Los funcionarios
australianos anunciaron a principios de este mes un plan para
disparar y matar a miles de camellos. ¿Qué han hecho los camellos
para merecer este castigo? Buscar agua para beber, una búsqueda que
los condujo hasta las poblaciones humanas.
El año pasado, los
gobiernos federal y estatal de los Estados Unidos gastaron decenas de
millones de dólares en programas para "erradicar" piaras
enteras de cerdos salvajes. ¿Qué habían hecho los cerdos para
merecer este castigo? Buscar comida, una búsqueda que, una vez más,
los condujo hasta las poblaciones humanas.
Este año, Denver
se dispone a seguir matando a su población de gansos, después de
que el año pasado se sacrificaran ya 1.600 de ellos. ¿Qué están
haciendo los gansos para merecer este castigo? Simplemente están
tratando de vivir —Colorado es parte de su distribución histórica—
entre gentes que los ven como una molestia.
Estas historias
son sólo la punta del iceberg. Si bien los detalles varían, el guión
fundamental es siempre el mismo. Cuando los intereses de humanos y
nohumanos parecen entrar en conflicto, usamos la violencia, a menudo
en forma de campañas de exterminio, para resolverlo a nuestro favor
aparente.
En muchos casos, usamos un lenguaje militar y
catastrofista para justificar esta violencia contra los otros
animales. En lugar de retratar a los nohumanos como criaturas
compañeras sin más pretensiones que la subsistencia, los dibujamos
como invasores enemigos que vienen a destruir nuestras comunidades.
Un ejemplo de ello lo hallamos en The New York Times, donde en el mes
pasado se pudo leer en relación a los cerdos salvajes: "Ganaderos
y funcionarios estatales vigilan a un ejército enemigo reunido al
norte, en la frontera con Canadá".
La idea de las
especies invasoras tiene más de político que de científico. El
gobierno federal de los EE. UU., por ejemplo, define a las especies
invasoras como "una especie foránea cuya introducción causa o
puede causar daños económicos, ambientales o sanitarios".
Según esta definición, el simple potencial de dañar los intereses
económicos es suficiente para que una especie no nativa sea
catalogada como invasora. Destacados ecologistas como Marc Bekoff
señalan que las creencias sobre los impactos de las "especies
invasoras" también están cargadas de valores, sobre todo
cuando estas creencias deben determinar si los animales viven o
mueren.
Es posible que la
retórica de las especies invasoras no pretenda construir un lenguaje
que contribuya a la violencia contra los demás animales, pero lo
hace. Esta retórica genera una distancia con ellos, anulándolos
como sujetos de consideración moral y omitiendo el hecho de que los
humanos atacan y matan a los nohumanos con mucha mayor frecuencia que
a la inversa. Esta retórica permite racionalizar la muerte de otros
animales sin necesidad de hallar formas pacíficas de coexistencia.
La retórica de las
especies invasoras no es, por supuesto, la única forma en que los
humanos crean un distanciamiento con el resto de los animales.
También ocurre cuando catalogamos a los individuos de otras especies
como "eso" o cuando describimos la violencia contra ciertos
animales como un "sacrificio". Este lenguaje produce y
fomenta una ideología más profunda que prioriza los intereses
humanos por encima de cualquier cosa, una ideología que apoya
cualquier medio expeditivo en cuanto los intereses humanos se ven
amenazados de alguna manera.
Según esta
ideología humanocentrista, los humanos (o al menos algunos humanos)
tienen derecho a la autodeterminación. Al resto de los animales en
cambio se les asigna un papel en función de su valor para nuestra
especie. En un extremo del espectro, los animales domesticados están
destinados a vivir en cautividad y proporcionar a los humanos
beneficios que van desde los sentimentales hasta los gastronómicos.
En el otro extremo, los animales salvajes están destinados a vivir
en la naturaleza y proporcionar a los humanos beneficios que van
desde los estéticos hasta los ecológicos. Si los animales salvajes
cumplen su papel, permitimos su existencia. Pero si se desvían del rol prescrito por los seres
humanos, les respondemos con rapidez y brutalidad.
Las
actividades humanas están dejando a los demás animales con un
espacio cada vez menor para vivir. Nuestra especie cada día se está
apoderando de una mayor cantidad de planeta, al mismo tiempo que
convertimos en inhabitables cada vez más territorios a causa de un
cambio climático causado por nosotros. No es casualidad que cerdos,
camellos, gansos y otras especies "invasoras" busquen
comida, agua y refugio con desesperación. Si bien es cierto que la
escasez de recursos ha sido una amenaza común para los nohumanos,
los humanos están agravando estas amenazas al mismo tiempo que
producen otras nuevas. Luego castigamos a los animales por tratar de
hacer frente a los problemas que hemos generado.
¿Qué tal si
en lugar de asumir que los nohumanos están aquí para nosotros
aceptamos que merecen vivir sus propias vidas? Quizá las formas
sorprendentes y creativas en que los otros animales logran adaptarse
nos hagan sentir inspiración más que amenaza. Los cerdos, por
ejemplo, existen en América sólo porque los humanos los trajeron
para usarlos de alimento, a pesar de lo cual han demostrado una
notable resistencia. Pueden sobrevivir en muchos ambientes, e incluso
se están adaptando al clima frío de Canadá y el norte de los
Estados Unidos aprendiendo a excavar en la nieve, creando los
llamados "pigloos" ["iglús de cerdo"].
De igual modo, ¿qué tal si en lugar de emplear a los nohumanos como chivos expiatorios por la escasez de recursos aceptamos que los humanos somos los principales responsables? Nuestras miradas deberían estar puestas en aquellos comportamientos humanos que están creando estos problemas de escasez. Los camellos, por ejemplo, existen en Australia sólo porque los colonos los llevaron hasta allí para explorar el interior. Los camellos han aprendido a vivir en comunidades autónomas, y los humanos los culpan —y los ejecutan— por la escasez de agua. Sin embargo, la ganadería australiana tiene una responsabilidad mucho mayor en este problema, así como en otros problemas ambientales.
De igual modo, ¿qué tal si en lugar de emplear a los nohumanos como chivos expiatorios por la escasez de recursos aceptamos que los humanos somos los principales responsables? Nuestras miradas deberían estar puestas en aquellos comportamientos humanos que están creando estos problemas de escasez. Los camellos, por ejemplo, existen en Australia sólo porque los colonos los llevaron hasta allí para explorar el interior. Los camellos han aprendido a vivir en comunidades autónomas, y los humanos los culpan —y los ejecutan— por la escasez de agua. Sin embargo, la ganadería australiana tiene una responsabilidad mucho mayor en este problema, así como en otros problemas ambientales.
Conviene que seamos
reflexivos también a la hora de asignar responsabilidades en cuanto
a la violencia contra los nohumanos. Debemos poner atención sobre
las estructuras sociales que crean los conflictos entre humanos y
nohumanos, así como en los mandatarios que trabajan para mantener
estas estructuras. En Australia, por ejemplo, los principales
responsables de las muertes de los camellos no son las comunidades
aborígenes que aprobaron los "sacrificios"; bien al
contrario, los principales responsables son los líderes políticos
que niegan el cambio climático que ha originado esta situación (y
sus simpatizantes).
Muchos de los conflictos
con los otros animales desaparecerían con el tiempo si se lograse
reestructurar a la sociedad en favor de una perspectiva más
inclusiva con las otras especies. Cuanto mayores sean los territorios
y recursos protegidos para los demás animales (por ejemplo, creando
parques y reservas), menos necesidad tendrán estos de penetrar en
"nuestras" poblaciones en busca de comida, agua o refugio.
Y cuanto más acomodadas estén "nuestras" ciudades a las
necesidades de los otros animales (por ejemplo, creando edificios y
carreteras más amigables con ellos), menos conflictos se producirán
entre los humanos y los nohumanos que cohabiten en dichos espacios.
¿Y qué
podemos hacer con los camellos sedientos, los cerdos hambrientos y
otros animales similares mientras trabajamos por una sociedad más
justa para con humanos y nohumanos? Es posible que en un mundo tan
imperfecto como el que vivimos no alcancemos jamás a tratar a todo
el mundo de la manera plena que merece. Pero podemos —y
debemos— empezar a idear mejores formas de vivir con los otros
animales ya. Si al menos pudiéramos discutir los supuestos
conflictos sin describir a los animales como plagas e invasores, o
sin contemplar la violencia como la solución predeterminada, quizá
nos sorprendamos de lo humanos que podemos llegar a ser.
Jeff Sebo, 31 de enero de 2020.
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Traducción: Igor Sanz
Texto original: Stop Treating Animals as "Invaders" for Simply Trying to Exist
Necesitaba éste texto, para fundamentar cazadores defensores del los asesinatos por "invasión"! Soy vegana, y muchísimas gracias!!!!
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