jueves, 22 de abril de 2021

Reconocimiento de la personalidad animal en la conservación compasiva

  

 
RESUMEN 
 
La conservación compasiva está basada en la posición ética que parte de que las acciones tomadas para proteger a la biodiversidad deberían estar dirigidas por la compasión por todos los seres sintientes. Los críticos de esta postura argumentan que hay tres razones nucleares por las que el daño a los animales es aceptable dentro de los programas de conservación: el principal motivo de la conservación es la protección de la biodiversidad; la conservación ya es compasiva con los animales; y la conservación debería priorizar la compasión hacia los humanos. Usamos un análisis de argumentos para aclarar los valores y la lógica subyacentes al debate en torno a la conservación compasiva. Encontramos que el rechazo a la conservación compasiva es una expresión del excepcionalismo humano, la visión de que los humanos están en un nivel moral categóricamente separado y superior al de todas las demás especies. Por el contrario, los conservacionistas compasivos creen que la conservación debería expandir su comunidad moral y reconocer a todos los seres sintientes como personas. La calidad de persona, en un sentido ético, implica que el individuo merece respeto y no debería ser tratado solamente como un medio para fines ajenos. Si hablamos desde fundamentos científicos y éticos, existen muy buenas razones para extender la calidad de persona a todos los animales sintientes, particularmente en la conservación. La exclusión moral o la subordinación de los miembros de otras especies justifica la continua manipulación y explotación de los seres vivos, justo la razón por la que se hizo necesario el origen de la conservación. La aceptación de la compasión nos puede ayudar a desmantelar el excepcionalismo humano, reconocer la personalidad nohumana y navegar un espacio moral más expansivo. 
 
INTRODUCCIÓN 
 
La cultura occidental tradicional consideraba a los humanos como seres excepcionales dentro del reino animal (Rose 2011). Esta creencia se vio desafiada por los avances científicos y filosóficos, que confirmaron la opinión de Charles Darwin en cuanto a que "no existe una diferencia fundamental" entre los humanos y el resto de los animales (Darwin 1871). Hoy en día, resulta indiscutible que muchos animales son seres sintientes (Low et al. 2012; Bekoff y Pierce 2017). Mucho han cambiado las cosas desde la década de 1960, cuando la primatóloga Jane Goodall fue reprendida por atribuir personalidad y sentimientos a los chimpancés (Goodall 1998). A pesar de ello, incluso los animales nohumanos con una reconocida sofisticación mental, emocional y social (como los mamíferos, las aves y los cefalópodos) siguen siendo tratados como medios para fines humanos (Midgley 1985). El conservacionismo no es una excepción (Wallach et al. 2018).
 
Aunque la ciencia de la conservación estuvo inspirada por una excepcional ética expansiva de reconocimiento al valor intrínseco del mundo vivo (Batavia y Nelson 2017), los animales nohumanos no gozan necesariamente de un destino mejor en manos de los conservacionistas del que tienen reservado en otras manos (Ramp y Bekoff 2015; Wallach et al. 2018). Los conservacionistas reflejan a menudo una profunda preocupación, e incluso amor, por la vida salvaje y la naturaleza. Sin embargo, bien podría ser éste un ejemplo de "amores que matan" (Srinivasan y Kasturirangan 2017). Tres son las inclinaciones éticas que conducen a este daño sistemático del conservacionismo hacia los animales sintientes: el colectivismo (u holismo) —la creencia de que las especies importan más que los individuos; el instrumentalismo —tratar a un ente como un medio para un fin; y el nativismo —la idea de que las poblaciones implantadas por los humanos son antinaturales (Wallach et al. 2018). Estas inclinaciones conducen a prácticas conservacionistas que emplean "medidas déspotas de gestión y de control" (Bhattacharyya y Larson 2014) y consideran a los animales nohumanos como "ejemplares de su clase" (Vucetich y Nelson 2007), "destruibles" (Haraway 2013) y "objetos" (Nussbaum 1995).
 
La conservación compasiva, por el contrario, reconoce que las prácticas de conservación deben proteger los intereses y la agencia de todos los seres sintientes (Ramp y Bekoff 2015; Wallach et al. 2018). En otras palabras, que los seres sintientes son personas. La personalidad, en sentido ético, implica el deber de respetar a un ente y no tratarlo como un mero medio para fines ajenos (Midgley 1985; Dayan 2018). Son muchas las tradiciones (incluidas las culturas basadas en la caza) que han comprendido que el mundo está animado por una multitud de personas con las que los humanos forman relaciones de afinidad (por ejemplo, Rose 2011; Hill 2013; Robinson 2014). Sin embargo, la tradición occidental ha limitado en gran medida la noción de personalidad a los humanos, una expresión de excepcionalismo humano que reserva para los seres humanos una categoría separada e inherentemente superior (Plumwood 1993). Nuestro objetivo no es tanto discutir este punto de vista como ofrecer una alternativa; a saber, que todos los seres sintientes son personas cuando son observados a través de las lentes de la compasión.
 
La idea de que los objetivos y las prácticas de conservación han de estar guiadas y, cuando sea necesario, reorientadas por la compasión hacia los seres sintientes, ha sido motivo de un intenso debate. Recientemente, se han podido observar una serie de críticas a la conservación compasiva en Conservation Biology, recogidas en Conservation Focus bajo el título "Debate sobre la compasión en la ciencia de la conservación" (2019, Volumen 33, Número 4). Prestaremos atención a las principales afirmaciones hechas en contra de la conservación compasiva desde 5 ensayos que rebatían lo expresado en Wallach et al. (2015) y Wallach et al. (2018): Russell et al. (2016), Driscoll y Watson (2019), Hampton et al. (2019), Hayward et al. (2019) y Oommen et al. (2019) (en adelante críticos o detractores). De estas críticas se pueden condensar 3 razones fundamentales para el rechazo a la conservación compasiva y el apoyo a las prácticas de conservación letales e invasivas: el propósito principal (la razón de ser) del conservacionismo es la protección de la biodiversidad; el conservacionismo ya es compasivo con los animales; y el conservacionismo debe priorizar la compasión hacia los humanos (Tabla 1). Desplegamos estas razones en argumentos formales, lo que nos permitió dilucidar los valores y la lógica que subyacen al debate sobre la conservación compasiva. Los argumentos formales se componen de un conjunto de premisas (P) que conducen a una conclusión (C). Un argumento es sólido cuando cumple 2 condiciones: una, que sea válido, lo que significa que su conclusión derive necesariamente de las premisas; y dos, que sus premisas sean verdaderas o apropiadas, lo que implica que las premisas empíricas sean fácticamente precisas y las éticas, consistentemente defendibles (Hughes et al. 2010).

Tabla 1. Razones y ejemplos de declaraciones de los críticos en contra la conservación compasiva y a favor de los programas de conservación letales e invasivos.

Razones Ejemplos de declaraciones

El objetivo de la conservación es proteger la biodiversidad.
Russell et al. (2016):
"[Evitar que] las especies en peligro de extinción se extingan… es la esencia de la biología de la conservación."
"La restauración de... los procesos naturales es el deber principal que asumen los biólogos conservacionistas."
"[E]l objetivo [del control letal de las especies introducidas] es restablecer los procesos ecológicos naturales."
Driscoll y Watson (2019):
"Nosotros, como especialistas de la conservación y seres humanos éticos que somos, queremos preservar la diversidad. Queremos preservar las funciones. Queremos preservar los sistemas."
"[Los argumentos] que descartan el sacrificio de especies exóticas invasoras... [se encuentran] directamente en la esfera del negacionismo científico."
Hayward et al. (2019):
"[La c]onsideración ética por los animales individuales... [es apropiada] sólo en la medida en que sea consistente con la protección a escala de paisaje de la biodiversidad nativa."
"Los conservacionistas apoyan de forma general [dañar animales individuales] porque, a veces, la intervención es necesaria."


La conservación ya es compasiva con los animales
Argumento 1
Russell et al. (2016):
"Cuando se matan depredadores invasores para lograr los objetivos de conservación, creemos en ello como una acción que puede surgir de la compasión hacia todo el ecosistema, sus especies, los individuos que se protegen y los propios animales invasores."
"En algunos casos, el control letal es el camino más ético y compasivo."
Driscoll y Watson (2019):
"La conservación compasiva no es compasiva."
Hampton et al. (2019):
"[C]uando se lleva a cabo un control letal [de acuerdo con las prácticas más adecuadas], los resultados de bienestar animal son en la mayoría de los casos superiores a las opciones alternativas."
Hayward et al. (2019):
"La compasión (o, menos específicamente, la preocupación por el bienestar animal individual) se ha vuelto ya en un aspecto importante de las prácticas de conservación."
Argumento 2
Hampton et al. (2019):
"Bajo un enfoque consecuencialista, ciertas acciones polémicas, como matar, se consideran éticamente permisibles si, en comparación con sus alternativas, ofrecen un mejor equilibrio entre los efectos positivos y los negativos."
Driscoll y Watson (2019):
"[El sufrimiento asociado con las especies introducidas] es distinto del sufrimiento y la muerte asociado con las especies nativas, que son resultado y parte integral de los procesos evolutivos naturales."
"El sufrimiento [que los conservacionistas compasivos] buscan prevenir por medio de virtudes éticas conduce a un mayor sufrimiento y muerte."
Hayward et al. (2019):
"[No hacer] daño a [los animales] introducidos genera más daño a un mayor número de animales individuales. Sin embargo, y a pesar de la gran cantidad de sufrimiento que infligen a otros animales, detener el control letal de los mamíferos invasores es una cuestión fundamental para los conservacionistas compasivos."
"Los métodos que emplean los profesionales para matar animales con fines de conservación casi siempre serán más humanitarios y compasivos que los métodos utilizados por los animales para matarse entre sí."


La conservación debe priorizar la compasión hacia los humanos
Hampton et al. (2019):
"Los efectos positivos [de las muertes] pueden... [incluir] resultados apropiados para los humanos como mayores recolecciones, mejoras en la calidad del agua y menos accidentes de tráfico."
Oommen et al. (2019):
"[La conservación compasiva] se centra en el bienestar de los animales salvajes individuales sin tener del todo en cuenta el bienestar o la visión del mundo de [los humanos]."
"Los costes humanos prácticos de exagerar la importancia moral de la sintiencia y la sapiencia de los animales nohumanos no son triviales."
"[Deberían] apoyarse programas de gestión de poblaciones, especies o hábitats enteros que estén basados en un consumo sostenible."
"[Se deben tener en cuenta] las consecuencias de las acciones de conservación sobre el bienestar humano."
"Los conservacionistas no deben suponer que un conjunto de valores antropomorfizados y culturalmente específicos son aplicables de forma universal y con independencia de los factores regionales o las políticas locales."

  
RESPUESTA A LA AFIRMACIÓN DE QUE EL OBJETIVO PRINCIPAL DEL CONSERVACIONISMO ES LA PROTECCIÓN DE LA BIODIVERSIDAD 
 
La comunidad conservacionista mundial comparte la creencia de que la naturaleza tiene un valor intrínseco y que el papel de la conservación es ayudar a la prosperidad de la biodiversidad de la Tierra (Sandbrook et al. 2019). No obstante, cuáles y cómo han de ser valoradas y protegidas las entidades vivientes sigue siendo una cuestión ética compleja y controvertida. Los conservacionistas compasivos reconocen el valor intrínseco de los individuos junto con el de los colectivos ecológicos (o conjuntos ecológicos) y piden que se evite dañar deliberadamente a los seres sintientes en los programas de conservación (por ejemplo, Ramp y Bekoff 2015; Wallach et al. 2018). Los críticos responden que existen situaciones en las que son necesarias prácticas letales e invasivas para proteger la biodiversidad y prevenir las extinciones. Por ejemplo, Russell et al. (2016) creen que "el control letal de los depredadores invasores está justificado en los casos en que hacerlo revierta [sus] impactos negativos... sobre las especies y los ecosistemas nativos". La primera línea de razonamiento invocada para impugnar la conservación compasiva se puede resumir de la siguiente manera (Tabla 1):
 
P1. Las acciones de conservación que dañan a los animales pueden ser necesarias para proteger la biodiversidad.
C. Por lo tanto, las acciones de conservación que dañan animales pueden ser apropiadas.
 
Los críticos tienden a centrarse exclusivamente en la veracidad de P1, asumiendo que de su verificación se sigue necesariamente la conclusión (por ejemplo, Driscoll y Watson 2019). Esta inferencia no es válida. Aunque las conclusiones descriptivas (por ejemplo, que los elefantes son mamíferos) requieren solo premisas descriptivas o empíricas, las conclusiones prescriptivas (por ejemplo, que los elefantes deben estar protegidos) requieren premisas tanto descriptivas como prescriptivas. Por lo tanto, P1 por sí solo no conduce a C (Nelson et al. 2016). Para ser válido, el argumento debe incluir al menos una premisa ética. Por ejemplo:
 
P1. El objetivo de la conservación es proteger la biodiversidad. (Premisa ética)
P2. Las acciones que sean necesarias para lograr el objetivo de la conservación son apropiadas. (Premisa ética)
P3. Las acciones de conservación que dañan a los animales pueden ser necesarias para proteger la biodiversidad. (Premisa empírica)
C. Por lo tanto, las acciones de conservación que dañan animales pueden ser apropiadas.
 
Esta argumentación sí sería válida, pero requiere de especificaciones adicionales para representar con mayor precisión las críticas a la conservación compasiva (Tabla 1). Según los críticos, el objetivo de proteger la biodiversidad (P1) se limita por lo general a la protección de las especies nativas (Tabla 1), que se consideran "de mayor valor para sus ecosistemas que las especies no nativas" (Hayward et al. 2019) . Además, en P2 y P3, los críticos no pretenden incluir a los humanos entre los animales en disposición de ser gravemente dañados con fines de protección de la biodiversidad (Tabla 1). Es entonces necesario ampliar el argumento para reflejar estos condicionantes:
 
P1. El objetivo de la conservación es proteger la biodiversidad. (Premisa ética)
P2. Proteger la biodiversidad significa proteger las especies nativas. (Premisa ética)
P3. Las acciones orientadas a los animales nohumanos que sean necesarias para lograr el objetivo de la conservación son apropiadas. (Premisa ética)
P4. Las acciones de conservación que dañan a los animales nohumanos pueden ser necesarias para proteger a las especies nativas. (Premisa empírica)
C. Por lo tanto, las acciones de conservación que dañan animales nohumanos pueden ser apropiadas.
 
Esta argumentación resume la primera objeción clave contra la conservación compasiva (Tabla 1). La premisa 1 es descriptiva y ética. Enuncia lo que la conservación pretende lograr (proteger la biodiversidad) y, al hacerlo, identifica algo que se considera valioso (la biodiversidad). La premisa 1 puede considerarse verdadera y apropiada, y un punto de partida compartido tanto por los críticos como por los partidarios de la conservación compasiva. Sin embargo, las posiciones éticas expresadas en P2 y P3 son discutibles.
 
La premisa 2 refleja una tendencia nativista y colectivista al estipular que sólo las especies nativas son dignas de la consideración conservacionista. El nativismo es un punto de vista tan influyente como controvertido (por ejemplo, Chew y Hamilton 2011; Bhattacharyya y Larson 2014; Sandbrook et al. 2019; Gbedomon et al. 2020) que clasifica y valora a las especies nohumanas en función de su asociación, o su falta de ella, con los humanos (generalmente occidentales) (Marris 2013). El colectivismo, a su vez, subsume el valor de las vidas nohumanas individuales (tanto nativas como foráneas) al valor de sus especies. La premisa 3, por su parte, representa la afirmación instrumentalista de que las medidas dirigidas contra los animales nohumanos se justifican cuando resultan necesarias para lograr el supuesto bien superior de la conservación (y cumplen los protocolos aceptados de bienestar animal) (Tabla 1).
 
Las premisas 2 y 3, y sus inclinaciones subyacentes, revelan una de las principales fisuras entre la conservación compasiva y sus detractores. Al defender métodos letales y cosificadores, los críticos de la conservación compasiva les niegan el estatus ético de personas a los animales nohumanos sintientes, incluso a aquellos con una conocida sofisticación cognitiva y emocional. Los conservacionistas compasivos, por el contrario, se toman en serio la idea de que todos los seres sintientes son personas y que no deben ser reducidos a símbolos de influencia antropogénica o tratados como prototipos de una clase cuyas vidas pueden ser intercambiadas en favor del beneficio colectivo. Bien al contrario, han de ser considerados y tratados con compasión, como sujetos e individuos únicos y con intereses personales (Tabla 2).
 
Tabla 2. Argumentos formales a favor de la conservación compasiva basados
en el reconocimiento de todos los seres sintientes como personas.

Crítica a la conservación compasiva
Respuesta
Argumento formal en favor de la conservación compasiva

El objetivo de la conservación es proteger la biodiversidad.
De acuerdo, pero la biodiversidad incluye todas las formas de vida.
P1. El objetivo de la conservación es proteger la biodiversidad.
P2. La biodiversidad incluye toda vida.
C. Por lo tanto, el objetivo de la conservación es proteger todas las vidas.

La conservación ya es compasiva con los animales.
En desacuerdo con la definición de compasión usada en relación a las personas.
P1. La conservación debe mostrarse compasiva.
P2. La compasión implica tratar a todas las personas según la Regla de Oro.
C. Por lo tanto, La conservación debe tratar a todas las personas según la Regla de Oro.

La conservación debe priorizar la compasión hacia los humanos.
La compasión debe extenderse a todos los seres sintientes.
P1. La conservación debe tratar a todas las personas con compasión.
P2. Todos los animales sintientes son personas.
C. Por lo tanto, la conservación debe tratar a todos los animales sintientes con compasión.

Aunque nuestro principal interés aquí sean las afirmaciones conceptuales subyacentes, no deseamos dejar de cuestionar la afirmación empírica expresada en P4 de que las tácticas dañinas son necesarias para lograr los objetivos actuales del conservacionismo. La mayoría de los programas letales carecen de pruebas y monitoreos (por ejemplo, Reddiex y Forsyth 2007; Dubois et al. 2017; Doherty et al. 2019). Se sabe que muchos programas letales fracasan o agravan el riesgo de extinción debido a que alteran las interacciones sociales y tróficas (por ejemplo, Wanless et al. 2007; Bergstrom et al. 2009; Wallach et al. 2010), estrechan las dependencias ecológicas emergentes (Schlaepfer et al. 2011), dañan a especies que prosperan sólo fuera de su área de distribución nativa (Wallach et al. 2020), y pasan por alto aquellos cambios ecológicos subyacentes causados por el hombre que dan forma a las interacciones específicas causantes de extinciones (Doherty et al. 2015). Además, y lo que es más importante, la normalización de los programas letales desincentiva la inversión en investigaciones en torno a alternativas compasivas (Dubois et al. 2017). 
 
RESPUESTA A LA AFIRMACIÓN DE QUE EL CONSERVACIONISMO ES YA COMPASIVO CON LOS ANIMALES 
 
Los conservacionistas compasivos argumentan que sólo son éticamente adecuadas aquellas acciones de conservación que tratan a los seres sintientes de forma compasiva (Wallach et al. 2018). Los críticos responden que los programas de conservación invasivos y letales son ya compasivos porque minimizan el sufrimiento nohumano general (Tabla 1). Por ejemplo, Driscoll y Watson (2019) quieren "preservar una moral que valora a las especies endémicas y que, más allá de la bala o el cebo, tiene en cuenta el sufrimiento invisible causado por no tomar ninguna acción de control hacia las especies invasoras". La formalización de este primer argumento sería la siguiente:
 
P1. Una acción conservacionista es compasiva si minimiza el sufrimiento. (Premisa ética)
P2. Los programas de conservación invasivos y letales a menudo minimizan el sufrimiento. (Premisa empírica) 
C. Por lo tanto, los programas de conservación invasivos y letales suelen ser compasivos.
 
Es importante considerar con cuidado la forma de caracterizar la compasión. Cuando los críticos describen como compasivos (Tabla 1) los programas de conservación letales, como los envenenamientos de zorros y los abatimientos aéreos de caballos salvajes (Driscoll y Watson 2019), se refieren a que minimizan el sufrimiento de aquellos animales nohumanos que son dañados para el logro de los objetivos de la conservación (por ejemplo, seleccionando venenos de acción rápida y tiradores más precisos, así como tratando de evitar el sufrimiento que podría surgir de la ausencia de los programas letales) (Hampton et al. 2019). No es ésta la manera en que se aplica el término en la conservación compasiva.
 
Compasión significa, literalmente, sufrir con. A nivel emocional, la compasión engendra cuidado y preocupación por el bienestar de los demás (Goetz et al. 2010). A escala ética, la compasión puede entenderse como una virtud: una disposición de buen carácter que se manifestada en forma de receptividad y sensibilidad (Sandler y Cafaro 2005). La compasión impulsa a reconocer al otro como a una persona: como un individuo de valor intrínseco y singular cuyos intereses despiertan preocupación y respeto. Resulta práctico pensar en una persona compasiva como aquella que hace el esfuerzo por cumplir la Regla de Oro, una máxima de reciprocidad ("trata a los demás como deseas que te traten a ti") presente en diferentes culturas, idiomas, religiones y tradiciones éticas. (Küng 1993; Gensler 2013). El conservacionista compasivo tratará de minimizar el sufrimiento, pero no a costa de causarle un daño intencionado a otras personas. De hecho, nadie describiría como compasivo el control letal si fuera aplicado sobre la población humana, independientemente de las razones, el método o incluso el resultado. Así pues, los críticos están tergiversando el término compasión bajo un significado diferente y reduccionista (Tabla 2).
 
Otros críticos sostienen que los programas letales de conservación son apropiados cuando ayudan a reducir el sufrimiento agregado, desarrollando su argumentación con base en el consecuencialismo del bienestar animal en lugar de en la compasión (Tabla 1). Queda fuera de nuestro propósito aquí defender la compasión por encima de (o quizás junto a) el consecuencialismo, pero sí cuestionamos la afirmación de que los programas letales de conservación reducen el sufrimiento general.
 
La conservación no tiene como objetivo reducir el sufrimiento per se, ni tampoco cambiar los procesos evolutivos fundamentales, una perspectiva que se considera muy adecuada en la ética animal y ambiental (por ejemplo, Callicott 1988; Donaldson y Kymlicka 2011). El daño, el dolor y la muerte son parte integral de la vida. Sin embargo, los críticos afirman que el sufrimiento se halla "[fuera de] los procesos evolutivos naturales" (Driscoll y Watson 2019) cuando es instigado por organismos cuya ocurrencia o densidad resulta de las actividades de los seres humanos. Estos críticos sugieren a su vez que estas formas de sufrimiento se pueden reducir a través de los programas letales (Tabla 1). La formulación del segundo argumento sería entonces la siguiente:
 
P1. Las poblaciones aumentadas por la actividad humana son antinaturales. (Premisa ética)
P2. Algunas poblaciones antinaturales incrementan el sufrimiento. (Premisa empírica)
C. Por lo tanto, eliminar estas poblaciones antinaturales disminuirá el sufrimiento.
 
La premisa 1 hace referencia a las poblaciones de vida salvaje que, debido a la influencia humana, se "consideran externas, foráneas, invasoras o asilvestradas […] y, por lo tanto, dañinas para la biodiversidad" (Hampton et al. 2019). Dicho de otra manera, las poblaciones condicionadas por los humanos se consideran ajenas a la biodiversidad (Wallach et al. 2020). Esta noción no sólo presupone que los humanos están al margen de la naturaleza, sino que tienen además el poder de transformar a entidades que de otro modo serían naturales (nohumanas) en una clase distinta de entidades antinaturales (humanizadas). De esta forma, todas las especies se definen y valoran en función de su relación con los humanos. La conservación compasiva rechaza esta premisa, llamando a los conservacionistas a retirar a los humanos del centro de la historia de las personas nohumanas en favor del reconocimiento de unos intereses y unas experiencias genuinas e independientes de las interacciones con los humanos (Tabla 2).
 
La premisa 2, por su parte, afirma que algunas poblaciones antinaturales incrementan aquella clase particular de sufrimiento que es motivo de preocupación moral para los humanos (por ejemplo, el sufrimiento de un pájaro depredado por un gato nativo en contraste con el sufrimiento de un pájaro depredado por un gato foráneo). Esta premisa es muy difícil de verificar, si no imposible. Incluso aceptando la distinción entre las poblaciones nativas y foráneas, la fundamentación de P2 requeriría comparar las cantidades y tipos de sufrimientos experimentados por una gran variedad de organismos dentro de un sistema parejo y con y sin presencia de la catalogada población foránea. Aunque en los sistemas ecológicos de influencia antropogénica puedan ciertamente tener lugar algunas formas únicas de perjuicio contra el bienestar animal (por ejemplo, Finn y Stephens 2017; Jiguet et al. 2019), no hay razón para asumir una asociación directa entre el sufrimiento y la antinaturalidad del sistema. Así pues, P2 carece de evidencia rigurosa que lo apoye.
 
Por último, aun en el caso de que P1 y P2 fueran irrefutables, no necesariamente servirían de apoyo a la conclusión. Como regla básica de deducción, del hecho de saber que si [A], entonces [B], no se infiere que si no [A], entonces no [B]. Por ejemplo, de la mera afirmación de que si [llueve], entonces [la hierba se moja], no se puede concluir que si [no llueve], entonces [la hierba no se moja] (cabe la posibilidad de que se moje con un aspersor). De este modo, de la afirmación de que si [hay poblaciones antinaturales] entonces [hay más sufrimiento], no se concluye necesariamente que si [no hay poblaciones antinaturales], entonces [hay menos sufrimiento]. Lo contrario es igual de probable. Los programas conservacionistas de control y erradicación generan fracturan en las relaciones sociales y tróficas que a menudo perpetúan los daños que estos programas pretenden resolver e incluso causan dolores, traumas y padecimientos adicionales y severos (por ejemplo, Bradshaw et al. 2005; Ferdowsian et al. 2011; O'Neill et al. 2017). 
 
RESPUESTA A LA AFIRMACIÓN DE QUE EL CONSERVACIONISMO DEBE PRIORIZAR LA COMPASIÓN HACIA LOS HUMANOS 
 
La conservación compasiva reivindica la inclusión de todos los seres sintientes en la comunidad moral del conservacionismo (Ramp y Bekoff 2015; Wallach et al. 2018). Sus detractores alegan que tal enfoque fomentaría una despreocupación hacia los humanos (Oommen et al. 2019). Su razonamiento se resume como sigue:
 
P1. Las acciones de conservación deben tratar a los humanos con compasión. (Premisa ética)
P2. Tratar a los nohumanos con compasión puede evitar que se trate a los humanos con compasión. (Premisa empírica) 
C. Por lo tanto, en estos casos, las acciones de conservación no deben tratar a los nohumanos con compasión.
 
La premisa 1 es compartida tanto por los conservacionistas compasivos como por sus detractores. Estamos de acuerdo en que los conservacionistas deben mostrar compasión hacia los seres humanos y abstenerse de acciones que violen sus intereses vitales. Sin embargo, Oommen et al. (2019) no reconocen la necesidad paralela de tratar con compasión a los seres sintientes nohumanos, lo que en su opinión expresaría "un extensionismo moral o humanización de los animales salvajes y una artificial atribución de integridad moral a lo[s] nohumano[s]" (Oommen et al. 2019). Esta crítica restringe arbitrariamente la integridad moral a los miembros de la especie Homo sapiens, descartando la inequívoca evidencia científica de que muchos animales nohumanos poseen rasgos moralmente relevantes, que incluirían no sólo la sintiencia, sino también, por ejemplo, la inteligencia, las emociones, la autoconciencia y la capacidad de formar relaciones significativas (Bekoff y Pierce 2017). El reconocimiento de estas cualidades y sus implicaciones éticas tiene una influencia cada vez mayor en la sociedad (por ejemplo, van Eeden et al.2019; Manfredo et al.2020). Así, nuestra respuesta a Oommen et al. (2019) es que no adoptar ese "extensionismo moral" significa una negación dogmática de la evidencia.
 
La premisa 2 alega que la compasión hacia otros seres sintientes puede fomentar la misantropía o la indiferencia hacia el sufrimiento humano. Para apoyarse en esta afirmación, los críticos apuntan a casos en los que la protección animal ha llegado a ser utilizada con fines propagandísticos por parte de regímenes políticos opresivos y violentos (Oommen et al. 2019). Estos ejemplos representan falacias de pista falsa. Las pretendidas iniciativas de protección animal con fines nacionalistas y racistas no han estado basadas en la compasión hacia los animales, sino en su cosificación (Narayanan 2019).
 
La evidencia sugiere que los humanos que son despreciativos o violentos con los animales tienen más probabilidades de actuar de forma similar con los humanos. Tanto la investigación filosófica (Horta 2010) como la psicológica asocian el excepcionalismo humano con otra clase de prejuicios (como el racismo, por ejemplo). El excepcionalismo humano y los prejuicios de tipo intrahumano pueden actuar como refuerzo mutuo, posiblemente por estar ambos basados en la defensa de jerarquías estrictas y categorizaciones sociales binarias (Jackson 2019). Caviola et al. (2019) hallaron que el racismo, el sexismo y la homofobia se correlacionan positivamente con el excepcionalismo humano, al tiempo que reflejan unas correlaciones negativas con la empatía. Dhont et al. (2014) encontraron que las tendencias de dominación social conducen a actitudes supremacistas hacia los animales nohumanos y las minorías étnicas. Estos estudios advierten que la cosificación de los animales nohumanos puede representar un obstáculo en las luchas en favor de los derechos tanto de humanos como de nohumanos (Kymlicka 2018). Park y Valentino (2019) descubrieron que el apoyo a los derechos de los animales se relaciona con un nivel más alto de apoyo a los derechos de aquellos humanos pertenecientes a grupos desfavorecidos a escala de políticas individuales y estatales, lo que sugiere que la consideración moral de humanos y otros animales encierra un afianzamiento de reciprocidad.
 
Resulta más fácil moverse por un mundo con un pequeño número de pacientes morales, ya que así cualquier conflicto de intereses se puede resolver rápidamente favoreciendo a esos pocos incluidos dentro la comunidad moral. Una comunidad ética más inclusiva supone un escenario más complejo. La conservación compasiva reconoce una comunidad moral repleta de personas humanas y nohumanas y tiene por objetivo la consideración de los intereses de todas ellas, incluso en situaciones de conflicto (Tabla 2). Es ciertamente posible que en determinadas situaciones resulte difícil alcanzar soluciones ideales. Incluso en el ámbito estrictamente humano puede llegar a ser difícil o imposible cumplir con todas las obligaciones éticas (Batavia et al. 2020). No obstante, la conclusión de que los conservacionistas deberían simplemente renunciar a la compasión hacia los animales nohumanos en los casos de conflicto es inconsistente con una interpretación virtuosa de la compasión. No tiene sentido sugerir que las personas con disposición compasiva deberían hacer una preservación selectiva de su compasión en las situaciones de conflicto. La compasión se torna aún más importante en tales circunstancias al engendrar respuestas de solidaridad frente a cualquier lamentable daño infligido contra el prójimo. 
 
DISCUSIÓN 
 
Aunque la idea de que los animales nohumanos poseen cierto estatus moral se halla bastante extendida entre los conservacionistas, la conservación compasiva destaca por un reconocimiento abierto a la condición de personas de los nohumanos. Sus partidarios piden que todos los seres sintientes sean incluidos como personas dentro de la esfera moral de la conservación por vía del cultivo de la compasión (Ramp y Bekoff 2015; Wallach et al. 2018). Los críticos niegan por lo general la personalidad de todos los seres con excepción de los humanos y abogan por la continuación de programas que dañan a seres no sólo sintientes, sino también a menudo inteligentes, emocionales y sociales, en pro del considerado bien superior de la conservación.
 
Existen buenas razones, tanto éticas como científicas, para extender el estatus de personas a los animales nohumanos (Midgley 1985; Rose 2011; Dayan 2018). A estas alturas, la carga de la prueba no debería recaer en quienes buscan ampliar la esfera moral de los conservacionistas, sino en aquellos que desean la imposición de límites estrechos (Laham 2009). Para los conservacionistas compasivos, la sintiencia es fundamento suficiente para el reconocimiento de la personalidad. Puede que otros consideren moralmente relevantes las diferencias en otro orden de cualidades, e invitamos al diálogo continuo en torno a un tema tan crucial. Pero no es sin embargo correcto partir desde una postura que de forma automática limite el estatus de personas a los humanos. Poner a los humanos en una categoría separada y superior a la del resto de los seres vivos es lo que ha legitimado la explotación histórica y continua del mundo nohumano, razón probable del necesario origen mismo de la conservación (Plumwood 1993).
 
La oposición a la conservación compasiva a menudo tiene que ver con una legítima preocupación en torno a la difícil elección a la que se tiene que enfrentar en ocasiones el conservacionismo: daños individuales o pérdida de especies (Rohwer y Marris 2019). En circunstancias tan trágicas, no está nada claro que se pueda tomar una decisión conservando una plena impunidad moral (Batavia et al. 2020). Nuestras actividades más cotidianos dañan a los seres sintientes, y se deben tomar decisiones que prioricen inevitablemente a unos sobre otros. Entonces, ¿cuál es la actitud ética que debemos adoptar cuando todas las acciones tienen el potencial de generar un daño sobre otros? No existe una respuesta fácil (Batavia et al. 2020). Ahora bien, si nos tomamos en serio la idea de que todos los seres sintientes son personas, las muertes en masa se vuelven inaceptables como base para el establecimiento y la persecución de los objetivos conservacionistas. El defecto de dominación se ve entonces reemplazado por un defecto de compasión. Esto no significa que nunca vayamos a dañar a otras personas ni que nuestras obligaciones hacia el resto estén libres de variables (Plumwood 2008; Robinson 2014). Entre la igualdad inmaculada hacia todos y la segregación categórica de unos pocos se extiende un amplio terreno en el que poder explorar el escenario moral más inclusivo y contextualizado.
 
Los conservacionistas que limitan la condición de personas a los humanos aún son capaces de conceder a los otros animales un cierto grado de consideración moral. Por ejemplo, Hayward et al. (2019) afirman que "la mayoría de los conservacionistas convencionales están dispuestos a adoptar la consideración ética por los animales individuales como un elemento importante de la optimización de las prácticas de conservación, pero sólo en la medida en que sea consistente con la protección a escala de paisaje de la biodiversidad nativa". O dicho en otras palabras, que la "cola de la compasión [no debería] mover al perro de la conservación" (Hayward et al. 2019). Para los conservacionistas compasivos, esto no es suficiente. Relegar la compasión a la categoría de una virtud que pueda ser sumida (o aún peor, aparcada) por la acción sirve de poco al objetivo de reducir la arraigada violencia que se ejerce con regularidad contra los seres sintientes desde los programas de conservación. La conservación compasiva no se limita a buscar el logro de los mismos fines reemplazando las herramientas letales por herramientas no-letales, sino que desafía las agendas y lógicas subyacentes en la ciencia de la conservación. Por ejemplo, en lugar de preguntarnos qué herramientas no-letales se podrían usar para proteger a la biodiversidad de los gatos callejeros, podemos valorar lo que se descubre cuando se acepta a los gatos callejeros como parte integral de la biodiversidad (Wallach et al. 2020).
 
Hoy está ampliamente aceptado que no existe una frontera biológica o evolutiva clara entre los humanos y el resto de los animales, sin embargo, el dualismo ético persiste, y su abandono resulta una propuesta casi inconcebible. Los hay quienes llegan incluso a sugerir que la conservación compasiva es demasiado subversiva como para permitir siquiera que se siente en la mesa conservacionista, llegando al punto de proclamar que "la conservación compasiva no es conservación" (Driscoll y Watson 2019). Las sentencias de este tipo corren el riesgo de perjudicar el intercambio abierto de ideas tan necesario para el proceso de erudición. Si el único propósito de la conservación es proteger los colectivos ecológicos originales prestando escasa atención hacia las reivindicaciones éticas, entonces es justo decir que ni la conservación compasiva, ni la comunidad académica en general, ni los valores sociales prevalecientes, están en sintonía con la conservación (van Eeden et al. 2019; Gbedomon et al. 2020; Manfredo et al. 2020). Ha llegado el momento de cambiar la tan atrincherada definición de conservación. Como dijo Deborah Bird Rose (2011), "los animales perturban la imaginación occidental acechando sobre nuestros pertinaces pero hoy desmoronados dualismos".
 
Los valores sociales predominantes están virando en dirección a los puntos de vista fomentados desde la conservación compasiva (Manfredo et al. 2020). El reconocimiento moral de la personalidad de los animales nohumanos está empezando a tener incluso efectos judiciales. En 2019, una orangutana de nombre Sandra fue la primera en ser liberada de un zoológico de Argentina tras su revolucionario reconocimiento como persona nohumana. La juez Elena Liberatori afirmó en rueda de prensa que "con ese fallo quise decirle a la sociedad algo nuevo: que los animales son seres sintientes y que el primer derecho que tienen es nuestra obligación de respetarlos" (BBC 2019). Las implicaciones de estos cambios no son algo trivial para el conservacionismo.
 
La conservación compasiva no representa un desafío a la conservación per se, sino una respuesta de buena fe al creciente reconocimiento de la sociedad mundial al hecho de que los animales nohumanos sienten y poseen vidas, experiencias y relaciones que son importantes para ellos y deberían serlo también para nosotros (por ejemplo, European-Parliament 2010; Kansal 2016; Africa-Union 2017; Bruskotter et al. 2019; van Eeden et al. 2019; Manfredo et al. 2020). No es descabellado sugerir que este cambio en los valores sociales hace inevitable la transformación hacia modelos de conservación más compasivos. La compasión constituye el núcleo de muchas tradiciones religiosas y éticas —no por obvia o simple, sino precisamente por compleja y exigente. Si hemos abrazado la compasión es por su capacidad para tender un puente entre nosotros y la gran diversidad de personas de la Tierra. La conservación compasiva ofrece un camino de desafíos y oportunidades a través del polvo dejado por nuestros dualismos derrumbados. 
 
Arian D. Wallach y otros, 7 de marzo de 2020.
 
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Traducción: Igor Sanz

 

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