jueves, 13 de agosto de 2015

¿Hipocresía en el movimiento de liberación animal o malos argumentos de la comunidad de Speaking of Research?


Dario Ringach, ex viviseccionista de la UCLA y orgulloso defensor de la investigación animal, parece creer que ha encontrado un poderoso argumento contra... ¿los Derechos Animales?... ¿el carácter de los activistas por los animales? Aún no estoy segura. Vamos a ver si, a pesar de todo, podemos resolver este nuevo "argumento" dirigido al movimiento de liberación animal desde la comunidad de Speaking of Research (Hablando de Investigación).

En más de una ocasión, Ringach ha criticado a los activistas por los animales (o especialmente a los anti-viviseccionistas) por servirse de tratamientos médicos que asegura que fueron desarrollados por medio de la investigación animal. Su acusación más grave es la de que ciertos activistas por los animales son unos hipócritas.

El "argumento" de Ringach presenta al menos tres problemas significativos:

1. Ringach no entiende que los principios morales que un activista por los animales podría adoptar son muy diversos, algunos de los cuales justificarían que un activista recibiera tratamiento médico producido por medio de la investigación animal.

Ringach ignora que los distintos activistas por los animales podrían estar abrazando principios morales diferentes, algunos de los cuales pueden llevar a la conclusión de que la vivisección es incorrecta, pero no así beneficiarse de experimentos antiguos. Ringach parece asumir que todos los anti-viviseccionistas abrazan los principios de los Derechos Animales (además de no estar tan claro que una teoría de Derechos Animales prohibiera a la gente beneficiarse de las investigaciones con animales realizadas en el pasado). Sin embargo, podría denunciarse la vivisección a través de los principios del utilitarismo (hacer que la acción maximice la felicidad) o los principios de la ética de la virtud (hacer aquello que sea compasivo), ninguno de los cuales conduce a la conclusión de que esté mal beneficiarse de pasadas investigaciones. Por ejemplo, un utilitarista podría aceptar que beneficiarse de la investigación con animales realizadas en el pasado maximiza la felicidad, pero que continuar con la investigación animal la disminuye (ya que causa una increíble cantidad de dolor y sufrimiento en humanos y animales¹). Alguien que defienda la ética de la virtud podría argumentar que una persona compasiva no retendría medicamentos disponibles para salvar vidas infantiles, pero tampoco seguiría apoyando la investigación en animales debido a que la investigación animal tiene consecuencias terribles para humanos y animales. La suposición de que todos los activistas por los animales operan bajo la influencia de los principios de los Derechos Animales revela el limitado conocimiento de Ringach respecto a las muchas teorías éticas diferentes que exigen el fin de la investigación animal actual.

2. Tampoco aquellos que abrazan la filosofía de los Derechos Animales son unos hipócritas.

Para ser un hipócrita, uno tendría que participar voluntariamente en una acción X, una acción que condenaría verbalmente, al tiempo que tiene la opción de no hacer X. Sin embargo, no parece que sea éste el caso de los activistas por los animales. Gary Francione señala esta misma cuestión en su libro Introducción a los Derechos Animales: tu hijo o el perro. La siguiente cita ilustra lo absurdas que son las acusaciones de Ringach:

«Se puede, ciertamente, elaborar fármacos y métodos quirúrgicos sin utilizar animales, y muchos preferirían que se hiciera así. Sin embargo, los que se oponen al uso de animales para estos fines, como individuos, no tienen poder sobre las regulaciones gubernamentales ni las medidas empresariales relacionadas con los animales. Es absurdo, como cuestión lógica, decir que no pueden criticar consecuentemente las acciones del gobierno o de las industrias mientras obtengan beneficios de esas acciones, sobre las cuales no tienen ningún control. Y como cuestión de ideología política, es un apoyo de lo más alarmante a la obediencia incuestionada a las normas del estado empresarial. Así pues, la idea de que debemos, o ser partidarios de la explotación animal, o rechazar cualquier cosa que tenga que ver con el uso de animales es extrañamente parecida al eslogan reaccionario "ámala o déjala", proferido por los seudo-patriotas que criticaban a los que se oponían a la participación de Estados Unidos en la guerra del Vietnam (Francione 1995, 181)².»

Por otro lado, como argumentaré a continuación, el objetivo central de la teoría de los Derechos Animales es detener la actual y futura violación de los derechos de los animales. Así, no se ve claro por qué una teoría de los Derechos Animales comprometida con poner fin a la investigación animal actual y prohibir futuras investigaciones con animales tendría que oponerse a que los agentes morales se beneficien de las investigaciones ya hechas y finalizadas. Por lo tanto, se podría argumentar que es perfectamente coherente que los activistas por los Derechos Animales rechacen la continuación de la investigación animal, ya que implica violaciones adicionales de derechos, al mismo tiempo que se benefician de la investigación pasada, puesto que ésta no implica la violación actual de los derechos de los animales.

3. Ringach sólo está atacando el carácter de los activistas por los animales; no los principios de una teoría de liberación animal.

El tercer problema, quizá el más significativo, es el siguiente: ¿por qué siente Ringach la necesidad de "demostrar" que algunos activistas por los animales son, como él declara, unos "hipócritas"? Lo que la comunidad viviseccionista necesita atender es la filosofía de la liberación animal, no las vidas de ciertos activistas. Sin embargo, lo que vemos por parte de la comunidad vivisecionista, una y otra vez, como un disco rayado, son los mismo únicos "argumentos" que los vivisecionistas saben emplear: ataques ad hominem (en este caso, la afirmación implícita parece ser la de que debemos rechazar la filosofía de la liberación animal porque sus "creyentes" son unos "hipócritas"). 

Como mucho, lo que Ringach habría defendido es que ciertos especialistas en ética animal son unos hipócritas, pero aún no habría progresado nada en la defensa de que la investigación con animales es moralmente justificable (o que la filosofía de los Derechos Animales es incorrecta). Incluso si demostráramos que cada uno de los especialistas en ética animal es un hipócrita, esto no apoyaría en absoluto la justificación que Ringach y la comunidad pro-investigación animal hacen del dolor, el sufrimiento, la tortura y el abuso que infligen a los animales en la investigación. Por ello, parece que al perder el tiempo atacando el supuesto carácter hipócrita de los activistas, lo que Rigach busca es seguir evitando, una vez más, proporcionar un argumento mínimamente decente que justifique la moralidad de la investigación animal.

Para una verdadera defensa de la investigación animal, Ringach necesita ofrecer una respuesta clara a: los principios de la postura de los Derechos Animales (la teoría de Francione y Regan, ya que ésta parece ser la única teoría de liberación animal que conoce) y después demostrar por qué esta teoría es errónea. Por ejemplo, Ringach podría argumentar:

1. La filosofía de los Derechos Animales implica que uno no debe beneficiarse de ningún resultado obtenido de la investigación animal.
2. Una teoría que impida a los agentes morales beneficiarse de cualquier resultado producido por la experimentación con animales es absurda y debe rechazarse. 
Por consiguiente, la filosofía de los Derechos Animales debe ser rechazada.

Esto es lo que se conoce como reductio ad absurdum (el argumento de que una declaración/teoría es falsa porque su aceptación conduciría a consecuencias absurdas).

Vamos a continuar esta discusión, por lo tanto, dando a Ringach el beneficio de la duda de que esto era lo que realmente pretendía ilustrar al final del día.

Sin embargo, hay dos maneras en que podemos demostrar que incluso este argumento es erróneo: refutando la premisa 1 o la premisa 2. Consideremos la primera premisa:

La filosofía de los Derechos Animales implica que uno no debe beneficiarse de ningún resultado obtenido de la investigación animal.

No está claro que la teoría de los Derechos Animales implique no poder beneficiarse de la investigación animal. Para entender por qué esto es así necesitamos recordar los principios centrales de una posición de Derechos Animales: la ética de los Derechos Animales nos prohíbe violar los derechos de los seres humanos y nohumanos, como el derecho a la vida y el derecho a la integridad física. No se aprecia cómo beneficiarse de un tratamiento médico desarrollado a través de un pasado uso de animales (que ya no están vivos) viola los Derechos Animales; no parece que mi uso de tratamientos médicos desarrollados a través de la experimentación con animales llevada a cabo en el pasado vaya a causar la violación de los derechos de un/unos animal/animales.

Pero concedamos, en favor del argumento (personalmente, creo que existe una sólida justificación para rechazar la primera premisa), que la primera premisa es cierta. Supongamos lo siguiente: la postura de los Derechos Animales exige de hecho no beneficiarse de la investigación que fuese llevada a cabo en animales. Por ejemplo, tal vez se podría argumentar que la postura de los Derechos Animales prohíbe a los agentes morales aprovecharse de la investigación animal porque hacerlo sería perpetuar la investigación actual. De manera que se podría argumentar que mi beneficio de los tratamientos médicos desarrollados en el pasado mediante investigación animal se traduciría en una violación adicional de los derechos de los animales ya que el apoyo continuo de la investigación animal pasada mantiene el negocio de la investigación animal actual.

Aun suponiendo que todo esto sea cierto, todavía nos quedaría por plantear una pregunta más: ¿es realmente absurdo exigir a las personas abstenerse de prácticas que perpetúan la violación de los derechos de los demás? Esto nos conduce a la segunda premisa:

Una teoría que impida a los agentes morales beneficiarse de cualquier resultado producido por la experimentación con animales es absurda y debe rechazarse.

No está claro por qué sería absurda. De hecho, es bastante razonable argumentar que es moralmente incorrecto participar o ser parte de actos injustos y crueles, en especial si esas acciones van a perpetuar futuros daños contra sujetos de derecho. El hecho de que podamos sufrir a consecuencia de ello tan sólo nos recuerda que ser buena personas es, a menudo, increíblemente difícil. Si alguien espera transcurrir por el camino de la moral como flotando sobre una nube de forma pacífica, dulce y agradable, creo que a él/ella le convendría reflexionar en serio sobre lo que significa vivir una vida ética de verdad. Dudo que pueda aceptarse como legítima una crítica a una teoría ética que se limite a lo siguiente: "es muy difícil".

Pero es importante tener en cuenta que los avances médicos que tenemos hoy no son el resultado de la investigación animal; están aquí por mera casualidad. Desde que empezaran a usarse, los animales han demostrado ser modelos de investigación muy poco fiables y la investigación animal tiene un largo historial de muertes y daños a seres humanos, de manera que puede concluirse que los tratamientos médicos que usamos hoy en día y que realmente ayudan a los seres humanos están aquí por pura casualidad (ver Greek, Pippin, Knight). De hecho, podríamos tener igual de desarrollados estos tratamientos si nos hubiéramos guiado por el lanzamiento de una moneda al aire. Como dice Tom Regan, "nos beneficiamos a pesar de, no a causa de, la investigación animal". Los investigadores con animales, como Dario Ringach y David Jentsch, quienes acusan a los activistas por los animales de ser unos hipócritas por "beneficiarse de la investigación animal", están colando con sigilo una afirmación empírica muy controvertida, a saber, que la investigación animal es responsable de los avances médicos de que disponemos hoy en día. Aquellos de nosotros que hemos realizado nuestra propia investigación sobre la investigación animal sabemos que ésta es la cuarta causa principal de muertes humanas y no es, de ninguna manera, responsable de los avances que tenemos en la actualidad. Es pura casualidad.³

Al final, Dario Ringach, como la mayoría de sus otros compañeros vivisectores que cuentan con un blog en la web de Speaking of Research, han conseguido confundir los argumentos de los Derechos Animales mientras proporcionan argumentos mal dirigidos que les permiten evitar abordar la realidad de las atrocidades que continúan infligiendo a seres inocentes, vulnerables e indefensos que son tratados como meros instrumentos o herramientas para la investigación, mientras están cautivos en los laboratorios de los científicos, sometidos todos los días de su vida a horrores que van más allá de nuestra comprensión.

Cheryl Abbate, 18 de febrero de 2014.

NOTAS

1La autora emplea a menudo la palabra «animales» como una categoría de la que excluye a los humanos. No puedo dejar de destacar lo equivocado de este lamentable y arraigado hábito, en particular cuando viene dirigido por parte de activistas por los Derechos Animales, ya que se trata de un error que fomenta uno de los rasgos características de la mentalidad sobre la que se sostiene la discriminación y explotación que padecen el resto de animales.
2El libro de Francione es en realidad del año 2000. Abbate quizá se esté confundiendo con Animals, Property and the Law, libro del mismo autor que sí data de 1995.
3Creo conveniente señalar que, bajo mi punto de vista, la autora se equivoca en este punto de su artículo. Considero que incurre en el mismo error que echa en cara a Ringach cuando observa muy acertadamente que su argumento no afecta en absoluto a la teoría de los Derechos Animales. La utilidad o eficacia que haya podido o no tener la investigación con nohumanos resulta irrelevante para su juicio ético.
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Traducción: Igor Sanz

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