Hace cinco millones de años, nuestros
antepasados se separaron de los simios ancestrales; en los siguientes
dos millones de años, las líneas evolutivas de los homínidos
experimentaron cambios enormes en su evolución hasta dar pie a una
especie que no sólo era bípeda, sino que también poseía un
cerebro grande y capaz de dominar el lenguaje y la tecnología.
En los últimos cien mil años, los
seres humanos han cambiado muy poco a nivel biológico, pero han
evolucionado con rapidez en cuanto a sus capacidades sociales y
tecnológicas. Por desgracia, nuestra evolución tecnológica ha
superado en mucho a nuestra evolución moral. En palabras del Dr.
Martin Luther King Jr.: "Vivimos en un mundo donde los misiles
guiados están controlados por hombres sin orientación".
Los seres humanos han progresado a
nivel moral, pero con lentitud. En la cultura occidental, llevó más
de dos mil años desmontar la ignorancia, los prejuicios y los sesgos
causa de los mitos que legitimaban la desigualdad, la jerarquía y la
sumisión como algo arraigado en la naturaleza humana o el esquema
natural de las cosas.
La sociedad occidental ha progresado
con rapidez desde los años 60. Los movimientos estudiantiles,
negros, nativos, feministas y homosexuales empujaron el proceso de
universalización de los derechos, superando las principales barreras
discriminatorias y ampliando la libertad entre los humanos.
En medio de este período turbulento de
luchas sociales, disturbios, manifestaciones masivas contra la guerra
de Vietnam, y aumentos en la pobreza, los sintecho y las
desigualdades de clases, Martin Luther King formuló su visión de
una "casa mundial". En esta utopía cosmopolita, todo los
pueblos del mundo vivirían en paz y armonía, con sus necesidades
espirituales y materiales cubiertas gracias a la fecundidad del mundo
moderno.
Pero sea cual sea el grado en que este
sueño pueda materializarse, la casa mundial de King seguirá siendo
un condenado matadero, porque el humanismo no desafía la esclavitud,
la tortura y la matanza innecesaria de miles de millones de animales.
La utopía humanista no-violenta no dejará jamás de ser una mentira
hipócrita mientras los humanos más "ilustrados" y
"progresistas" sigan sin extender la no-violencia, la
igualdad y los derechos sobre aquellos animales con quienes comparten
el planeta.
El siguiente paso lógico en la
evolución moral humana es abrazar los Derechos Animales y aceptar
sus profundas implicaciones. Los Derechos Animales se fundamentan en
los avances éticos y políticos más progresistas alcanzados por los
seres humanos a lo largo de los últimos doscientos años. En pocas
palabras, el argumento en favor de los Derechos Animales establece
que si los humanos poseen derechos, entonces los animales los poseen
del mismo modo y por las mismas razones. La relevancia moral no
radica en nuestras diferencias como especie, sino en nuestras
coincidencias como sujetos de una vida.
El desafío que lanzan los Derechos
Animales es éste: ¿serán capaces los seres humanos de llegar a ser
verdaderamente ilustrados y superar uno de los últimos prejuicios
que quedan consagrados en los sistemas legales democráticos? ¿Serán
capaces de reorganizar sus sistemas económicos, reorientar sus
tecnologías y transformar sus tradiciones culturales? Y ante todo,
¿serán capaces de erigir nuevas sensibilidades, nuevos valores,
nuevas cosmovisiones y nuevas identidades?
El movimiento por los Derechos Animales
plantea un reto evolutivo fundamental para los seres humanos en medio
de una grave crisis social y natural. ¿Seremos capaces de reconocer
que la cuestión animal es esencial para la cuestión humana?
¿Seremos capaces de comprender la manera en que la explotación de
los animales está implicada en todos los aspectos de la crisis de
nuestras relaciones con nosotros mismos y con el mundo natural?
Los Derechos Animales son un ataque a
la identidad de la especie humana. Rompen la brújula del especismo y
cuestionan los mapas cosmológicos mediante los cuales los humanos
definen su lugar en el mundo. Los Derechos Animales exigen que los
seres humanos renuncien a su sensación de superioridad sobre los
demás animales. Plantean el reto de apreciar que el poder exige
responsabilidad, que la fuerza no es correcta, y que un neocortex más
grande no es excusa para violar y saquear el mundo natural.
Estos cambios profundos en la manera de
ver el mundo exigen revolucionar la vida diaria y reconocer cuán
personal es la política. Enseño muchas filosofías radicales, pero
sólo los Derechos Animales tienen el poder de alterar y transformar
los rituales diarios y las relaciones sociales. Las filosofías
"radicales" como el anarquismo o el marxismo reproducen el
especismo de forma acrítica. Después de un seminario sobre
marxismo, los estudiantes pueden sentarse a la mesa a hablar de
revolución mientras cenan los cuerpos de animales asesinados.
Después de un seminario sobre Derechos Animales, se ven a menudo a
sí mismos contemplando sus platos, cuestionando sus conductas más
básicas y sintiéndose alienados por sus más críticos amigos y
familiares. El mensaje suena auténtico y agita el alma.
Seamos claros: estamos luchando por una
revolución, no por una reforma, luchamos por el fin de la
esclavitud, no por esclavistas más compasivos. Los Derechos Animales
expresan la idea más radical que jamás haya escuchado el oído
humano: los animales no son comida, ropa, recursos u objetos de
entretenimiento.
Nuestro objetivo es nada menos que
cambiar las actitudes más arraigadas, reemplazar las prácticas más
sedimentadas y derribar las poderosas instituciones que se nutren de
la explotación animal. De hecho, el estado nos ha demonizado como
"eco-terroristas" y ha criminalizado esta lucha nuestra a
favor del bien.
La dificultad esencial de nuestra labor
radica en que debemos superar los anquilosados límites del humanismo
e instar a un salto cualitativo en nuestra esfera de consideración
moral. Insistimos para que la gente no sólo cambie su punto de vista
dentro de la especie compartida, sino para que advierta que la
barrera de la especie es tan arbitraria como la de la raza y la del
sexo. Nuestra tarea es provocar que la humanidad desplace la frontera
moral de la razón y el lenguaje a la sintiencia y la subjetividad.
No sólo debemos educar, sino también
convertirnos en un movimiento social. El desafío de los Derechos
Animales también es nuestro, debiendo trascenderlo del ámbito de
las ideas hasta convertirlo en un movimiento social en favor de la
liberación de los seres más oprimidos del planeta, tanto por número
como por gravedad de daño. Como en todas las revoluciones, los
animales no obtendrán sus derechos esperando a que sus opresores
vean repentinamente la luz, sino en tanto que suficientes personas
despierten y aprendan cómo sacudir las estructuras de poder hasta
lograr nuevos acuerdos sociales.
¿Es tanto pedir? La justicia sólo
demanda lo correcto, y lo correcto nunca es excesivo. ¿Es
remotamente posible la revolución? Ya está ganando terreno de mil
maneras. Desde la prohibición casi nacional de las peleas de gallos
hasta ver convertido en un delito grave el maltrato animal en 37
estados, desde la eliminación del uso de animales en dos tercios de
las facultades de medicina de EE. UU. hasta impartir seminarios sobre
derechos/bienestar animal en más de dos docenas de universidades,
desde el aumento de la cobertura mediática en torno a los problemas
de derechos/bienestar animal hasta una encuesta Gallup realizada en
2003, en la que el 96% de los estadounidenses afirmaba que los
animales merecen cierta protección contra el abuso, de los cuales el
25% decía que merecen "exactamente el mismo derecho que los
humanos a vivir libres del daño y la explotación". Está claro
que los seres humanos están empezando a cambiar su visión en cuanto
a las otras especies.
Los humanos simplemente tendrán que
reinventar sus identidades y encontrar formas al margen de la
crueldad de definir a la humanidad y su cultura. Tal vez no se den
cuenta, pero esto no es una carga sino una liberación. Nos libra de
la mentira de la desemejanza y abre nuestros corazones a una profunda
sanación potencial.
Los Derechos Animales son la siguiente
etapa en el desarrollo hacia los altos valores ideados por la
humanidad moderna —la
igualdad, la democracia y los derechos. Nuestra distorsionada
autoconcepción de semidioses y amos del mundo debe ser sustituida
por una noción mucho más humilde y holistica de pertenencia y
dependencia a una vasta red de relaciones vivas. Las identidades
dominionistas y especistas nos conducen por el camino del desastre.
Si la humanidad y el mundo viviente en su conjunto quieren tener
futuro, hemos de adoptar una ética universal de respeto a toda vida.
El crecimiento es difícil y doloroso,
y la especie humana es moralmente inmadura y psicológicamente
tullida. Los seres humanos necesitan aprender que son ciudadanos de
la biocomunidad, no sus conquistadores; y como ciudadanos de la
biocomunidad, tienen distintas responsabilidades frente a toda ella.
El significado de Ilustración está
cambiando. En el siglo XVIII implicó la superación de la tiranía y
el dogma religioso; a finales del siglo XX exigía superar el
racismo, el sexismo, la homofobia y otros prejuicios similares;
ahora, en el siglo XXI, requiere superar el especismo y adoptar una
ética universal que honre toda vida.
Podemos cambiar; debemos cambiar. El
mensaje de la naturaleza es claro: evolucionar o morir.
Steven Best, febrero de 2004.
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Texto original: Animal Rights and the New Enlightenment
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Traducción: Igor Sanz
Texto original: Animal Rights and the New Enlightenment
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