El 7 de octubre de 2001 se iniciaba la
invasión estadounidense de Afganistán bajo el supuesto amparo de
legitimidad que proporcionaba el ataque terrorista perpetrado contra
las Torres Gemelas. El mundo occidental, a caballo entre la conmoción
por los atentados y el rechazo a la intervención armada, se veía
enfrentado a una consigna que la Admisnitración de George W. Bush
lanzaba con tono de advertencia internacional: «Quien
no está con nosotros, está contra nosotros». Pues bien, no puedo
evitar que evoquen en mí los ecos de aquella sentencia cada vez que
escucho una de las falacias animalistas más recurrentes, una pequeña
derivación de la máxima del ex-presidente norteamericano cobrada a
la voz de: «¡Quien no está conmigo, está contra los animales!».