Conviene comenzar, por el contrario,
por la estructura hilemórfica de todos los cuerpos, que es la
primera "dualidad" que nos presenta la naturaleza. Cualquier
cuerpo o grupo de cuerpos tiene siempre una dimensión material:
las partes sensibles que lo constituyen, muchas veces separables
realmente. Y una dimensión formal: el "acto", en algunas
ocasiones "estructura" y nunca cosa, que constituye algo en su
especificidad, separable de las cosas sólo mentalmente o por
abstracción. Un vaso es juntamente su forma y el cristal o el
material de que está hecho. Una misma materialidad puede contener
varias formalidades y una misma formalidad puede realizarse en
diversas materialidades. Lo formal y lo material deben entenderse
juntamente y no por separado. Ni de la idea de silla podemos deducir
su materialidad, ni de la idea de madera o metal podemos deducir sus
posibles formalizaciones.
En los vivientes o cuerpos
orgánicos, la corporalidad (materia) está organizada no sólo para
exhibir cierta armonía matemática, sino para permitir la "afirmación" de una individualidad que se pone en cierto modo
como fin para sí misma, y que por eso, una vez nacida, tiende a
sobrevivir y se defiende de los peligros que amenazan con destruirla,
aunque al final envejezca y muera. En el crecimiento, el cuerpo se
auto-construye (auto-poiesis) siguiendo un "programa"
contenido en el código genético. A continuación, el organismo
tiene que estar auto-organizándose a sí mismo para mantenerse en
vida, administrando "sabiamente" (homeostasis) la energía
que recibe del ambiente y que podría destruirlo. En la reproducción,
el organismo transmite su formalidad autoconstructiva generando un
organismo nuevo. Todo esto lo hace el organismo viviente
distribuyendo en su interior, de modo diferenciado y según tiempos y
lugares oportunos, la "información" que recibe del ambiente, y
no sólo recibiendo energía. Es decir, el viviente de alguna manera
auto-controla su propio cuerpo. Esto significa que su formalidad
central o global no es como la de un ser inanimado. Tal formalidad
posee un dinamismo especial que se entiende sólo en unidad con el
organismo y no como una "cosa" o como algo separado. Todo lo que
acabamos de indicar no son meras "características" del viviente,
sino que son, en su conjunto, precisamente lo que "define" al
viviente. La vida es un modo novedoso de ser-cuerpo, indeducible
desde la corporalidad inerte.
Los animales son vivientes
sensitivos. No sólo tienen vida, sino que la sienten en
alguna medida. No sólo tienen manos eficaces, o se alimentan, sino
que ejercen algunos actos o funciones corpóreas sintiéndolo.
La sensibilidad implica una especialización en la recepción y
elaboración de información que, a diferencia de lo que acontece en
toda célula, se une al hecho de sentirla (recibir información
luminosa sintiéndolo, cosa que llamamos "ver"). Por eso es
propio de los animales tener sistema nervioso, y en los animales más
evolucionados ese sistema nervioso está centralizado y unifica más
y más las canalizaciones sensoriales en la estructura encefálica.
El animal se auto-gobierna de modo no sólo vegetativo, sino
sensitivo, "desde" su encéfalo. La información que es elaborada
e integrada en el cerebro animal (y humano) puede dar lugar a
operaciones vegetativo-sensitivas, o bien sensitivo-transorgánicas.
Las operaciones vegetativo-sensitivas
están destinadas a la realización "sentida" de funciones
orgánicas, que perfeccionan, preservan, producen, etc., algo del
cuerpo (comer, beber, actividad sexual). No basta definirlas por sus
funciones, pues una alimentación más eficaz mas no sentida, aunque
sea posible, no está a la altura de lo específico de la vida
animal. Las operaciones sensitivo-transorgánicas, por su
parte, son orgánicas (las realizan partes especializadas del
cuerpo), pero no están destinadas ya a la preservación de un
órgano, sino que se abren a un mundo intencional animal más amplio:
por ejemplo, relaciones sociales con otros animales (compañía,
afecto, subordinación, cooperación, etc.), actividades agresivas
(caza, defensa), constructivas ("arquitecturas" animales),
comunicativas ("lenguajes animales"), y otras de este orden. El
sistema nervioso y más centralmente el cerebro es el órgano propio
de todas estas operaciones animales. Sin embargo, salvo la estructura
de los órganos de los sentidos periféricos (ojos, oídos, etc.), el
cerebro no es un órgano acabado, sino que cada animal debe de alguna
manera "estructurarlo" en base a innumerables conexiones
sinápticas, en la medida en que sus actividades sensitivas, tanto
vegetativas como transorgánicas, aunque procedan inicialmente de un
primer impulso instintivo innato (genético), deben formarse
progresivamente según la experiencia, el aprendizaje y la memoria.
En definitiva, el animal se abre a un
mundo intencional (cognición sensorial) cada vez más rico,
con acompañamientos afectivos, perfectamente integrado con su
sistema nervioso, con el que dirige su cuerpo en lo que se refiere a
sus aspectos motores intencionales [Sanguineti, 2007]. No lo hace
aislado, sino en unión intencional (muchas veces comunitaria) con
otros animales. Aunque posee también vida vegetativa, capta
intencionalmente su ambiente y su propio cuerpo y así se
auto-controla no ya como un vegetal, sino con sensibilidad y emoción.
Entre sus percepciones y reconocimientos y sus activaciones emotivas
que desembocan en una conducta intencional, se forma una suerte de
ciclo o circuito que constituye propiamente, "por definición",
la vida animal. Aunque los animales tengan actos "internos"
(percepciones, sensaciones, etc.), normalmente estos actos se
manifiestan de modo externo y "público" para otros animales que
sepan leerla (gestos, expresiones del cuerpo y faciales).
Las "señales" informativas sin
conocimiento típicas de la vida vegetal se transforman en los
animales en signos sensibles que pueden aprenderse, recordarse y
perfeccionarse por asociaciones y redes asociativas, dando así lugar
a cierto "lenguaje" animal concreto y práctico, incorporado en
sus mecanismos perceptivos (por ej., en base a los condicionamientos
conductuales: la campanilla que indica la hora de comer) y en su
comunicación con los demás animales ("lenguajes animales", con
componentes instintivas y aprendidas). La captación de las cosas del
entorno con significados prácticos (la piedra que puede servir para
arrojarla contra alguien) y su asociación con cierta conducta
(agarrar la piedra y servirse de ella para defenderse, y cosas de
este tipo) suponen el surgimiento de lo que puede llamarse "inteligencia animal".
Esta caracterización de la vida animal
—expresión más adecuada que la de "mente animal"— pertenece
también al hombre, sólo que en nosotros está incorporada a niveles
cognitivos, afectivos y conductuales más altos. El acto o la
operación sensitiva, en definitiva, no es ni puramente físico o
neural, ni puramente psíquico, sino que contiene una serie de
dimensiones, en la unidad de un único acto. A saber:
a) Dimensión neuronal: ver,
oír, imaginar, recordar, percibir, etc., se realizan materialmente
según un preciso dinamismo nervioso que vamos descubriendo con la
neurociencia. La parte neural del acto psíquico es su causa
material, no su constitutivo absoluto o exclusivo. La neurociencia se
concentra sobre esta causalidad, pero presupone las otras
dimensiones, que dan al acto su sentido completo. Pensar en la
operación visiva sólo en términos neurológicos es una
abstracción, pues de este modo se deja de lado su parte cualitativa,
como cuando sabemos que los murciélagos captan ultrasonidos porque
lo descubrimos neurológicamente, pero sin tener la experiencia de lo
que supone oír ultrasonidos.
b) Dimensión psíquica o
subjetiva: el acto sensorial contiene una cualidad propia, la "sensación de placer", "la emoción de la furia", etc. Esta
dimensión es la causa formal del acto sensitivo, la que le da su
pleno sentido. Algunas veces la operación psíquica puede captarse
sin que comparezca el cuerpo (por ejemplo, en un acto imaginativo), o
éste puede hacerse notar sólo de un modo muy parcial (al ver,
advertimos que lo hacemos con los ojos, pero las activaciones
cerebrales de la vista quedan ocultas). La dimensión psíquica se
capta como un acontecimiento de la propia subjetividad: cuando un
animal está triste o contento, no está triste o contenta una parte
de su cuerpo, ni siquiera "todo" su cuerpo, sino el individuo
como un todo que siente. A esto lo llamamos "subjetividad" o "sujeto", que en el caso del hombre es "persona".
c) Dimensión objetiva o
propiamente intencional: algunos actos psíquicos cognitivos
(ver, oír, recordar) no se notan tanto en su acontecer operacional,
sino más bien en sus objetos intencionales externos, por ejemplo el "ver" en "lo que se ve": paisajes, flores, etc.. De algún
modo la subjetividad se esconde en este tipo de actos intencionales
que comportan una trascendencia intencional o apertura cognitiva al
ambiente. En cambio, los actos sensitivos destinados a la captación
del propio cuerpo (sensaciones interoceptivas) suponen la
auto-advertencia sensitiva del cuerpo propio: en cuanto se mueve,
tiene cierta temperatura, se esfuerza, etc.
d) Dimensión conductual: las
operaciones sensitivas suelen estar relacionadas de maneras diversas
con actos corpóreos significativos, como el ver conlleva movimientos
de los ojos y de la cabeza, o ciertas emociones tienen expresiones
faciales propias.
e) Dimensión metafísica: los
actos sensitivos comportan una dimensión que sólo puede captar el
sujeto inteligente, aunque ella se une intrínsecamente al acto
sensitivo. Así, el ver humano se abre a la realidad, que como "realidad" es reconocida por la inteligencia, o implica también
un "sujeto que ve", igualmente reconocido por el intelecto. Una
versión empirista del conocimiento sensible tiene dificultades para
admitir estos aspectos tan obvios. De ahí la problematicidad del
conocimiento del yo en las filosofías de la mente que aceptan
presupuestos empiristas.
Estas dimensiones suelen estar
implícitas en el lenguaje y conocimiento ordinarios, que por este
motivo resulta analógico y debe precisarse cuando se hace filosofía
de la mente. Así, el ver en frases como "veo una persona", "el animal ve una persona", "el robot ve una persona", no
significa lo mismo (el animal ve personas materialmente, sin
reconocerlas como tales; un robot ve personas sin tener ni siquiera
un acto visual propio). El cuerpo humano (o animal) puede
tomarse como cuerpo personal, o cuerpo intencional
(conteniendo sus aspectos significativos “altos”), o bien puede
tomarse en un sentido abstracto reducido, como suele ser
conceptualizado por las ciencias naturales. La expresión "me duele
la mano" no tiene sentido según la noción abstracta de cuerpo
utilizada por la física, en la que no hay lugar ni para un "yo"
dolorido, ni para un "sentir dolor" de un cuerpo.
Juan José Sanguineti, 2008.
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Fuente original: Philosophica: Filosofía de la mente
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