Cuando era niño,
uno de mis placeres secretos era sentarme durante horas a estudiar
con detenimiento la colección de libros de fotografía de mi padre.
Allí, en The Family of Man,
Days to Remember,
y otros, vi revelada la extraña y maravillasamente variopinta
condición humana, al menos en la forma reflejada por los
fotoperiodistas profesionales de mediados del siglo pasado: niños en
Bombay levantando sus caras sonrientes hacia la lluvia; Jackie
Robinson, "primer jugador negro de las Grandes Ligas de
Béisbol"; el primer televisor. Había también muchas fotos
inquietantes de dolor, tragedia y violencia, imágenes imborrables de
asesinatos y suicidios por parte de la mafia, de terribles accidentes
industriales y de "la guerra de Indochina". Pero de entre todas
ellas, una imagen en particular me obsesionó más que ninguna: un
grupo de personas del Medio Oeste de pie, formando un círculo, sobre
la nieve, vitoreando a un niño de unos siete años que golpea a un
zorro hasta la muerte con un bate de béisbol.