En los últimos
años se ha experimentado un notable y aún progresivo aumento del
veganismo dentro de la sociedad mayoritaria, muy evidente en toda
Europa Occidental. El número de individuos que ahora se consideran
"veganos" y el rápido ritmo al que esto ha sucedido es
ciertamente sorprendente. Sólo en el Reino Unido, una encuesta de
2016 de IPSOS Moray realizada para The Vegan Society (2018) encontró
que:
«En 2018, el número de veganos en Gran Bretaña es de 600.000, es decir, el 1,16% de la población total. La cifra pasó de 150.000 (0,25%) en 2014 a 276.000 (0,46%) en 2016, volviendo a multiplicarse —de forma increíble— hasta los 600.000 (1,16%) de 2018.»
Que el veganismo cuenta con una popularidad, visibilidad y aceptación pública cada vez mayores queda reflejado en el número de artículos sobre el tema aparecidos en los medios de comunicación. Es significativo que, más allá de BBC News (Lowbridge, 2017), las valoraciones positivas en torno al veganismo parezcan haber transgredido la segmentación política tradicional entre la "derecha" y la "izquierda" tanto en los periódicos de gran tirada —The Guardian (Hancox, 2018), Independent (Petter, 2018), Daily Telegraph (Quinn, 2016)— como en los tabloides —Daily Mirror (Jarvis, 2018), The Sun (Sheen, 2018) y Daily Star (Buchanan, 2017)—. Muchos de los reportajes al respecto dan cuenta de una diversa gama de motivaciones detrás de este fenómeno "alimentario" contemporáneo, elevándose la "salud", la "sostenibilidad medioambiental" y las "razones éticas" como los factores principales. Este clima favorable, en el que los medios de comunicación hacen del veganismo un producto de consumo bien empaquetado, es por supuesto clave en el desarrollo del imaginario colectivo. Como admite Jasmijn De Boo, directora general de The Vegan Society (en lo que es una cita recurrente en los medios de comunicación):
«El retrato positivo en los medios ha contribuido a cambiar su imagen; los documentales sobre las espeluznantes realidades y consecuencias de la industria animal han ganado protagonismo; las recetas veganas de aspecto delicioso se han multiplicado en internet y las redes sociales en tanto que la sociedad ha ido ampliando su preocupación por la salud; y algunos de los mejores deportistas no dejan de demostrarnos que es posible estar sanos y en forma con una dieta basada en plantas.» (Citado en Moss, 2017)
Muchos de los que han llegado a
"hacerse veganos" por razones predominantemente éticas
aceptan de buen grado la relativa abundancia de comidas y bebidas
veganas, la ausencia de estereotipos veganos peyorativos y el
respaldo positivo que rodea al veganismo. Sin embargo, las
valoraciones críticas en torno al significa real del veganismo y sus
posibles logros en esta era de popularidad sin precedentes brillan
por su ausencia. En particular, es oportuno preguntarse: ¿qué se ha
comprometido o perdido (si es que se ha comprometido o perdido algo)
en esta transformación de aquel viejo veganismo socialmente marginal
a este nuevo veganismo tan protagonístico?
PROBLEMATIZAR EL VEGANISMO: ARTICULANDO UN "SÍ, ¡PERO!" CRÍTICO
La tesis principal aquí es que la
forma en que la sociedad está promoviendo y abrazando el veganismo
tiene un coste significativo. Más concretamente, y visto como un
vehículo rentable para el beneficio empresarial, la perspectiva
contemporánea del veganismo como una "dieta" o un "estilo
de vida" carece de la capacidad de abrirnos camino a un mundo
más ético, pacífico y no violento. En sentido inverso, la
comprensión y asunción del veganismo a niveles más profundos,
críticos y holísticos tiene el potencial de transformar aquello en
una realidad. En resumen, este ensayo propone, frente al auge del
veganismo, un posicionamiento crítico de "Sí..." (que
la gente se comprometa con el veganismo es algo bienvenido),
"Pero..." (es urgente volver a conectar el veganismo con
sus orígenes radicales, con su estratégico rol de resistencia y
propuesta de avance hacia una mayor justicia interespecífica social,
espacial y medioambiental). Para extraer de esto una lectura
lógica y persuasiva, invito a considerar dos cosas: en primer lugar,
el modo en que la demanda de alimentos y productos veganos está
influyendo en las producciones "cárnicas" y lácteas; y en
segundo lugar, la afirmación de que hacerse vegano equivale a una
vida "libre de crueldad".
Hace una década, Erika Cudworth (2008, 32-33) escribió:
«Las mayores poblaciones de animales en Occidente, [son] las de las especies empleadas como "alimento" […] Desde su concepción hasta su muerte, las vidas de estos animales están moldeadas por su designación como alimento potencial, transformando cada año a miles de millones de animales en una multiplicidad de "productos cárnicos".»
Dado el extraordinario auge del veganismo tanto dentro como fuera de Europa Occidental, y la relativa abundancia de alimentos "veganos" y de su demanda, cabría esperar que en los años transcurridos desde entonces su hubiese producido una reducción tangible de los productos "cárnicos" y lácteos. Pero no, no ha sucedido. Como señala Nibert (2017, xi):
«La opresión sobre los animales usados como alimento es sin duda [aún] la práctica más mortífera [de la explotación humana]; más de 65 mil millones de seres terrestres son asesinados para ser consumidos como comida cada año en todo el mundo, mientras que los animales acuáticos asesinados para alimentación se cuentan por cientos de miles de millones. El sufrimiento físico y emocional derivado de ese trato atroz que experimenta cada ser individual, multiplicado por los miles de millones de animales individuales que lo sufren, da como resultado —a cada segundo—unas cantidades de dolor y sufrimiento que escapan a los límites de la comprensión.»
De hecho, todas las tendencias futuras sugieren, aunque de una forma desigual, que la demanda de carne y productos lácteos seguirá esta línea de incremento. A nivel mundial, "la producción de carne se ha triplicado en las últimas cuatro décadas, expandiéndose un 20% en la última" (Stoll-Kleemann y O'Riordan, 2017, 35), mientras que dentro de la Unión Europea las proyecciones predicen de forma fidedigna también nuevos aumentos. Como señala la Comisión Europea (2017, s. p.), "se prevé que la cantidad de productos lácteos frescos de la UE en el comercio neto (la diferencia entre las exportaciones y las importaciones) alcance algo más de 1,08 millones de toneladas en 2030, frente a los 1,05 millones de toneladas en 2017".
Por otra parte, la idea de que ser
vegano equivale a estar "libre de crueldad", una retórica
muy popular entre los defensores de los animales y el veganismo, es
muy problemática. Pensemos, por ejemplo, en la fruta y la verdura
—productos inequívocamente veganos y "libres de crueldad"—.
Adoptar un enfoque vegano más crítico implicaría investigar y
evaluar éticamente las redes más amplias (y ocultas) de producción,
intercambio y consumo que sustentan estos alimentos. Al hacerlo,
salen a la luz muchas verdades desagradables e incómodas que socavan
profundamente la propaganda pro vegana apoyada en el discurso de
"libre de crueldad". Con alarmante frecuencia salen a la
luz historias desgarradoras sobre los trabajadores agrícolas
británicos y europeos de la industria hortofrutícola. Dos de los
muchos ejemplos recientes son las investigaciones de Letizia Palumbo
y Alessandra Sciurba (2015) en torno a la explotación laboral y
sexual a la que se enfrentan las mujeres rumanas en el sector
agrícola de Sicilia (Italia), y el informe de Kennedy (2015) sobre
los (120.000) trabajadores inmigrantes de El Ejido, España, que
ayudan a producir "casi tres millones de toneladas de frutas y
verduras cada año para su exportación a Gran Bretaña y todo el
norte de Europa" en condiciones de miseria, sufrimiento y
explotación. Estas incómodas verdades sobre el veganismo
contemporáneo nos conducen a un cuestionamiento: si el veganismo,
lejos de tener un impacto positivo en los animales humanos y nohumanos, está de hecho contribuyendo a mayores niveles de
sufrimiento y exploración, entonces, ¿a qué o a quién está
favoreciendo este nuevo veganismo del siglo XXI?
UN VISTAZO ATRÁS: DIFERENCIANDO
EL VEGANISMO "ACTIVISTA" DEL VEGANISMO DE "ESTILO DE
VIDA"
Una forma de abordar esta cuestión pasa por una identificación y disgregación tosca pero importante de dos enfoques distintos del veganismo. Uno asienta sus raíces en la definición "original" del veganismo, surgido en el Reino Unido en la década de 1940. Me referiré a él como veganismo "activista", inspirado en una visión más radical del veganismo, y desde la que se fomenta una mayor reflexión crítica, concienciación y compromiso con las cuestiones de justicia social que "el otro" tipo de veganismo, a saber, el veganismo de "estilo de vida" o "corporativo". El veganismo que vemos en boga en la sociedad mayoritaria es este segundo veganismo de "estilo de vida", centrado casi exclusivamente en cuestiones alimentarias, pero desvinculado casi en su totalidad de las acciones relativas a la justicia social interespecie. Privado de cualquier aptitud para desafiar al capitalismo, el veganismo de estilo de vida goza de un gran respaldo y fomento por parte de los intereses y los inversores empresariales. Ha sido, casi exclusivamente, el tipo de veganismo que se ha presentado y comentado a lo largo de las líneas anteriores. Más adelante se brindarán algunas reflexione adicionales en torno a las geografías problemáticas del veganismo de estilo de vida, antes de entrar a considerar las geografías críticas asociadas al veganismo "activista"
Una forma de abordar esta cuestión pasa por una identificación y disgregación tosca pero importante de dos enfoques distintos del veganismo. Uno asienta sus raíces en la definición "original" del veganismo, surgido en el Reino Unido en la década de 1940. Me referiré a él como veganismo "activista", inspirado en una visión más radical del veganismo, y desde la que se fomenta una mayor reflexión crítica, concienciación y compromiso con las cuestiones de justicia social que "el otro" tipo de veganismo, a saber, el veganismo de "estilo de vida" o "corporativo". El veganismo que vemos en boga en la sociedad mayoritaria es este segundo veganismo de "estilo de vida", centrado casi exclusivamente en cuestiones alimentarias, pero desvinculado casi en su totalidad de las acciones relativas a la justicia social interespecie. Privado de cualquier aptitud para desafiar al capitalismo, el veganismo de estilo de vida goza de un gran respaldo y fomento por parte de los intereses y los inversores empresariales. Ha sido, casi exclusivamente, el tipo de veganismo que se ha presentado y comentado a lo largo de las líneas anteriores. Más adelante se brindarán algunas reflexione adicionales en torno a las geografías problemáticas del veganismo de estilo de vida, antes de entrar a considerar las geografías críticas asociadas al veganismo "activista"
DEFINIENDO EL VEGANISMO "ACTIVISTA": UN VISTAZO ATRÁS
Aunque existen sin duda ricos precedentes de personas y comunidades de todo el mundo que tomaron la decisión deliberada de no consumir carne ni beber leche de otros animales, la palabra "vegano" no sería oficialmente acuñada hasta el año 1944 (The Vegan Society, s. f.). Tras el registro de la Sociedad Vegana del Reino Unido como organización benéfica en 1979, su Memorándum y Estatutos definieron el "veganismo" como:
«[…] una filosofía y estilo de vida que busca excluir —en la medida de lo posible y practicable— todas las formas de explotación y crueldad hacia los animales para alimentación, vestimenta o cualquier otro propósito, promoviendo por extensión el desarrollo y uso de alternativas libres de animales para el beneficio de los seres humanos, los animales y el medio ambiente.» (The Vegan Society, s. f.)
En esta primera concepción y comprensión de lo que representa el veganismo podemos apreciar ya una clara intención de captar un espíritu práctico "en la medida de lo posible y practicable", pero a la vez crítico, emancipador y visionario. De particular interés aquí es su apelación a la interseccionalidad, a saber, "en beneficio de los seres humanos, los animales y el medio ambiente". Otro excelente ejemplo temprano de un marco interseccional del veganismo y su compromiso con la no violencia lo podemos ver articulado por Eva Batt. Para Batt (1964):
«El veganismo […] es un modo de vida amparado en lo cotidiano, en lo fundamental, e inspirado en un interés por vivir sin hacer daño a los demás […] Hay varios caminos hacia el veganismo y muchos puntos de vista individuales sobre el mismo, pero el veganismo es una única y exclusiva cosa: vivir evitando la explotación, ya sea de nuestros semejantes humanos, de la población animal o del suelo del que todos dependemos para nuestra subsistencia.»
Así pues, el veganismo, en su concepción más temprana, nunca se limitó a una simple elección de alimentos: era una praxis activista radical (tanto en la teoría como en la acción) producto de un deseo manifiesto de actuar de un modo que prefigurase una política interespecífica de justicia y liberación total. Es esta visión crítica de lo que significa "hacerse" vegano la que corre el riesgo de perderse por completo en el veganismo de estilo de vida adoptado por la sociedad (occidental) contemporánea.
Al tiempo que adopta estas visiones originales del veganismo, la praxis del veganismo "activista" (es decir, la teoría y la acción) aquí tratado se inspira también en una erudición en materia de estudios críticos animales enraizada en el activismo y auspiciada por una política socioespacial de liberación total (véase, por ejemplo, Cudworth y Hobden, 2018; Gillespie y Collard, 2015; Nocella et al. 2014, Nocella et al., 2015; Pellow, 2014). Desplazar el veganismo de estilo de vida y reafirmar el veganismo como una praxis emancipadora potencialmente radical pasa entonces, de un modo fundamental, por lograr que el imaginario colectivo reconozca que:
«[…] el veganismo es algo más que "una simple dieta", teniendo que ser mejor interpretado y practicado como un modo sistémico e interseccional de análisis crítico y una filosofía vital útil contra el antropocentrismo, las jerarquías y la violencia.» (Twine, 2012, 19)
O, como sostiene Harper (2010, 5-6),
debemos ser conscientes del hecho de que:
«El veganismo no es sólo abstenerse de consumir animales; se trata de una lucha continua por construir unas epistemologías socioespaciales de consumo que conduzcan a una transformación cultural y geográfica.»
Dos de los compromisos fundamentales a tener en cuenta dentro de una praxis vegana crítica son (a) su apelación a la interseccionalidad, en reconocimiento del hecho de que "la opresión de los seres humanos y los demás animales se encuentra profundamente entrelazada" (Nibert, ix, 2014), y (b) su profundo compromiso con la construcción de espacios interespecíficos de paz y de justicia a través de una filosofía de no violencia.
Desde la consciencia de esta definición original del veganismo, resulta sorprendente observar el modo en que los medios de comunicación y la cultura popular dibujan el veganismo bajo un marco de elusión total de las reivindicaciones radicales de justicia y no violencia interespecíficas. En su lugar, se nos presenta un veganismo light que aparece invariablemente perfilado como "uno de los estilos de vida de más rápido crecimiento en Gran Bretaña" (Moss, 2018) o como una "tendencia alimenticia" (Jarvis, 2016). Así, la supresión de la "carne" y los productos lácteos se convierten no tanto en un deseo de llegar a la justicia social global a través de la acción (vegano-como-activista) como en una opción de consumo más entre otras tantas (vegano-como-consumidor). Esto último queda bien ilustrado en la siguiente reflexión:
«El interés de los consumidores europeos por las fuentes alternativas de proteínas va en aumento, con un número creciente de clientes tratando de reducir de forma consciente su consumo de carne.» (Askew, 2017, énfasis añadido)
Es importante destacar que esta "nueva" versión mercantilizada del veganismo es perfectamente consciente de lo que el veganismo (activista) había pretendido representar. Ciertas combinaciones tóxicas de una cultura profundamente especista, junto con las falsas verdades perpetuadas desde la propaganda de la industria cárnica y láctea, condujeron a que la sociedad dominante marginalizara, vilipendiara y demonizara a los veganos occidentales. Las acciones y creencias de los veganos fueron caricaturizadas como excéntricas, irracionales y "extremistas", llegando a convertir a sus partidarios en personas que aborrecían la sociedad, misántropos decididos a buscar formas violentas de acción directa y de liberación. Desvinculada ahora esa esencia radical, los artículos que promueven el veganismo de "estilo de vida" enfatizan mucho la ausencia de esos componentes "extremistas". El foco se desplaza en consecuencia hacia los beneficios para la salud y el bienestar de "¡hacerse vegano!", omitiendo o marginando las motivaciones éticas subyacentes (presentadas siempre en el marco del bienestar animal, nunca en el de los derechos animales). De hecho, en lugar de "vender" la marca "veganismo", a menudo lo que se hace es abandonar el término "vegano" en sustitución del eufemismo de la "dieta basada en plantas". Con ello, se suprime por completo toda semblanza con que el "activismo" que lo vegano pueda ser capaz de insinuar. Zarling (2018) hace una buena captura de esto:
«Según Food Navigator, más del 80% de los encuestados por la consultora alimentaria Mattson, con sede en California, dicen preferir el epíteto "basado en plantas" antes que "vegano" a la hora de describir una dieta que evita la carne, los lácteos o cualquier producto de origen animal. Los encuestados afirman que conceptos como "100% vegetal" son más flexibles y atractivos para el consumidor, sugiriendo alimentos que saben mejor y son más sanos que los etiquetados como "veganos".»
Barb Stuckey, presidenta y directora de innovación de Mattson, explicó a Food Navigator que esto se debe a que los consumidores perciben el concepto "basado en plantas" como una opción alimentaria positiva, mientras que "vegano" les sugiere un estilo de vida que incluye privaciones, lealtad a una causa autodefinida —los derechos animales o el ecologismo— y un compromiso severo. Un simple cambio en el discurso es capaz de hacer que los alimentos tengan mejor sabor a ojos de los consumidores, afirma Stuckey.
Teniendo en cuenta el fulgor de la
marca "veganismo-como-estilo-de-vida" entre el gran
público, no es de extrañar que el veganismo caiga también en
cierta complicidad con la explotación de seres humanos (como
trabajadores) y otros animales. Es aquí donde cabe recuperar la
pregunta sobre "qué" o "quién" se está
beneficiando de este "imparable" incremento del veganismo
higienizado. La respuesta breve es el capitalismo y los capitalistas:
el auge del "consumidor vegano occidental" presenta una
enorme oportunidad financiera y una ventaja competitiva que explotar.
Por ejemplo, hay numerosas columnas de negocios centradas
explícitamente en abordar "cómo pueden los minoristas
capitalizar la creciente tendencia vegana", tal y como se
ilustra a continuación:
«En 2014, sólo el 1% de la población se autoproclamaba vegana, cifra que aumentó al 3% en 2017, según un informe de GlobalData. Este aumento en más de un millón de consumidores que demandan productos veganos ofrece a los minoristas una oportunidad inmejorable para capitalizar una tendencia que sigue ganando popularidad. Sin embargo, aunque existe un mercado establecido para los productos veganos en alimentación, también hay una oportunidad creciente en categorías como la moda y los productos estéticos.» (GlobalData Retail).
La siguiente cita ilustra a la perfección el entusiasmo y la sensación de oportunidad (futura) que se respiran: "Se espera que el tamaño del mercado mundial de sustitutos de la carne tenga un valor de 7,5 mil millones de dólares para 2025, registrando una CAGR (tasa de crecimiento anual compuesto) del 7,7% durante el período de pronóstico (2018-2025)" (Prasannan, 2018). Está más que claro que un veganismo corporativizado jamás podrá desafiar o subvertir los poderosos sistemas interseccionales de explotación, dominación y violencia que sufren tanto los animales humanos como los nohumanos durante la producción, el intercambio y el consumo de productos veganos. Como sostiene Dominick (2015, 27):
«El veganismo [de estilo de vida] no es un movimiento de contrapoder. Apenas contiene a lo sumo una pizca de estratégico, carente de todos modos de cualquier pretensión de alternativa institucional contra el impacto humano sobre los animales nohumanos.»
Aún más problemático desde el punto de vista ético es el hecho de que los importantes beneficios de la "industria vegana" estén favoreciendo de forma directa a empresas que (tradicionalmente) invierten en industrias de la explotación animal. Por ejemplo, y centrándose sólo en las hamburguesas y salchichas vegetarianas y veganas, Ethical Consumer informaba de que:
«Hain Celestial (Linda McCartney's), Nestlé (Tivall), Dr A. Stoffel Holding AG (Granovita), Monde Nissin (Quorn y Cauldron) y todos los supermercados, venden carne además de opciones vegetarianas y/o veganas.»
A raíz de este informe, The Independent entrevistó a Mackenzie Dentaer, investigadora de Ethical Consumer. En este contexto, Dentaer fue citada diciendo:
«Estamos seguros de que a muchos veganos les horrorizará estar apoyando sin saberlo a las industrias de la leche y los productos lácetos. La buena noticia es que hay muchas marcas veganas en las estanterías que no tienen ningún vínculo con la explotación animal y que llevan muchos años defendiendo un estilo de vida vegano.»
La mala noticia es que, a medida que avance la revolución vegana, cabe esperar que cada vez más empresas sin interés alguno en acabar con la explotación animal se peleen por hacerse con una tajada del mercado vegano. (Butcher, 2018)
Dada esta compleja y enmarañada
relación con el "estilo de vida" o la corporativización,
¿qué posibilidades tiene el veganismo de (re)reivindicarse como una
praxis emancipadora radical? Nos centraremos explícitamente en la
producción alimenticia para abordar esta última pregunta.
AVANZANDO: ESBOZOS DE AVENTURAS POSTCAPITALISTAS DENTRO DE LA AGRICULTURA VEGÁNICA
¿Es posible producir algo, y más aún
alimentos veganos, en los sistemas capitalistas industrializados, con
todos los repertorios de violencia y explotación que le son
intrínsecos (Springer, 2016, Nibert, 2017)? Adoptar un "¡no!"
unívoco como respuesta a esta pregunta exige buscar modelos
económicos alternativos en los que integrar los sistemas de
alimentación vegánicos. Afortunadamente, este reto no es utópico.
Cuando se mira con atención, es posible advertir numerosos y
diversos ejemplos de producción de alimentos veganos enraizados en
la justicia social y espacial. No debemos pasar por alto el hecho de
que muchas personas y comunidades participan ya en formas de acción
directa de cultivo propio. Esto es particularmente evidente tanto en
los métodos de autoabastecimiento (que pueden estar representados
por acciones simples como cultivar plantas y verduras en macetas o
jardines) como en algunas iniciativas horticultoras de carácter más
comunitario (véase Perry 2015 para conocer algunas de estas
iniciativas en el Reino Unido, Europa y EE. UU.). El deseo de
cultivar alimentos locales por razones de sostenibilidad, así como
de empoderamiento personal y comunitario, está sin duda en auge, con
una demanda que supera con creces a la oferta. Por ejemplo, la
Sociedad Nacional de Huertos Urbanos sugiere que "hay
aproximadamente 330.000 parcelas en el Reino Unido, pero para
satisfacer la demanda actual necesitamos al menos 90.000 parcelas
más". De cara al futuro, no cabe duda de que es necesario
intercambiar conocimientos y buenas prácticas y recurrir a métodos
innovadores y creativos para garantizar el acceso a terrenos
(públicos) y hacer frente a los obstáculos de participación a que
se están enfrentando las comunidades locales hoy en día. Quien lo
desee, puede consultar algunos recursos excelentes
aquí.
También están creciendo en interés e impulso las iniciativas de agricultura vegánica de mayor escala. En Norteamérica, por ejemplo, existe el grupo con sede en San Francisco Seed the Commons, "una organización de base que trabaja para crear sistemas alimentarios sostenibles y justos que sean independientes de la explotación animal" (Véase https://seedthecommons.org.) Promoviendo la agricultura vegánica como vehículo de resistencia y superación frente a una agricultura industrial que explota tanto a humanos como a nohumanos, Seed the Commons defiende la posibilidad de lograr una soberanía y un empoderamiento alimentarios a través del reclamo comunitario del control de los (sus) sistemas de alimentación.
También están creciendo en interés e impulso las iniciativas de agricultura vegánica de mayor escala. En Norteamérica, por ejemplo, existe el grupo con sede en San Francisco Seed the Commons, "una organización de base que trabaja para crear sistemas alimentarios sostenibles y justos que sean independientes de la explotación animal" (Véase https://seedthecommons.org.) Promoviendo la agricultura vegánica como vehículo de resistencia y superación frente a una agricultura industrial que explota tanto a humanos como a nohumanos, Seed the Commons defiende la posibilidad de lograr una soberanía y un empoderamiento alimentarios a través del reclamo comunitario del control de los (sus) sistemas de alimentación.
En este contexto, el reflejo de la interseccionalidad de la praxis vegana plantea también la cuestión del acceso a los alimentos: ¿quién puede comer? Hay algunas organizaciones inspiradoras que distribuyen comida vegana entre quienes se encuentran en situación de marginalidad social y económica. Food Not Bombs [Comida, no bombas], fundada en Estados Unidos en la década de 1980, ofrece algunos ejemplos fabulosos (véase Giraud, 2015). La web de Food Not Bombs, hablando de una política activista vegana verdaderamente global, nos dice:
«En nuestro sitio web figuran más de 500 delegaciones, pero creemos que hay muchos grupos que no han solicitado figurar en la lista. Estimamos que hay más de 1.000 filiales de Food Not Bombs activas en más de 60 países de Europa, Oriente Medio, África, América, Asia, Australia y Nueva Zelanda. Estamos activos en casi 500 ciudades de Estados Unidos y tenemos grupos en otras 500 ciudades fuera del país. Nos han dicho que hay más de 60 grupos en Rusia, pero sólo tenemos 15 en la lista. Lo mismo ocurre en muchos otros países.»
También es importante reflexionar sobre otras conexiones ocultas entre el veganismo y el abuso animal, una de las cuales queda ilustrada en las acciones de la Vegan Organic Network [Red Orgánica Vegana] con sede en el Reino Unido (VON http://veganorganic.net/). Durante los últimos veinte años, VON se ha esforzado por promover métodos orgánicos y veganos de agricultura y horticultura (también conocidos como métodos "orgánicos libres de ganado") en todo el mundo, en búsqueda de una disponibilidad global de alimentos ecológicos, higiénicos y libres de crueldad.
Aquí, el énfasis en "orgánicos
libres de ganado" pone de manifiesto otro preocupante problema
de la agricultura vegana industrializada. Es una verdad incómoda
reconocer la alta probabilidad de que los alimentos aparentemente
"veganos" hayan sido cultivados usando estiércol
proveniente de las grajas industriales, restos de animales muertos o
harina de pescado. Este hecho debería hacernos cuestionar hasta qué
punto es coherente con una política vegana, en algún sentido
significativo, consumir alimentos cultivados con fertilizantes de
origen animal elaborados con "pescado, sangre y huesos".
REFLEXIONES FINALES: MIRANDO ATRÁS / CAMINANDO HACIA DELANTE
En resumen, en el momento de escribir estas líneas, el crecimiento del veganismo y la disponibilidad de alimentos veganos en toda Europa parecen seguir una clara trayectoria ascendente. Sin embargo, cuando nos fijamos en el modo en que está siendo promovido y respaldado el veganismo, visto desde una perspectiva ética, y ciñéndonos a la cuestión esencial de la producción de alimentos, salen a la luz muchos problemas profundamente inquietantes. En respuesta a esto, es instructivo distinguir entre dos tipos específicos de enfoques veganos. En este ensayo, se ha yuxtapuesto un veganismo más de "estilo de vida" o corporativo frente a una forma más crítica y "activista" de veganismo, siendo en esta última donde vemos un compromiso con la praxis radical que promete el "hacerse vegano".
Empero, es el veganismo de estilo de
vida el que está en firme ascenso en estos momentos, impulsado por
intereses corporativos y apoyado por sistemas agrícolas en su
mayoría industrializados. Sin duda, esto conlleva algunas ventajas
aparentes —ventajas que hace apenas una década habrían sido
impensables—, como la disponibilidad de una oferta cada vez mayor
de alimentos veganos y alternativas a los lácteos en los
supermercados y los restaurantes, cosa que debería facilitar la
accesibilidad de "hacerse vegano". De ahí la postura de
"Sí (esto es algo bienvenido), pero" adoptada aquí. No
obstante, ese "pero" debería estar escrito con MAYÚSCULAS
y ¡entre signos de exclamación! El fracaso del veganismo de estilo
de vida a la hora de marcar una diferencia perceptible frente a toda
la gama de abusos visibles (y ocultos) de que son víctima los seres
humanos y nohumanos enredados en los sistemas agrícolas
capitalistas de producción de alimentos, por no hablar del resto de
opresiones y subyugaciones existentes en el mundo en general, resulta
profundamente problemático.
Así pues, la cuestión más urgente es "cómo" lograr que una promesa liberadora radical, tanto para los animales humanos como para los nohumanos, concebida desde el veganismo, llegue a imponerse e impulsar las geografías veganas del siglo XXI. Este ensayo ha mostrado algunos sucintos ejemplos de estrategias veganas de contrapoder que se están llevando a cabo y explotando en el Reino Unido, Europa Occidental y Estados Unidos. La esperanza está en que estos ejemplos sigan cobrando impulso y relevancia a la hora de tomar "decisiones alimentarias" veganas críticas, fomentando alternativas a los sistemas abusivos de producción alimenticia impulsados desde las corporaciones. Aunque vivimos tiempos difíciles y desafiantes, hay no pocas razones para el optimismo y la fe en que, desde una praxis vegana activista, sea posible un abordaje directo de las profundas crisis interseccionales a las que se están enfrentando las comunidades humanas y suprahumanas en el Antropoceno. Así pensado, el documento debe tomarse como un punto de partida que confía en haber despertado conciencias en torno a estas cuestiones relativas al veganismo y la agricultura, de tal manera que fomente mayores niveles de autorreflexión crítica en el lector y le capacite para establecer vínculos con otras conexiones críticas no tratadas aquí, permitiéndole despertar por fin conciencias ajenas hacia todo ello.
Richard J. White, 05 de
septiembre de 2018.
REFERENCIAS
REFERENCIAS
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Traducción: Igor Sanz
Texto original: Looking Backward, Moving Forward: Articulating a "Yes, BUT…!" Response to Lifestyle Veganism
Traducción: Igor Sanz
Texto original: Looking Backward, Moving Forward: Articulating a "Yes, BUT…!" Response to Lifestyle Veganism
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