martes, 14 de marzo de 2017

Cómo el veganismo se convirtió en una parte integral de mi feminismo


En el innovador texto eco-feminista de Carol J. Adams de 1990, La política sexual de la carne: una teoría crítica feminista-vegetariana, la autora lleva al lector por un viaje que aborda el patriarcado, la carne, el feminismo, el veganismo (aunque Adams lo llama vegetarianismo, como vegana que es también se ocupa de la producción de leche y huevos), y en cómo cada uno se influye mutuamente. Una de las teorías más omnipresentes de Adams compara la opresión de las mujeres con el consumo de animales, influenciados por sus papeles de "referentes ausentes", que separa al individuo del objeto consumible (figurativamente el cuerpo femenino y literalmente el cuerpo del animal).

La primera vez que fui introducida en este texto en la universidad yo era una activa y entusiasta consumidora de carne. Pensé fugazmente que podría probar el vegetarianismo, pero esa idea fue disipada en cuanto llegaron mis salchichas del desayuno. Hasta le tomaba el pelo a un amigo mío por ser vegetariano. La ética de comer productos de origen animal no merecía una segunda reflexión porque ¡yo ya me preocupaba por los problemas! Era activista en el grupo feminista en mi universidad. Comprendí la opresión sistémica y abrí mis ojos a las injusticias más insidiosas que enfrentaban a los seres humanos. En resumen: me preocupaba mucho por abordar mis propios prejuicios interiorizados, pero sólo si ello no implicaba un trastorno en mi comportamiento cotidiano. 

El trabajo de Adams fue presentado a mi grupo feminista durante el semestre de primavera de mi segundo año. La mujer que nos lo presentó nos mostró imágenes y anuncios en los que los animales de granja y las mujeres eran intercambiables, tratados como actores idénticos a los ojos de la audiencia (amantes de la carne, heterosexuales, masculinos). Advertidos de su violencia, vimos algunas breves imágenes de Earthlings (cerré los ojos). Se nos mostró un anuncio de White Castle en el que una cerda bailaba de forma seductora y se vertía sobre sí misma salsa barbacoa (descrita como "dulce, picante, y, oh, tan traviesa"), lo que resultaba en gruñidos y gritos por parte de una audiencia masculina. En una foto desgarradora, una cerda preñada documentada en una investigación encubierta de Iowa Select Farms estaba en una jaula en la que no podía moverse, adjunta a la cual había un cartel que la describía como "GRASA/PUTA EGOÍSTA".

La presentación nos cautivó. Pero, por supuesto, después de la reunión, la mayoría de nosotros no hizo nada por cambiar. Eso requeriría demasiado esfuerzo, cuando podíamos optar por la alternativa de no hacer nada. Estábamos comprometidos en aprender más sobre las injusticias humanas y combatirlas, y agregar animales de granja a nuestro círculo de compasión se percibía más como una faena que como una opción (N. del T.: hay aquí un pequeño juego de palabras que se pierde en la traducción, "chore"/"choice"). No queríamos reconocer que negarnos a comer productos animales significaba rechazar la participación en el sufrimiento tanto como cualquier otra cosa que nos esforzabamos por hacer. Aunque por fuera la presentación había llamado nuestra atención sobre una información perturbadora y nos había ofrecido vías de actuación, por dentro estábamos a la defensiva debido al tipo de activismo vegano al que habíamos sido expuestas en el pasado. Percibíamos a PETA como la cara del veganismo y, por lo tanto, extendíamos nuestro juicio de la organización sobre todos los veganos. La alarmante voluntad de PETA de cosificar a las mujeres nos exigía como feministas que la despreciaramos a ella y, en consecuencia, a todos los veganos.

A pesar de nuestro escepticismo, teníamos la prueba viviente de que al menos dos personas veganas, Carol J. Adams y la mujer que nos presentó el trabajo de Adams, se preocupaban tanto por el feminismo como por el veganismo. Para justificar nuestra falta de voluntad por hacer cambios fundamentales en nuestro comportamiento, esgrimimos las mismas excusas que muchos ofrecen cuando se encuentran por primera vez con el veganismo. Vivíamos en el campus y dependíamos de la comida del comedor, que contaba con opciones veganas pero sin duda no tantas como las no-veganas. Y los veganos tienen tantos problemas de salud, ¿verdad? (¡No podíamos estar seguros de que el orador no tuviera deficiencias de proteínas, calcio y B-12!) No podíamos vivir sin queso, ser vegano era un estilo de vida ascético que algunos podían manejar, pero no la mayoría, y fingimos tristeza al describirnos como parte de este último grupo. A nuestros amigos les gustaba comer hamburguesas e ir a la heladería local, y a nosotros nos tocaría quedarnos en la calle. Además, nuestras familias comían productos de origen animal, ¿qué haríamos cuando volviéramos a casa? Nos escudamos dentrás de una lista de excusas que sonaban muy convincentes. Seguí siendo una firme no-vegana, pero toda la información a la que había sido expuesta durante una hora de reunión se mantuvo en el fondo de mi mente y me fue royendo poco a poco.

Al final de ese año, me encontraba comiendo una hamburguesa cuando mi madre empezó a jactarse acerca de cuánto había amado siempre a los animales. Nunca jugué con muñecas, pero tenía montones de animales de peluche y amaba a los gatos, los perros, los caballos e incluso los hámsters (tengo como prueba de ello fotos de mí misma cuando era niña con casi todos los animales que conocí). Miré mi hamburguesa y ya no era simple carne de res. Era un animal que fue asesinado, brutal e innecesariamente, para convertirse en un objeto para mi consumo. 

Vaya, mierda. Allí estaba, con una hamburguesa a medio comer, incomoda y agobiada por dos percepciones distintas: 1) la lista de excusas que había desarrollado nueve meses atrás se me antojaba ahora completamente inadecuada y 2) Adams tenía razón (ella también se dio cuenta de su hipocresía mientras comía una hamburguesa). Por primera vez entendí la versión politizada de Adams del referente ausente. 

«Uno no come carne sin la muerte de un animal. Los animales vivos son, pues, los referentes ausentes en el concepto de la carne. El referente ausente nos permite olvidarnos del animal como entidad independiente; también posibilita que resistamos los esfuerzos de hacer presentes a los animales.» 

El referente ausente nos permite comprar carne preenvasada en el supermercado sin reflexionar sobre el animal vivo del que formaba parte no mucho antes ni bajo qué condiciones vivió y murió. Nos permite pedir helados sin reconocer que la leche sólo puede obtenerse inseminando (por lo comùn de forma artificial) a una vaca y separándola de su bebé, y sin considerar lo que le sucede a ese bebé, o a su madre. Podemos comer una tortilla en el almuerzo sin pensar en los millones de pollitos macho que son molidos vivos o asfixiados cada año por ser inútiles para la industria de los huevos, tragándonosla sin pensar en que el coste extra de los huevos "sin jaulas" es sólo una táctica de marketing. El papel de los animales vivos como referentes ausentes significa "¡Quiero estos zapatos de cuero!", que rara vez es seguido de un "Me encanta sentir la piel de los animales en mis pies". Celebramos el éxito de una vaca que escapa del matadero y la amabilidad de una familia que rescata a un lechón atrapado en la nieve, pero tenemos dificultades para aplicar esa compasión al considerar los cerca de 140 millones de vacas y cerdos que son sacrificados a lo largo de un año en los EE.UU. Vemos al animal individual cuando se presenta como un luchador —como alguien con un deseo deseperado por vivir— y sólo entonces merece su vida. Cuando no se gana ese reconocimiento, deja de merecer cualquier reflexión. Sin un publicitado intento por escapar, no es un animal que pueda haber deseado desesperadamente vivir, sino un producto que se compra y un referente ausente en la mesa de la cena. 

El referente ausente es sostenido con avidez por los restaurantes que se aprovechan de la ingenuidad de sus clientes. La iniciativa de "de la granja a la mesa" obtiene su popularidad de su demanda de carne, lácteos y huevos "humanitarios". Los restaurantes que participan en ello se esfuerzan por servir sólo "cerdo libre de antibióticos" y "leche de campo" como si tuvieran una parcela con flores en el jardín donde creciera leche de vaca y tocino como si fuera una raíz vegetal. Los términos ocultan y nos impiden reconocer las experiencias de las vacas "felices", que son inseminadas a la fuerza tantas veces como sea posible para que podamos disfrutar de la leche que producirán como consecuencia del embarazo. Una vez que estas vacas "de campo" han tenido algunos terneros y están "gastadas", también son asesinadas. 

«Se convierte a los animales en ausentes a través del lenguaje que renombra los cuerpos muertos antes de que los consumidores participen en comérselos. Nuestra cultura desconcierta aún más el término "carne" mediante el lenguaje gastronómico, de forma que no invocamos animales muertos, descuartizados, sino comida.» 

Ni Adams ni yo queremos decir que las personas no conozcan en general la fuente de la comida. Más bien, criticamos la adopción generalizada y dañina de fantasías tales como colinas cubiertas de hierba, vacas felices y matanzas inofensivas. Es la ignorancia voluntaria por parte del consumidor y el fomento de la ignorancia por parte del proveedor los que juegan un papel importante en la continuidad del consumo de productos animales. Los animales reciben emociones positivas con fines publicitarios, pero nos negamos a creer que pueden sufrir y que sufren. 

«Sin el punto de referencia al animal asesinado, cubierto de sangre y descuartizado, la carne se vuelve una imagen accesoria. La carne se ve como un vehículo de significado y no como plena de significado inherente; el referente "animal" ha sido consumido.» 

El animal vivo se convierte en un objeto de compra y consumo, experimentando condiciones inimaginables a lo largo de su vida antes de que algunas partes de su cuerpo lleguen a los estantes a tiempo para la carrera del domingo. El animal vivo pierde su identidad en el proceso alimenticio, siendo anunciado sólo como "bistec alimentado con hierba" o "carne de vaca criada en el campo", describiendo una época durante la cual estaba muy vivo y aún no le habían sido masacradas las partes de su cuerpo. Como el referente ausente, el animal nunca vivió ni fue sacrificado, sino que es sólo una docena de cachos de carne en medio del campo, esperando paciente su momento. 

A pesar de mi resistencia inicial, mis raíces feministas me llevaron por fin al vegetarianismo y después al veganismo. Empecé a percibir el lenguaje compartido que rodea el trato de las mujeres y los animales. Objetos de consumo. Pérdida de identidad durante la cosificación. Senos, piernas, muslos y rabadillas. Ser reducidos a partes del cuerpo para el disfrute de los demás. Adams ofrece una visión adicional sobre cómo el referente ausente se relaciona con las políticas de justicia reproductiva. Añadiendo al concepto politizado de Adams del referente ausente, concluyo que el sufrimiento humano, como el sufrimiento de los animales durante el proceso de cosificación, es un coste oculto del consumo de carne. Veo cómo ignoramos no sólo el sufrimiento y las muertes rutinarias de los animales al elegir un paquete de alas de pollo, sino que también hacemos la vista gorda a las graves consecuencias para la salud que conlleva trabajar en un matadero de aves. Los referentes ausentes son esclavos en la industria pesquera, y las familias afectadas por la contaminación de las granjas industriales. El mismo mecanismo que nos permite pasar por alto injusticias como éstas contra los humanos es el que nos permite sentarnos a cenar sin tener en cuenta las vidas, sufrimientos y muertes de los animales que lo hicieron posible.

Ser una vegana feminista por sí sólo no va a cambiar el mundo; los cambios reales necesitan un esfuerzo grupal y por eso estoy agradecida a los activistas que entienden la prevalencia del sufrimiento de los animales humanos y nohumanos y se esfuerzan por abordar los dos. Sin embargo, mi participación en ambos movimientos me cambió: me hizo más consciente del mundo en que vivo y cómo puedo actuar dentro de nuestra sociedad actual para evitar contribuir a los sistemas de opresión. 

Mi veganismo ha sido una reconciliación con las ideologías y conceptos existentes que una vez no fui capaz de adoptar por ser tan inconvenientes y desconocidos. Siendo ya una feminista, el veganismo suponía dar un paso fuera del cómodo camino que ya estaba tomando. Adams abre La política sexual de la carne con: «El que yo me hiciese vegetariana tenía aparentemente poca relación con mi feminismo, o al menos eso pensaba yo. Ahora comprendo cómo y por qué están íntimamente relacionados, cómo ser vegetariana repercute en el significado del feminismo». Como Adams, yo también me di cuenta de que mi vegetarianismo y mi veganismo tienen todo que ver con mi feminismo y la realidad es clara: el sufrimiento paralelo de las mujeres y los animales en sus roles como referentes ausentes seguirá existiendo como consecuencia de la cosificación mientras sigamos negando su interrelación fundamental.

Anna Varga, 22 de febrero de 2016.
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Traducción: Igor Sanz

Texto original: How Veganism Became an Integral Part of my Feminism

4 comentarios:

  1. El feminismo es un movimiento de subversión marxista (marxismo cultural), promovido por las élites para contra los hombres heterosexuales, que tiene el propósito de fracturar y fragmentar a una sociedad y despojarla de su funcionamiento natural por medio de la creación de conflictos artificiales entre los hombres y mujeres a partir de las incitaciones de que la mujer es objeto de opresión por el hombre y que la mujer no es diferente al hombre sino exactamente igual y es capaz de desempeñar todas las funciones de éste, por lo que este movimiento se disfraza hábilmente de una "reivindicación de derechos para la mujer" razón por la que la sociedad no percibe su verdadera naturaleza.

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  2. El feminismo es una doctrina moral que reivindica la igualdad de derechos y oportunidades para hombres y mujeres. De modo que, con independencia de todo lo demás, estaría usted confundiendo la manera en que algunas personas defienden ese imperativo con el imperativo mismo.

    Un saludo.

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  3. Os voy a dar mi opinión…pero aclaro. Es solo mi opinión, mi forma de ver las cosas... no pretendo convenceros de nada ni imponeros mi postura.

    Todos habéis dado por hecho que el machismo es algo negativo, un problema o un mal de la sociedad que hay que eliminar. Yo creo que no hay nada malo en el machismo, yo soy machista y considero que es una postura o una forma de ver la vida tan valida como las vuestras.

    Yo creo que hombres y mujeres somos diferentes en muchos aspectos, Biologicos, cultural, emocional etc. Y que por lo tanto debemos tener diferentes roles en esa sociedad.La clave de la sociedad es la familia, y más mujeres tienen el rol de crear la familia, criar a los hijos encargarse de la casa… mientras que el rol del hombre trabajar para mantener a la familia.

    ¿Entonces no creo que las mujeres deban trabajar fuera de casa?. Si, considero que el lugar de las mujeres es en casa cuidando de los hijos y del hogar.

    Tu puedes hacer lo que te dé la gana. Eres libre de trabajar fuera de casa si quieres. No necesitas mi permiso ni el de nadie…. Pero eso no significa que a mi me parezca bien o comparta tu decisión. Creo que te estas equivocando, que no estas haciendo lo correcto… pero eso es cosa tuya. Eres libre de cometer tus errores.

    No se como decir esto sin que te sientas ofendida…Así que me disculpo por adelantado; pero yo considero que las mujeres deben ir vírgenes al matrimonio. Y trabajando fuera de casa….

    A ver vosotros sois libres de acostaros con quien queráis. No necesitáis mi permiso o aprobación. Alla cada uno con sus decisiones. Pero yo también soy libre y tengo mi forma de entender el mundo. Y yo espero casarme con una mujer virgen, y mi mujer se quedara al cuidado de la casa y criando a los niños. Y si tenemos hijas será mi responsabilidad protegerlas y guárdalas hasta entregarlas a su marido en el altar.

    No creo que sea el único que piense así. Todos los que ahora estáis gritando seguro que luego os queréis casar con mujeres vírgenes. Y seguro que luego no dejáis que vuestras hijas vayan zorreando por ahí.

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  4. Responder a alguien que no ofrece otra cosa que afirmaciones gratuitas es francamente complicado. Además, me cuesta trabajo creer que haya nadie adulto y cabal que pueda hablar en serio de las personas como tú lo estás haciendo, como si no fuesen otra cosa que simples piezas de un juego de mesa en el que tú impones las normas.

    Veamos. ¿Roles? ¿Qué roles? ¿Por qué tendrían las mujeres que formar familias y encargarse del hogar? ¿Por qué no tendrían que ocuparse los hombres de esas labores? ¿Por qué tiene nadie que llegar virgen al matrimonio? ¿Por qué habría de ser un “error” que alguien condujera su vida según sus deseos, aspiraciones, intereses o apetencias? ¿Por qué todo, en general? ¿Por qué?

    La clave de la sociedad no es la familia. La clave de una sociedad es la cooperación. Eso y nada más que eso es lo que define una sociedad. De ahí que la palabra “sociedad” comparte raíz con “asociación”. Las únicas sociedades con base en la familia son las sociedades familiares, y aun con todo el único requisito para crear una familia es reunir a un grupo de parientes, nada más.

    Y claro que existen diferencias biológicas entre los hombres y las mujeres. Lo mismo que existen diferencias biológicas entre los propios hombres y entre las propias mujeres. Incluso los gemelos monocigóticos presentan diferencias entre sí, de acuerdo sobre todo a las variables de factor epigenético. El caso es que el carácter de una persona está definido por infinidad de agentes, no por tener pene o vagina. ¿Por qué se tendrían que negar esas singularidades en favor de estereotipos de orden genital? ¿Por que?, una vez más.

    Casarte puedes casarte con quien lo acepte y te venga en gana. Sólo confío en que vuestra posible descendencia no se contagie de tus prejuicios y aprenda a juzgar a la personas por lo que tienen en la cabeza y no por lo que guardan en la bragueta.

    En fin... Dices que tu opinión es respetable, pero las opiniones se ganan el respeto a fuerza de argumentos, algo de que carece la tuya por completo.

    Acabo haciéndote notar que este es un blog que trata sobre veganismo, no sobre feminismo. Este artículo en particular no va más allá de un análisis de sus posibles nexos. Y si lo que deseas es transmitir algo a su autora, entonces te sugiero que intentes contactar con ella.

    Un saludo.

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