Y: Considero que actúas en contra de
las leyes de Dios, de la naturaleza y del hombre; que niegas los
principales elementos de las normas por las que se rige el mundo; que
en un pretendido o equivocado deseo de perfección, y en un intento
de abarcar cosas que están por encima de tu alcance, aplicas mal tus
esfuerzos y fracasas en el cometido; das la espalda a los preceptos
de tus antepasados, así como a los de los más doctos de todas las
épocas y de todos los países del mundo civilizado, estableciendo tu
propio juicio en oposición a todos ellos. Con que una sola persona
se sume a tus presuntas innovaciones sobre los principios
establecidos en la sociedad, estarás atacándola y deseando su
derribo, sin tener nada que ofrecer en su lugar sino vanas quimeras
producto de unos sentimientos viciados y un cerebro trastornado. Así,
mientras tratas de crear nuevas teorías, no haces más que alimentar
la confusión, perdiéndote tú mismo en ese laberinto al que te has
comprometido a conducir a los demás.
Z: ¡Esas son acusaciones muy graves! Pero aunque admito que mis leyes difieren en muchos
aspectos de las del común de la humanidad, confío en que no se
oponga a los propósitos de Dios. Si de lo que me acusas es de no
obedecer ciegamente las costumbres establecidas por los hombres, me
declaro culpable; pero ¡cuánto más culpable no sería si adoptara
aquellos principios que van en contra de mi propia conciencia! Dios
ha dotado a todo hombre de razón, y le exige que la ejerza en
la regulación de su conducta. Aquel que comete un error siguiendo
los dictados de otra persona, sigue siendo culpable; culpable de no
haber hecho uso de ese juicio con el que debería sopesar primero sus
acciones. Además, incluso el seguimiento de los dictados ajenos
exige emplear el juicio para escoger alguna de las diversas opiniones
que nos plantean los demás; así, su razón se sigue imponiendo en
cualquier caso, a pesar de sí mismo, y tanto si la consulta como si
no. Si intento abarcar más de lo que puedo, estaré forzado a
detenerme; pero si intento menos, estaré ignorando el potencial de
mi valía. Confieso que no siempre alcanzo a ver con claridad; pero se me
antoja que, aunque actúes de forma diferente, tu vista debe ser tan
traicionera como la mía. Sea como fuere, ¿cuáles son tus cargos?
Cederé a la demostración, pero no a la afirmación.
Y: En
primer lugar, discutes el derecho otorgado a la humanidad de
sacrificar a los otros animales como alimento y de obligarlos a
trabajar en su provecho, fin para el cual han sido creados, y por el
que su carne y sus servicios se han hecho apetecibles y necesarios
para el hombre, sin cuyo sustento pronto caería enfermo e
incapacitado —su
vida se tornaría dolorosa, y su muerte, prematura—.
Z: Primero, ¿qué pruebas tienes de
que la humanidad haya sido investida del derecho a matar a los brutos
y de que estos hayan sido creados para los propósitos que afirmas? Y
segundo, ¿no se observa acaso que la carne del propio hombre cuenta
con las mismas cualidades nutritivas y palatales? ¿Deberíamos por
ello convertirnos en caníbales? Concedo que la salud del hombre
pueda requerir del alimento animal, o que no es de esperar que la
fuerza y las facultades físicas o mentales vayan a ser las mismas
con su privación que con su ayuda; pero eso no les incumbe a los
animales; tampoco un ladrón gozaría de las mismas riquezas si no
robara, lo que no hace que sea correcto robar cuando se pueden evadir
las leyes.
Y: El derecho investido al hombre
es evidente; en primer lugar, porque ha sido dotado del poder y
porque su vida es lo más importante. Y en segundo lugar, porque es
algo conveniente aun para los propios animales: de otro modo
crecerían a tal punto que no sólo se destruirían los unos a los
otros, sino que el mundo quedaría desbordado de animales muriendo de
hambre o por enfermedad, sin ningún socorro o atención por parte de
los suyos. ¿No es mejor condenarlos a una vida corta y feliz, que a
una larga y miserable?
Z: Entonces habrá de ser correcto
también que un hombre mate a otro si es que no teme las leyes de su país y cree estar actuando en beneficio propio. Además, no hay prueba de que
su vida sea más importante. Pero, aun admitiendo que lo fuera, no
hay conexión entre ambas cosas, y no veo qué derecho tiene un
animal a privar a otro de su pequeña importancia para evitarse él
mismo alguna pérdida: si esta teoría lograse una admisión general,
entonces un joven podría matar a una persona anciana para salvar su
propia vida, que es más larga. Y, ¿qué legitimidad tenemos para
matar a un animal en beneficio de algún otro de su especie? Siempre
hay tiempo para destruir a los animales si el mundo se satura
efectivamente de ellos. No obstante, parece más justo dejar que la
naturaleza siga su curso y que el hombre se mantenga neutral, salvo
que sea provocado para lo contrario. Es ciertamente más fácil
destruir a los demás que sufrir su fastidio; pero eso no hace que
sea correcto. Sea como fuere, no tenemos en la actualidad motivos
para quejarnos de la excesiva fecundidad de los animales que
utilizamos como alimento y otros fines, pues incluso nos esmeramos en
producirlos, no para su propio disfrute, sino por los provechos y
placeres que obtenemos de su tormento y destrucción.
Y: El hombre no debe matar a los de
su especie; es contrario a las leyes de la naturaleza. Además, ¡cuán
poco tardaría un solo bacalao, del que se dice capaz de producir
9.000.000 de huevos, en superpoblar todo el océano!
Z: Niego que tal cosa sea contraria
a las leyes de la naturaleza; lucios, ratas y tigres devoran a los de
su especie. ¿Y cómo puedes saber que superpoblarían los océanos,
o que su capacidad de aumento no está sujeta a límites?
Y: Porque no cabe pensar que la fecundidad de un ser pueda verse
influenciada en absoluto por la destrucción de otro, del que es
completamente distinto.
Z: Recuerda que, aunque distintos,
cada uno de ellos forma parte de un sistema, del que apenas conocemos
nada. Por lo que sabemos, sólo puede existir un cierto número de
seres, que nacen cuando hay vacantes y oportunidades.
Y: Si es así, creamos a la par que
destruimos, dando una pequeña existencia a muchos, en lugar de una
larga vida a pocos.
Z: No, todos deberían poder
disfrutar de su propio tiempo; y cuanto más cortas sean sus vidas,
más a menudo sufrirían los dolores del nacimiento y de la muerte.
Y: Estamos hablando de cosas más allá de nuestro
alcance.
Z: Fuiste tú quien inicio el asunto, afirmando que
el mundo se vería superpoblado.
Y: Está ante mis ojos.
Z: No
ante los míos.
Y: Tenemos ejemplos de animales que se han
vuelto muy numerosos, y que, debido a sus odiosas cualidades, han
sido masivamente destruidos, como los lobos en Inglaterra. ¿Por qué
entonces los lobos no poseen una fecundidad tal como para mantener
siempre el mismo número?
Z: No considero que sea imposible que
alguna especie sea reducida o incluso destruida. Sin embargo, puede
ser imposible que sobrepase un cierto límite, por lo que, aunque
podamos remediar justa o injustamente los males de un exceso de
población mediante su destrucción, nunca habrá peligro de un
aumento más allá de una extensión determinada. Me has puesto el
ejemplo de muchos lobos existidos una vez que fueron reducidos luego
en masa; pero no podrías ofrecerme ningún ejemplo de un aumento
inmoderado y perjudicial de algún animal al que no le haya seguido
una pronta reducción. Además, hay razones para creer que la
disminución de los lobos trajo consigo el aumento de otros animales;
cuando la fecundidad de un animal se torna inadecuada, la de otros
puede suplir la deficiencia.
Y: Supongamos que la fecundidad
superara la destrucción, ¡cuán terribles serían las
consecuencias! Se impondría el hambre en medio de la abundancia, y
la destrucción mutua de los animales prevalecería todo el
tiempo.
Z: Si se destruyeran los unos a los otros, entonces nos
desharíamos de ellos; y si murieran de hambre, los cuerpos de los
fallecidos servirían de alimento para el resto.
Y: ¿Y no
puede un hombre matar a un buey que acabará muerto por un tigre?
Z: No; su muerte no podría ser
prevista de antemano, y mucho menos podría determinarse la forma y
el momento exacto.
Y: Incluso admitiendo que el aumento será
proporcional a la destrucción de un modo universal, no cabe suponer
que este principio tenga efecto a escala parcial: por ejemplo, si
tienes una gata y no destruyes a sus gatitos, ¿no verías pronto
invadidas por ellos tu vivienda y tu propiedad? ¿Y no sería mejor
matarlos al nacer, que dejarlos morir de hambre cuando crezcan, o
morir tú mismo de hambre en el intento de salvarlos?
Z: No pretendo que el principio
tenga efecto a nivel parcial, y soy consciente de la dificultad de
actuar parcialmente sobre él. También soy consciente de la
intención virtuosa de la persona que los destruyese en su propio
beneficio; pero lo haría tal vez con una autoridad ilegítima, pues
una gran superpoblación parcial sería de hecho una pequeña
superpoblación general, y los animales que la compondrían tendrían
el mismo derecho a una parte de los recursos de la naturaleza, aunque
no a la propiedad particular; y si se les dejara morir de hambre, la
culpa seguiría recayendo sobre otras personas.
Y: ¿Salvarías a los pájaros y
los ratones destruyendo a los gatitos?
Z: Y provocar la
destrucción de insectos y gusanos.
Y: Entonces, ¿por qué no
destruyes tú mismo a los pájaros y los ratones?
Z: La
dificultad del caso me invita a mantenerme neutral hasta saber más,
pues nunca debemos suponerle culpa a un animal hasta que no sea
encontrado en un acto de culpabilidad. Hay que recordar que los
hombres son ya culpables del crimen de matar gatos, y que el mismo
razonamiento se aplica a cada uno.
Y: Los gatos se multiplican de un
modo prodigioso, mientras que los seres humanos rara vez van más
allá de la mera perpetuación de su raza; por ello, la vida de los
últimos debe ser de mayor importancia.
Z: Esa distinción no afecta sólo al
hombre; pues cuanto más pequeño es el animal, y cuanto más corta
es su vida, mayor es por lo general su capacidad de crecimiento.
Además, hay países donde los hombres destruyen a sus propios hijos;
doy por supuesto que no lo aprobarás.
Y: No.
Z: ¿Y
cuál es tu opinión sobre las guerras? También éstas sirven como
un medio para disminuir la población, mas no supongo que las
fomentarás con ese fin.
Y: No.
Z: Apruebas la
destrucción de otros animales como remedio para prevenir el mal,
pero no en el caso de la humanidad. ¿Estás seguro de que no estar
actuando con parcialidad?
Y: Debo confesar que el tema relativo al
hombre me parece más grave, ya que lo concibo como un ser superior.
¿Qué opinas de la conveniencia de matar a un animal peligroso como
un acto de defensa propia?
Z: Que lo acepto cuando ha dado
muestras de su disposición a atacar, pero no antes.
Y: Entonces, ¿debemos esperar a estar medio muertos para actuar?
Z: No; la humanidad posee suficiente ingenio como para descubrir, asistido por la precaución y la diligencia, la tal
propensión sin caer en excesivo riesgo; y no es justo convertirse en
agresor sólo por temor a ser agredido y sin que la disposición agresiva haya sido descubierta.
Y: ¿No concedes que hay alguna
diferencia entre las consecuencias de matar a un ser humano y las
consecuencias de matar a un bruto? En este último caso, el acto
finaliza ahí; pero en el primero se les genera también una
infelicidad a los familiares. Por otra parte, mitigar la seguridad de
una sociedad implica la destrucción de la sociedad por completo.
Z: ¡Cuánto desearía descubrir que el
afecto del hombre por sus allegados supera al de los brutos! Parece
por otro lado evidente que los animales empleados como alimento son
consciente de su peligro. Huyen del hombre, y algunos de ellos, como
la liebre y los de su clase, por ejemplo, tienen representadas, a fuerza de hábito,
unas señales evidentes de miedo en su apariencia.
¿Quién ignora que una oveja teme la carnicería? O que en China,
donde se comen a los perros, estos conocen a sus carniceros y huyen
de ellos despavoridos. Son hechos, por inexplicables que nos
resulten. No nos corresponde determinar si tienen o no el poder de
comunicarse sus sentimientos entre sí. Cierto es que el animal bien
domesticado tendrá borrado ese miedo y que amará incondicionalmente a su amo. ¿Ha de ser matado por ello?
Y: Entiendo que concibes en general la vida de los animales como una sucesión de
maltratos e infelicidades. Si es así, ¿no les hacemos un favor al
acabar con ellos?
Z: La mayoría de las veces son infelices
porque nosotros los hacemos infelices, y si es incorrecto matarlos,
no los es menos maltratarlos.
Y: Pero eso no es algo que dependa
de un solo hombre: si él no los maltrata, otros lo
harán.
Z: Reconozco que, en general y en apariencia, se les
ahorraría mucha miseria con su muerte; pero ¿qué derecho tenemos a
disponer de sus destinos? Y aunque creo que la mayoría de los
animales (incluido el hombre en todos los estadios de su vida) están
por lo general en estado de sufrimiento, venero suficientemente a
Dios como para no suponer que esa solución sea la mejor en última
instancia; y que tal como han sido creados, así deben
permanecer; de lo contrario, nada nos cabría hacer frente a
una persona afligida por alguna larga enfermedad sino matarla.
Y: ¿Afirmas entonces que es un crimen que el hombre mate a otros
animales para comérselos?
Z: No lo afirmo, pero lo creo.
Y: ¿También lo creerías así si la vida del hombre dependiera de ello
—que estaría mal que un
hombre a punto de morir de hambre matase a un animal para comérselo—?
Z: Me inclino a pensar que sí.
Y: ¿También consideras incorrecto comer la carne de un animal al que
un carnicero haya matado sin nuestra petición y en contra de
nuestros deseos?
Z: Aunque eso no sería un crimen absoluto,
es un acto que es preferible evitar. En el primer caso, considero que
una persona estaría cometiendo un crimen, pero en el segundo, sólo
fomentando involuntariamente la repetición de ese mismo crimen en
otros.
[…]
Y: Tengo entendido que te opones al
consumo de leche; ¿qué daño puede haber en ello?
Z: Evidentemente, fue provista para el ternero, no para el hombre.
Y: Cuando el ternero es separado de su madre, entonces es un gesto de
bondad aliviarla de su leche.
Z: Pero los terneros no
deberían ser separados de sus madres.
Y: Una vaca produce
más leche de la que necesita el ternero, que puede ser pronto
nutrido con otro alimento.
Z: Lo más probable es que no sea
bueno para la vaca producir más leche de la estrictamente necesaria
para su ternero, y su flujo es excitado cuando es separada de su
cría. Por otro lado, no concibo ningún alimento mejor para un
ternero que la leche de su madre.
Y: Pero a la vaca que le ha sido
arrebatado su ternero, ¿no se le debería extraer la leche?
Z: En ese caso habría que extraer una
menor cantidad cada día, hasta que su leche desapareciese por
completo.
Y: ¿Y qué habría que hacer con
ella?
Z: Aquel que haya separado al ternero de su madre no
debería ser alentado a comerciar con ella. Pero si el ternero
muriera por enfermedad o por accidente, entonces no habría ningún
inconveniente en usar la leche que la vaca requiriera que se le
extrajese; pero no más.
Y: ¿Qué daño le causa a la vaca
conservar su leche durante más tiempo?
Z: Lo más probable es
que se vea agotada su constitución.
Y: ¿Qué daño les
causa a las nodrizas amamantar a un segundo hijo? Ellas no se
oponen a hacerlo.
Z: Y sin embargo es probable que les cause
algún tipo de daño, pues es una extensión antinatural de las
operaciones de la economía animal.
Y: ¿Qué razón tienes
para rechazar el consumo de huevos?
Z: Que no sólo es un robo
a las gallinas, sino un acto que priva a los pollitos (que de otro
modo nacerían) de su existencia.
Y: ¿Pero qué daño
produce tal robo? Una gallina pone más huevos de los que puede
empollar, y quitarle algunos huevos no impide que sigan naciendo
pollitos.
Z: Si no se la molestara, la
gallina empollaría los huevos antes y no se agotaría poniendo
tantos huevos; y si llega a poner más huevos de los que puede
cubrir, ella misma se los puede comer. Además, ¿qué derecho
tenemos a impedir la existencia de un animal por el sólo hecho de
que otro pueda ocupar su lugar?
Y: Piensa que impidiendo la
eclosión de esos huevos se salvaría la vida de muchos animales
pequeños, cosa que puede hacerse sin infligir ningún dolor.
Z: Aun con eso, no tenemos derecho a impedir la vida. Además, no
considero correcto acusar a un animal hasta que no haya cometido el
acto, o hasta que no muestre su disposición a cometerlo. Además, su
criminalidad o justicia depende de diferentes circunstancias.
Y: Si te abstienes del uso de cualquier tipo de alimento animal, no
puedes procurártelos para ofrecérselos a tus amigos, teniendo
entonces que, o bien atenderlos con el mismo tipo de comida que tú
consumes, o bien renunciar a ejercer anfitrionato. En cualquiera de
los casos no podrás brindar a tus amigos la misma hospitalidad que
pueden ofrecerles otros.
Z: Eso es cierto. Pero mis sentimientos
hacia ellos no son menores por eso; y el mal lo sufriría yo tanto
como ellos, por verme privado de su compañía. Ahora bien, no debo
tratar de impedir que mi familia entretenga a sus amigos como crea
oportuno.
Y: Puesto que en estos casos estás
decidido a no hacer nada que pueda destruir la vida, doy por supuesto
que también te opones al uso del cuero, el pegamento, el sebo y
muchas otras sustancias de origen animal; de lo contrario, tendré
que cargarte el impuesto de la incongruencia, ya que un animal no
puede vivir sin su piel, etc., más de lo que puede vivir sin su
carne.
Z: Estoy de acuerdo en que el uso
de estas sustancias se acompaña de reflexiones desagradables; pero
no las prohíbo. No aceptaré sin embargo la acusación de
incongruencia; bien el contrario, sostendré que, aunque el deseo de
poseer la piel de un animal puede actuar a veces como una tentación
adicional a darles muerte, el interés de sus amos es antes bien
preservarlos por la misma piel.
Y: No lo entiendo.
Z: ¿No
acabarán muriendo todos los animales? ¿Y no cederán sus pieles al
morir? Entonces, ¿dejarlos vivir no ayudaría a que aumentaran su
número y se obtuviera una mayor cantidad de pieles?
Y: Eso es cierto; pero ¿supones
que un granjero puede permitirse mantener un animal durante varios
años con el único fin de hacerse con su piel cuando muera, y que va
a resistirse al uso de su carne a cambio de nada?
Z: Peor sería si el animal no
tuviera piel ninguna. Y en cuanto a lo de destruir al animal por su carne, no
estamos discutiendo ese punto ahora.
Y: Pero la cuestión es que si la
piel aumenta el valor del animal cuando se lo mata, ¿no incrementa
eso el incentivo de sacrificarlo?
Z: No es razonable, porque
aunque aumente el valor de los animales sacrificados, aumenta más el
de los preservados, ya que de ellos resulta una mayor cantidad de
pieles.
Y: Sin embargo, nuestro conocimiento de la humanidad
nos muestra que las personas por lo general prefieren disfrutar de un
pequeño bien inmediato que esperar pacientemente un futuro bien
mayor; y dada la incertidumbre de la vida, no parece del todo
irrazonable.
Z: Admito que es un caso frecuente, pero no
general; de lo contrario, las personas que tienen propiedades no
invertirían en anualidades, sino que las venderían
directamente.
Y: Entonces, ¿afirmas que el valor de la piel
no causa o tiende a causar nunca el sacrificio de la bestia?
Z: Sin duda; pero lamento que debe
ocurrir con frecuencia. Aunque el animal se mate en parte por su
piel, el suministro de cuero no requiere que sea matado, e incluso
disminuye con ello.
Y: Pero aun admitiendo que lo que afirmas
sea en general cierto, si el valor de la piel produjera la matanza
sólo en unas pocas bestias, y salvara a muchas otras, ¿sería
legítimo provocar la destrucción de unos pocos para salvar a
muchos?
Z: No; por lo que implica el acto para una bestia en
particular. De todos modos, recuerda que la responsabilidad de este
crimen recae sobre su autor; y aunque yo podría comprar esa piel,
seguiría prefiriendo adquirir la de un animal que hubiera muerto de
una forma natural si estuviera en condiciones de saberlo.
Y: Aun así, es posible que la piel
sea la causa de su muerte.
Z: No pretendo la perfección más
que otros.
Y: Además, la piel de un animal que hubiera
muerto de una enfermedad natural no sería tan buena.
Z: Para
mí sería lo suficientemente buena; y el mayor suministro que se
lograría con ello creo que podría compensarle al público su
calidad inferior.
Y: Concediendo que tu propuesta sea
justa, ¿no se aplicarían los mismos argumentos para el consumo de
carne?
Z: No; porque predomina una
repugnancia universal frente a la idea de comer carne de animales que
hayan muerto por enfermedad; las propias leyes de nuestro país
prohíben su comercialización. Así, comprar carne implica
forzosamente el sacrificio de animales.
Y: Y dime, ¿te opondrías a comer
la carne de un animal que hubiera muerto por enfermedad, vejez o
accidente?
Z: No, siempre y cuando el animal no hubiese muerto
de alguna enfermedad que la hiciese insalubre u ofensiva. Pienso que
tras un examen cuidadoso por personas diestra, y tras ser sometido al
calor de la cocción, podría quizá emplearse parte de ella sin mucho
riesgo; pero no hablo desde la experiencia.
Y: La sola idea me produce
escalofríos.
Z: Recuerda entonces que muchos de los animales
que se matan han sufrido también enfermedades en algún momento,
aunque no haya sido esa la causa de su muerte; y que una garganta
cortada, aunque no sea una dolencia natural, sigue siendo una
dolencia. Son muchas las enfermedades cuyos efectos no alcanzan lo
desagradable de una garganta cortada o un cráneo fracturado.
Y: ¿Supongo entonces que fomentarías su venta?
Z: Sí.
Y: Entonces, siguiendo el argumento que usaste en relación con las
pieles, podrías también fomentar la venta de toda esa carne;
porque, así como dices que la demanda de pieles aumenta el motivo
para la conservación del animal, la demanda de carne debe hacer lo
mismo.
Z: El caso es diferente a causa del escrúpulo general
que actúa como preventivo en el uso de la carne como comida, cosa
que no ocurre con el uso de las pieles como ropa.
Y: Pero me
das a entender que tú no estarías afectado por ese escrúpulo; y
que aunque no emplearías la carne de un animal sacrificado, sí
estarías dispuesto a utilizar la de uno que hubiese muerto de una
forma natural; así, al comprar carne no serías cómplice del
sacrificio, ya que, para ti, el sacrificio no es un
paso necesario para procurarte carne, dado que, de hecho, habría
más carne (según tu teoría) si no se sacrificara a los animales.
Z: Esa es una buena observación; y,
además, el hecho de que una persona prefiriese la carne no
sacrificada haría que el acto de comprar carne sacrificada fuera
mucho menos incorrecto, sobre todo si hubiese estado viviendo algún
tiempo a base de carne no sacrificada; eso garantizaría su
disposición a comprar carne no sacrificada, aun en el caso de que
luego comprara carne sacrificada, en cuyo caso el carnicero le
estaría engañando.
Y: Eso es ciertamente coherente con
lo que has adelantado, aunque yo habría sacado una conclusión
diferente, y si hubiese experimentado la posibilidad de poder
sustituir la carne sacrificada por la no sacrificada, entonces me
opondría al uso de la primera, ya que en ese caso juzgaría que el
animal habría sido muerto innecesariamente.
Z: Por supuesto, cuanta menor sea la
necesidad, mayor será el crimen. Pero una vez comprobado que podemos
sustituir la carne sacrificada por la no sacrificada, el acto de
comprar carne quedaría ya desvinculado de la muerte de la bestia, ya
que la compraríamos igual si no la hubieran matado.
Y: Pero no es la misma carne.
Z: No, no es la misma carne; pero el animal sacrificado no podría ya
ser perjudicado, ni se legitimaría ni aun se fomentaría el
sacrificio de otros animales, siempre y cuando estuviésemos igual de
dispuestos a comprar la carne no sacrificada; en ese caso, considero
que el carnicero, por voluntad propia, y bajo la indebida incitación
de otros, o de las leyes de su país, nos estaría engañando,
vendiéndonos carne sacrificada como si fuera no sacrificada.
Y: ¿Y le animarías a hacer
eso?
Z: No; estaría dispuesto a comprarle carne si preservara
a los animales, en cuyo caso tendría más carne para vender y
obtendría más beneficios.
Y: ¿Acaso el carnicero no conoce
mejor lo que le conviene?
Z: La culpa la tienen aquellos que
sólo compran carne sacrificada.
Y: Entonces, interpreto que tu opinión
es que, una vez que te has probado a ti mismo que prefieres la carne
no sacrificada, no sería ya incorrecto que usaras la sacrificada, en
contra de tus deseos, y cuando no pudieras conseguir la primera
(habiendo sido privado de ella por el carnicero), ya que no podría
imputarse sobre tu conciencia el acto del carnicero, que habría sido
injustamente incitado por los prejuicios de otras personas, o por
unas leyes incorrectas. ¿Estás seguro de no estar alentando tú
mismo esos prejuicios?
Z: Tú interpretación es correcta; y
con eso se eliminaría buena parte del crimen. No obstante, aquel que
prefiera la carne no sacrificada podría a pesar de todo rechazar la
sacrificada como un medio de prevenir el acto. Además, nunca podría
estar del todo seguro de preferir la no sacrificada, pues debería,
para poder asegurarse completamente de que una dieta con carne no
sacrificada es siempre adecuada para él, probarse a sí mismo en
diferentes circunstancias de la vida, a lo largo de la cual se
experimentan cambios de constitución, clima, edad, etc. Por otra
parte, si atendemos al bien y al mal absolutos, es deber de todo
hombre dar siempre un buen ejemplo; en tal caso, aunque a nivel
individual su acto pudiera ser correcto, su preferencia por la carne
no sacrificada no sería lo suficientemente ostensible, de tal manera
que su uso de carne sacrificada estaría sumando legitimidad a lo que
desaprueba.
Y: ¿Y esta última observación no
se aplica también al uso de las pieles?
Z: En buena medida, sí; pero también
es cierto que, al aumentar la demanda de pieles, se aumenta a su
vez la necesidad de no matar a los animales (por las razones
antes expuestas). Esto sin embargo no se aplica a la carne, pues la
diferencia de calidad de las pieles puede ser compensada por la mayor
cuantía de pieles que resultarían de la conservación de las
bestias, mientras que, con respecto a la carne, una cantidad moderada
de buena carne sería ciertamente preferible a una gran cantidad de
carne de mala calidad; y habría además una mayor diferencia entre
la calidad de las carnes que entre la calidad de las pieles.
Y: ¡Esa es una distinción
demasiado sutil! Pareces haber caído en una encrucijada.
Z: Tal vez sea una distinción sutil, pero es una distinción
real. Todas las teorías y leyes están delimitadas por finas líneas
y sutiles distinciones; y además, no puedes pretender que un
individuo alcance la perfección cuando la multitud le pone
obstáculos. Aún podrías ir más allá y decir que aquellos que
adoptaran mi teoría no podrían utilizar casas, muebles, ropa, etc.,
pues todo ello contiene por lo general algún tipo de sustancia de
origen animal obtenida por otras personas por medios indebidos. Eso
es forzar mucho la cuestión. Aquel que se sacrifique tanto como lo
permita la conducta de los demás tiene buenas razones para concluir
que si estos actuasen en concordancia con él, entonces su propia
conducta sería aún más correcta y sin necesidad de tanto
sacrificio por su parte, así como a pensar que al menos él está
dando un paso hacia adelante —aunque
no concedo que esto se aplique al crimen absoluto—.
Y: Debo observar que las pieles de
muchos animales, como las focas, los castores y muchos otros, no se
pueden obtener bien sin matar al animal.
Z: Yo sería aún
más reacio a usar las pieles de estos animales que a usar su carne,
ya que la necesidad es menor.
Y: ¿En qué opinas que debe
consistir la dieta de la humanidad?
Z: En vegetales y sustancias
animales obtenidas sin sacrificio (de animales que hayan muerto de
forma natural).
Y: ¿No crees que el suministro de ese tipo de
carne sería fluctuante e impredecible?
Z: Lo sería para los
granjeros privados y en las pequeñas aldeas, pero no en las grandes
ciudades, ya que las leyes del azar garantizarían un suministro
regular de animales que morirían en distintos momentos.
Y: ¿No te provocaría cierto rechazo comerte a un animal al que has
cuidado toda su vida y has tenido cariño?
Z: Ciertamente; pero no tendría
inconveniente en enviar sus restos a un mercado establecido para tal
fin.
Y: ¿Y qué ocurriría con los
pueblos pequeños cuando el suministro fallase?
Z: En tal caso sólo podrían
disponer de vegetales. No obstante, hoy se conocen medios para
conservar la carne durante mucho tiempo.
Y: Reconoces que
los alimentos vegetales están lejos de proporcionar el mismo grado
de salud y fuerza física y mental que los alimentos animales; siendo
así, ¿cómo va a poder la humanidad desempeñar adecuadamente sus
tareas mentales y físicas si no puede disponer de lo segundo?
Z: Tendrá que trabajar menos; y si
eso no sirve, será su problema.
Y: Aceptarías entonces la caída de
los seres humanos antes que la de los brutos; al menos, la de los
brutos que llamas inocentes.
Z: Di más bien antes que causar
su muerte.
Y: Debo preguntar también ¿qué habría que hacer
cuando no sólo falle el suministro de carne no sacrificada sino
también el de vegetales? ¿Te dejarías morir de hambre antes que
matar incluso a un animal graminívoro?
Z: No puedo responder de antemano
lo que haría; dependería de mi fortaleza. Creo, sin embargo, que
morir de hambre sería lo más estrictamente justo.
Y: Los hay
que ya han sido sometidos a esa prueba. ¡En cuántas ocasiones toda la
tripulación de un barco ha podido salvar la vida gracias a sus redes
y sus piezas de caza! Lamentaría que hombres tan valiosos perecieran
por tales escrúpulos. ¿Soportarías ser cómplice de su inanición
por la divulgación de tus doctrinas?
Z: Sigo pensando que es
mi doloroso deber divulgar tales doctrinas.
Y: Concluyo que no percibes ninguna
incorrección en el uso de los cuernos de los ciervos, dado que los
mudan.
Z: No; pero no creo que aporten tantos nutrientes como
los buenos alimentos vegetales, aunque pueden contener una porción
considerable de uno de los principales ingredientes de la carne, a
saber, la gelatina. En cualquier caso, parecen útiles en casos de
enfermedad.
Y: ¿Existe algún sustituto para el aceite de
ballena, el sebo y el jabón? Los animales que han muerto por
enfermedad o vejez no contienen mucha grasa.
Z: Esas
sustancias se pueden sustituir por aceite de semillas o manteca de
cacao, que se venden a muy bajo precio; o por sebo vegetal, extraído
del árbol de sebo; o por gas de hulla; o por brea, etc. Además, se
sabe que es posible producir una sustancia grasa manteniendo
sumergida carne magra en una corriente de agua dentro de una caja con
varios agujeros, así como por otros procesos. Esta sustancia se
llama adipocira, y en combinación con los álcalis, forma jabón.
Por otra parte, aún seguiría pudiéndose extraer algo de grasa real
de los animales, en particular de los que murieran por accidente.
Y: ¿Qué me dices de los insectos
y gusanos que mueren durante el cultivo de tus vegetales?
Z: Que lo lamento; pero que no es intencionado.
Y: Es una pobre
compensación por la pérdida de sus vidas.
Z: Es inevitable.
Que nuestros caminos se crucen es un infortunio; y aunque pudiera ser
un mal, es en cualquier caso un crimen de una naturaleza diferente.
Y: ¿Pensarías igual si fueran seres humanos quienes se
cruzaran en tu camino, tumbados inmóviles sobre un campo de trigo?
¿Segarías el campo a la vez que a los hombres?
Z: Si mi
vida dependiera de ello, y estuviera seguro de que tengo más derecho
al cultivo que ellos, entonces podría estar justificado que lo
hiciera. Pero puedo renunciar a mi derecho si así lo deseo.
Y: ¿Cómo sabes que tienes más derecho a los vegetales que los
insectos?
Z: Porque yo las planté.
Y: ¿Y qué autoridad tienes sobre el
suelo?
Z: La misma autoridad que ellos; por eso concedo que
tengan su parte, mientras tomo el resto para mí.
Y: ¿No eres entonces consciente de
que tu generosidad, que crees tu deber otorgar, recaería toda en
unos pocos, y que el resto sufriría lo mismo que si no actuaras así?
Z: Eso es cierto; pero la
alternativa es que yo mismo perezca renunciando a mi propio derecho
por completo. ¿Es eso exigible?
Y: ¿Por qué han de sufrir algunos
de ellos? Parece, según tu teoría, que ellos tienen el mayor
derecho al suelo, pues han nacido en él y se mantienen en una forma
pasiva o negativa; tú en cambio, cuando los eliminas, lo haces como
resultado de una acción voluntaria.
Z: Niego que mi acción de segar el
campo represente una acción positiva en lo que se refiere a los
animales que hay en él, pues el propósito (que no puede existir sin
una acción positiva de la mente) está vinculado con el suelo
mismo y no con la destrucción de los animales ni nada que tenga que
ver con ellos. Y parece que tengo derecho a conservar mi vida, y
hasta con un mínimo grado de bienestar, perturbando el suelo desde
fuera, tanto como ellos tienen derecho a conservar la suya perturbando
el suelo desde dentro, privándome con ello de su uso y poniendo así
mi vida en riesgo. Que yo provoque la destrucción de algunos de
ellos parece cuando menos tan justo como que ellos amenacen mi
integridad. Y aunque pueda estar equivocado en esto, el acto sigue
siendo muy diferente a matar con premeditación.
Y: No tengo claro que sea
tan diferente; porque si se mata a un animal para comérselo,
entonces no se hace con propósito sobre su vida, sino sobre su
cuerpo, que no es más necesario para la constitución de la vida que
el alimento o la morada.
Z: Admito como un axioma que cada
animal tiene más derecho que los demás al uso de su propio cuerpo.
Si no se creyera en este principio, entonces el asesinato y cualquier
otro crimen prevalecería. Por contra, en relación al suelo, aunque
no tengamos más derecho sobre él, tampoco tenemos menos.
Y: ¿Cuál es tu opinión sobre el
uso de la seda?
Z: Desapruebo el acto de privar a las orugas vivas de su seda. Sin embargo, tengo entendido que muchas de ellas
mueren naturalmente en el interior de sus capullos, y que la seda de
estos casos es además la más preciada. Ésta, por supuesto, no
habría inconveniente en que fuese utilizada. Y aunque soy contrario a
que se prive a los vivos de su vestimenta natural por un sustituto a
base de salvado, lo soy aún más del modo habitual de cocerlos vivos
hasta la muerte.
Y: ¿Tienes en cuenta que, al criar
gusanos de seda, hacemos que nazcan más de los que nacerían en caso
contrario?
Z: Aunque soy de la opinión de que no
estamos autorizados a destruir o impedir la vida, ésta no parece en
sí misma lo suficientemente deseable como para justificar cualquier
acción que busque producirla. El hombre no posee el suficiente
conocimiento como para hacer cualquiera de ambas cosas con
prestancia.
Y: ¿Consideras que está mal
utilizar la lana de las ovejas?
Z: Considero que es un acto de gran
crueldad privar a las ovejas de su lana; una lana cuya pérdida dan
muestras de sentir intensamente, y que resulta tan necesaria para
ellas como la ropa, el refugio, las camas o el calor del fuego para
nosotros. No soy sin embargo tan estricto en mi aversión a ella,
pues mi principal necesidad de usarla está causada por la moda que
me imponen los demás bajo pena de perder mi lugar natural en la
sociedad y de causarle el mismo mal a mi familia con mi abstención.
Y dado que para mi uso habría suficiente lana a partir de las ovejas
muertas por causas naturales, no creo estar fomentando positivamente
con su compra el acto de esquilarlas vivas. Si hay otros que no
permiten que las ovejas conserven su lana mientras viven, la
responsabilidad es enteramente suya.
Y: ¡Ah! Pero la motivación que das a
tus fines también podrían esgrimirla los demás; ¿en qué se
diferenciaría entonces tu conducta de la del resto?
Z: En
la firme convicción de que mis acciones están instigadas por las
acciones de otros y las reglas que estos me imponen; y en que para mí
sería suficiente con lo que se obtuviera de las ovejas muertas, o
aun sin eso.
Y: ¿En qué difiere este caso del de la
carne? ¿No se aplica el mismo razonamiento?
Z: En primer lugar, aun en el caso de
que no tuviese derecho al uso de la lana, su empleo seria una falta
diferente a lo que supone comprar la carne de un animal sacrificado,
salvo que haya probado mi preferencia por el consumo de carne no
sacrificada, pues no se hace en respuesta a ninguna necesidad mía,
sino por motivo de la mala conducta de otros.
En segundo lugar, difiere en cuenta a
la magnitud de las consecuencias.
En tercer lugar, está la
diferencia derivada de uno de los objetivos de la abstinencia de
alimentos de origen animal, que es probar que la vida se puede
sostener sin ellos, cosa que no es aplicable al uso de la lana, pues
nadie duda de que sea prescindible.
Y en cuarto lugar, difiere en
cuanto a que es poco probable que la abstinencia o no de algunos del
uso de la lana vaya a generar alguna variación en su suministro, ya
que los granjeros van a esquilar a la totalidad de sus ovejas sea
cual sea la magnitud de la demanda; en caso contrario, la lana dejada
en las ovejas supondría una pérdida para los granjeros. Esto no se
aplica a la carne: cuanta mayor es la demanda, mayor es el número de
muertes; aunque quizá no en una proporción exacta.
Y: ¿Pero no estarías fomentando
el acto a los ojos del mundo?
Z: Confío en que mi conducta
general demuestre con claridad mi deseo de no hacerlo.
Y: ¿Privarías a una oveja de su
lana con tus mismas manos o por orden tuya?
Z: No, a menos que
tuviera razones para pensar que es beneficioso o, cuando menos,
inofensivo para la oveja.
Y: ¿No crees que su lana es una
deuda que nos tienen por protegerlas de los lobos?
Z: No
cuando nosotros mismos las matamos en su lugar. Y aunque no las
matásemos, dispondríamos igualmente de sus cuerpos al morir como
compensación. Además, si se tiene en cuenta que la protección que
les proporcionamos es un hecho circunstancial fruto de nuestro deseo
de proteger sus cuerpos y sus pieles para nuestro propio beneficio,
entonces no puede decirse que nos deban demasiado.
Y: Pero nosotros, en nuestro
empeño de protegernos a nosotros mismos, las protegemos a ellas
también, mientras que ellas reciben esa protección a cambio de
nada; así pues, ¿no nos deben ellas algo a pesar de todo?
Z: Si así fuera (por lo aludido
antes), sería a lo sumo algo insignificante; pero dudo mucho que nos
deban nada. Supongamos que C, con su esfuerzo, se procura su propio
bien y deja al mismo tiempo un excedente, y que entonces D,
hallándose desamparado, toma ese excedente para sí. No creo que en
general se considerase a D un deudor de C; y mucho menos que su deuda
fuese tan grande como para exigirle el despojo de sus vestiduras como
pago; sobre todo porque, en el caso de las ovejas y los hombres, los
últimos no tienen necesidad ninguna de la lana.
Y: Supongamos que no nos importara
poseer los cuerpos de las ovejas muertas, sino que sólo deseáramos
tener su lana mientras vivan, dándoles a cambio nuestra protección,
en cuyo caso las ovejas saldrían ganando; ¿seguiría siendo
injusto?
Z: Concederé que no, siempre y
cuando nuestra protección estuviese dirigida a ellas y no fuera el
resultado de unas acciones ajenas a ellas.
Y: ¿No nos deben algo por la
comida y el refugio que les proporcionamos?
Z: ¿No les
debemos algo nosotros por la tala de unos bosques que les brindarían
cobijo y alimento? Además, hay que tener también en cuenta que la
domesticación las ha perjudicado mucho. El llamado muflón, que se
considera una oveja salvaje, es un animal fuerte, audaz y vigoroso; y
la propia lana de que las privamos es una provisión adicional de la
naturaleza para protegerlas del rigor de nuestro clima.
Lewis Gompertz, 1824.
________________________________________Lewis Gompertz, 1824.
Traducción: Igor Sanz
Texto original: Moral Inquiries on the Situation of Man and of Brutes
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