El
empleo de información social ha generado gran interés reciente y se ha demostrado que tiene implicaciones importantes para la
ecología y la evolución de las especies (Galef Jr. y Giraldeau
2001; Giraldeau, Valone y Templeton 2002; Brown y Laland 2003; Kendal
et al.
2005; Danchin et al.
2004; Dukas 2004). Aprender a través
de otros acerca de los depredadores o del riesgo de depredación
puede proporcionar información de supervivencia de bajo coste, y se
espera que tenga recompensas adaptativas en cualquier especie donde
los congéneres sean observables y se comporten de manera diferente
bajo un riesgo de depredación. Sin embargo, el aprendizaje social y
el uso de la información social en general se han restringido en
gran medida a los vertebrados (Galef Jr. y Giraldeau 2001; Giraldeau,
Valone y Templeton 2002; Brown y Laland 2003; Danchin et
al.
2004; Galef Jr. y Heyes 1996; Box y
Gibson 1999; Griffin 2004; pero véase también Webster y Fiorito
2001; Seeley 1998; Leadbeater y Chittka 2005; Worden y Papaj 2005;
Goldberg 1983; Isingrini, Lenoir y Jaisson 1985; Langridge, Franks y
Sendova-Franks 2004). Aquí, mostraremos cómo los grillos adaptan su
comportamiento de evitación de los depredadores después de haber
observado la conducta de otros más experimentados y cómo mantienen
estos cambios de comportamiento de forma duradera una vez
desaparecidos los demostradores. Estos resultados apuntan hacia el
aprendizaje social, una contingencia nunca antes mostrada en insectos
no-coloniales.
Demostraremos que estos cambios de larga duración no se pueden atribuir a tiempos de reaparición prolongados, a efectos duraderos de las feromonas de alarma o a señales odoríferas residuales. Nuestros hallazgos implican que el aprendizaje social está mucho más difundido filogenéticamente de lo que se reconoce en la actualidad y que la dependencia de la información social está determinada por restricciones ecológicas más que taxonómicas (Fragazsy y Visalberghi 1996; Coolen et al. 2003), y cuestionan la suposición general aceptada de que el aprendizaje social está restringido a los animales con cerebros que poseen habilidades cognitivas supuestamente superiores.
Demostraremos que estos cambios de larga duración no se pueden atribuir a tiempos de reaparición prolongados, a efectos duraderos de las feromonas de alarma o a señales odoríferas residuales. Nuestros hallazgos implican que el aprendizaje social está mucho más difundido filogenéticamente de lo que se reconoce en la actualidad y que la dependencia de la información social está determinada por restricciones ecológicas más que taxonómicas (Fragazsy y Visalberghi 1996; Coolen et al. 2003), y cuestionan la suposición general aceptada de que el aprendizaje social está restringido a los animales con cerebros que poseen habilidades cognitivas supuestamente superiores.
RESULTADOS
Y DISCUSIÓN
La información socialmente adquirida tiene muchas consecuencias adaptativas: permite a los individuos menos experimentados aprender dónde, cuándo, qué o cómo comer; con quien aparearse; contra quién pelear; dónde migrar; y qué depredadores evitar y cómo (véase Galef Jr. y Giraldeau 2001; Giraldeau, Valone y Templeton 2002; Brown y Laland 2003; Kendal et al. 2005; para revisiones); y puede incluso afectar a la evolución biológica a través de la evolución cultural (Danchin et al. 2004). Del mismo modo, el aprendizaje social tiene implicaciones potenciales para la ecología y la evolución de las especies. De hecho, al mejorar la persistencia de una población a nuevos entornos aprendiendo sobre nuevos alimentos, depredadores o características del hábitat, el aprendizaje social puede afectar al rango y a la distribución de las especies, exponiendo a las especies a nuevas presiones de selección y permitiendo potenciales cambios evolutivos en el nuevo ambiente (véase Dukas 2004).
La
literatura, sin embargo, sugiere que el aprendizaje social, e incluso
la mera recolección de información social sin implicación de
aprendizaje, ocurre en una gama limitada de taxones. De hecho, aunque
se han reportado casos de aprendizaje social en los gasterópodos,
los cefalópodos y los crustáceos (Webster y Fiorito 2001), el más
estudiado y mejor demostrado ha sido el de los vertebrados
(Galef Jr. y Giraldeau 2001; Brown y Laland 2003; Galef Jr. y Heyes
1996; Box y Gibson 1999; Griffin 2004). El aprendizaje social o
procesos similares también han sido reportados en insectos
coloniales (abejas [Seeley 1998], abejorros [Leadbeater y Chittka
2005; Worden y Papaj 2005], termitas [Goldberg 1983], hormigas
[Isingrini, Lenoir y Jaisson 1985; Langridge, Franks y Sendova-Franks
2004]), pero, que nosotros sepamos, nunca en insectos no-coloniales.
Independientemente
de su estructura social, los insectos han demostrado poseer un
comportamiento plástico, presentan habilidades de aprendizaje muy
evolucionadas (Papaj y Lewis 1993; Beugnon et
al. 1996; Matsumoto y Mizunami 2002;
Collet, Graham y Durier 2003), y se ven conductualmente afectados por
las influencias sociales (Leadbeater y Chittka 2005; Lefranc et
al. 2001; Rull, Prokopy y Vargas 2003).
El aprendizaje social también podría extenderse a insectos
no-coloniales. De hecho, dados los numerosos beneficios del
aprendizaje social y la amplia gama de situaciones en las que se
aplica, aquellas especies en donde los congéneres tienen la
oportunidad de observar el comportamiento de los demás y cuyo
comportamiento es informativo sobre algún aspecto del mundo (por
ejemplo, la comida, los compañeros, los depredadores), son
potenciales aprendices sociales. Si el aprendizaje social se extiende
a los insectos no-coloniales, esto tendrá repercusiones importantes
para nuestra comprensión de las capacidades cognitivas que subyacen
a este proceso y cuestionaría la suposición general de que el aprendizaje social se limita a animales con cerebros
grandes y con supuestas habilidades cognitivas superiores.
Los
individuos por lo común confían en la información adquirida
personalmente, pero utilizan el aprendizaje social cuando el
aprendizaje asocial es demasiado costoso (Kendal et
al. 2005). Este principio debería
generalizarse a todos los animales, incluidos los invertebrados. De
esta forma, una situación obvia favorable para el uso del
aprendizaje social y la información social en general es el contexto
de la depredación, donde los costes de adquirir la información
por medios individuales van desde lesiones hasta la muerte. Nuestro objetivo
aquí es determinar la ocurrencia de aprendizaje social en insectos
no-coloniares en un contexto de depredación.
Los grillos de
bosque (Nemobius sylvestris,
Bosc 1792) son particularmente adecuados para comprobar si los
insectos no-coloniales usan el comportamiento de los congéneres para
evaluar los niveles de riesgo y adaptar en consecuencia su propio
nivel de comportamiento de evitación de depredadores. Los juveniles dan respuestas conductuales a la presencia de las arañas lobo (Pardosa
spp.) (Dangles et al.
2005), en particular escondiéndose debajo de las hojas (Dangles,
Casas y Coolen 2006 [referencia incluida por el traductor]). Tal
cambio de comportamiento, y otros posibles cambios concomitantes,
pueden constituir una fuente de información sobre el nivel de riesgo
para congéneres cercanos. Además, las densidades naturales de
grillos y arañas (consulte los Datos Complementarios disponibles en este
artículo online) son tales que es más probable que los grillos
adquieran información social sobre la presencia de los depredadores
a través de encuentros con congéneres antes que adquirir la
información individualmente a través de encuentros directos con los
depredadores. Con independiencia de su eficacia para detectar y
escapar de los ataques de depredación, las presas siempre deberían
tratar de interrumpir una secuencia de depredación en la etapa más
temprana posible (Endler 1991). Aprender de los demás acerca del
peligro cercano puede permitir que las presas eviten los encuentros
con los depredadores al mismo tiempo que su detección.
Monitoreamos el
comportamiento de ocultamiento de los grillos en una situación de
"peligro" frente a una situación de "seguridad"
(Figura S1
y más detalles en Datos Complementarios). Todos los
experimentos se llevaron a cabo en laboratorio con grillos y arañas
silvestres. En el primer experimento, nos interesó el comportamiento
de sujetos que tenían experiencia directa con el proceso, mientras
que en el segundo experimento nos enfocamos en sujetos que
experimentaron el proceso sólo de manera indirecta, a través del
comportamiento de sus congéneres. Debido a que los sujetos del
Experimento 1 actuaron como demostradores para los sujetos del
Experimento 2, de aquí en adelante nos referiremos a los primeros
como "demostradores" y a estos últimos como
"observadores". En el Experimento 1, 48 grupos de diez
desmostradores pasaron 2 días en cajas que contenían tres
arañas unas y ninguna el resto. En la mañana del día 3, algunos
grupos de demostradores fueron trasladados a nuevas cajas que jamás
contenían arañas, y se unieron a ellos 5 observadores. Después de
6 horas, los demostradores fueron retirados y los observadores
permanecieron en sus cajas durante 24 horas adicionales (Experimento
2). En cada jaula se midió la visibilidad como la proporción en que
los sujetos de una categoría determinada (demostrador u observador)
eran vistos en la superficie de las hojas durante escaneos de 30
segundos en relación con el número total de sujetos de esa
categoría. Nótese que la visibilidad en la superficie de las hojas
se usó aquí como una medida operacional del comportamiento
anti-predatorio de los grillos, pero de ninguna manera queremos decir
que es así como los grillos inexpertos evalúan el peligro cercano.
Para el Experimento 1, la visibilidad de los demostradores se midió
después de 2 días en un ambiente peligroso o seguro y después de 6
horas en las nuevas cajas. Para el Experimento 2, la visibilidad de
los observadores se midió después de 6 horas con los demostradores
y 24 horas después de que se eliminasen estos.
Después
de dos días, se descubrió que los demostradores se escondían
debajo de las hojas significativamente más en un ambiente que
contenía arañas ("peligroso") que en un ambiente libre de
depredadores ("seguro") (prueba de Mann-Whitney: Z = −3.16,
n = 24, p = 0.0015; Figura 1A). Además, esta diferencia en la
propensión a la ocultación se mantuvo 6 horas después de que los
grillos fuesen trasladados a las nuevas jaulas desprovistas de arañas
o de cualquier señal de éstas (Z = −3.17, n = 24, p = 0.0015;
Figura 1B). Esto refleja la dificultad de las presas para evaluar una
disminución del riesgo de depredación (Sih, 1997) y respalda la
predicción de que los animales deberían sobrestimar el riesgo
(Bouskila y Blumstein 1992; Bouskila, Blumstein y Mangel 1995). Las
presas se benefician de tal modo de conservar el comportamiento de
evitación de los depredadores durante un período posterior a su
último encuentro con un depredador. Mantener el comportamiento de
ocultamiento también establece las condiciones adecuadas para la transferencia social a los grillos recién llegados (observadores)
de información relacionada con el peligro cercano.
De
hecho, los observadores fueron vistos en la superficie de las hojas
en proporciones mayores cuando fueron alojados junto con
demostradores del ambiente peligroso que cuando lo fueron con los del
ambiente seguro (Z = −2.73, n = 30, p = 0.0063; Figura 1C). Está claro que al alterar sus propios niveles de ocultamiento, los
observadores actuaron como si su percepción del peligro cercano hubiese sufrido una alteración social, probablemente a través de la
observación de la conducta de los demostradores.
Además, 24 horas después
de la extracción de los demostradores, los sujetos mostraron una
mayor propensión a esconderse cuando gozaron de un alojamiento previo con demostradores del ambiente peligroso en comparación
con quienes lo fueron con los del ambiente seguro (Z= −2.25, n =
30, p = 0.025; Figura 1D ), lo que sugiere la posibilidad de que se
haya dado un aprendizaje social.
Se
llevaron a cabo una serie de controles para descartar
interpretaciones alternativas, más simples. Un primer control trató
de determinar si el hecho de que los observadores conservaran durante
24 horas el comportamiento de evitación de los depredadores podía
deber su explicación a tiempos de reaparición prolongados (Sih
1997) en lugar de al aprendizaje. Para ello, monitorizamos la
visibilidad de siete grupos de diez grillos tanto antes como después
de que su hojarasca hubiese sido perturbada artificialmente por la
mano del experimentador (Control 1, ver Datos Complementarios para más detalles).
Encontramos que la visibilidad de los grillos había disminuido al instante después de la perturbación artificial de la
hojarasca por el experimentador (Figura 2), a niveles comparables a
los que muestran los grillos alojados con arañas vivas (Figura 1A).
Esos grillos, sin embargo, volvieron a los niveles de visibilidad
basales 45 minutos después de la perturbación (ANOVA de medidas
repetidas: F2,12
= 22.15, p < 0.001; Figura 2). Teniendo en cuenta que el aumento
de la ocultación después de la perturbación artificial duró sólo
45 minutos, mientras que para los observadores del Experimento 2
duraba al menos 24 horas, quedaban descartados los tiempos de
reaparición como una explicación alternativa al aprendizaje. La
amenaza percibida por los observadores en el Experimento 2 fue mucho
mayor que la percibida por los sujetos del Control 1. La información
transmitida por los demostradores del ambiente peligroso no podía
ser un mero indicativo de preferencias de microhábitat (es decir, la
posición en la hojarasca) y en su lugar debía ser un indicativo de
peligro para los observadores.
Es
poco probable que las señales de olor residuales desempeñen un
papel significativo en el cambio de comportamiento duradero visto en
los observadores; los observadores inexpertos del Experimento 2
fueron colocados en un entorno que no contenía arañas, y que nunca
las contuvo. Además, la mayoría de las feromonas de alarma de los
insectos son de breve duración y están activas sólo en un rango
cercano, permitiendo así que se reanude la actividad normal una vez
que ha pasado la amenaza (Matthews y Matthews 1978; Hartlieb y
Anderson 1999). Es poco probable que las feromonas de alarma de los
grillos, si es que han sido efectivamente liberadas, sean efectivas
24 horas después de su liberación. No obstante, nos aseguramos de
que no fuese éste el caso por medio de otro experimento (Control 2),
en el cual se proporcionó a los sujetos señales de "seguridad
pasada", "peligro pasado" o "peligro presente"
(Figura S2
y más detalles en Datos Complementarios). Para eso, los grillos
y/o las arañas fueron mantenidos en jaulas durante 48 horas.
Supusimos que cualquier indicio de olor dejado por los grillos solos
sería un indicativo de seguridad pasada, mientras que cualquier
indicio de olor dejado tanto por los grillos como por las arañas
sería indicativo del peligro pasado. Los grillos y las arañas
fueron extraídos y reemplazados por grillos que ignoraban el estado
del ambiente. El ambiente de peligro presente fue similar al del
ambiente del peligro pasado, excepto que en el primero, tres arañas
vivas permanecieron presentes cuando se añadieron los grillos
nuevos. La proporción de grillos inexpertos vistos en la superficie
de las hojas fue anotada después de permanecer 24 horas en dichos
ambientes. Descubrimos que los grillos juveniles recientes disminuían
en mucho su visibilidad en respuesta a la presencia de las arañas
(peligro presente) pero no a potenciales señales de olor dejadas por
los grillos seguros (seguridad pasada) o por las arañas y sus
congéneres sujetos a estrés y depredación (peligro pasado), (F2,9
= 7.13, p = 0.014; Figura 3).
También
nos aseguramos de que la ocultación prolongada de los observadores
no fuese la expresión de una simple respuesta taxonómica negativa
desencadenada sólo por las feromonas de alarma (Control 3). Para
ello, subdividimos las jaulas con una partición que permitía el
intercambio de feromonas entre los dos compartimentos, pero no el
contacto físico o visual (Figura S3
y más detalles en Datos Complementarios). Después de pasar 15
horas en dos ambientes que contenían tres arañas el uno y ningún
depredador el otro, diez demostradores fueron trasladados a uno de
los compartimentos, mientras que diez observadores inexpertos fueron
trasladados al otro. Después de 6 horas durante las cuales los
observadores y los demostradores compartieron el mismo aire, no
encontramos diferencias en la visibilidad de los observadores entre
los del ambiente peligroso (media ± SEM = 0.21 ± 0.04) y los del
ambiente seguro (0.19 ± 0.02; prueba de Mann-Whitney: Z = −0.22, p
= 0.843).
Estos
controles confirman que la respuesta de evitación de los
depredadores del Experimento 2 (Figura 1D) no pudo haber sido
desencadenada, y mucho menos mantenida de forma prolongada, por
señales de las arañas (Control 2) o por supuestas feromonas de
alarma de los grillos, ya sean recientes (Control 3) o con 24 horas
de antigüedad (Control 2). La respuesta de ocultamiento por lo tanto
requiere o bien encuentros directos con las arañas vivas
(Experimento 1, Control 2) o bien encuentros con individuos que
acaban de tener contacto con las arañas (Experimento 2). Aunque no
podemos descartar estrictamente la posibilidad de que las respuestas
de ocultamiento estén provocadas por una combinación de las señales
odoríferas y la conducta de los congéneres asustados, nuestros
resultados sugieren que la información indirecta sobre la presencia
de las arañas activará de manera eficiente una respuesta de
ocultación sólo en caso de que sea inducido por el comportamiento
de los demás.
CONCLUSIONES
Nuestro
estudio proporciona evidencias que apoyan el aprendizaje social en
insectos no-coloniales, así como una original evidencia del uso de
señales sociales indicativas de peligro en los insectos en general.
Nuestros resultados también evocan las cascadas de información que
predicen que los individuos deben copiar el comportamiento de
evitación de los depredadores (por ejemplo, huir, esconderse) de los
demás, con independencia de su propia información personal respecto del peligro, especialmente si se observan a otros muchos
practicando el mismo comportamiento de evitación de los depredadores
(Giraldeau, Valone y Templeton 2002; Lima 1995). La ciega imitación del
comportamiento de evitación de los depredadores puede parecer
costoso en ausencia de una amenaza real, sin embargo, puede ser una
solución óptima; el beneficio de evitar la depredación a menudo
excede en gran medida el coste de renunciar a las actividades de
sustento.
El aprendizaje social en un contexto predatorio se considera
comúnmente como un aprendizaje de clave específica que permite
identificar la identidad de un nuevo depredador (Griffin 2004), un
tipo de hábitat (Chivers y Smith 1995), o una ruta de escape local
(Reader, Kendal y Laland 2003), pero no un peligro
cercano, por lo general. El aprendizaje social, sin embargo, se define clásicamente
como "aprender sobre el medio ambiente a través de la
observación de los congéneres" (Heyes, 1993) y se refiere a
"cualquier incidencia en la que los individuos adquieran nuevos
comportamientos o información sobre su entorno mediante la
observación o la interacción con otros animales o sus efectos"
(Brown y Laland 2003). Según estas definiciones, el aprendizaje
social también puede servir para renovar la propia estimación del
estado del mundo, como el presente nivel de depredación, y puede
interpretarse en esos términos, siempre que conduzca a un cambio
duradero en el comportamiento (Heyes 1994). Argumentamos que nuestros
hallazgos en el Experimento 2 pueden ser un primer caso de
aprendizaje social en insectos no-coloniales y evalúa la evidencia
de soporte.
En primer lugar, el hecho de que los observadores mantuviesen su
comportamiento de evitación de depredadores después de que fuesen
eliminados los demostradores descarta una interpretación en términos
simples de facilitación social. La facilitación social ocurre
cuando la mera presencia de otros que simultáneamente muestran un
comportamiento es suficiente para desencadenarlo en observadores
cercanos (Galef Jr. 1988). En segundo lugar, el tiempo de retención
del comportamiento modificado observado (24 h) fue al menos 4 veces
superior al tiempo necesario para que éste se extienda (6 horas o
menos), lo que hace poco probable la interpretación del contagio
social; en el contagio social, un comportamiento dado se propaga de
manera automática y fácil, y a menudo tan rápidamente como se
descompone, mientras que los patrones de comportamiento modificados
por el aprendizaje social son más robustos y duraderos (Conte y
Paolucci 2001). En tercer lugar, que una diferencia en el
comportamiento aún fuese detectable pasadas 24 horas coincide o
excede lo reportado de usual en la literatura sobre el aprendizaje
social (por ejemplo, algunos minutos [Katz y Lachlan 2003;
Vale-Martinez, Baxter y Eichenbaum 2002], 1 hora [Ray y Heyes 2002],
15-16 horas [Brown, Markula y Laland 2003]; 24 horas [Vale-Martinez,
Baxter y Eichenbaum 2002]). Por último, aunque aún no hayan sido
determinados los mecanismos participantes, el contacto visual y la
observación del comportamiento de los demás parecen ser un
componente clave de la transferencia social de información descrita
aquí. Por todas estas razones, argumentamos que nuestros resultados
son consistentes con las definiciones clásicas del aprendizaje
social. Además, dados nuestros diversos controles para evaluar
interpretaciones alternativas y más simples para los cambios
conductuales prolongados reportados, la explicación del aprendizaje
social es hasta ahora la más parsimoniosa.
En
lugar de ser algo indicativo de las altas capacidades cognitivas, el
aprendizaje social puede ser una solución relativamente simple
utilizada por una amplia gama de especies animales. En el caso de los
grillos de bosque, es probable que el aprendizaje social en un contexto de
depredación se vea favorecido por la necesidad de
adquirir a bajo coste información altamente peligrosa pero
beneficiosa, por la posibilidad de adquirir esa información a través
de una conspicua conducta de evitación de depredadores de los
congéneres, y por la oportunidad de hacerlo de esta manera dada la
alta densidad en que se encuentra la especie. Las altas densidades de
los grillos hacen que los encuentros con los congéneres, y, por lo
tanto, la transferencia de información, sean muy probables
(véase Datos Complementarios).
De esto se desprende que el factor decisivo que favorece el
aprendizaje social en insectos puede no ser el hecho de vivir en
colonias, como lo sugiere la comparación entre las abejas coloniales
y las solitarias (Dukas 1987; Dukas y Real 1991), sino más
sencillamente la oportunidad de interactuar con organismos que
compartan necesidades y condiciones ecológicas similares (Worden y
Papaj 2005). Para que las presas puedan beneficiarse de la
información social sobre el peligro cercano, las tasas de los
encuentros con los potenciales demostradores debe ser más altas que
con los depredadores. De ello se desprende que el aprendizaje social
en un contexto de depredación debería estar favorecido en especies
que se producen en altas densidades locales en áreas con un rango de
especies en el cual las presas superen en número a los depredadores.
Aunque
el comportamiento de los insectos ha dejado de ser visto como algo
estereotipado, el dominio del aprendizaje social y la transferencia
de información en general siguen estando muy sesgados en favor de
los vertebrados (Galef Jr. y Giraldeau 2001; Kendal et
al. 2005; Danchin et
al. 2004; Galef Jr. y Heyes 1996; Box y
Gibson 1996; pero véase también Dukas 2004; Webster y Fiorito
2001). Es interesante observar cómo esta habilidad ha sido en gran
medida ignorada respecto a los insectos, un taxón que representa a
la gran mayoría de las especies animales. Nuestros resultados
indican que el aprendizaje social puede estar más difundido
filogenéticamente de lo que pensado y, por lo tanto,
que el sesgo taxonómico que se aprecia en la literatura no está
justificado. Además, nuestros hallazgos apoyan la opinión (Fragazsy
y Visalberghi 1996; Coolen et al.
2003) de que el aprendizaje social está condicionado a
determinaciones ecológicas más que taxonómicas.
AGRADECIMIENTOS
Este
trabajo es parte de la investigación llevada a cabo dentro del
proyecto Cricket Inspired perCeption and Autonomous Decision Automata
(CICADA) (IST-2001-34718). Este proyecto está financiado por la
Comunidad Europea en virtud de la acción de Lifelike Perception
Systems, acción clave del brazo de tecnologías futuras y emergentes
(FET) del programa "Information Society Technologies-IST".
Agradecemos a Jeremy Kendal y Etienne Danchin por las discusiones y a
Nathalie Mille por su ayuda en la ejecución de los controles.
También estamos agradecidos a Simon Reader, así como a dos
revisores anónimos, por sus estimulantes comentarios sobre una
versión anterior del manuscrito.
Isabelle Coolen, Olivier Dangles
& Jérôme Casas, 8 de noviembre de 2005.
REFERENCIAS
Beugnon,
G., Pastergue-Ruiz, I., Schatz, B., Lachaud, J.-P., 1996. Cognitive
approach of spatial and temporal information processing in insects.
Behav. Processes, 35, pp. 55-62.
Bouskila,
A., Blumstein, D.T., 1992. Rules of thumb for predation hazard
assessment: Predictions from a dynamic model. Am. Nat., 139, pp.
161-176.
Bouskila,
A., Blumstein, D.T., Mangel, M., 1995. Prey under stochastic
conditions should probably overestimate predation risk: A reply to
Abrams. Am. Nat., 145, pp. 1015-1019.
Box, H.O.,
Gibson, K.R., 1999. Mammalian Social Learning: Comparative and
Ecological Perspectives. Cambridge University Press, Cambridge.
Brown, C.,
Laland, K.N, 2003. Social learning in fishes: A review. Fish Fish.,
4, pp. 280-288.
Brown, C.,
Markula, A., Laland, K.N., 2003. Social learning of prey location in
hatchery-reared Atlantic salmon. J. Fish Biol., 63, pp. 738-745.
Chivers,
D.P., Smith, R.J.F., 1995. Chemical recognition of risky habitats is
culturally transmitted among fathead minnows, Pimephales promelas
(Osteichthyes, Cyprinidae). Ethology, 99, pp. 286-296.
Collett,
T.S., Graham, P., Durier, V., 2003. Route learning by insects. Curr.
Opin. Neurobiol., 13, pp. 718-725.
Conte, R.,
Paolucci, M., 2001. Intelligent social learning. Journal of
Artificial Societies and Social Simulation 4,
http://www.soc.surrey.ac.uk/JASSS/4/1/3.html.
Coolen, I.,
van Bergen, Y., Day, R.L., Laland, K.N., 2003. Species difference in
adaptive use of public information in sticklebacks. Proc. R. Soc.
Lond. B. Biol. Sci., 270, pp. 2413-2419.
Danchin,
E., Giraldeau, L.-A., Valone, T.J., Wagner, R.H., 2005. Public
information: From nosy neighbors to cultural evolution. Science, 305,
pp. 487-491.
Dangles,
O., Casas, J., Coolen, I., 2006. Textbook cricket goes to the field:
the ecological scene of the neuroethological play. Journal of
Experimental Biology,209: 393-398.
Dangles,
O., Magal, C., Pierre, D., Olivier, A., Casas, J., 2005. Variation in
morphology and performance of predator-sensing system in wild cricket
populations. J. Exp. Biol., 208, pp. 461-468.
Dukas, R.,
1987. Foraging behavior of three bee species in a natural mimicry
system: Female flowers which mimic male flowers in Ecballium
elaterium (Cucurbitaceae). Oecologia, 74, pp. 256-263.
Dukas, R.,
2004. Annu. Rev. Ecol. Syst., 35, pp. 347-374.
Dukas, R.,
Real, L.A., 1991. Learning foraging tasks by bees: A comparison
between social and solitary species. Anim. Behav., 42, pp. 269-276.
Endler,
J.A., 1991. Interactions between predators and prey. J.R. Krebs, N.B.
Davies (Eds.), Behavioural Ecology: An Evolutionary Approach (Third
Edition), Blackwell Scientific, Oxford, pp. 169-196.
Fragaszy,
D.M., Visalberghi, E., 1996. Social learning in monkeys: Primate
‘primacy’ reconsidered. C.M. Heyes, B.G. Galef Jr (Eds.), Social
Learning in Animals: the Roots of Culture, Academic Press, London,
pp. 65-81.
Galef Jr., B.G., 1988. Imitation in animals: History, definition and interpretation of data from the psychological laboratory. T.R. Zentall, B.G. Galef Jr (Eds.), Social Learning: Psychological and Biological Perspectives, Lawrence Erlbaum, Hillsdale, NJ, pp. 3-28.
Galef Jr., B.G., Giraldeau, L.-A., 2001. Social influences on foraging in vertebrates: Causal mechanisms and adaptive functions. Anim. Behav., 61, pp. 3-15.
Galef Jr., B.G., Heyes, C.M., 1996. Social Learning in Animals: the Roots of Culture. Academic Press, San Diego.
Giraldeau, L.-A., Valone, T.J., Templeton, J.J., 2002. Potential disadvantages of using socially-acquired information. Philos. Trans. R. Soc. Lond. B Biol. Sci., 357, pp. 1559-1566.
Goldberg, J., 1983. Construction et apprentissage social chez le Termite lucifuge Reticulitermes lucifugus (Rossi). Ann. Sci. Nat. Zool., 5, pp. 181-206.
Galef Jr., B.G., 1988. Imitation in animals: History, definition and interpretation of data from the psychological laboratory. T.R. Zentall, B.G. Galef Jr (Eds.), Social Learning: Psychological and Biological Perspectives, Lawrence Erlbaum, Hillsdale, NJ, pp. 3-28.
Galef Jr., B.G., Giraldeau, L.-A., 2001. Social influences on foraging in vertebrates: Causal mechanisms and adaptive functions. Anim. Behav., 61, pp. 3-15.
Galef Jr., B.G., Heyes, C.M., 1996. Social Learning in Animals: the Roots of Culture. Academic Press, San Diego.
Giraldeau, L.-A., Valone, T.J., Templeton, J.J., 2002. Potential disadvantages of using socially-acquired information. Philos. Trans. R. Soc. Lond. B Biol. Sci., 357, pp. 1559-1566.
Goldberg, J., 1983. Construction et apprentissage social chez le Termite lucifuge Reticulitermes lucifugus (Rossi). Ann. Sci. Nat. Zool., 5, pp. 181-206.
Griffin,
A.S., 2004. Social learning about predators: A review and prospectus.
Learn. Behav., 32, pp. 131-140.
Hartlieb, E., Anderson, P., 1999. Olfactory-released behaviours. B.S. Hansson (Ed.), Insect Olfaction, Springer, Berlin, pp. 315-349.
Heyes, C.M., 1993. Imitation, culture and cognition. Anim. Behav., 46, pp. 999-1010.
Hartlieb, E., Anderson, P., 1999. Olfactory-released behaviours. B.S. Hansson (Ed.), Insect Olfaction, Springer, Berlin, pp. 315-349.
Heyes, C.M., 1993. Imitation, culture and cognition. Anim. Behav., 46, pp. 999-1010.
Heyes,
C.M., 1994. Social learning in animals: Categories and mechanisms.
Biol. Rev. Camb. Philos. Soc., 69, pp. 207-231.
Isingrini, M., Lenoir, A., Jaisson, P., 1985. Preimaginal learning as a basis of colony-brood recognition in the ant Cataglyphis cursor. Proc. Natl. Acad. Sci. USA, 82, pp. 8545-8547.
Katz, M., Lachlan, R.F., 2003. Social learning of food types in zebra finches (Taenopygia guttata) is directed by demonstrator sex and feeding activity. Anim. Cogn., 6, pp. 11-16.
Kendal, R.L., Coolen, I., van Bergen, Y., Laland, K.N., 2005. Trade-offs in the adaptive use of social and asocial learning. Adv. Study Behav. 35, in press.
Langridge, E.A., Franks, N.R., Sendova-Franks, A.B., 2004. Improvement in collective performance with experience in ants. Behav. Ecol. Sociobiol., 56, pp. 523-529.
Isingrini, M., Lenoir, A., Jaisson, P., 1985. Preimaginal learning as a basis of colony-brood recognition in the ant Cataglyphis cursor. Proc. Natl. Acad. Sci. USA, 82, pp. 8545-8547.
Katz, M., Lachlan, R.F., 2003. Social learning of food types in zebra finches (Taenopygia guttata) is directed by demonstrator sex and feeding activity. Anim. Cogn., 6, pp. 11-16.
Kendal, R.L., Coolen, I., van Bergen, Y., Laland, K.N., 2005. Trade-offs in the adaptive use of social and asocial learning. Adv. Study Behav. 35, in press.
Langridge, E.A., Franks, N.R., Sendova-Franks, A.B., 2004. Improvement in collective performance with experience in ants. Behav. Ecol. Sociobiol., 56, pp. 523-529.
Leadbeater,
E., Chittka, L., 2005. A new mode of information transfer in foraging
bumblebees? Curr. Biol., 15, pp. R447-R448.
Lefranc, A., Jeune, B., Thomas-Orillard, M., Danchin, E., 2001. Non-independence of individuals in a population of Drosophila melanogaster: Effects on spatial distribution and dispersal. C. R. Acad. Sci. III, 324, pp. 219-227.
Lefranc, A., Jeune, B., Thomas-Orillard, M., Danchin, E., 2001. Non-independence of individuals in a population of Drosophila melanogaster: Effects on spatial distribution and dispersal. C. R. Acad. Sci. III, 324, pp. 219-227.
Lima, S.L.,
1995. Collective detection of predatory attack by social foragers:
Fraught with ambiguity? Anim. Behav., 50, pp. 1097-1108.
Matsumoto, Y., Mizunami, M., 2002. Lifetime olfactory memory in the cricket Gryllus bimaculatus. J. Comp. Physiol. [A], 188, pp. 295-299.
Matthews, R.W., Matthews, J.R., 1978. Insect Behavior. Wiley, New York.
Papaj, D.R., Lewis, A.C., 1993. Insect Learning: Ecological and Evolutionary Perspectives. Chapman and Hall, New York.
Ray, E.D., Heyes, C.M., 2002. Do rats in a two-action test encode movement egocentrically or allocentrically? Anim. Cogn., 5, pp. 245-252.
Reader, S.M., Kendal, J.R., Laland, K.N., 2003. Social learning of foraging sites and escape routes in wild Trinidadian guppies. Anim. Behav., 66, pp. 729-739.
Rull, J., Prokopy, R.J., Vargas, R.I., 2003. Effects of conspecific presence on arrival and use of hosts in Ceratitis capitata flies. J. Insect Behav., 16, pp. 329-346.
Seeley, T.D., 1998. Thoughts on information and integration in honey bee colonies. Apidologie (Celle), 29, pp. 51-64.
Sih, A., 1997. To hide or not to hide? Refuse use in a fluctuating environment. Trends Ecol. Evol., 12, pp. 375-376.
Vale-Martinez, A., Baxter, M.G., Eichenbaum, H., 2002. Selective lesions of basal forebrain cholinergic neurons produce anterograde and retrograde deficits in a social transmission of food preference task in rats. Eur. J. Neurosci., 16, pp. 983-998.
Webster, S.J., Fiorito, G., 2001. Socially guided behaviour in non-insect invertebrates. Anim. Cogn., 4, pp. 69-79.
Matsumoto, Y., Mizunami, M., 2002. Lifetime olfactory memory in the cricket Gryllus bimaculatus. J. Comp. Physiol. [A], 188, pp. 295-299.
Matthews, R.W., Matthews, J.R., 1978. Insect Behavior. Wiley, New York.
Papaj, D.R., Lewis, A.C., 1993. Insect Learning: Ecological and Evolutionary Perspectives. Chapman and Hall, New York.
Ray, E.D., Heyes, C.M., 2002. Do rats in a two-action test encode movement egocentrically or allocentrically? Anim. Cogn., 5, pp. 245-252.
Reader, S.M., Kendal, J.R., Laland, K.N., 2003. Social learning of foraging sites and escape routes in wild Trinidadian guppies. Anim. Behav., 66, pp. 729-739.
Rull, J., Prokopy, R.J., Vargas, R.I., 2003. Effects of conspecific presence on arrival and use of hosts in Ceratitis capitata flies. J. Insect Behav., 16, pp. 329-346.
Seeley, T.D., 1998. Thoughts on information and integration in honey bee colonies. Apidologie (Celle), 29, pp. 51-64.
Sih, A., 1997. To hide or not to hide? Refuse use in a fluctuating environment. Trends Ecol. Evol., 12, pp. 375-376.
Vale-Martinez, A., Baxter, M.G., Eichenbaum, H., 2002. Selective lesions of basal forebrain cholinergic neurons produce anterograde and retrograde deficits in a social transmission of food preference task in rats. Eur. J. Neurosci., 16, pp. 983-998.
Webster, S.J., Fiorito, G., 2001. Socially guided behaviour in non-insect invertebrates. Anim. Cogn., 4, pp. 69-79.
Worden,
B.D., Papaj, D.R., 2005. Flower choice copying in bumblebees. Biol.
Lett., in press.
________________________________________
Traducción: Igor Sanz
Texto
original: Social Learning in Noncolonial Insects?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Toda opinión será bienvenida siempre que se ajuste a las normas básicas del blog. Los comentarios serán sin embargo sometido a un filtro de moderación previo a su publicación con efecto de contener las actitudes poco cívicas. Gracias por su paciencia y comprensión.