martes, 23 de junio de 2020

Los animales del zoo están eternamente confinados


Un orangután se acurruca en un recinto acristalado del zoológico de Phoenix con la cabeza entre las manos, mirando hacia un empleado con mascarilla. Un loro aprieta su cabeza contra una malla metálica en el Parque Orana de Vida Silvestre, en Nueva Zelanda, mientras su pico desenfocado se estira hacia la lente de una cámara. En el zoológico del Bronx, un mono gelada observa meditabundo hacia la lejanía con los ojos ligeramente entrecerrados.

Si hacemos caso de los zoológicos y los medios de comunicación, estos animales están sufriendo de aburrimiento y soledad por causa de la actual ausencia de visitantes humanos debida al distanciamiento social que impone la pandemia de coronavirus. Aunque los zoológicos de todo el mundo se han visto obligados a cerrar sus puertas a las masas, sus operaciones cotidianas deben continuar, ya que los animales necesitan comer con independencia de que haya o no clientes que paguen por la entrada. Algunos miembros del personal de los zoos comentan que sus cautivos parecen darse cuenta de esta calma repentina. Los empleados están haciendo ciertos esfuerzos, como rociar perfumes alrededor de los recintos y llevar a los animales a dar largos paseos, para mantener a éstos "ocupados". Los artículos que describen a los animales como supuestos seres solitarios que extrañan a sus "amigos" humanos parecen diseñados para aliviar un poco a los lectores durante este periodo de crisis. Pero, como ocurre con los propios zoológicos, ese alivio se pretende a expensas de los animales. El problema de los animales del zoo no son las masas ausentes, sino el cautiverio en sí. Los animales del zoo están eternamente confinados.

La idea de que los animales pueden sentirse infelices con su confinamiento se ve a menudo enfrentada a acusaciones de antropomorfismo o a declaraciones sobre nuestra falta de certeza sobre lo que piensan. Si embargo, los zoológicos y sus administradores tardan poco en hacer gala de su doble moral poniendo en boca de los animales palabras que puedan justificar su cautiverio perpetuo. Recientes afirmaciones como que los animales "extrañan a sus amigos humanos" sirven como un ejemplo inmejorable. Es difícil demostrar que los animales —algunos o todos— echan de menos a los humanos, y aun en el caso de que así fuera, las motivaciones subyacentes seguirían siendo discutibles. ¿No podría ser que lo que de verdad echasen de menos fuesen las golosinas que reciben durante los encuentros? ¿No será que los animales aprecian las visitas humanas sólo porque tienen negada toda otra estimulación o libertad, como la posibilidad de explorar nuevos territorios o formar vínculos sociales a su elección, tal y como harían en la naturaleza? Aún más cuestionable es la idea de que los animales cautivos, cuya autonomía es insignificante, puedan ser "amigos" de los visitantes del recinto. La amistad implica un afecto mutuo entre las partes, con el énfasis puesto en la mutualidad, reforzada mediante la compasión, la amabilidad, el altruismo y la comprensión. La "amistad" basada en una mirada fugaz entre barrotes o unas pocas caricias en la tripa no es una amistad en absoluto, ni siquiera remotamente aproximada.

La afirmación de que los animales están combatiendo el aburrimiento causado por la ausencia actual de público no tiene en cuenta el aburrimiento insoportable que surge de una vida entera de exposición severa y constreñida. Los animales cautivos sufren con frecuencia y de innumerables maneras; expresan su sufrimiento a través de comportamientos estereotipados y repetitivos, como caminar sin rumbo, sacudir la cabeza o masticar la lengua. Tales comportamientos indican un estrés crónico nacido de la falta de estímulos mentales, entre otros factores. Es de destacar que si bien las estereotipias inducidas por el estrés están muy extendidas en el cautiverio, son virtualmente desconocidas en la naturaleza. La gente lamenta estar encerrada en su hogar hasta que se aplane la curva de contagios, pero ni siquiera cuando acabe la pandemia podrán los animales del zoo salir a ningún lado. 

La forma en que los zoológicos le hablan al público sobre los animales que mantienen recluidos tiende a fomentar unos prejuicios que no están en sintonía con los hechos científicos establecidos; estas narraciones engañosas están diseñadas para reforzar la idea de que es ético tener a los animales encerrados. El personal del zoológico del Bronx, conocido por mantener a dos elefantes bajo un cruel aislamiento social durate años, comentó que no todos sus animales parecen notar por igual la ausencia de los visitantes. Es probable que esa divergencia se deba a que, al igual que los humanos, las especies y los miembros individuales de las especies tienen personalidades únicas y diferentes. Algunos de ellos puede que disfruten con la presencia de los humanos como un bálsamo contra el aburrimiento aplastante, mientras que otros puede que tengan preferencia por la intimidad. Pero no debería sorprender que los animales puedan percibir la ausencia de las multitudes a las que están acostumbrados. Son muchas las especies que han demostrado autoconciencia, sensibilidad emocional e inteligencia más allá de lo que se pensaba en el pasado. Estos descubrimientos ponen en tela de juicio la moralidad del uso de seres conscientes para la exhibición pública y el entretenimiento humano.

Los zoológicos están diseñados principalmente para los humanos, no para los animales. Los cerramientos suelen ser pequeños para garantizar que los animales sean siempre visibles para los clientes. Las condiciones de vida resultantes pueden provocar estrés crónico, enfermedades degenerativas y una menor esperanza de vida. Todas las especies, en particular aquellas acostumbradas a grandes extensiones en la naturaleza, tienen vetada la posibilidad de moverse como lo harían en condiciones normales. Ningún animal, ni siquiera aquellos que han sido rescatados y rehabilitados, tiene la opción de elegir entre quedarse o no a vivir en el zoológico. Hay una buena razón para que los zoos estén compuestos por jaulas: para evitar que los animales escapen, negándoles así la opción de elegir dónde y con quién pasar sus vidas. Ninguna inversión económica ni ninguna ampliación puede siquiera acercarse a una vida en la naturaleza. Sólo en la naturaleza hay libertad; la libertad no cabe en una jaula. 

Los tonos condescendientes que desprenden los zoológicos y aquellos que los apoyan, y las ideas científicamente inexactas que transmiten, dibujan una imagen incompleta y falsa de cómo es en realidad el cautiverio para los animales. Estas representaciones también refuerzan ideas anticuadas e injustas sobre lo que los animales salvajes necesitan para prosperar. Que los animales del zoo perciban diferencias en su entorno causadas por el distanciamiento social de los humanos no debería sorprender a nadie, pero los zoológicos tampoco deberían postular que los humanos les brindan un entretenimiento tan satisfactorio como para que extrañen ahora a sus "amigos". La conducta de los animales cautivos sugiere que son muy conscientes de su interminable encierro y de su papel como espectáculos forzados. Nada tiene eso de divertido. 

Laura Bridgeman, 5 de mayo de 2020.
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Traducción: Igor Sanz

Texto original: Zoo Animals Are Allways On Lockdown


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