domingo, 12 de agosto de 2018

Sangre fría no significa estupidez


Los humanos no tienen el monopolio de la inteligencia. En todo el reino animal, todo tipo de criaturas han realizado hazañas intelectuales impresionantes. Un bonobo llamado Kanzi usa una serie de símbolos para comunicarse con los humanos. Chaser, un border collie, conoce palabras en inglés relativas a más de 1.000 objetos. Los cuervos fabrican herramientas sofisticadas, los elefantes se reconocen en el espejo y los delfines tienen un sentido numérico rudimentario.

¿Y los reptiles? Bueno, al menos parece que también.

En la gran cantidad de investigaciones realizadas durante las últimas décadas sobre las capacidades cognitivas de diversas especies, los lagartos, las tortugas y las serpientes se han quedado en la última fila de la clase. Pocos científicos se molestaron en asomarse a la mente de los reptiles, y los que lo hicieron no quedaron demasiado impresionados.

"La verdad es que los reptiles no tienen buena prensa", dijo Gordon M. Burghardt, un especialista en psicología comparada de la Universidad de Tennessee, en Knoxville. "Ciertamente, en el pasado la gente no pensaba demasiado en su inteligencia. Se los veía como máquinas instintivas". Pero ahora eso está empezando a cambiar, gracias a un creciente interés en la "cognición de sangre fría" y a estudios recientes que revelan que los cerebros de los reptiles no son tan primitivos como imaginábamos. Las investigaciones podrían no sólo redimir a los reptiles, sino también arrojar nueva luz sobre la evolución de la cognición.

Debido a que los reptiles, las aves y los mamíferos divergieron hace mucho tiempo, con un ancestro común que vivió hace 280 millones de años, los datos emergentes sugieren que ciertas habilidades mentales sofisticadas pueden ser más antiguas de lo que se había supuesto —o tan adaptativas que evolucionaron varias veces.

Para evidenciar la inteligencia de los reptiles, no hace falta buscar más allá del laberinto, una prueba de laboratorio consagrada desde hace mucho tiempo. Anna Wilkinson, una psicóloga comparada de la Universidad de Lincoln, en Inglaterra, probó con una tortuga de patas rojas hembra llamada Moses en un laberinto radial, que tiene ocho brazos que irradian desde una plataforma central. La tarea de Moses era "resolver" el laberinto de la manera más eficiente posible: alcanzar un trozo de fresa colocado en el extremo de cada brazo sin regresar a los que ya hubiese visitado.

"Para ello se requiere de bastante memoria, ya que tienes que recordar dónde has estado", dijo la Dra. Wilkinson.


Moses se las arregló admirablemente, desempeñándose significativamente mejor que si hubiese elegido los brazos al azar. Investigaciones posteriores revelaron que no usaba el olfato para encontrar los dulces. Por el contrario, parecía usar puntos de referencia externos para orientarse, tal y como lo hacen los mamíferos.

Las cosas se volvieron aún más interesantes cuando la Dra. Wilkinson colgó una cortina negra alrededor del laberinto, privando a Moses de las ricas señales ambientales que la habían rodeado. La tortuga adoptó una nueva estrategia de navegación, explorando el laberinto sistemáticamente al ingresar en cualquiera de los brazos que estuviera directamente adyacente al que acababa de abandonar. Este enfoque es una forma "enormemente buena" de resolver la tarea, dijo la Dra. Wilkinson, y una estrategia rara vez vista en mamíferos.

Las habilidades de navegación son importantes, pero la investigación también insinúa algo aún más impresionante: la flexibilidad conductual o la capacidad de alterar el comportamiento a medida que cambian las circunstancias externas. Esta flexibilidad, que permite a los animales aprovechar nuevos entornos o fuentes de alimentos, ha sido bien documentada en aves y primates, y los científicos ahora están empezando a creer que también existe en los reptiles.

Los anolis, unos lagartos tropicales, tienen un método muy específico de adquirir comida, que consiste en atacar a la presa móvil desde arriba. Pero Manuel S. Leal, un biólogo de la Universidad de Duke, creó una situación en la que esta estrategia simplemente no funcionaría, ocultando una sabrosa larva de insecto dentro de un pequeño agujero cubierto con una tapa azul ajustada.

Dos de los seis lagartos de la prueba trataron de extraer el obsequio atacando el disco azul desde arriba, sin éxito. Pero los otros cuatro intentaron nuevos enfoques. Dos de los lagartos quitaron el disco desde un costado, usando sus bocas para morderlo y levantarlo, mientras que los otros usaron sus hocicos como palanca para sacar el señuelo.

Entonces, el Dr. Leal aumentó la dificultad escondiendo las larvas debajo de una tapa nueva, azul y amarilla en este caso. Usó el disco azul sólido para cubrir un agujero vacío adyacente. En las pruebas, dos de los cuatro lagartos reconocieron el cambio y aprendieron que para obtener el señuelo ahora requerían dar la vuelta al disco multicolor y no al azul.


Otros estudios han documentado niveles similares de flexibilidad y resolución de problemas. El Dr. Burghardt, por ejemplo, les presentó a unos varanos un aparato completamente desconocido para ellos, un tubo de plástico transparente con dos puertas con bisagras y varios ratones vivos dentro. Los varanos descubrieron rápidamente cómo hacer girar el tubo y abrir las puertas para capturar a la presa. "Nos asombró verdaderamente que todos resolvieran el problema con tanta rapidez y que luego lo hicieran mucho mejor la segunda vez", dijo el Dr. Burghardt. "Se trata de un signo de aprendizaje real".

¿Cómo hemos podido pasar por alto todo esto durante tanto tiempo? Los científicos dicen que muchos de los primeros estudios sobre la cognición de los reptiles, realizados en los años 50 y 60, tenían errores críticos en su diseño.

Al usar experimentos diseñados originalmente para mamíferos, los investigadores pueden haber estado conduciendo a los reptiles al fracaso. Por ejemplo, los científicos comúnmente usan "estímulos aversivos", como sonidos fuertes y luces brillantes, para dar forma al comportamiento de los roedores. Pero los reptiles se mantienen inalterados ante muchos de estos estímulos, y por lo tanto no funcionan.

Los científicos también pueden haber pedido a los reptiles que realicen tareas imposibles para ellos. Los lagartos no usan las patas para manipular objetos, dijo el Dr. Leal, "por lo que no puedes desarrollar un experimento en el que esperes que deshagan una caja, por ejemplo".


Además, debido a su sangre fría, los reptiles son particularmente sensibles a las condiciones ambientales. Las ratas y los ratones pueden correr muy bien a través de un laberinto en un laboratorio que esté a 21 grados, pero muchas especies de reptiles necesitan un entornos mucho más cálido —con temperaturas ambiente que oscilen entre los 27 y los 32 grados. "Parece que aprenden más rápido a temperaturas corporales que para nosotros son incómodas", dijo el Dr. Burghardt.

Ahora que los científicos han mejorado el diseño de los experimentos para reptiles, están descubriendo todo tipo de habilidades sorprendentes. Algunos de los trabajos más intrigantes implican aprendizaje social. La sabiduría convencional es que debido a que los reptiles son en gran parte criaturas solitarias y asociales, son incapaces de aprender a través de la observación.

Una nueva investigación cuestiona esa suposición. En otro estudio con tortugas de patas rojas, la Dra. Wilkinson colocó una tortuga a un lado de una valla de alambre y un pedazo de fresa en el otro, a la vista, pero fuera de su alcance. Para alcanzar el señuelos, las tortugas necesitaban dar un largo rodeo a lo largo del borde de la cerca.

Ni una sola tortuga descubrió esto por sí misma. (Incapaces de alcanzar la recompensa, algunos de los animales simplemente decidían echarse una siesta.) Pero cuando vieron a una tortuga entrenada caminar a lo largo de la valla, todas las observadoras aprendieron a hacer lo mismo.

Otros estudios con reptiles han arrojado resultados similares, desafiando la teoría popular de que el aprendizaje social evolucionó como un subproducto —y una adaptación especial— de la vida grupal. Por el contrario, según la Dra. Wilkinson, el aprendizaje social puede ser simplemente una consecuencia de la capacidad general de aprendizaje de un animal.

El campo de la cognición de los reptiles está en pañales, pero ya empieza a sugerir que la "inteligencia" puede tener, a lo largo de todo el reino animal, una distribución mucho más amplia de la imaginada. Como dice el Dr. Burghardt, "la gente está empezando a tomar algunas de las pruebas que se desarrollaron para los animales 'inteligentes' y adaptándolas para su uso con otras especies, y descubriendo que los animales 'inteligentes' tal vez no sean algo tan especial".
 

Emily Anthesnov, 19 de noviembre de 2013.
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Traducción: Igor Sanz


2 comentarios:

  1. Hola, Igor. Hoy he releído esta entrada y quería comentarte que el uso de "lagartos monitores" es un anglicismo. En español se los llama simplemente "varanos".

    Un saludo.

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    1. Cierto. Ya lo he corregido.

      Gracias por la observación, Adrián.

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