martes, 12 de julio de 2016

Vergüenza



Vergüenza, sí. Eso es lo que vengo experimentando estos días a raíz de algunas de las reacciones "animalistas" suscitadas tras la noticia de la muerte del torero Víctor Barrio. ¿Cómo diablos se puede pretender un mundo más sensible y empático al mismo tiempo que se vitorea una tragedia como esa? ¡Estamos hablando de una muerte, por amor de Dios! La desaparición de una vida irrepetible e irreemplazable, junto con sus recuerdos, ilusiones, amores y esperanzas. ¿Es que nos hemos vuelto locos?

Además, ¿a qué viene ese odio enfermizo hacia los toreros? Los toreros son personas normales y corrientes que tratan a los nohumanos como cosas en un mundo en el que se trata a los nohumanos como cosas. ¿Qué hay de particular? Sí, ya lo sé, ellos lo hacen por diversión, por placer. ¡Como si el resto de mortales participasen a desgana! Y sí, lo sé también, ellos asesinan a los nohumanos con sus propias manos. ¡Ni que fuese más honrado pagar para que lo hagan otros!

El gran motivo por el que los toreros son acreedores de semejante inquina se debe a que no han adoptado en su hábito un especismo de mayor aceptación. Si consumieran la misma violencia especista que el resto, entonces no habría problema; pero, por desgracia para ellos, han recibido la tradición de una práctica marginal y decadente, y eso, ¡ay!, eso es imperdonable.

Sí, los toreros hacen cosas horribles, pero no existen diferencias esenciales entre los toreros y el resto de personas especistas. De hecho, existen toreros y aficionados a la tauromaquia que hoy profesan una consideración muy distinta a los nohumanos, habiendo llegado algunos de ellos incluso al veganismo. Todas las diferencias son superficiales, y si alguna de ellas se nos revela acentuada, será por único motivo de nuestro sesgo personal.

Quienes desean y celebran públicamente el dolor y la muerte de los toreros deberían ser capaces de hacer lo propio con cualquier otra persona no-vegana. Cualquier persona no-vegana muerta será por lo mismo "un asesino menos en el mundo". Mas esto incluirá sin duda a buena parte de los familiares, amigos y conocidos de los celebrantes; personas que a buen seguro llevarán años escuchando el discurso vegano y que, sin embargo, aún siguen participando en este crimen sin ninguna gala de remordimiento.

Muchos de mis amigos y familiares responden a ese perfil. Odio con todas mis fuerzas esa parte de ellos, desde luego, pero no los odio a ellos. Lamento su dolor, y he llorado sus muertes cada vez que han sucedido. Se me revuelven las tripas sólo de imaginar que me hubiese topado entonces con gente que festejara abiertamente aquellos dramas, y no creo que nadie que no esté afectado por algún trastorno psicológico fuese a responder con un talante diferente. 

Ciertas personas parecen encontrar una dificultad enorme a la hora de distinguir la radical diferencia entre las acciones de una persona y la persona misma. Yo mismo he sido especista antes, al igual que el 90% de los veganos actuales. He participado en la explotación animal y la he disfrutado con deleite. Pero soy y he sido siempre la misma persona, y no creo haber merecido la muerte nunca, como no creo que la merezca nadie en absoluto. Nadie merece la muerte porque la vida en sí no es un problema.

Tampoco estoy sugiriendo que sintamos lástima por personas que nos sean antipáticas. Los sentimientos son algo personal, subjetivo y espontáneo. Lo que reclamo es ese civismo mínimo que yo creía conquistado. Entre la pena íntima y la bajeza pública se extiende un universo de posibilidades. ¡Valiente manera de fomentar la empatía, la generosidad y la solidaridad! ¿En qué se supone que pueden ayudar estas muestras de rencor y hostilidad a la causa por los animales? Demandamos valores y después nos reímos de las cuitas ajenas. Lo único que esto puede conseguir es alejar a la gente de nuestra vera, ¡y con toda la razón! Dicen estas personas preocuparse mucho por las víctimas, pero por lo visto no son capaces de guardar las formas ni siquiera como un gesto en su favor.

Quiero creer que estas son reacciones minoritarias. Quiero creerlo porque, de lo contrario, el "animalismo", en términos globales, no sólo estaría podrido tal y como vengo sosteniendo desde hace mucho tiempo—, sino también enfermo. Irónicamente, muchos de aquellos que desean y celebran la muerte de los toreros son los mismo que califican a estos de "sádicos" y de "psicópatas". Señores, les urge una revisión semántica.

9 comentarios:

  1. Hola, Igor.

    Suscribo todos los pensamientos que has expuesto, y me alegra por fin poder encontrar una reflexión lúcida y coherente sobre este asunto. Todas las observaciones que he leído hasta ahora incurren en una gran falta de claridad y de coherencia, como bien señalas en el texto.

    Personas que dicen que es horrible alegrarse y burlarse de la muerte de un torero y defienden que, aunque a ellos no les guste, hay que respetar la tauromaquia porque es "cultura" y porque es una "afición". Que yo sepa la burla y el odio es parte de nuestra cultura humana y mucha gente es aficionada a la burla y el odio. ¿No habría que respetar la burla y el odio también siguiendo su mismo criterio?

    Animalistas diciendo que no es lo mismo alegrarse por la muerte de un torero que alegrarse por la muerte de un toro. Pero resulta que no tienen en cuenta que ambas muertes se producen como consecuencia de un contexto cultural en el que se nos inculca que los demás animales existen para servir a los humanos, alegando que nosotros somos "superiores" a ellos. Es debido a este mismo contexto por lo que muchos de esos animalistas —que rechazan la tauromaquia y se alegran de la muerte de un torero— siguen comiendo animales, es decir, causan daño y sufrimiento a otros animales por placer y por costumbre. Igual que los taurinos.

    Por supuesto, están quienes dicen que no se puede comparar una vida humana con la vida de un animal [no humano]. Éstos ignoran que todos los animales igualmente sentimos, sufrimos y deseamos proteger nuestra y evitar que nos hagan daño; sin importar en qué especie estemos catalogados.

    Podría seguir recopilando posturas que evidencian desapego a la lógica y a la evidencia; pero creo que ya es suficiente.

    Así que gracias por aportar sensatez ante este panorama.

    Un saludo.

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  2. Una vida irrepetible e irreemplazable? dedicada a masacrar inocentes... venga ya.... sindrome de moralidad superior amigo. sencillamente dejara de matar, porque de seguir vivo mataria mas de 200 toros. Esos no cuentan?

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    1. No sé qué es el “síndrome de moralidad superior”, pero supongo que lo opuesto será el “síndrome de moralidad inferior”, y puestos a elegir, francamente, parece preferible lo primero. Tendré que reafirmarme en mi idea de que el mundo se está volviendo loco si es que la “moralidad superior” empieza verse como un problema.

      ¿Dejará de matar “sencillamente”? ¿Desde cuando a pasado la vida a ser algo tan “ligero”? Tengo un buen número de amigos y familiares que también son especistas, también provocan muertes y también dejarían de provocarlas si murieran. Pero no deseo que mueran ni celebraré sus muertes, de manera que, aunque sólo sea como un ejercicio de coherencia elemental, no puedo desear ni alegrarme por la muerte de otros cuyo perfil en este caso responde a los mismos exactos patrones. Si esperas que cambie de opinión a este respecto, te sugiero que esperes sentado.

      ¿En serio le estás preguntando si los toros no cuentan al autor de un blog dedicado íntegramente al veganismo y los Derechos Animales? Tengo noticias para ti: la consideración hacia los toros (y hacia el resto de animales nohumanos, que parece que se nos olvidan con excesiva frecuencia) no exige celebrar ni desear la muerte de nadie.

      Saludos.

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  3. Muy buen texto, las cosas en su sitio. Muchas gracias.

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  4. No comparto el pensamiento expresado en el texto por el Sr. Igor Sanz, creo que no se trata de festejar la muerte del torero, pero sí que haya una condena social contra el asesinato de animales indefensos destinados al disfrute de una costumbre ancestral .Personalmente, creo que el texto es contradictorio con la filosofía que preconizamos . Murió en su ley. No me alegra ni me entristece esta muerte, tampoco la festejo, pero es aprovechable para mostrarles a quienes concurren a estos eventos y a quienes lo producen, lo errados que están....

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    1. Muy buenas, Magdalena, y gracias por tu comentario.

      No veo sin embargo que hayas expresado nada que contradiga la opinión del texto. Ni en esta entrada en particular ni en el blog en general ha dejado nunca de condenarse la explotación animal en cualquiera de sus formas. No hace falta celebrar la muerte de una persona para denunciar alguno de sus rasgos. Tampoco se entró aquí a valorar los sentimientos que la muerte del torero hubiera podido suscitar, tal y como muchos dijeron en su momento.

      Lo que este artículo critica son dos cosas fundamentales. Por un lado; que se criminalice a los toreros y a la tauromáquia con especial énfasis frente a otras expresiones especistas cuando son todas ellas igual de perniciosas, inmorales e innecesarias. Y por otro lado; que se haga de algo tan trágico como la muerte de alguien una celebración deliberada, una especie de fiesta animalista. Eso sí que es contradictorio con la filosofía que se preconiza, porque yo entiendo que lo que inspira este movimiento es el respeto, la empatía y la no-violencia (bueno, en realidad, a la mayoría de los animalista no les mueve filosofía ninguna; tan sólo sus propios sentimientos personales, y punto).

      Un saludo, Magdalena, y gracias otra vez.

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  5. ¿Y si fuera un violador de mujeres o un pederasta? ¿También dirías lo mismo?
    Deshazte de tu especismo.

    Ojo por ojo.

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  6. ¿Y si fuera un familiar o allegado especista tuyo? ¿También harías pública celebración de su muerte?

    Porque a un torero corresponde equipararlo con alguien que consume leche, carne o huevos, no con violadores y pederastas, cuyo contexto social, político, cultural, educativo, histórico y legislativo es radicalmente diferente.

    Sea como fuere, no veo que la hostilidad se justifique en ningún caso. Del “ojo por ojo” sólo salen tuertos.

    Un saludo.

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