lunes, 28 de marzo de 2016

Ladrones


¿Qué hay de malo en los huevos, la miel, la lana o los lácteos? Ésta es quizá la pregunta que escuchan los veganos con mayor asiduidad. Hemos degradado tanto la moral en lo que atañe a los nohumanos, que nos cuesta ver la injusticia allá donde no tendríamos dificultades para apreciarla si los afectados fuésemos nosotros. Nos hemos acostumbrado de tal forma a esta clase de violencia, que sólo alcanzamos a reconocerla cuando se nos presenta en alguna de sus manifestaciones más explícitas. Es indiscutible que la carne, el cuero o la piel implican el sufrimiento y la muerte de las victimas, pero nos cuesta asociar efectos de tal magnitud con el resto de los productos de su explotación.

La creencia en realidad es equivocada. Si de algo podría decirse que derivan los absurdamente llamados «derivados» es del sufrimiento y de la muerte. Distorsionamos la imagen de la explotación animal de tal manera que acabamos por contemplar a los granjeros como una suerte de generosos amantes de los animales que les ofrecen sus tierras y cuidados a cambio tan solo de aquello que van dejando tirado por el suelo. Pero la industria ganadera dista mucho de esa égloga. En ella, los animales nohumanos no son más que herramientas de producción, y es ingenuo creer que vaya a ser ofrecida una consideración amable a quienes se ha reducido hasta tan hondo nivel de menosprecio. De hecho, es más que probable que los huevos o los lácteos generen por sí solos mucho más sufrimiento y muerte que la propia industria de la carne. La cosificación no es algo que se acompañe de sinfonías melodiosas.

Digan lo que digan los anuncios de la televisión, los animales nohumanos suelen estar poco dispuestos a la cesión de lo que es suyo, así que hacerse con ello requiere siempre de altas dosis de violencia. Los demás animales son aquí vistos como máquinas de producción, y el trato que reciben es análogo al de ellas, desde su fabricación (cría), pasando por su compra y venta, hasta su manipulación y su mantenimiento. Y al igual que las máquinas acaban en la chatarrería cuando dejan de ser productivas, el destino del 99,99% de estos animales una vez superado el umbral de su rentabilidad es el matadero, amén de todos aquellos que van "cayendo" en el camino, como los "inútiles" pollitos macho o los terneros, corderos y cabritos forzados a venir al mundo sin más objeto que provocar la leche de sus madres. Representan "daños colaterales", por así decir. Daños indescriptiblemente horribles y cuantiosos.

Si nos detuvieramos a buscar el sufrimiento que esconden estos productos toparíamos con él a cada paso. No obstante, también estaríamos equivocando la mirada. Porque el sufrimiento y la muerte son en cualquier caso un problema agregado a la cuota de injusticia elemental. El problema de base de los huevos, la miel, la lana, los lácteos y el resto de productos de origen animal es, ante todo, que no nos pertenecen. Los animales nohumanos no nos han dado nada. Todo aquello que en la escuela nos dijeron que los animales "daban" ha sido siempre robado con impunidad. ¿Y desde cuándo ha pasado el latrocinio a ser inmoral sólo en caso de la víctima sufra por el acto? No veo que la justicia haga pasar por un examen psicométrico a quienes les han desvencijado la casa o que sea desestimada la denuncia en caso de que la víctima atienda a los policías con talante de alborozo.

No faltarán quienes rechacen esta idea por rechazar a su vez la existencia del concepto de propiedad entre los nohumanos. Pero eso implicaría, por ejemplo, descartar también su muy reconocido sentimiento de territorialidad. No podemos negarles una noción de propiedad y al mismo tiempo atribuirles un carácter posesivo. Por otro lado, seguimos necesitando atar, sujetar y, por supuesto, matar a determinados animales para hacernos con aquello que decimos que no reconocen como suyo, de igual forma que seguimos necesitando protegernos de la férrea defensa que las abejas y otros animales presentan ante los frutos de su ardua laboriosidad. Negar el concepto de propiedad en los nohumanos tiene tanto fundamento como negarlo en relación a los humanos. En cualquier caso, basta con que lo comprendamos nosotros. Basta con que nosotros reconozcamos a cada legítimo propietario para que dejemos de echar mano de la hacienda ajena, no habiendo nada más allá de nuestro propio deseo personal que invite a pensar que aquello que producen los nohumanos nos pertenece a nosotros antes que a ellos.

El tema más recurrente es sin duda el de los huevos, tal vez debido a que podemos evocar su recolección sin visualizar la manipulación directa del animal. ¿Qué hay de malo en coger un huevo no fecundado que la gallina dejará sin incubar y abandonado? En realidad, la sentencia es demasiado aventurada; no es raro que las gallinas incuben huevos no fecundados, como tampoco lo es que se los coman. Pero volvemos una vez más a confundir la cuestión. La cuestión fundamental es que el huevo sigue sin ser nuestro. Además, ¿por qué tendría la gallina que incubarlo? ¿Quiénes somos nosotros para determinar el empleo que cada quien debe dar a sus legítimas propiedades? Si quiere ignorarlo, que lo ignore. ¡Para eso es suyo! ¿O es que acaso estaría justificado robar el coche de alguien que no lo use?

Por otro lado, ¿cuántas gallinas hemos conocido viviendo libres, en paz y sin restricciones? Me refiero con esto a que también aquí se tiende mucho a perder la perspectiva de la realidad. Se habla de coger huevos como quien madruga un domingo por la mañana para ir al bosque a coger setas. Los huevos salen de recintos de explotación en los que se mantiene a las gallinas en un permanente estado de confinamiento, sean más o sean menos los metros (a veces centímetros) de que dispongan las víctimas para moverse. Como he señalado al principio, hemos distorsionado tanto nuestra perspectiva moral en referencia a los nohumanos que incluso nos atrevemos a llamar "libres" a nuestros esclavos a poco que les concedemos algún mínimo contacto con el sol. 

Si fuese aceptable mantener cautiva a una gallina (o a cualquier nohumano) para robarle lo que es suyo bajo unas condiciones mínimas de espacio y bienestar, entonces también sería aceptable hacer lo propio con un ser humano bajo condiciones idénticas para pongamos por casorobarle periódicamente su cabello. Al fin y al cabo, alguien podría decir que hacemos poco uso de él y que, de todas maneras, ya acostumbramos a cortárnoslo y abandonarlo con regularidad. Si creemos que algo así es inaceptable en nuestro caso, entonces nada invita a que se juzgue diferente cuando afecta a los demás

En realidad, toda la explotación animal podría ser condensada bajo la idea de un enorme latrocinio. Eso es lo que venimos haciendo los humanos desde hace miles de años con el resto de animales: robar. Y no sólo les robamos aquello que fabrican y producen; también les robamos sus esperanzas, sus ilusiones, sus deseos, su libertad, su vida, su dignidad... Les robamos de sí mismos; su identidad. ¿Cuándo han consentido semejante traspaso? Nunca. Al contrario, nos ofrecen continuas e inequívocas muestras de su desencanto con este acuerdo unilateral. Admitámoslo entonces: somos unos vulgares ladrones. Ladrones con las manos manchadas de sangre que al mirarse en el espejo apenas sí alcanzan a preguntarse si habrá alguna forma más higiénica de hacerlo. 

Es hora de devolver a los nohumanos lo que es suyo. No es justo, y por si esto fuera poco, encima no nos hace ninguna falta.
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6 comentarios:

  1. solo siento que vivi en una mentira toda mi vida, hasta que mi sentir me dijo que esto esta mal. gracias por el informe, me siento en paz con mis hermanos animales hace un tiempo.

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    1. Me temo que todos hemos sido engañados por esa gran mentira llamada especismo. Han sido muchos años forjándola a golpe de martillo ideológico. Me alegro mucho de conocer tu concienciación.

      Un saludo.

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  2. Lo único que hay que hacer es que la ley se aplique.

    Le ley está para cumplirse.¿O es que tenemos que preguntarte a ti lo que está bien o lo que está mal?. Si quieres modificar leyer, puedes conseguir firmas de ciudadanos (pero tienen que ser muchas), y canalizarlas apropiadamente. Es lo que tiene la democracia. ¿Eres demócrata?.

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  3. Trato de hallarle a su comentario alguna relación con el texto o algún sentido en general, pero no lo consigo. Lo único que puedo decirle es que lo que está bien y lo que está mal no lo determinamos ni yo ni la ley, sino la ética. Sea como fuere, ninguna ley le exige a usted participar en la explotación animal.

    Un saludo.

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  4. Me parece muy injusto, además de ser una forma de extremismo sin sentido, acusar a los vegetarianos se ser "cómplices" del sistema agroalimentario que al final genera "más sufrimiento que la industria de la carne". Una cosa es la producción industrial a gran escala de leche y lácteos, y ahí puedo estar de acuerdo, aunque con muchos matices ( tipo y tamaño de la explotación, intensiva o extensiva y un largo etc.). Lo que no puede ser es que se criminalice a quién decida consumir estos productos, siendo vegetariano, y para ello se esfuerce por buscar productos y método de obtención de los mismos lo más ético y sostenible posible. Véase gallinas de corral" de verdad" la se tu abuela que vive en el monte o en una parcela y le da restos de comida a los animales como se ha hecho desde que el mundo es mundo, o quién tenga 3-4 ovejas o cabras y hace su queso artesanal. Hay que respetar el punto de vista de cada uno y no sentirse mejor o superior a nadie por tener otro, y especialmente no acusar a nadie de no ser honesto y sincero con sus decisiones.


    Entiendo que esta es una página sobre derechos animales, os felicito y me parece interesante y útil su contenido, por eso estoy aquí, Sin embargo creo que sería muy importante discernir lo que es derecho de un ser de lo que es su violación. Claro que a nadie le apetece que vayan a su casa a cortarle el pelo sin que se haya solicitado expresa, libre y voluntariamente ese servicio, al igual que a una vaca, cabra u oveja, probablemente no le haga gracias que se le ordeñe sin su "consentimiento". Pero no siempre pasa eso. Soy agrónomo y conozco bastante bien la industria alimentaria en todas sus facetas, seguramente sabrás que las gallinas ponedoras en la naturaleza, ponen un huevo al día, con o sin intervención del hombre, con o sin gallo que la fecunde, es decir que si no hay fecundación ese huevo se pone igual, pero no evoluciona a pollito y simplemente se queda en el nido hasta pudrirse. Quién decida comer esos huevos (los no fecundados) qué derecho está violando? Gracias de nuevo y buena suerte.

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    1. Buenas, Carlos.

      La indignación que expresa usted en la primera parte de su comentario se relaciona con opiniones que son ajenas al artículo. En ninguna parte del texto se criminaliza a nadie, ni se manifiestan sentimientos de superioridad, ni se hacen acusaciones de deshonestidad o insinceridad, ni se menciona siquiera a los vegetarianos. Nada pues nos cabe responder a estos respectos.

      El hecho mismo de que su abuela pueda tener gallinas, ovejas o cabras refleja el problema fundamental de nuestra relación con los otros animales. Nadie debería ser objeto de posesión de nadie. Pregunta usted qué derecho se está violando en estos casos cuando se diría evidente el atentado contra el derecho básico a la libertad. A ello podríamos sumar el derecho a la propiedad, pues ninguna autoridad tenemos para hacernos con lo que no es nuestro; o la transgresión del valor inherente de los individuos afectados, que lejos de ser tratados como sujetos morales están siendo degradados a la condición de máquinas expendedoras. Por otra parte, el hecho de que ésta u otras vejaciones se vengan cometiendo “desde que el mundo es mundo” no nos resuelve absolutamente nada en cuanto a su moralidad.

      Dice usted que “no siempre pasa” que alguien desapruebe su uso no consentido. A mí en cambio esa situación me resulta completamente insólita. No concibo la posibilidad de que alguien acepte lo que representa la más grave injuria hacia su dignidad personal. Pone usted el foco en el modelo de la explotación sin apreciar que el principal problema lo ocupa la propia explotación en sí. Cualquier carácter benigno que quiera asignársele a la explotación incurrirá en contradicción.

      En la naturaleza no existen las “gallinas ponedoras”. Se llama “ponedoras” a aquellas gallinas que han sido artificialmente seleccionadas para poner un número de huevos inaudito. Una aberración fruto de la cría selectiva que, dicho sea de paso, provoca en las desdichadas unos terribles problema fisiológicos.

      Déjeme por último corregir ese error tan contemporáneo según el cual han de ser respetados todos los puntos de vista o todas las opiniones. Debemos respetar por supuesto el derecho de todo el mundo a opinar, pero esa deferencia no es extensible al contenido mismo de las opiniones, en cuyo caso el respeto debe ser ganado a fuerza de argumentos. El mundo está plagado de puntos de vista perversos y despiadados que muy en contra de meritar respeto alguno son merecedores de la más firme de las reprobaciones.

      Un saludo y muchas gracias por pasarse y comentar.

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