«Me
declaro a mí mismo un especista y no tengo por qué pedir disculpas
por ello»,
escribe Peter Milne en «En
desacuerdo con la teoría del especismo»
(Vegan Voice,
junio-agosto de 2005). Sin duda,
nunca proclamaría con igual orgullo «soy
un racista».
Los feministas y los defensores de los derechos de los homosexuales
no se declaran a sí mismos sexistas y homófobos. En triste
contraste, las personas que se consideran defensoras de los animales
nohumanos toleran, e incluso defienden, la misma discriminación
contra la que deberían luchar: el especismo. ¿Qué es el especismo?
La incapacidad de otorgar la misma consideración a alguien por
motivo de su especie. Es especista negarle a alguien la misma
consideración por el hecho de que no sea humano o no sea igual que
los humanos. Los no-especistas defienden los mismos derechos básicos
fuertes —por
ejemplo, a la vida y a la libertad—
para todos los seres sintientes.
Según Milne,
los veganos son especistas porque «discriminan»
entre las plantas y los animales. Por definición, discriminar a los
miembros de algún grupo significa desmerecer sus intereses. Al no
ser sintientes, las plantas no tienen intereses; por lo tanto, no
podemos hacer una discriminación en su contra. «Juzgamos
que las vidas de las plantas son menos importantes que las vidas de
los animales en el terreno de los sentimientos y las emociones»,
afirma Milne. Los sentimientos y las emociones de las plantas no son
«menos
importante»;
son inexistentes. «Algunas
pruebas indican que las plantas tienen una conciencia básica»,
dice Milne. No existen pruebas que los científicos consideren
válidas. La afirmación de Milne de que es especista comer plantas
pero no animales es un disparate.
Bajo el punto de vista
de Milne, yo excluyo a las plantas (y a otros organismos sin sistema
nervioso) de la misma consideración porque no reconozco «las
diferentes conciencias de las diferentes especies».
Como alguien graduada en la investigación psicológica enfocada en
la cognición de los nohumanos, soy muy consciente de que la
conciencia de cada ser sintiente difiere de la de todos los demás.
Junto con su creencia de que las plantas son conscientes, la absurda
afirmación de Milne de que los insectos viven «con
el temor permanente de ser devorados o muertos de alguna otra manera»
muestra su falta de conocimientos científicos. La visión del mundo
de Milne es una visión religiosa y no una basada en la evidencia y
la lógica. Cree en una jerárquica del «Reino
de Dios». (Esa frase
evoca a una deidad masculina, antropomórfica.) Milne pone a los
seres humanos por encima del resto de animales, a los mamíferos
nohumanos por encima de las aves, a las aves por encima de los
reptiles, y a los reptiles por encima de los insectos y los
arácnidos. (Incluso su uso de los nombres propios asigna estatus de
diferente categoría: excepto cuando da nombres completos, se refiere
a Peter Singer como «Singer»,
de acuerdo con la cortesía profesional, mientras que a mí me
refiere como «Joan».)
Milne se basa en esta
falsa analogía: las plantas difieren de los animales de igual forma
que los insectos difieren de los mamíferos. Las plantas y los
animales difieren de manera crucial en cuanto a la cuestión de los
derechos básicos: los animales son sintientes; las plantas no lo
son. Los insectos y los mamíferos difieren en aspectos irrelevantes
para los derechos básicos: ambos son sintientes. Al igual que los
mamíferios y a diferencia de las plantas, los insectos deben tener
derecho a la vida y a la libertad porque pueden experimentar la vida
y la libertad.
Los insectos «no
son tan importantes»
como los seres humanos y el resto de los mamíferos, sostiene Milne.
Los insectos de numerosas especies polinizan una gran variedad de
plantas que sirven de alimento a una infinidad de animales, incluidos
los humanos. En general, los seres humanos tienen un valor pequeño o
negativo para la mayoría de los otros seres humanos (especialmente
aquellos con los que compiten directamente) y un valor muy negativo
para la mayoría de los nohumanos. Así pues, ¿en qué sentido son
menos importantes los insectos? Son menos importante para
Milne, quien se está limitando a
expresar sus preferencias personales. Está perdiendo de vista una
cuestión fundamental: que las preferencias personales no justifican
un trato discriminatorio.
La mayoría de
los veganos valoran su propia vida, la vida de los miembros de su
familia y la vida de los mamíferos nohumanos más que la vida de las
garrapatas, las pulgas o las serpientes venenosas, señala Milne. La
mayoría de los veganos y otros seres humanos también valoran su
propia vida y la vida de los miembros de su familia más que la vida
de otros seres humanos.
¿Y qué? Eso no quiere decir que algunos seres humanos deban tener
más derechos que otros. Tampoco las preferencias de Milne implican
que los mamíferos tengan más derecho a la vida y a la libertad que
los insectos y el resto de no-mamíferos.
«No
creo que lleguemos muy lejos defendiendo que la vida de una araña es
tan valiosa como la de un ser humano»,
comenta Milne, falseando mi argumento. Nunca he indicado que estemos
obligados a considerar la vida de una araña tan valiosa como la vida
de un ser humano, una polilla, una trucha, o cualquier otro. Lo que
he declarado es que «una
araña tiene tanto derecho a la vida»,
como cualquier otro ser sintiente. Repito: Milne no ha logrado captar
la diferencia crucial entre la valoración personal que él o
cualquiera pueda hacer y lo que constituye un criterio justo y válido
para una consideración y protección igualitarias. El único
criterio tal es la capacidad de sentir.
«Los
seres humanos poseen el nivel más alto de conciencia»,
afirma Milne. En algunos casos las vidas mentales de los demás
animales son menos sofisticadas, en algunos otros lo son más. Es
presuntuoso a la par que narcisista declarar que la nuestra es la
mejor clase de conciencia. La evolución en realidad entra en
conflicto con la noción de Milne de una progresión de la conciencia
lineal desde las plantas hasta los seres humanos. No hay una
correlación entre la inteligencia no humana y el parentesco
biológico con los seres humanos, ni siquiera definiendo la
inteligencia como una inteligencia similar a la humana. Por ejemplo,
los pulpos parecen poseer una inteligencia más similar a la humana
que las ranas, pero estamos mucho más estrechamente emparentados con
las ranas. Los animales no evolucionan hacia lo humano, sino hacia
una mayor capacidad de adaptación a su nicho ecológico. Un ciempiés
o un caracol encarnan el mismo periodo de tiempo evolutivo que un ser
humano: desde el comienzo mismo de la vida en la Tierra.
Milne se refiere a
los reptiles como inferiores a los mamíferos. Aunque tenemos
antepasados reptiles, no descendemos de ninguna de las especies de
reptiles actuales. Las primeras tortugas, lagartos, cocodrilos y
serpientes aparecieron después
de los primeros mamíferos. La noción de seres superiores e
inferiores carece de validez científica. En una carta de 1858,
Charles Darwin expresó su intención de evitar referirse a algunos
animales como «superiores»
a otros. Como ha indicado el neurocientífico William Hodos,
clasificar las especies en un orden lineal que sugiera un progreso
evolutivo «no
tiene validez científica».
Aún más importante, la supuesta superioridad no es relevante para
una consideración igualitaria. Como la igualdad humana, la igualdad
animal significa una igual protección de los animales, no iguales
habilidades o méritos.
Milne valora en
especial a los animales que muestran capacidades para las relaciones
sociales, el razonamiento abstracto, y la comunicación compleja.
Numerosos animales más allá de los mamíferos y las aves muestran
esas capacidades —incluyendo
invertebrados como las abejas. Una vez más, sin embargo, estas
capacidades no deben influir en cuanto a una igual protección. Según
la ley, los seres humanos más solitarios y menos queridos tienen los
mismos derechos básicos que los más sociales y apreciados; los
seres humanos que no pueden razonar de manera abstracta ni utilizar
el lenguaje tienen los mismos derechos básicos que aquellos capaces
de conceptualizar y articular con brillantez. Los seres sintientes (y
sólo los
seres sintientes) pueden sufrir. Para los seres sintientes (y sólo
para los seres sintientes) la muerte pone fin a toda experiencia.
Todos los seres sintientes tienen el mismo derecho a ser protegidos
contra el sufrimiento y la muerte innecesarias infligidas por los
humanos.
Milne pregunta:
«¿Quiere
esto decir que si mato a una pulga hallada en mi perro, entonces soy
tan censurable como lo sería si matase al perro, o a un ser humano?
Este tipo de lógica va a contemplarse ridícula por la persona
promedio, incluido yo mismo»1.
La «lógica»
es de Milne, no mía. Como él mismo reconoce, no me opongo a matar a
los parásitos cuando no puedan ser expulsados de forma inocua.
Excepto aquello que suponga interferir en las relaciones naturales
entre los nohumanos que viven en libertad (por ejemplo, las
relaciones depredador-presa), tenemos el derecho moral de matar a un
animal que esté invadiendo el cuerpo de alguien. Tenemos justificado
matar a los parásitos para defendernos a nosotros mismos o a otro,
como un perro. El derecho a la libertad incluye el derecho a la
integridad física.
Milne encuentra
inconsistente que yo no desapruebe matar por defensa propia o para
evitar la inanición. «Suena
como si ella valorase la vida de un ser por encima de la de otro»,
dice. Una vez más, está confundiendo valorar una vida más que otra
con el hecho de no otorgar una misma consideración. No es especista
valorar a algunos individuos (nohumanos o humanos) más que a otros.
Lo que es
especista es negarle a algún ser sintiente el mismo derecho a la
vida. Si un león salta sobre mi garganta, tengo derecho a matar al
león, pero el mismo derecho tendría de hacerlo si quien me atacase
fuera un ser humano. Si me muero de hambre en el Ártico, tengo
derecho a matar y comerme a un oso polar, pero también estoy
moralmente justificada de matar y comerme a un ser humano. En estas
raras circunstancias el derecho a la vida de un ser humano compite de
forma genuina con el mismo
derecho a la vida de otro. Si no dispongo de otra fuente de alimento,
debo —al
igual que un oso polar—
matar a una presa si deseo sobrevivir. No hay nada de especista en
esto.2
Milne admite estar
confundido en cuanto a lo que es especista y lo que no. Está tan
confuso que piensa que es especista no permitir que un cocodrilo suba
a un vagón de pasajeros humanos. Tal política no les niega a los
cocodrilos una igual consideración. Simplemente se tiene en cuenta a
todos los pasajeros y se reconoce que un cocodrilo representaría una
grave amenaza para los demás. Lo que sí es especista es tener
cautivo al cocodrilo en primer lugar.
En parte debido a que
Singer y yo definimos el especismo de forma diferente, Milne descarta
el concepto por considerarlo demasiado confuso como para ser útil.
Si Milne se hubiera molestado en leer Speciesism
antes de escribir sobre mis supuestos puntos de vista, estaría menos
confundido. Como explico en el libro, Singer define el especismo como
el prejuicio dado en contra de todos los seres nohumanos.
Según esta definición excesivamente estrecha, un prejuicio basado
en la especie que fuera sólo en contra de algunos seres
nohumanos —aunque fuesen la
mayoría— no sería especismo. En contraste con Singer,
defino el especismo como el prejuicio basado en la especie que vaya
en contra de cualquier animal
nohumano. Mientras que Singer defiende el derecho a la vida y
la libertad sólo para los seres humanos, otros grandes simios, y
posiblemente otros mamíferos, yo defiendo dichos derechos para todos
los seres sintientes. Bajo su propia definición, Singer no es
especista. Bajo la mía, sí lo es.
El concepto de
especismo es joven y sigue en desarrollo. Nuestra comprensión y
sensibilidad hacia el especismo se incrementará, pero lo mismo puede
decirse del sexismo, del racismo y de otras formas de prejuicio
dirigidas hacia las personas. Del mismo modo que los conceptos de
sexismo y racismo han sido de vital importancia para el avance de los
Derechos Humanos, el concepto de especismo es de vital importancia
para el avance de los Derechos Animales.
Para Milne, el
especismo tiene un «lado
oscuro»
(¿en oposición a un lado iluminado?), pero no es tan «terrible»
o «tan
reprobable como el racismo».
La gran mayoría de los seres vivos son nohumanos. El especismo
genera con diferencia más sufrimiento y muertes innecesarias que
cualquier otra forma de prejuicio. La pesca, la cautividad de la
industria alimentaria y los mataderos, la caza, la vivisección
—todos
estos abusos contra los nohumanos son especismo en acción. El
especismo subyace en toda aquella crueldad e injusticia hacia los
nohumanos que deplora Milne. Hasta que no haya muchas más personas
reconociendo y rechazando el especismo, la crueldad y la injusticia
continuarán a escala masiva.
Joan Dunayer, septiembre de 2005.
NOTAS (DEL TRADUCTOR)
1
– En esta cita hay un
matiz que la autora destaca pero que se pierde con la traducción. En
referencia a las pulgas, Milne utiliza el pronombre "that" (que)
en lugar de "who" (quien), refiriéndose a estos animales, por
tanto, como objetos o cosas.
2
– No comparto esta opinión de
Dunayer, o no al menos en la manera en que la expone aquí. La
necesidad no justifica vulnerar los derechos de los demás. Si así
fuera, entonces también podría justificarse la experimentación
animal con fines médicos que no contara con alternativas o el
tráfico ilegal de órganos, que provoca el secuestro y el asesinato
de personas inocentes con el fin de obtener de ellos los órganos que
otras personas necesitan para sobrevivir. Reconocer que las personas
(humanas y nohumanas) no son cosas significa entender que no
están para servir a nuestros intereses, tanto si esos intereses
responden a una necesidad como si no. Bajo una situación extrema, un
acto inmoral puede ser más comprensible, pero no más
aceptable. A lo sumo, lo que sí puedo admitir es que
determinadas situaciones extremas pueden conducirnos a perder nuestra
capacidad de juicio, y con ello, nuestra agencia moral.
________________________________________
Traducción: Igor Sanz
Texto original: Reply to a Self-Proclaimed Speciesist
Muchísimas gracias por tus publicaciones Igor. Hay que seguir difundiendo estás estas ideas, aunque desanime un poco ver que este texto sea de 2005 y las ideas de Singer y compañía sigan siendo las predominantes en el movimiento "animalista"
ResponderEliminarUn saludo.
La verdad es que cada vez estoy más de acuerdo con la postura de Campbell y cía al respecto del veganismo y la razón por la cual ya no se nombran a sí mismo veganos, sino vegetarianos estrictos (la traducción correcta de plant based diet eater). No es un signo de salud mental el maltratar animales, pero las razones éticas no son suficientes para justificar un vegetarianismo estricto.
ResponderEliminarBuenas.
EliminarLa traducción correcta de “plant based diet eater” es “persona que lleva una alimentación basada en plantas”.
El vegetarianismo es sólo una dieta que excluye la carne, de modo que un “vegetariano estricto” es simplemente aquel que es estricto en la renuncia de ese elemento. El veganismo por otra parte es un principio moral de oposición al uso de los animales nohumanos, así que estamos hablando de cosas distintas y no de conceptos alegremente intercambiables. Si uno no come carne, pues es vegetariano; si se opone a la explotación animal, entonces el adjetivo que le corresponde es el de vegano, tanto si le apetece como si no.
Las razones éticas justifican el abandono de la explotación de animales con el mismo exacto grado de rotundidad con que justifican el abandono de la explotación de animales humanos.
Y dicho esto, creo que este mismo comentario ya se lo respondí en otra entrada del blog. No seamos repetitivos, por favor.
Un saludo.
Hola Igor, que opinas de este articulo? es de una gente que se llaman anarcocapitalistas(o libertarios), que no son muy conocidos pero ahora parece que cada vez hay mas adeptos a esta ideologia.
ResponderEliminarhttps://www.mises.org.es/2019/01/los-animales-no-tienen-derechos/
Muy buenas.
EliminarPues opino que el articulo es de una pobreza extraordinaria. Por lo pronto, les han dejado sin derechos a todos aquellos que sean incapaces de comprender dicho concepto, incluidos niños, ancianos seniles, discapacitados psíquicos, personas en coma o hasta cualquiera de nosotros cuando dormimos, sin ir más lejos.
Se niega luego que los demás animales razonen, lo cual es un disparate mayúsculo, se apela a los “instintos” como argumento en favor de lo primero, que es tanto como no apelar a nada, y hay en todo momento una constante confusión entre los “derechos naturales” y los derechos legales que no hay por donde cogerla. Un despropósito, en definitiva.
Un saludo.