presenta un sinfín de
fechas indicadas para el fortalecimiento de su fe. Es más, algunos de
sus más populares rituales —tales como las corridas de toros o los
rodeos— están por entero ideados para el fin de ensalzar la superioridad del hombre deificado. No
olvidemos tampoco que las vidas cobradas en honor
del especismo obtienen calidad de «sacrificios». ¿«Sacrificios» dedicados a quién? Al dios humano, claro.
Las
creencias religiosas se transmiten de manera generacional y terminan
teniendo una fuerte influencia en el terreno cultural. Estos son sin
duda algunos de los rasgos más característicos y reconocibles de
las creencias especistas. La mayoría de festividades y actividades
populares se conmemoran en torno a alguna forma de explotación
animal; el especismo ocupa una buena representación en la televisión, el
cine, la música, la literatura y todo el arte en general; y los
hijos de familias especistas son adoctrinados desde su más tierna infancia mediante la repetición y retención de ciertas oraciones sacras como «Las vacas nos dan leche», «Las gallinas
nos dan huevos» o «Las ovejas nos dan lana». Los
evangelios especistas tienen tanta historia y filtración que cualquiera de sus fieles invocará al hecho de que «siempre se ha hecho así».
Se
suele acusar al veganismo de religión o secta debido a su supuesto
carácter impositivo y a su amparo de ciertos "gurús evangelizadores". Jamás nadie se ha hecho vegano a punta de pistola. La
supuesta imposición refiere al activismo propio y
necesario de cualquier causa social, y los "gurús" no son otra cosa
que teóricos cuyas obras han servido de acicate y referencia. Llamar "gurús" del
veganismo a estos autores sería lo mismo que llamar "gurú" a
Gandhi o Martin Luther King por el simple hecho de haber sido las personalidades más
representativas e influyentes de sus movimientos respectivos.
Pero
el especismo tampoco está libre de estos pretendidos "pecados"
de religiosidad, y sus "gurús" particulares se cuentan
desde clásicos como Aristóteles o Descartes hasta contemporáneos como Fernando Sabater, por mencionar algunos de los muchos que han entregado sus energías a difundir la palabra del Homo deus mediante obras de potente inspiración fanática.
Por
otro lado, el proselitismo especista es famoso en todo el mundo. Es suficiente una rápida visita a webs, blogs o foros veganos para constatar el ímpetu con que se entregan a la prédica los nunca faltos apóstoles de su misión, de presencia tan regular como sus aperos de fomento y propaganda. De hecho, el especismo sí
tiene un indudable carácter impositivo: es impuesto cruelmente sobre millones de individuos que pagan con sus
vidas las creencias de unos pocos. E incluso muestra tendencias
inquisitoriales, como podría serlo, por ejemplo, la gran cantidad de trabas y censura que oponen los medios informativos frente a los
mensajes que se atreven al cuestionamiento de sus dogmas, los mismos medios informativos que venden
luego con deleite las maravillas del especismo o lo mucho que se ríen las vacas en las granjas y los mataderos.
Por último,
no puedo dejar pasar por alto el hecho de que algunos especistas contemplen como
una especie de herejía satánica aquello de que los
veganos tomen suplementos de B12. Aunque no se trate de una característica global, no deja de llamarme la
atención su sorprendente paralelismo con
aquellas religiones que repudian la ingesta de medicamentos
y productos químicos por considerarlos contrarios a los designios celestiales, un argumento que se asemeja en mucho a la "antinaturalidad" que les imputan los especistas a los susodichos concentrados.
Creo
que es momento ya de dejar en claro el cariz satírico de todo esto, por más que se halle exento de la gratuidad con que acostumbra a formularse la misma acusación en honor del veganismo. Ese ha sido el
propósito del texto, hacer notar lo ridículo pero a la vez
sencillo que resulta acusar de "religión" o "secta" a
cualquier corriente que se le antoje a nuestro imaginario. También otras
doctrinas como el feminismo, el marxismo, el humanismo o el
capitalismo (¡e incluso el ateismo!) han venido siendo acusadas de
"religión", pero estos patéticos ataques lo único que
consiguen es poner en evidencia los pobres recursos argumentativos de
quienes se rebajan a su empleo.
«La religión es cualquier historia de amplio espectro que confiere legitimidad superhumana a leyes, normas y valores. Legitima las estructuras sociales asegurando que reflejan leyes superhumanas.»
~ Yuval Noah Harari ~
El
veganismo está muy lejos de ser una religión. El veganismo es ética básica. Si la regla de oro de la moral exige respetar los intereses de
todos, y el resto de animales también tienen intereses, entonces
los suyos se han de respetar a igual escala a la que ansiamos el respeto de
los nuestros. Eso es el veganismo. Fin. Su lógica es aplastante, y quien la acepte ya habrá aceptado el veganismo. A partir de ahí sólo queda adoptar una actitud coherente con esa
aceptación. Las pocas ganas que tiene la gente de hacer esto último
es lo que la empuja a buscar desesperadas y absurdas maneras de
eludir la ecuación primera e intentar así salir de tan profundo abismo de
disociación, incluyendo, claro
está, la de acusar a quienes hagan ver su vicio de prosélitos sin más empeño que la "imposición de su verdad". Nos
encanta eso de convertir la verdad en tu verdad cuando
choca con nuestra verdad. De repente nos asalta a todos un complejo relativista.
Cuando
se acusa al veganismo de ser una religión, se hace con
la única y deshonesta pretensión de atribuirle un barniz de fanatismo e
irracionalidad; pero por eso mismo el especismo estará siempre más
próximo a las religiones, porque se trata de un mero prejuicio moral surgido no de la razón, sino del sentimiento
subjetivo y personal, siendo los prejuicios, además, los
pilares que han dado soporte siempre a las doctrinas
religiosas. No en vano, todas las religiones pasadas y presentes han
defendido el especismo de una u otra forma, e incluso aquellas que
lo hacen de un modo menos manifiesto reservan de igual manera una categoría diferente para el resto de los animales. No
obstante, cabe señalar el hecho no menos significativo de que las
religiones más "generosas" hacia ellos sean
también las menos rígidas y las más proclives a la no-violencia.
No
hay religiones aquí, sino dos maneras opuestas y enfrentadas de ver
la violencia que se ejerce sobre el resto de los animales. Quienes
defiendan esa violencia no tendrán reparos en frivolizar con ella;
pero millones de víctimas inocentes se suceden mientras tanto, y frente a su dolor no hay forma de eludir la toma de partido. Confío en la buena voluntad de
la gente y en el fin próximo de este crimen ignominioso. En ello pongo mi fe.
Precisamente porque los humanos somos la especie superior en la evolución, y no sólo una más, es por o que nos hacemos estas preguntas éticas y debemos autoexigirnos éticamente más de lo que lo hacemos a los demás animales.
ResponderEliminar