Son miles las publicaciones en que
nosotros, los defensores de los animales, hemos señalado la gran
influencia que la conducta de los hombres hacia los demás animales
ejerce sobre su conducta hacia los otros hombres y lo preciso que es,
en consecuencia, que todos aquellos que luchan por elevar la
moralidad humana apoyen la defensa de los animales. No obstante,
raras son las ocasiones en que haya encontrado alguna referencia a la
relación directamente inversa, esto es, al influjo que la conducta
de los hombres hacia los otros hombres tiene sobre su conducta hacia
los otros animales, así como a nuestro deber consecuente de
apoyar a aquellos que luchan contra los abusos que se dan en la vida
social de los humanos. De hecho, la conducta hacia los hombres y los
animales ocurre dentro de una dinámica de acción y reacción mutua;
la injusticia y la brutalidad hacia los animales no es sólo causa
sino también efecto de la injusticia y la brutalidad hacia
los hombres. Cualquier explotación injusta de los trabajadores;
cualquier violación de derechos ejercida sobre las razas humanas
sometidas al yugo de los europeos; cualquier injusticia
administrativa del código penal, en especial la indulgencia hacia el
maltrato infantil y otras crueldades semejantes; cualquier
glorificación de las hazañas militares, con excepción de aquellas
que representen un acto de defensa de la población civil; cualquier
defecto u omisión en la formación de los huérfanos y otros niños
necesitados de supervisión pública —cualquiera
de éstas y otras injusticias y crueldades conducen forzosamente al
embotamiento de los sentimientos de empatía y de justicia hacia los
animales.