Prometo ser breve el día de hoy. Una
entrada dedicada a aquellos que desprecian a los "teóricos" —a
los "activistas de salón", como gustan de llamarlos en
su más dulce alusión peyorativa— no parece digna de un exceso de dedicación. Y es que a quienes
más podría interesar es a quienes carecen de
interés alguno. Además, esta gente me causa una pereza superlativa,
si bien entiendo que esto último será de su satisfacción. Eso es a fin de cuentas lo que defienden: la
pereza intelectual.
"¡Menos filosofía y más acción!",
reclaman estos. Por lo visto han pasado a ser cosas excluyentes. No
me he dado cuenta. He debido despistarme entre tanta introspección.
O eso, o puede que nos hallemos ante un ejemplo flagrante de falsa dicotomía. Ni siquiera se han molestado en idear
una falacia propia. Su rechazo
a todo ejercicio teórico los ha debido privar de originalidad.
Me pregunto si esta gente aplicara esta
misma teoría (¿he dicho "teoría"?) en cualquiera de los ámbitos de
la vida cotidiana. ¿Abogarán por educadores sin educación? ¿O por médicos y
pilotos sin formación, tal vez? Ya me los imagino apostados
frente a las facultades de medicina y las academias de vuelo protestando al grito
de "¡Menos teoría y más acción!". ¡Menuda estampa!
Dicen que hay que "hacer cosas",
pero parece pertinente preguntarles qué es lo que hay que
hacer. El cómo serán capaces de responder a esta pregunta sin
"filosofar" es un enigma inaccesible a mí persona.
La teoría sin acción sirve de poco, desde luego, pero la acción sin teoría no le va a la
zaga. A lo máximo a lo que puede aspirar un activista sin teoría es
a salir a la calle agitando los brazos y soltando gorgoritos ininteligibles. Es importante hacer, pero también es importante saber lo que hay que hacer. Sin un trabajo previo "de
salón", los carteles y folletos de los activistas de calle
estarían en blanco (en el mejor de los casos).
Quienes critican la teoría frente a la
acción lo único que hacen es poner en evidencia su aparente
incapacidad para el ejercicio de ambas disciplinas. No, no creo haberme
perdido nada. Son cosas efectivamente compatibles. Aún más, son
cosas necesariamente compatibles. La naturaleza no sólo nos
ha dotado de brazos y piernas; también nos ha obsequiado con un
cerebro capaz de sacar el máximo partido de los brazos y las piernas.
Quien lo desee es libre de renuncia, pero los demás no
tenemos por qué vernos contagiados de tan insana prescripción.
Además, cabría apuntar que la propia
arenga de "menos filosofía y más acción" es también una
filosofía. Una filosofía peculiar, sí; muy poco
consistente y en extremo contradictoría, cierto; pero una filosofía al fin. De
manera que quienes desprecian la filosofía lo que están despreciando en realidad es la filosofía de los demás.
No nos engañemos, como el resto de
falacias animalistas analizadas hasta ahora, ésta no es más que un intento fatuo por eludir las críticas. "¡Hagamos,
no analicemos!". Pues no. Hagamos y analicemos. Es posible. Es conveniente.
Sapere aude!
Sapere aude!
«A veces no se nos ocurre que el trabajo poco glamuroso de pensar y discutir sobre cómo deberíamos actuar sobre un problema es hacer algo sobre el problema.»
~ Syl Ko ~
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