viernes, 26 de enero de 2018

El trauma en la defensa de los animales


El trauma en la defensa de los animales no es un tema que haya sido discutido con demasiada frecuencia, pero son varias las razones por las que debe tener una consideración central. Muchos defensores de los animales han experimentado algún trauma personal. De hecho, para muchos de nosotros, nuestras experiencias personales de abuso e injusticia son las que nos han ayudado a desarrollar la idea de que debemos luchar por evitar que cualquier criatura indefensa sufra traumas y abusos innecesarios. Cuando uno experimenta traumas y abusos, es más probable que sea sensible al trauma experimentado por otros y luche por conseguir justicia para los oprimidos.

Pero aunque la experiencia traumática puede hacer que sintonicemos más con el abuso de los demás, también puede hacernos más vulnerables a ciertos problemas relacionados con el trauma, como los trastornos de estrés postraumático, la depresión y el consumo de determinadas sustancias. Como defensores de los animales somos testigos, algunos a diario, de las extremas atrocidades que experimentan los animales nohumanos. Esta exposición al trauma puede desgastarnos e impactar de forma nev¡gativa en nuestra sensación general de bienestar. Algunos pueden hacer frente a estos problemas volcando su frustración y su depresión hacia el exterior, lo que resulta en problemas de ira y agresión. Otros pueden darse a la bebida o usar otras sustancias para tratar de adormecer su dolor.

Es importante que todos sepamos lo que sucede en nuestro interior para que podamos decidir por nosotros mismos qué grado de exposición al trauma podemos llegar a soportar, si es que podemos soportar alguno. No beneficia en nada a los animales que nos veamos incapacitados por la tristeza y el dolor que nos provoca la exposición al trauma infligido en ellos. Todos debemos aprender a cuidarnos mejor, tanto a nivel físico como emocional, y rodearnos de una red de apoyo a la que podamos acudir cuando nos sintamos tristes, frustrados o bajo otro tipo de emociones negativas. Nos importan mucho estos animales y queremos poner fin a su trauma, pero el hecho de no poder acabar con él de inmediato resulta devastador para muchos de nosotros.

He publicado estudios de investigación basados en modelos de militares veteranos que demuestran que cuando uno experimenta un trauma, es más probable que vea el mundo a través de una lente excesivamente hostil. Algunas de mis investigaciones muestran que cuando uno está expuesto a un trauma y experimenta un trastorno de estrés postraumático, tiene mayores dificultades para manejar la ira, más probabilidades de interpretar los eventos de forma negativa y más probabilidades de arremeter contra los demás. Esto se basa en un modelo de procesamiento de información social basado en el trauma que mis colegas y yo hemos elaborado en trabajos recientes (Taft, Murphy y Creech 2016).

Menciono esto porque es importante que los defensores de los animales expuestos a un trauma constante sean en todo momento conscientes de que es fácil caer en ese abismo y ver el mundo y a todos sus habitantes como horribles. Aunque es cierto que existe un inmenso sufrimiento innecesario y que los seres humanos son una especie increíblemente destructiva, debemos evitar que desarrollemos una visión tan cínica que nos impida creer en la posibilidad de llevar a cabo algún tipo de cambio.
 


Gran parte de mi trabajo clínico se ha enfocado en cómo los temas centrales pueden verse afectados por el trauma, lo que a su vez puede tener un impacto negativo en nuestras relaciones y nuestra capacidad de comunicación. Cuando experimentamos un trauma, éste puede sacudir los cimientos de nuestras creencias y tener efectos que repercutan en varios ámbitos de nuestra vida. Una de mis mentoras, la Dra. Patricia Resick, desarrolló y probó un tratamiento altamente exitoso del trastorno de estrés postraumático que ha demostrado de manera constante e impresionante que al abordar las perturbaciones de estas creencias centrales o esquemas cognitivos, podemos ayudar a resolver traumas y desarrollar formas más saludables de vernos a nosotros mismos y a los demás (Resick y Schnicke 1992).

Por ejemplo, cuando alguien es victimizado de alguna manera o es testigo de la victimización de otros, puede resultarle difícil confiar en los demás. O puede que esta clase de personas tal vez sufra de problemas relacionadas con la autoestima. Pueden juzgarse con dureza cuando cometen errores u otras infracciones menores. Los problemas de confianza y autoestima pueden llevar a la depresión, la ira y el comportamiento agresivo. Los eventos traumáticos que afectan a otros también pueden llevar a creer que otras personas no son buenas o no merecen ser respetadas. Es posible que hayan generalizado esta creencia en todos, lo que también puede conducir a una serie de problemas.

Los problemas de poder y control pueden desarrollarse cuando los activistas se sienten impotentes en cuanto a terminar con el horrible abuso que sufren los animales. Una profunda sensación de impotencia y falta de control puede llevar a sentimientos crónicos de desesperanza. Los sentimientos de impotencia no sólo contribuyen al trastorno de estrés postraumático (Finkelhor y Browne 1985), sino que también pueden contribuir a generar luchas de poder e interacciones agresivas con los demás (Schwartz, Waldo y Daniel 2005).
 


No podemos ayudar a que otros se hagan veganos si mantenemos un escepticismo constante hacia a ellos y sólo les suponemos lo peor. No podemos ayudar a que otros se hagan veganos si les saltamos al cuello en cuanto nos presentan una de las justificaciones comunes del uso de animales con las que todos estamos tan familiarizados. Nuestra mayor esperanza para crear un mundo vegano es que seamos unos activistas calmados pero apasionados y firmes que puedan mostrar a los no-veganos que somos personas completamente racionales y compasivas que quieren ayudar a los animales y evitar la violencia y el abuso innecesario.

He trabajado con muchos veteranos iracundos y violentos que experimentaban graves traumas relacionados con el combate y que sufrían trastornos de estrés postraumático, pero que aún podían cambiar su perspectiva. No es en modo alguno una tarea fácil, pero si uno presta buena atención a sus pensamientos y a la interpretación que hacen de las situaciones y de sí mismos, así como a sus sentimientos y a otros signos corporales, pueden ser entrenados para que supongan lo mejor en los demás en lugar de lo peor. Si somos capaces de ver las cosas sin suponer lo peor, es más probable que reconozcamos los deseos de cambio y las pistas que indican que un no-vegano está abierto a nuestro mensaje vegano.

Perderemos esas oportunidades si estamos atrapados en un estado de negatividad y desesperanza, y por eso deberíamos buscar una manera de obtener ayuda en caso de necesitarla. Animo a todas las personas que estén imbuidas por estos temas a que consideren ver a un consejero especializado en terapias cognitivo-conductuales, que una y otra vez han demostrado ser el tratamiento más efectivo contra los problemas relacionados con el trauma (Keane, Marshall y Taft 2006). 


Por último, reconocer las experiencias traumáticas de los no-veganos también puede ayudar a abrir la puerta de un posible cambio real. Aquellos que han experimentado un trauma tendrán reacciones particularmente negativas contra las formas más agresivas de acercamiento. He descubierto que cuando escucho a la persona y la dejo hablar sobre sus experiencias, es mucho más probable que escuche mi punto de vista (vegano) después. Aquellos que han experimentado un trauma en particular serán muy resistentes a enfoques más agresivos y frontales, otra buena razón para que seamos firmes, pero no agresivos, en nuestro activismo.

Casey Taft, 19 de marzo de 2016.

REFERENCIAS
        Finkelhor, D., & Browne, A. (1985). “The traumatic impact of child sexual abuse: A conceptualization.” American Journal of Orthopsychiatry, 55(4), 530– 541.
         Keane, T. M., Marshall, A. D., Taft, C. T. (2006). “Posttraumatic stress disorder: Etiology, epidemiology, and treatment outcome.” Annual Review of Clinical Psychology, 2, 161–197.
         Resick, P. A., & Schnicke, M. K. (1992). “Cognitive processing therapy for sexual assault victims.” Journal of Consulting and Clinical Psychology, 60(5), 748–756.
         Schwartz, J. P., Waldo, M., & Daniel, D. (2005). “Gender-role conflict and self-esteem: Factors associated with partner abuse in court-referred men.” Psychology of Men & Masculinity, 6(2), 109–113.
         Taft, C.T., Murphy, C. M., & Creech, S. K. (2016). “Trauma-Informed Treatment and Prevention of Intimate Partner Violence.” American Psychological Association.
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Traducción: Igor Sanz

Texto original: Trauma in Animal Advocacy

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