lunes, 10 de febrero de 2020

Esclavos


«Mi madre me parió en el sur agreste,
y soy negro, pero ¡oh! mi alma es blanca;
blanco como un ángel es el niño inglés,
pero yo soy negro, como carente de luz.»
~ William Blake ~

Estos versos de "El Negrito" resumen toda la tragedia de las barreras de color, al tiempo que señalan la razón eterna de su error fundamental. Todo lo que vive contiene una chispa divina en su interior, lo que hace que todo sea igual en origen y destino. Hasta la abolición de la esclavitud en el siglo pasado, los negros sufrieron crueldades e indignidades indescriptibles a manos de los hombres blancos, cuya dominación se mantuvo no a través de su superioridad física, sino gracias principalmente al dominio de la pólvora. Estos infelices fueron violentamente arrancados de sus pacíficas aldeas africanas, separados de sus familias, obligados a marchar kilómetros y kilómetros hacia la costa bajo un sol abrasador, azotados si se rezagaban por el cansancio y la extenuación, y dejados morir si caían por fin al suelo demasiado débiles para volverse a levantar. Fueron hacinados en barcos, en condiciones espantosas, y llevados a América, a veces a través de Inglaterra, para trabajar allí en las plantaciones de azúcar. Si sus amos eran amables, aún podían sentirse afortunados, pero los látigos con que sus capataces los mantenían a raya eran un símbolo del sistema en que vivían. Eran esclavos, a menudo criados del mismo modo en que se cría hoy al ganado. De hecho, al describir sus condiciones de vida se dice con frecuencia que se los trataba "como a ganado".

Sólo recientemente han empezado a surgir personas que piensan que el propio ganado no debería ser tratado de este modo tan cruel. Ellos también tienen la chispa divina en su interior. El poema de Blake también se aplica a ellos, y eso es algo que todos deberíamos ser capaces de apreciar. Hoy es el día de la emancipación de las razas de color. El hombre blanco, en su arrogancia, es capaz de subyugar a todos aquellos cuerpos que no son como el suyo incluso a las mujeres. Pero hoy todos surgen para reclamar, con más o menos éxito, su igualdad en razón de esa chispa divina suya.

Ahora, por fin, unos pocos están alzando sus voces para hablar por aquellos que no pueden hablar por sí mismos los animales domésticos, a quienes hemos hecho nuestros esclavos. Shaw dice ser vegetariano porque no desea ser esclavista de estos animales domésticos. Pero el deseo de no continuar haciéndolos nuestros esclavos proporciona una razón para algo más que el vegetarianismo. No sólo son subyugados por la costumbre de comer carne, sino que también el hábito de tomar productos lácteos los somete a horribles indignidades. Si en el pasado la simple diferencia en la pigmentación de la piel nos ocultó la hermandad de nuestros semejantes, ¿cuánto más no nos estarán ocultando hoy las diferencias físicas la hermandad común entre el ganado y los hombres? Sin embargo, la realidad sencilla es que todos hemos brotado de la misma fuente divina con diferentes indumentarias. ¿Voy a negarles al buey y a la vaca el derecho a vivir en paz sólo porque mi forma luce distinta de la suya? El hecho de haberles impuesto condiciones antinaturales durante tanto tiempo, de haber precipitado su entrada y salida de este mundo, ¿es razón para negarles sus derechos una vez reconocidos? No, no lo es, y por eso soy vegana, y estoy bastante segura de que de una forma de vida que ha sido adoptada por razones éticas sólo puede devenir el bien. 

Marion Reid, 1947.
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Traducción: Igor Sanz

Texto original: Slaves

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