RESUMEN
Las ovejas
domésticas (Ovis aries)
se encuentran entre los primeros animales en ser domesticados por los
humanos. Se consumen en todo el mundo como carne de cordero, borrego y
lechazo, se explotan como productoras de lana y leche, y se usan
ampliamente en el ámbito de la investigación científica. El estereotipo popular
contempla a las ovejas como dóciles, pasivas, poco inteligentes y
tímidas, pero una revisión de las investigaciones llevadas a cabo
sobre su comportamiento, sus emociones, su cognición y su
personalidad nos descubre a unos animales complejos, singulares y sociales.
INTRODUCCIÓN
Ejemplos como "Mary
tiene un corderito", "bee, bee, oveja negra", el cordero Chop
[Chuleta] de Shari Lewis y las ovejas de los colchones Serta, muestran la forma que adoptan las ovejas y los corderos en la conciencia popular. Imágenes de corderos alegres retozando en el
campo se usan en tarjetas de felicitación y como símbolos de la
primavera y de la Pascua. Grupos de ovejas y corderos pastando felices
en prados abiertos reflejan la visión que muchas personas tienen
del lugar del que proceden sus suéteres y cenas. Considerados
colectivamente como rebaños pasivos, estos tiernos seres, debido a
su buena disposición para la obediencia y el manejo, son estereotipados como
poco inteligentes, básicos y dependientes. Pero la literatura
científica dibuja una imagen más compleja de las ovejas y las
define como individuos inteligentes y altamente sociales.
1.
CÓMO VEMOS A LAS OVEJAS
En la teología cristiana,
el precio y la dignidad de todos los seres está organizado de acuerdo con una jerarquía que da orden y valor al universo. La Gran Cadena del
Ser (scala naturae), que se cree decretada por Dios, declara
que "el cosmos irradia desde su fuente un orden descendente del
ser" (Cobb 2005, pág. 204). Así, todos los seres tienen su
lugar asignado, y ese lugar está predeterminado según las
cualidades que los grupos de cada categoría poseen (o no poseen). Los
de arriba tienen todos los atributos de los de abajo, y algunos más.
Este concepto jerárquico, derivado de filósofos griegos como Platón
(El Timeo) y Aristóteles (Historia de los animales),
también se conoce como la "Escalera del Ser" (o Gran
Cadena del Ser), y representa a Dios o alguna deidad en la parte
superior, a los humanos a continuación, a los "animales
superiores" como leones y primates a continuación, y a los
minerales (la materia inanimada) en la parte inferior (Lovejoy 1936).
No sorprende entonces la creencia de que los "animales superiores" poseen las
cualidades más admiradas por los humanos. Por ejemplo, los leones
son vistos como fuertes, poderosos y nobles, y también los
elefantes. En un nivel inferior están los "animales útiles",
como los perros, los caballos y los animales "dóciles",
como las ovejas. Esta visión jerárquica ha influido en nuestro milenario empleo de los animales nohumanos. En su estudio de
la representación de los animales en los primeros libros infantiles
sobre historia natural, Ritvo (1985) señala:
«El reino animal, con el hombre colocado en la divina cúspide, ofreció una metáfora convincente sobre el orden social jerárquico humano, en el que los animales representaban grupos humanos subordinados. Se validaba con ello el poder y la responsabilidad que las clases superiores ejercían sobre las clases más bajas, encarnadas como ovejas y ganado.» (pág. 80)
Este estatus
también queda reflejado en el lenguaje, en particular en las metáforas. Por ejemplo, según Goatly (2006):
«EL HUMANO COMO OVEJA: borrego: imitador irreflexivo o persona obediente; oveja negra: aquel que avergüenza a su familia; oveja vestida de cordero: mujer mayor que trata de parecer joven; balar: quejarse; tirar la lana a los ojos de alguien: engañar a alguien dando información falsa; […] lobo con piel de cordero: persona engañosa y astuta.» (pág. 26)
Lakoff y Turner (1989) señalan
que la scala naturae es
"un modelo cultural inconsciente contemporáneo indispensable
para nuestra comprensión de nosotros mismos, nuestro mundo y nuestro
lenguaje" (pág. 167f). El modelo ofrece una explicación de la
propensión humana a determinar el valor de los demás sobre la base
de sus similitudes (o diferencias) con uno mismo. La subordinación,
vista como un "vínculo especial con [la humanidad]", es
importante para evaluar el valor de los animales: "Al igual que
los mejores siervos humanos, los mejores animales entendieron sus
obligaciones y las asumieron voluntariamente; los peores fueron
aquellos que no sólo se negaron a la servidumbre, sino que se
atrevieron a desafiar la supremacía humana". Las ovejas, que
nos colman de carne, leche y lana, aunque consideradas "cariñosas",
se tienen por "estúpidas […] equivalentes a esclavos
irracionales" (Ritvo 1985, pág. 83).
Jones (1821) describió
a las ovejas como "el más útil de los cuadrúpedos pequeños"
(pág. 84), así como "el más valioso" (pág. 87) por la
disposición de su leche y su lana y por su apreciada obediencia. No
eran sin embargo los animales más estimados. La mayor consideración estaba reservada para aquellas especies "cuyos
servicios a la humanidad son mayores que los de las ovejas, por […]
ser empleadas […] como bestias de tiro y carga" (pág. 106).
Jones (1821) declaró
que la oveja doméstica era "de naturaleza afable, inocente y
tierna […] consciente en apariencia de su estado de indefensión,
por el que busca en el hombre una protección que no encuentra en su
propia especie", a pesar de "deleitarse en la asociación
con ella" (págs. 84-85). En suma, las ovejas, en los contextos
culturales de la literatura, han estado consideradas por lo general
como animales de trabajo útiles que sirven como metáforas
lingüísticas de aquellas personas que siguen ciegamente a la masa y
carecen de "pensamiento propio".
Las actitudes
contemporáneas hacia los animales continúan valorando a las ovejas
sólo como mercancía. Mitchell (2012) identificó un
"discurso de producción" (pág. 491) que incluye un
lenguaje cargado de antropocentrismo que apoya una ideología de
dominación y uso. Los "nombres de uso" que asignamos a los
animales que deseamos consumir o explotar funcionan a nivel
psicológico como una justificación moral de nuestras prácticas.
Esta actitud instrumental se apoya en frases como "ovejas de
doble finalidad" (lana y corderos), "ovejas laneras" y
"criadero de corderos" (pág. 495), así como en relación a
los animales utilizados con fines reproductivos ("carneros
sementales") (pág. 496).
Estas denominaciones y
etiquetas son "un mecanismo que facilita la desconexión
moral de la gente" (Mitchell 2012, pág. 491) y, con ello, la
cría industrializada de animales. En un estudio tripartito en
torno a las características de personalidad atribuidas como
metáforas a los animales nohumanos (zoomorfismo), Sommer y Sommer
(2011) hallaron que "la mayoría de las metáforas de animales
aplicadas a los seres humanos son desfavorables, lo que refuerza la
distancia percibida entre los humanos y las especies no humanas"
(pág. 237). Las ovejas en particular fueron vistas en su mayoría bajo un prisma poco halagüeño (59%) —"Persona tímida o vergonzosa,
ingenua. Alguien simple o mediocre" (pág. 244)—, y de
carácter predominantemente femenino (57%). Además, el uso de los
animales está influido por sus "capacidades supuestas"
(Nakajima, Arimitsu y Lattal 2002, pág. 35), la similitud percibida
con los humanos, el propósito de su empleo y el conocimiento de la
gente respecto de la forma de su uso.
Estudiantes
estadounidenses y japoneses clasificaron a las ovejas como la 25
especie menos inteligente de entre un grupo de 56 (Nakajima et
al., 2002, pág. 199). Heleski, Mertig
y Zanella (2006) reportaron una encuesta en la que 446 profesores
universitarios de veterinaria y 157 profesores de zootecnia
(partes interesadas e involucradas en el bienestar de los animales de
granja) se sentían más cómodos con los sistemas actuales de
producción ganadera relacionados con las vacas y las ovejas que con
los de las gallinas. Las mujeres mostraban una mayor preocupación
por el bienestar de los animales que los hombres. Los obstáculos
para prestar una mayor atención al bienestar incluían la economía,
la falta de voluntad de pago por parte de los consumidores, la
tradición, las actitudes de los productores y la falta de una
adecuada investigación en ciencias del bienestar. Muchos otros
estudios sobre las actitudes hacia las ovejas domésticas y su
bienestar reflejaron resultados similares (Hills 1995; Knight y
Barnett 2008).
La visión que se ha
descrito de las ovejas es consistente con su continuo uso como
mercancías, generando la necesidad psicológica de subestimar su
inteligencia e individualidad. Esto es evidente en las condiciones industriales e intensivas en que
son criadas las ovejas y los corderos para la obtención de lana, leche y carne, así como en su
uso ubicuo en la investigación biomédica. Más de 10 millones de
ovejas son mantenidas en granjas industriales. Sólo en los Estados
Unidos, son muertas cada año entre 2 y 2,5 millones de ellas (National Agricultural Statistics Service [NASS], Agricultural
Statistics Board, y USDA 2018). Con sus colas cercenadas nada más
nacer, apenas sí se les permite vivir un máximo de seis a ocho
meses antes de ser sacrificadas para su consumo.
La piel de las ovejas y
los corderos es comercializada en todo el mundo, vendiéndose por
cientos de millones de dólares anuales (World Statistical Compendium
2016). Las ovejas también se usan ampliamente en la investigación
biomédica. Según Sheep 101, alrededor de 24.000 de ellas son empleadas
cada año para una amplia variedad de propósitos, desde el estudio
de la enfermedad de Huntington y las afecciones cardíacas hasta la
medicina ortopédica, los trasplantes de órganos y la investigación genética
(incluida la clonación). Estos procedimientos altamente invasivos y
a menudo terminales no están limitados ni regulados de manera
significativa, ya que los animales de granja no están protegidos por
la Ley de Bienestar Animal.
En este artículo
revisaremos la literatura científica con el especial objetivo de
identificar evidencias de capacidades psicológicas elevadas en las
ovejas, particularmente aquellas compartidas con otros animales a
quienes se percibe sin dificultad como complejos e inteligentes. Lo
que sigue es un breve resumen de la evolución, la filogenia y la
domesticación de las ovejas; sus capacidades
sensoriales-perceptivas; y su biología básica. La revisión tratará
también de identificar aquellos aspectos de la psicología de las
ovejas que no se hayan investigado tan a fondo como podría. Dado que
la mayor parte de las investigaciones en torno a las ovejas están
impulsadas por la necesidad comercial de aumentar su eficiencia como
productoras de carne, es probable que haya muchas facetas básicas de
la psicología de las ovejas que no estén tan bien estudiadas como
aquellas directamente relevantes para la producción.
2. EVOLUCIÓN Y
DOMESTICACIÓN
Las ovejas son artiodactilos y miembros
de la subfamilia de los caprinos dentro de la familia Bovidae. Son
herbívoros cuyas preferencias se inclinan por el pasto y el forraje
corto. Hay siete especies de ovejas, la más conocida de las cuales es la oveja
doméstica, Ovis aries. En este trabajo nos centraremos en las
especies domésticas, citando información sobre otras cuando sea
relevante.
La FAO (Food and Agriculture Organization of
the United Nations 2016)
identifica más de 1.200 razas de ovejas domésticas. Las ovejas
se cuentan entre las primeras especies animales en haber sido domesticadas.
O. aries se
cree que desciende de O. orientalis,
una especie de oveja salvaje o muflón que se criaba en Mesopotamia
hace unos 10.000 años (Dwyer 2009). Las diferencias principales
entre las ovejas salvajes y las domesticadas son sus colores y
patrones de pelo, así como el tamaño. Una diferencia importante en
cuanto a sus biologías es que las ovejas domésticas son neoténicas,
en comparación con sus homonimas salvajes. La esperanza de vida de
las ovejas domésticas es de 12 años, pero no es infrecuente que
vivan hasta 20.
3.
CARACTERÍSTICAS SENSORIALES
Como
animales de presa que son, las ovejas tienen una vista y un oído
excelentes. Con campos visuales de 270° a 320°, pueden mirar hacia
atrás sin girar sus cabezas (Sheep 101). Tienen también un buen
sentido del olfato y, como todas las especies de su género, poseen
glándulas odoríferas delante de sus ojos y entre los dígitos en
sus pies. El gusto es un sentido de gran importancia para ellas,
marcando sus preferencias de forrajeo, que se inclinan por las
plantas agridulces antes que por las amargas, de común rechazo. Los
machos (carneros) usan sus órganos vomeronasales para detectar las
feromonas de las hembras (ovejas) y descubrir así sus celos. La
hembra usa su órgano vomeronasal para el reconocimiento temprano de
su cordero recién nacido. También hay evidencias de que el sistema
olfativo primario tiene en los cerebros de las ovejas capacidades de
procesamiento especializadas en las señales sociales
(Sanchez-Andrade y Kendrick 2009). La gestación es de 145-150 días,
pariendo una única cría o, a veces, gemelos. Las madres forman
lazos fuertes y exclusivos con sus crías. Los corderos, en
condiciones naturales, se alimentan de la leche materna durante un
mínimo de 6 meses. La pubertad la alcanzan a los 6-12 meses.
4.
METODOLOGÍA DE INVESTIGACIÓN
En
nuestra revisión de la literatura científica y académica en torno
la cognición y la conducta de las ovejas, realizamos en primer lugar
una búsqueda en la Web of Science Core Collection usando términos
referentes a la inteligencia, la cognición y el comportamiento.
Seguimos después con búsquedas directas online basadas en Google en
todas las principales revistas con revisión por pares (véase la
Tabla 1) usando términos generales similares así como palabras
clave de documentos ya existentes (por ejemplo, inteligencia,
cognición, comportamiento, aprendizaje, memoria, personalidad,
socialidad y autoconciencia). También usamos, cuando lo creímos
necesario, términos de búsqueda más específicos en la Web of
Science dentro de estas categorías más globales. Además,
utilizamos estos mismos términos para buscar en ScienceDaily
noticias relevantes y artículos revisados por pares. Realizamos a su
vez una búsqueda completa de los sitios web de los principales
autores en estos campos y en torno a todos sus proyectos relevantes.
Por fin, buscamos en la sección de referencias de cada uno de los
artículos documentos adicionales de otras revistas (no enumeradas en
la Tabla 1) para asegurarnos de que la búsqueda fuese exhaustiva.
Incluimos libros, capítulos de libros, disertaciones y tesis, así
como documentos empíricos y revisiones (que arrojaron una
descripción e interpretación adicional sobre los datos empíricos).
Se incluyó literatura tanto de psicología comparada básica como
aplicada. No se aplicaron sobre los artículos restricciones de
tiempo para su inclusión, pero se les dio prioridad a los artículos
más recientes. La sección de referencias del presente documento
muestra la amplitud completa de las fuentes consultadas. Los
resultados se dividen en cuatro categorías generales representadas
en las cuatro secciones siguientes: (5) aprendizaje y cognición, (6)
emociones, (7) personalidad y (8) complejidad social.
5. APRENDIZAJE
Y COGNICIÓN
La cognición
se refiere a los mecanismos por los cuales un individuo adquiere,
procesa, almacena y traduce la información; incluye el aprendizaje,
la memoria y la toma de decisiones (Shettleworth 2010). La
inteligencia se refiere a la rapidez, la profundidad y la complejidad
de estos mecanismos. Existe siempre una interacción entre los
procesos cognitivos de "nivel superior" y aquellos
considerados de nivel más elemental. Aquí resumiremos lo que se
conoce en al actualidad sobre la cognición en las ovejas a partir de
diversos estudios básicos y aplicados.
5.1.
FUNCIONES EJECUTIVAS
Las
funciones ejecutivas son un conjunto de procesos cognitivos
involucrados en el monitoreo y control de la cognición, incluida la identificación de
los pasos requeridos para la consecución de un objetivo. Las
funciones ejecutivas incluyen la atención, la inhibición cognitiva,
la memoria de trabajo, la flexibilidad cognitiva y la planificación;
en humanos y otros mamíferos, estás funciones ejecutivas se
asientan en la función del área cortical prefrontal. Broom (2010)
llama conciencia ejecutiva a la capacidad de "evaluar, deducir y
planificar en relación con un propósito a largo plazo" (pág.
4). Diamond (2013) describe las funciones ejecutivas como la
posibilidad de "jugar mentalmente con las ideas" (pág.
135).
La evidencia de
funciones ejecutivas sofisticadas en primates es abundante, por
ejemplo, en los monos (Chudasama 2011; Moore et
al. 2003, 2009). La función ejecutiva
ha sido probada en ovejas adultas utilizando tres pruebas estándar:
aprendizaje de discriminación visual, aprendizaje de inversión y
cambio de conjunto atencional. Las tareas de discriminación
comienzan desde la simple discriminación de colores hasta
discriminaciones compuestas, cambios intradimensionales (colores) e
inversiones, y cambios extradimensionales (formas) e inversiones. Las
ovejas pueden realizar no sólo las tareas de discriminación e
inversión, sino también las más complejas tareas de cambio de
conjuntos intra y extradimensionales, con un desempeño además
parejo al de los humanos y los macacos (Morton y Avanzo 2011). Ante
el primer cambio de regla, las ovejas muestran signos visibles de
ansiedad y frustración. El cambio de conjunto atencional es otra
complicada función ejecutiva dentro del aprendizaje de reglas e
inversiones que las ovejas realizan a la par con los primates.
5.2.
OTRAS HABILIDADES DE APRENDIZAJE Y MEMORIA
Las
ovejas tienen una gran memoria general y excelentes habilidades de
aprendizaje. Los corderos muestran una memoria espacial muy sólida
(Nowack et al.
1994), siendo capaces de aprender tareas básicas en tan sólo dos
ensayos (Bremmer, Baggins y Kilgour 1980). Otros estudios muestran
que las ovejas se desempeñan bien en tareas de discriminación
visual (Morris et al.
2010; Sugnaseelan et al.
2013); la discriminación auditiva en cambio puede resultarles más
difícil en determinadas circunstancias (Morris et
al. 2010). Además de la discriminación
de objetos, las ovejas son competentes en tareas que requieren de
aprendizaje espacial. Lee et al.
(2006) mostraron que las ovejas son capaces de
aprender y recordar un laberinto bastante complejo. Hunter et
al. (2015), utilizando un laberinto en
Y modificado, pusieron a prueba su memoria y aprendizaje inverso,
descubriendo que las ovejas de 18 y 40 semanas de edad podían
recordar el laberinto durante al menos 22 semanas y que el
rendimiento en él se relacionaba no sólo con la edad, sino también
con la experiencia previa. En una prueba de exclusión usada
típicamente con primates, las ovejas (y las cabras) tuvieron que
elegir entre dos recipientes, uno de los cuales estaba cebado y
cubierto. Las ovejas y las cabras fueron capaces de servirse de la
información directa (la presencia de alimentos) para elegir la
ubicación correcta de la recompensa, seleccionando mayoritariamente los recipientes llenos tras la observación previa de su cebado (Nawroth et
al. 2014).
Las ovejas
pueden aprender a discriminar entre varios sabores y a usar el gusto para generalizar el
conocimiento de los alimentos (Launchbaugh
1994; Vilalba y Provenza 2000a, b). También pueden usar su capacidad
para discriminar los sabores para automedicarse cuando están
enfermas (Vilalba et al.
2006). Varios estudios muestran cómo las ovejas aprenden a
discriminar entre diferentes plantas comestibles utilizando
categorizaciones mentales. Pueden clasificar las plantas en función
de la especie (Ginane y Dumont 2010, 2011), e incluso a niveles más
sofisticados (incluyendo al menos dos especies), lo que demuestra que
pueden crear una representación jerárquica de categorías de
alimentos, es decir, niveles jerárquicos de la información
perceptiva (Ginane y Dumont 2010, 2011), del mismo modo en que se
sabe que los chimpancés clasifican las flores (Tanaka 2001).
5.3. PERCEPCIÓN
FACIAL
Las caras son
configuraciones complejas de varios componentes, lo que hace de su
reconocimiento una tarea mental complicada. Los muchos aspectos de la
percepción facial incluyen identidad, expresión emocional, mirada y
atractivo (Leopold y Rhodes 2010). Al igual que los humanos y otros
primates nohumanos, como los macacos, las ovejas muestran
especialización neuronal, perceptiva y social para los rostros.
Prefieren los rostros de los congéneres a los de otras especies y los rostros
de ovejas conocidas a los de las desconocidas (da Costa et
al. 2004). Las ovejas pueden también
distinguir la raza y el sexo de otras ovejas mediante las señales
faciales (Kendrick et al.
1995). Para el reconocimiento de otras ovejas se sirven del
hemisferio derecho, en cuyo lóbulo temporal presentan células
especializadas (Kendrick y Baldwin 1987; Peirce et
al. 2000; Broad, Mimmack y Kendrick
2000; Peirce y Kendrick 2002), pero puede que no sea ese el caso para
el reconociendo de los rostros humanos (Peirce et
al. 2001).
Las ovejas también
dan muestras de habilidades de memoria prodigiosas. En un estudio con
veinte ovejas adultas, Kendrick et al.
(2001) demostraron que eran capaces de recordar cincuenta ovejas
individuales (discriminadas de entre veinticinco parejas) durante más
de dos años. Los estudios que usan fotografías de congéneres
muestran que las ovejas pueden discriminar entre varios individuos
incluso cuando estos son presentados con diferentes edades y posturas
(Ferreira et al.
2004). Estos hallazgos reflejan lo robusta que es la habilidad para
el reconocimiento facial de las ovejas y su capacidad para detectar
invariantes dentro de distintas presentaciones.
Como mamíferos
altamente sociales, las ovejas son sensibles a las expresiones
emocionales y pueden distinguir fotografías de ovejas con una
expresión facial tranquila de aquellas que muestran ovejas con una
expresión de sorpresa (Elliker 2005). También pueden reconocer el
miedo en la expresión de otras ovejas (Tate et
al. 2006). Discriminar las caras de los
congéneres es un componente importante de la cognición social, ya
que es la base para la formación de relaciones y jerarquías
sociales complejas.
Las ovejas también demuestran una gran
capacidad para discriminar entre rostros humanos (Davis et
al. 1998; Peirce et
al. 2001). En un estudio reciente, ocho
ovejas adultas fueron entrenadas para reconocer los rostros de
algunas figuras humanas famosas en fotografías presentadas en una
pantalla de ordenador. Las ovejas mostraron invariancia de
orientación espacial, pudiendo reconocer a los famosos sobre
imágenes inclinadas. También pudieron distinguir una cara conocida
de una cara desconocida, así como la foto de un cuidador
particularmente familiar. Los autores concluyeron que la ovejas
llevan a cabo el procesamiento de las caras de forma holística y que
su habilidad para el reconocimiento facial está a la par con los
humanos y otros primates (Knoll et al.
2017).
5.4. RESPUESTA FRENTE A
UN ESPEJO
Hay tres etapas
secuenciales generales de respuesta frente a los espejos: (1)
comportamiento exploratorio y social, (2) verificación de
contingencias y (3) comportamiento autodirigido. Hay evidencias
convincentes de que los miembros de algunos taxones, incluidos los
delfines (Reiss y Marino 2001), los elefantes (Plotnik et
al. 2006), los grandes simios (Anderson
y Gallup 2011) y las urracas (Prior et
al. 2008) pueden reconocerse en los
espejos, ya que son capaces de usarlos para indagar en algunas partes
de su cuerpo (comportamiento autodirigido). Estos hallazgos se
interpretan como evidencias de una conciencia comparable
a la de los humanos, al menos en términos de autoconciencia
corporal. Otros animales, como los monos (Itakura 1987), los perros
(Howell et al.
2013) y los cerdos (Broom et al.
2009; pero véase Gieling et al.
2014), no muestran comportamientos autodirigidos frente a los
espejos, aunque sí pueden servirse de ellos para hallar alimentos
escondidos. Esto también se puede interpretar como una muestra de
autoconciencia, ya que para obtener dicha comida, los animales deben
comprender la relación espacial entre la imagen especular, su propio
cuerpo y el alimento oculto.
Todos los animales que
eventualmente muestran comportamientos autodirigidos pasan por una
fase de verificación de contingencias en la que los individuos
parecen estar probando la relación entre sus movimientos corporales
y los reflejados por la imagen especular mediante conductas como
movimientos repetitivos con la cabeza o entrar y salir del marco del
espejo. En un estudio con ovejas, se les proporcionó un espejo a
tres razas diferentes a fin de probar si eran capaces de usarlo para
encontrar comida escondida en un laberinto. Las 29 ovejas dieron
muestras de las tempranas acciones sociales/exploratorias; algunas de
ellas hicieron gala después de movimientos repetitivos con la cabeza
y otras conductas indicativas de verificación de contingencias. Sin
embargo, ninguna de las ovejas dio señales de emplear el espejo para
hallar el alimento oculto (McBride et
al. 2015). Se necesita de una mayor
investigación para descubrir de qué forma entienden las ovejas los
espejos. El hecho de que algunas de ellas mostraran verificación de
contingencias resulta interesante y sugiere que su capacidad podría
ir más allá de lo observado en este único estudio.
5.5.
RESUMEN DE LOS HALLAZGOS EN TORNO A LA COGNICIÓN DE LAS OVEJAS
Las
ovejas muestran una gran competencia en muchas de las áreas
cognitivas, incluida la memoria y la capacidad de discriminación. Se
destacan especialmente en la función ejecutiva y la percepción
facial, con un nivel parejo al de algunos primates. Se trata de
habilidades de alto nivel basadas en una serie de funciones
neocorticales diferentes, la corteza prefrontal para la función
ejecutiva y el lóbulo temporal para la percepción facial tanto
dentro como fuera de su especie (Kendrick y Baldwin 1987).
6.
EMOCIONES
Las emociones
son fenómenos complejos y multifacéticos que comparten límites
difusos con otros aspectos de la psicología. Incluyen procesos
subjetivos conductuales, neurofisiológicos, cognitivos y conscientes
(Desire et
al. 2002; Mendl y Paul 2004). Moldean
la atención, la toma de decisiones y la memoria y, a su vez, están
influenciadas por factores como la conciencia situacional y la
sensibilidad hacia las experiencias ajenas. A menudo, las emociones y
la cognición están íntimamente unidas. Por ejemplo, los recuerdos
pueden generar emociones intensas y éstas por su parte modular la
respuesta a varios estímulos (Mendl, Burman, Parker y Paul 2009;
Ohl, Arndt y van der Staay 2008; Paul, Harding y Mendl 2005). La
neurociencia afectiva (Panksepp 2004) ha desempeñado un papel clave
en la confirmación de que otros animales experimentan emociones de
manera similar a los humanos. Esto es particularmente cierto en el
caso de los mamíferos, a pesar de la falta de información sobre su
distribución taxonómica (Bekoff 2005).
El estudio de
las emociones en las ovejas, como en el resto de animales, ha tendido
a centrarse en dos únicas dimensiones fácilmente mensurables: la
valencia (positiva/negativa o agradable/desagradable) y la intensidad
(débil/fuerte), de variabilidad independiente. Existe al mismo
tiempo una creciente literatura en torno a emociones más complejas,
como el sesgo cognitivo, en relación a las ovejas y otros mamíferos
altamente sociales. Désiré et al.
(2002) argumentan que el énfasis puesto en los aspectos
unidimensionales más básicos de las emociones de los otros animales
se debe más a nuestras propias presunciones sobre la
naturaleza de las emociones no humanas y nuestras limitaciones para
medirlas que a una falta de complejidad o sutileza por su parte.
La
literatura sobre las emociones de las ovejas y otros animales de
granja es sustancial, y confirma no sólo que las experimentan en un
amplio abanico de formas, sino también que algunas de sus respuestas
son bastante complejas. Los estudios básicos en torno a la valencia
emocional (positiva/negativa) indican que las ovejas expresan sus
estados subjetivos internos a través de múltiples cambios
conductuales y fisiológicos.
La posición de las orejas
parece ser un buen indicador del estado emocional en las ovejas, tal
y como ocurre también con las vacas. Proctor y Carder (2014)
hallaron que acariciar a las vacas con suavidad se asociaba con una
postura relajada de las orejas, expresada en una posición retrasada
o colgante. Reffman, Kaszàs, Wechsler y Gygax (2009) mostraron, en
dos experimentos independientes, que la posición de las orejas en
las ovejas está relacionada con situaciones de valencia emocional
negativa y positiva inferida. En situaciones negativas (por ejemplo,
cuando se administraban alimentos desagradables), el número de
cambios en la postura de las orejas era mayor, así como también era
más alta la proporción de posiciones adelantadas y asimétricas. En
situaciones positivas (por ejemplo, cuando se les daba comida
enriquecedora), la postura de las orejas se mantenía más estable,
con una alta proporción de posturas pasivas (colgando libremente).
Reefman et al.
observaron que la atención aumentaba sólo frente a circunstancias
emocionales negativas. Llegaron a la conclusión de que la posición
de las orejas era una medida confiable de los estados emocionales de
las ovejas, pero que aún quedan complejidades y matices por
descifrar.
En otro estudio, Reefman, Wechsler y Gygax (2009)
observaron las reacciones de 15 ovejas frente a una situación
negativa (separación del grupo), una situación intermedia (un
área de alimentación) y una situación positiva (acicalado
voluntario a manos de su humano favorito). Se registró de forma
continua la posición de las orejas, la apertura relativa de los
ojos, las respiración cardiovascular, la humedad de la superficie
corporal y la temperatura durante un periodo mínimo de 4 minutos
para cada situación. El acicalamiento reflejó una menor cantidad de
cambios en la posición de las orejas y un índice mayor de posturas
relajadas, mientras que la situación negativa daba como resultado
orejas en posición más avanzada. La posición de las orejas se
correlaciona a su vez con varios indicadores fisiológicos. Reffman
et al.
(2012) replicaron estos hallazgos en un estudio sobre la posición de
las orejas y otras medidas de valencia emocional (estado de ánimo)
en curso bajo diferentes condiciones de alojamiento prolongado,
obteniendo resultados equivalentes.
Boissy et
al. (2011) también observaron una
correlación entre la posición de las orejas de las ovejas y
situaciones que provocan diferentes estados emocionales, tales como
eventos inesperados, desconocimiento, descontrol y contraste
negativo. Una postura horizontal se correspondía con un estado
emocional "neutral"; frente a situaciones desconocidas y
desagradables que eran incontrolables (interpretadas como miedo), las
orejas tendían a caer hacia atrás; frente a situaciones negativas
pero controlables (ira), las orejas tendían hacia arriba; y frente a
situaciones de sorpresa, las orejas lucían asimétricas (una arriba
y otra abajo). La posición de las orejas, junto con la frecuencia
cardíaca y otros indicadores conductuales y fisiológicos, confirma
que los corderos disfrutan con las caricias suaves (Coulon et
al. 2015).
Los estudios en torno
a la posición de las orejas demuestran que existen correlatos
conductuales y fisiológicos claros de los estados emocionales en las
ovejas. También nos dicen que falta una gran complejidad por
desentrañar, ya que es importante aclarar los diversos elementos
emocionales sugeridos en estos hallazgos.
El miedo es
probablemente la emoción más comúnmente investigada en los
animales domésticos, incluidas las ovejas. Se trata de una reacción
al peligro percibido. El miedo ha sido probado y medido de manera
fiable en las ovejas durante décadas. Aunque muestran variaciones
individuales basadas en la personalidad, como especie de presa, las
ovejas por lo general expresan su miedo mediante comportamientos
tales como alerta visual y auditiva muy concentrada, inmovilización
(postura de "congelación"), huida/escape y defecación
(Bouissou et al.
1996; Rohmeyer et al.
1992; Vierin et al.
2002).
En un estudio sobre la forma en que el estrés crónico
afecta a las respuestas de miedo a largo plazo, Destrez et
al. (2013) expusieron a unos corderos
de cinco meses a seis semanas de eventos adversos e impredecibles
relacionados con la depredación y un trato negativo. Descubrieron
que, en comparación con el grupo de control, estos corderos
mostraban en general reacciones más temerosas frente a diferentes
circunstancias: se acercaban a los humanos con menos frecuencia,
tenían menos contacto con los objetos desconocidos y articulaban una
mayor cantidad de vocalizaciones. Estos hallazgos sugieren que el
impacto de unos eventos aversivos incontrolables es más complejo que
el mero temor momentáneo hacia el suceso en cuestión. Parecen
afectar de forma más continuada sobre el estado de ánimo y el
miedo, lo que, como se describe a continuación, apunta a la
evidencia de emociones complejas en las ovejas.
En el marco de
trabajo del modelado cognitivo conocido como teoría de la
evaluación, las emociones se contemplan como el resultado de la
forma en que un individuo evalúa una situación desencadenante,
siguiendo una secuencia de comprobaciones, incluida la relevancia de
la situación (su brusquedad, su familiaridad, su previsibilidad y su
placer intrínseco), sus implicaciones para el individuo (incluida la
coherencia con las expectativas del individuo), el potencial de
control y los estándares internos y externos. Los estudios de las
teorías de evaluación se han aplicado tanto a humanos como a otros
animales. Una serie de tales estudios llevados a cabo con ovejas por
parte de Vessier et al.
(2009) confirmaron que las ovejas evalúan los eventos de su entorno
de acuerdo con su brusquedad, su familiaridad, su previsibilidad y su
consistencia con sus propias expectativas y su control sobre dichos
eventos, las mismas dimensiones que dan forma a las respuestas
emocionales humanas, según la teoría de la evaluación. Basándose
en sus respuestas a diversas situaciones que desencadenarían una
respuesta emocional en humanos, los autores concluyeron que las
ovejas parecen ser capaces de experimentar una amplia gama de
emociones, incluyendo el miedo, la ira, la rabia, la desesperación,
el aburrimiento, el asco y la felicidad (Vessier et
al. 2009).
6.1.
EMOCIONES COMPLEJAS
Las
emociones de las ovejas no se limitan a los sentimientos más
básicos, sino también a algunos más complejos. Las experiencias
emocionales complejas son aquellas respuestas emocionales que
interactúan con otros terrenos de la mente, como la cognición y la
socialidad. Hay evidencia de emociones complejas en ovejas en cuatro
dominios: sesgo cognitivo (juicio), reacciones emocionales al
aprendizaje, contagio emocional y amortiguación social.
6.1.1.
SESGO COGNITIVO
El sesgo
cognitivo, también conocido como sesgo de juicio negativo (y
positivo), es una muestra clara de interacción compleja entre las
emociones y la cognición. El sesgo de juicio negativo (a veces
denominado pesimismo) hace referencia a una respuesta negativa dada
frente a un estímulo ambiguo después de una experiencia emocional
negativa; el sesgo positivo (optimismo) se refiere a los efectos de
las experiencias emocionales positivas en la cognición. El sesgo
cognitivo es un fenómeno demostrado en un gran número de animales,
incluidas las vacas (Daros, Costa, von Keyserlingk, Hötzel y Weary
2014), los cerdos (Douglas, Bateson, Walsh, Bédué y Edwards 2012),
los delfines mulares (Clegg, Rödel y Delfour 2017), los monos
capuchinos (Pomerantz, Terkel, Suomi y Paukner 2012) y las abejas
melíferas (Bateson, Desire, Gartside y Wright 2011).
La
evidencia del sesgo cognitivo en ovejas es sólida. Doyle et
al. (2011) encontraron que la
exposición a eventos adversos impredecibles tenía a largo plazo un
efecto sobre la motivación de las ovejas a la hora de acercarse a un
grupo asociado con una tarea de discriminación ubicada en una zona
neutral. Destrez et al.
(2013) hallaron que la exposición a situaciones de estrés crónico
conducía a los corderos a sesgos pesimistas y déficits de
aprendizaje. Las ovejas demuestran a su vez optimismo y pesimismo bajo
circunstancias relevantes, proporcionando más evidencias de una
interacción compleja entre sus emociones y su cognición. Las ovejas
que han sido encerradas y luego liberadas muestran también un mayor
sesgo de juicio positivo que las ovejas que nunca han sido encerradas
(Doyle et al.
2010; Sanger et al. 2011).
La
capacidad de formar expectativas y reaccionar ante aquello que no se
cumple es una facultad cognitiva compleja. Una expectativa es saber,
gracias a las experiencias vividas, que un evento precede a otro o
conduce a un resultado particular. Esta definición supone que hay
una representación mental del resultado, lo que requiere un
procesamiento cognitivo complejo, ya que implica una comparación
entre las características reales y las esperadas. Grieveldinger et al.
(2011) diseñaron un estudio para determinar si los corderos son
capaces de formar expectativas y responder emocionalmente cuando esas
expectativas no se cumplen. Los corderos respondieron emocionalmente
(con un aumento de las respuestas cardíacas y locomotoras) cuando la
recompensa por una tarea completada fue menor de lo esperado, en
especial si antes habían recibido una recompensa mayor. Estos
hallazgos demuestran que las ovejas no sólo pueden desarrollar
expectativas y tener sentimientos en torno al cumplimiento de esas
expectativas, sino también que pueden seguir un conjunto bastante
complejo de eventos que conducen a un resultado. Los autores
interpretaron las emociones de los corderos tras la decepción como
un reflejo de frustración y desesperación.
6.1.2.
REACCIONES EMOCIONALES AL APRENDIZAJE
Las
reacciones emocionales al aprendizaje se refieren a los efectos
emocionales producidos por la mejora en una tarea, siendo
independientes de las reacciones suscitadas por la propia recompensa:
excitación y emociones positivas generadas al darse uno cuenta de
que está controlando una situación particular y acercándose a una
meta dada. El individio se emociona al sentir que puede controlar el
acceso a una recompensa. Se ha argumentado que este tipo de
experiencia emocional compleja se basa en cierto nivel de
autoconciencia, como la autorreferencia o la autoagencia (Hagen y
Broom 2004). Hagen y Broom (2004) estudiaron las respuestas
emocionales de unos terneros durante el tiempo en que estaban
aprendiendo una tarea. Los terneros eran colocados en un corral
pequeño con una puerta a través de la cual podían ver un cuenco de
comida situado a 20 metros de distancia. Si el animal metía la nariz
en un agujero en la pared y rompía un haz de luz, la puerta se
abría. Los terneros daban muestras conductuales de excitación en
forma de saltos y sacudidas cuando aprendían a abrir la puerta, así
como una frecuencia cardíaca elevada durante el periodo de
aprendizaje.
Ni los terneros de control que pasaban el mismo
tiempo en el corral ni aquellos que ya previamente conocían la forma
de abrir la puerta y procedían de inmediato a su apertura dieron
muestras de estas reacciones. Los autores especularon que el aumento
de la excitación en el grupo experimental fue el resultado directo
de la mejora en su desempeño: una reacción emocional a una
sensación de autoeficacia. Estos hallazgos tienen implicaciones
sugerentes en cuanto a la autoconciencia de las vacas.
Broom y Barone
(en desarrollo) obtuvieron resultados similares en un estudio sobre
el aprendizaje llevado a cabo con ovejas. Los autores sugieren que
las ovejas pueden haber sido conscientes de su propio éxito en la
resolución de un problema. Llaman a este fenómeno el "efecto
eureka" (Broom, comunicación personal). Aunque se precisa de
una mayor investigación, es posible que, como las vacas, las ovejas
reaccionen emocionalmente al éxito en el aprendizaje de una tarea.
6.1.3. CONTAGIO
EMOCIONAL
Las emociones
pueden influir sobre más de un individuo dentro de un grupo a través
de un proceso conocido como contagio emocional. El contagio emocional
ocurre cuando una experiencia individual coincide con la respuesta
emocional de otro sujeto; muchos autores lo consideran un pilar
fundamental de la empatía (De Waal 2003, 2008; Preston y De Waal
2002; Singer 2006). La empatía puede definirse como la
experimentación de un estado emocional similar al de otro individuo
como resultado de la correcta percepción de la situación ajena
(Hatfield et al. 1993; Preston y De Waal 2002). La empatía tiene un
componente cognitivo y otro emocional. De Waal (2008) sugiere que el
contagio emocional forma la base de la preocupación simpática (que
implica cierta toma de perspectiva) y que puede conducir a un
altruismo basado en la empatía. El contagio emocional ha sido
demostrado en muchos taxones socialmente complejos como los perros
(Joly-Mascheroni, Senju y Shepherd 2008), los lobos (Romero, Ito,
Saito y Hasegawa 2014), los grandes simios (Anderson, Myowa-Yamakoshi
y Matsuzawa 2004; Palagi, Norscia y Demuru 2014), los cerdos
(Reimert, Bolhuis, Kemp y Rodenburg 2013, 2014) y las vacas (Boissy
et al. 1998).
Un ejemplo de contagio emocional es el bostezo
contagioso, donde el bostezo se desencadena motivado por el bostezo
de otro individuo. El bostezo contagioso se ha demostrado en humanos
y en muchos otros mamíferos, como perros, lobos, chimpancés
(Campbell y De Waal 2011) y ratas (Moyaho et
al. 2014), así como en una ave, los
periquitos (Miller et al.
2012). Las ovejas también tienen bostezos contagiosos. En un estudio
con doce ovejas adultas, se descubrió que, cuando son emparejadas
visualmente, si una oveja bosteza, la otra lo hace al cabo de un
minuto en más del 11% de las ocasiones; esto no ocurría si estaban
ocultas la una de la otra. Incluso muestran rumia sincronizada bajo
las mismas circunstancias (Yonezawa et
al.2017).
Otra forma en la que
que las ovejas demuestran empatía es a través de las respuestas de
las madres a sus crías. Hild et al.
(2011) desubrieron que las ovejas prestaban más atención a sus
corderos cuando estos daban muestras de dolor (por ejemplo, por el
corte de sus colas). Curiosamente, el estrés de las crías no
provoca el mismo incremento de atención. Estos resultados indican
que las ovejas distinguen entre el dolor y la angustia psicológica o
que no son capaces de detectar la angustia psicológica de la misma
manera.
6.1.4.
AMORTIGUACIÓN SOCIAL
La amortiguación
social ocurre cuando la presencia de un congénere provoca que un
individuo reaccione de manera menos negativa o intensa a situaciones
estresantes e inductoras de terror (Kikusui 2006). Los congéneres
actúan como amortiguadores sociales al disminuir el estrés emocional.
La amortiguación social ilustra el importante rol emocional que
desempeña el grupo social en muchos animales, incluidas las ovejas.
Este fenómeno ha sido demostrado en humanos (Thorsteinsson et
al.1998), macacos (Gilbert y Baker
2011), gallinas (Edgar et al.
2015) y vacas (Boissy y Le Neindre 1990; Grignard et
al. 2000).
No es sorprendente
encontrar evidencias sustanciales de amortiguación social en ovejas.
Da Costa et al.
(2004) descubrieron que cuando las ovejas experimentan aislamiento
social, la visión de imágenes con caras de ovejas conocidas (pero
no así de cabras o formas geométricas) reducía significativamente
los índices de estrés conductuales (vocalizaciones de protesta vigorosas), autónomos (frecuencia cardíaca) y endocrinos (cortisol
y adrenalina). Vandenheede et al.
(1994) y Bousseau et al.
(1996) obtuvieron resultados muy similares: las ovejas eran capaces
de distinguir entre fotografías con ovejas de su propia raza y
fotografías con ovejas de una raza distinta, reflejando un menor
miedo ante las primeras.
6.2.
RELACIÓN MADRE-HIJO
Las
ovejas y sus corderos forman fuertes lazos emocionales inmediatamente
después del parto (Nowack et al.
2000). Las ovejas se mantienen cerca de sus jóvenes corderos y
alientan una conducta de seguimiento en una etapa muy temprana
(Cuaresma 1974), creándose así vínculos estables entre la madre y
su descendencia dentro de la movilidad de sus rebaños (Hersher et
al. 1963). Los corderos establecen a su
vez una clara preferencia por sus madres frente a otras hembras
adultas durante las primeras etapas de la crianza (Arnold y Dudzinski
1975; Nowak et al. 1989;
Hernández et al. 2009).
Las madres se comunican con sus corderos usando balidos de tono bajo
similares a las vocalizaciones madre-hijo de muchas otras especies
(Dwyer et al.
1998). Con sólo 12 horas de vida, los corderos pueden ya identificar
a sus madres tanto con la vista como con el oído (Poindron, Nowak,
Lévy, Porter y Schaal 1993).
La
intensidad del vínculo entre la oveja y su cría cambia a lo largo del
período de lactancia, a medida que el cordero se va independizando
gradualmente de la madre (Weary et al.
2008). El destete natural comienza alrededor de los seis meses, pero
puede prolongarse hasta casi un año (Grubb 1974). Algunos estudios
muestran que, si se les da la oportunidad, las madres y sus crías
tienden a asociarse incluso después del destete (Hinch et
al. 1990; Rowell 1991). Bajo las
condiciones intensivas de la cría industrial, las ovejas y sus
corderos son separados al cabo de apenas un mes o a menudo entre los
2 y los 4 meses (Napolitano 2008). Esta práctica causa angustia
emocional tanto en el cordero como en la madre. Durante los primeros
días después de la separación, los corderos intentan reunirse con
sus madres y muestran una respuesta de estrés emocional mediante
vocalizaciones y deambulaciones (Freitas-de-Melo et
al. 2017; véase también Poindron et
al. 2007, para una revisión). Estos
comportamientos se expresan exclusivamente con la pérdida de la
madre.
Cuando las madres son separadas de sus corderos antes
del destete, muestran comportamientos de gran ansiedad, como
vocalizaciones agudas, aislamiento y aumento de la locomoción
(Poindron et al.
1994). Napolitano et al.
(2008) revisaron la evidencia y descubrieron que el destete
artificial y la separación temprana de la madre tiene efectos
psicológicos negativos en los corderos a lo largo de diferentes
fases de su desarrollo. En las ovejas, el vínculo madre-hijo es, por
lo tanto, muy intenso ya desde un principio y vulnerable a los
efectos negativos cuando el proceso natural de destete se interrumpe
o no se permite su desarrollo gradual.
6.3.
JUEGO
El comportamiento lúdico
de los otros animales puede ser un buen indicador de sus estados
emocionales positivos (Held y Spinka 2011). El juego está
relacionado con la curiosidad, el estado de ánimo, la exploración y
la innovación; forma la base de complejas habilidades sociales y
físicas (Bateson, Bateson y Martin 2013) tanto en humanos como en
otros animales. El juego es también una expresión general de un
estado anímico positivo. Lo practican tanto mamíferos como
no-mamíferos (Bekoff y Byers 1998; Burghardt 2005, 2015). Muchos
animales de granja, como los cerdos (Horback 2014) y las vacas
(Reinhardt et al.
1978), exhiben una amplia gama de complejos comportamientos lúdicos
sociales y con objetos. Las ovejas no son una excepción.
Después de la
primera semana de vida, los corderos forman grupos de juego (Morgan y
Arnold 1974), donde las diferencias entre los sexos se vuelven
evidentes. Los machos tienden a jugar de manera más agresiva,
golpeándose las cabezas y montándose entre sí (Chapagain et
al. 2014; Orgeuer et
al. 1984); las hembras por su parte
tienden a participar más en juegos locomotores, como retozar y
corretear. En ambos casos se exhiben movimientos corporales
exagerados y exuberantes como "sacudidas", "volteretas"
y giros en redondo (Spinka et al.
2001). Todos estos comportamientos indican que las ovejas, como la
mayoría de los otros animales, expresan emociones positivas en las
interacciones con los demás y con su entorno.
6.4.
RESUMEN DE LOS HALLAZGOS EN TORNO A LAS EMOCIONES DE LAS OVEJAS
Las
ovejas tienen emociones que abarcan todo el espectro y que se
combinan con la cognición en formas muy complejas. Dan evidencias
de sesgo cognitivo, reacciones emocionales al aprendizaje, contagio
emocional (lo que puede representar una forma simple de empatía) y
amortiguación social. En el ámbito social, el fuerte lazo entre las
madres y sus crías puede prolongarse varios meses.
7.
PERSONALIDAD
La personalidad
es ese conjunto de rasgos que hacen diferentes a los individuos y son
consistentes en el tiempo: "aquellas características de los
individuos que describen y explican patrones de afecto, cognición y
comportamiento temporalmente estables" (Gosling 2008, pág.
986). La individualidad de los rasgos de personalidad tiene
implicaciones importantes sobre cómo consideramos y tratamos a los
demás animales. Las diferencias individuales en la personalidad
contradicen la visión de que otros animales son unidades
intercambiables y unidimensionales de un grupo, población o especie
(como a menudo se piensa de las ovejas y otros animales de pastoreo
como las vacas). La personalidad interactúa además con la cognición
y las emociones, configurando la conducta y el desempeño frente a un
amplio número de actividades (Carere y Locurto 2011).
Los
rasgos de personalidad son ubicuos en el reino animal, tanto en
mamíferos como en no-mamíferos (Vonk, Weiss y Kuczaj 2017). La
estructura de la personalidad en los animales nohumanos se establece
sobre la base del modelo de cinco factores multidimensional de la
personalidad humana (Gosling 2008; Gosling y John 1999). Este modelo
incluye las dimensiones de apertura, responsabilidad, extraversión,
amabilidad y neuroticismo (por ejemplo, McCrae y Costa 2008). Aunque
algunos autores hablan de "síndromes de comportamiento" o
de "temperamento" en relación con los demás animales
(Reale, Reader, Sol, McDougall y Dingemanse 2007), lo observado y
documentado arroja pocas diferencias entre estos fenómenos y la
personalidad (Gosling 2008).
También las ovejas muestran
evidencias de personalidad individual. Una de las dimensiones
identificadas es la timidez/osadía. Las pruebas de timidez-osadía
—basadas en la toma de riesgos, las reacciones frente a lo novedoso
y los niveles de exploración, correlacionadas a menudo con los
patrones de forrajeo, la distribución espacial y la respuesta ante
otros grupos— evidencian la presencia de esta dimensión de la
personalidad en las ovejas (Murphy et
al. 1994; Sibbald et
al. 2009). El continuo timidez-osadía
se reconoce hoy como una dimensión fundamental de la variabilidad
conductual de humanos y nohumanos (Wilson et
al. 1994).
Michelena, Sibbald,
Erhard y McLeod (2008) investigaron el papel de la personalidad
individual en condiciones de alta competencia alimenticia. Primero
identificaron a los individuos como osados o tímidos en función de
su voluntad para abandonar el grupo en una prueba de exploración en
interiores. Los individuos con una personalidad osada tenían más
probabilidades de dividirse en subgrupos durante los experimentos de
pastoreo en campo abierto, lo que sugiere que la personalidad
individual puede influir en la organización espacial. Michelena et
al. (2009) informaron de que las
diferencias individuales respecto de la osadía y la proporción de
individuos osados y tímidos podía afectar a las decisiones de
forrajeo de todo el grupo, adoptando los primeros el papel de
líderes.
Otra dimensión de la personalidad es el gregarismo.
Las ovejas son una especie altamente social, pero los individuos
difieren en sociabilidad, que se correlaciona con la sincronización
conductual. El gregarismo puede medirse como el tiempo que un
individuo pasa cerca de los demás. La sincronización conductual, una
propiedad fundamental de la cohesión social, es la ocurrencia
simultánea del mismo comportamiento en dos o más individuos.
Hauschildt y Gerken (2015) descubrieron que la proporción de
individuos gregarios en un grupo predice la sincronización
conductual, lo que demuestra que la mezcla de rasgos de personalidad
individual en un grupo puede influir en la cohesión social.
Otros rasgos de
personalidad en las ovejas incluyen la reactividad, el nivel de
actividad y la calma/ansiedad. Sin embargo, existen evidencias de que
estas etiquetas (y sus definiciones operativas) podrían ser
variaciones de un mismo rasgo (Bickell et
al. 2009; Murphy et
al. 1998) y muchos autores las emplean
de manera indistinta. (Por ejemplo, Beausoleil et
al. [2012] evaluaron ovejas
caracterizadas como más y menos activas bajo distintas situaciones,
pero interpretaron los resultados en términos de calma, reactividad
y ansiedad como si fueran una sola dimensión.)
Muchas de estas
pruebas se llevaron a cabo en lugares que se mantienen irrestrictos
pero aislados del grupo social, en entornos desconocidos (como un
campo abierto) y en presencia de seres humanos desconocidos. Los
investigadores miden luego el nivel de actividad, la velocidad de
escape, la evasión y las vocalizaciones. La otra opción es probar
en una situación restringida en una jaula o redil pequeño (como un
cajón de manejo) y medir los niveles de agitación, lucha y
vocalización. La correlación entre estos dos tipos de evaluaciones
—con y sin restricciones— es moderada y mixta (Dodd et
al. 2012). La desventaja de interpretar
el comportamiento en pruebas irrestrictas como un ambiente novedoso
es que los altos niveles de locomoción son ambiguos —interpretables
como ansiedad. Estas dos interpretaciones podrían representar
diferentes dimensiones de la personalidad: osadía o ansiedad.
Los
rasgos de personalidad en las ovejas también tienen su impacto en el
comportamiento materno y la supervivencia del cordero. Utilizando el
análisis de componentes principales, Dwyer y Lawrence (2000)
encontraron que el tipo materno de las ovejas podía caracterizarse
consistentemente bajo dos ejes: afecto/cuidado materno frente a
rechazo materno. La protección materna no se halla en el extremo
opuesto de una escala lineal al rechazo materno, pudiendo las ovejas
lucir altos niveles de rechazo sin mostrar por ello una reducción de
otros comportamientos de atención positivos como el acicalamiento.
Aunque la frecuencia de rechazo materno disminuye con la experiencia,
estas dos dimensiones permanecen separadas en el tiempo. Los autores
sugieren que ambas pueden estar relacionadas con el rasgo de
emocionalidad. Poindran et al.
(2007) identificaron dos dimensiones del tipo materno en las ovejas
que influyen mucho en el apego materno: la capacidad de respuesta
materna y la selectividad materna. Estos hallazgos plantean la
pregunta de si el estilo materno es en sí mismo un rasgo de
personalidad único o una combinación de varios otros rasgos.
7.1.
RESUMEN DE LOS HALLAZGOS EN TORNO A LAS PERSONALIDAD DE LAS
OVEJAS
Existen abundantes
evidencias de rasgos de personalidad en ovejas, en particular,
timidez/osadía y gregarismo. Se necesita una mayor investigación
respecto de otras dimensiones y complejidades potenciales de la
personalidad de las ovejas, en particular, los conceptos de
personalidad más generales como la reactividad/ansiedad.
8.
COMPLEJIDAD SOCIAL
La
definición convencional de la complejidad social se refiere a la
cantidad de individuos y al número y los tipos de roles y relaciones
diferenciadas entre ellos (Bergman y Beehner 2015). Las relaciones
diferenciadas son aquellas que requieren reconocer y responder a las
diferencias individuales (por ejemplo, los roles de dominación, los
parentescos, y otras diferencias multidimensionales más complejas).
Seyfarth y Cheney (2015) definieron la cognición social como el
conocimiento sobre las características de los congéneres. Podría
así decirse que la definición general de la complejidad social
incluye el número de relaciones diferenciadas, el grado de
conocimiento sobre los congéneres, y la información extraída de
las interacciones y relaciones sociales propias y ajenas. Existe una
gran evidencia de una correlación positiva entre varias capacidades
cognitivas de alto nivel y el grado de complejidad social en especies
tan diversas como los cerdos domésticos (véase Marino y Colvin
2015, para una revisión), los perros (véase Bensky et
al. 2013, para una revisión), los
primates (por ejemplo, Dunbar 1998), los delfines y las ballenas
(Fox, Muthukrishna y Schultz 2017; Whitehead y Rendell 2015) y las
aves (Burish et al.
2004).
Las ovejas tienden a formar
grupos basados en sus vínculos filiales. Boissy y Dumont (2002)
descubrieron que las ovejas colocadas cerca de compañeras conocidas
pastaban más tiempo, vocalizaban menos y estaban menos vigilantes
que las ovejas rodeadas de congéneres desconocidos. La organización
social en las ovejas también puede ser bastante variable, con más
diferencias entre poblaciones que entre géneros (Shackleton y Shank
1984). Las ovejas tienen dimorfismo sexual; las jerarquías de
dominación se presentan por lo común entre los machos, siendo
débiles o inexistentes entre las hembras (Shackleton y Shank 1984).
Las luchas están estrechamente relacionadas con la estructura de los
cuernos y la cabeza, empleándose los primeros tanto para pelear como
para indicar el rango social (Shackleton y Shank 1984).
Al
igual que el resto de animales de granja, las ovejas, si gozan de
condiciones alejadas de las de la cría industrial, pueden mostrar
más plasticidad conductual de lo que se creía en el pasado
(Estévez, Andersen y Nævdal 2007). Como ya se ha comentado, hay
evidencias de que los rasgos de personalidad individual de las ovejas
influyen en el movimiento y la distribución del grupo (Hauschildt y
Gerken 2015), siendo la personalidad un factor de gran importancia en
el comportamiento social (Doyle et al.
2016).
Michelena, Sibbald, Erhard y McLeod (2008) mostraron
que la osadía y la timidez de las ovejas individuales influye en la
tendencia de los grupos a dividirse en subgrupos. Los lazos sociales
son tan importantes para las ovejas que prefieren quedarse con su
grupo social antes que buscar comida en un lugar alejado (Dumont y
Boissy 2000). Los lazos especiales también predicen el orden del
movimiento grupal. En un estudio con diecinueve corderos de un año de edad
sin vínculos de parentesco, aquellos con lazos preferenciales eran
significativamente más propensos a seguirse entre sí durante los
desplazamientos del grupo (Ramseyer, Boissy, Thierry y Dumont 2009).
El estudio midió también la cohesión social —el número de veces
que se observa a un individuo cerca de otro. Los corderos con baja
cohesión social, es decir, con un bajo número de parejas con las
que comparten interacciones afines frecuentes, son con gran
frecuencia los primeros en alejarse del grupo social en busca de
comida, mostrando un menor apego hacia el mismo. Además, aquellos
individuos con un índice de cohesión más alto están más a menudo
delante del grupo cuando éste empieza a desplazarse (Ramseyer,
Boissy, Thierry y Dumont 2009). Estos resultados muestran que la
morfología y los movimientos de un grupo social están configurados
por las personalidades de sus componentes.
La cohesión
social también está modulada por la sincronía de actividad y la
afinidad social. Michelena, Gautrais, Gérard, Bon y Deneubourg
(2008) probaron los efectos de la actividad, el tamaño del grupo y
la composición sexual en la cohesión de grupos de ovejas merinas de
sexo mixto y de un solo sexo. En todos los tipos y tamaños de
grupos, las ovejas se agregaron más de lo que cabría esperar en una
distribución espacial aleatoria. La cohesión social fue moldeada
por el nivel de actividad del grupo. Los individuos estaban más
próximos durante los descansos y más separados cuando sólo una
parte del grupo se mostraba activa. Los componentes de los grupos que
estaban activos al completo mantuvieron distancias estrechas,
separándose un poco durante los descansos.
Dado que los
lazos sociales son tan importantes en la vida de las ovejas, no es
sorprendente que haya pruebas contundentes de que ser forzadas a
vivir en aislamiento causa en ellas conductas de ansiedad. Por
ejemplo, Lauber, Nash, Gatt y Hemsworth (2012) observaron a lo largo
de tres semanas a 96 ovejas merinas castradas alojadas
individualmente empleando un muestreo de 15 minutos en períodos de
10 horas durante dos días consecutivos. El setenta y uno por ciento
de las ovejas mostraron uno o más comportamientos anormales durante
más del 10% del día, como deambular o masticar y empujar la jaula.
La prevalencia e incidencia de estos comportamientos fue alta,
especialmente en comparación con las ovejas que pastaban al aire
libre y en compañía de otras ovejas.
8.1.
RESUMEN DE LOS HALLAZGOS EN TORNO A LA SOCIALIDAD EN LAS OVEJAS
Los grupos de ovejas no son homogéneos,
sino que están formados por relaciones jerárquicas, dinámicas y
complejas determinadas por las personalidades individuales y muchos
otros factores.
9.
CONCLUSIONES
La literatura
científica nos descubre hallazgos sobre el aprendizaje, la
cognición, las emociones, la personalidad y la complejidad social de
las ovejas que demuestran que estos animales, contrariamente a la
poca inteligencia y nula individualidad o autonomía que les otorgan
las opiniones y representaciones populares, poseen facultades
complejas tales como:
1. unas funciones ejecutivas del lóbulo
prefrontal parejas a las de los primates;
2. una capacidad
considerable para distinguir e identificar rostros de otras ovejas y
de seres humanos;
3. una amplia gama de emociones tanto básicas
como complejas, incluyendo sesgos cognitivos y contagio emocional;
4.
unas personalidades diferenciadas;
5. unos fuertes vínculos y
relaciones entre las madres y sus hijos, que dan forma a los grupos
sociales más allá de la disponibilidad y distribución de los
alimentos.
Nuestra revisión en torno a las ovejas contradice
la percepción histórica alimentada y sostenida por los medios de
comunicación contemporáneos, la cultura popular y la ganadería.
Como se ha discutido más arriba, religiones como la cristiana han
hecho que las ovejas sean vistas por la conciencia contemporánea
como seres obedientes, pasivos y homogéneos; esta perspectiva tiene
consecuencias negativas para las ovejas. Hacer que el lenguaje
represente a los animales de granja no como sujetos sino como objetos
para prácticas de ganadería, investigación y curtido, sirve para
que los humanos se distancien psicológicamente de ellos. Esperamos
que este análisis exhaustivo de la literatura científica sirva como
base para reconsiderar el uso de las ovejas como productos básicos
de la industria ganadera y la investigación invasiva, y para
promover un mayor conocimiento de ellas en investigaciones no
invasivas en entornos más naturales y no coercitivos, como los
santuarios.
AGRADECIMIENTOS
Nos
gustaría dar las gracias a Kristin Allen por su contribución
excepcional en la identificación y compilación de algunos de los
resultados de este trabajo de investigación.
Lori
Marino & Debra Merskin, 2019.
REFERENCIAS
Anderson, J. R., & Gallup, G. G.,
Jr. (2011). Which primates recognize themselves in mirrors? PLoS
Biology, 9(3), e1001024.
Anderson, M. C., Myowa-Yamakoshi, M., &
Matsuzawa, T. (2004). Contagious yawning in chimpanzees. Proceedings
of the Royal Society Biological Sciences, 27(Supl. 6), S468–S470.
Arnold, G. W., & Dudzinski, M. L.
(1978). Maternal behavior. In G. W. Arnold & M. L. Dudinski
(Eds.), Ethology of free-ranging animals (págs. 137-165).
Amsterdam: Elsevier.
Bateson, M., Desire, S., Gartside, S.
E., & Wright, G. A. (2011). Agitated honeybees exhibit
pessimistic cognitive biases. Current Biology, 21(12),
1070-1073.
Bateson, P. P. G., Bateson, P., &
Martin, P. (2013). Play, playfulness, creativity and innovation.
Cambridge, UK: Cambridge University Press.
Beausoleil, N. J., Blache, D.,
Stafford, K. J., Mellor, D. J., & Noble, A. D. (2012). Selection
for temperament in sheep: Domain-general and context-specific traits.
Applied Animal Behaviour Science, 139(1-2), 74-85.
Bekoff,
M. (2005). The question of animal emotions: An ethological
perspective. In F. D. McMillan (Ed)., Mental health and well-being
in animals (págs. 15-28). Ames, IA: Blackwell.
Bekoff, M., & Byers, J. A. (Eds.).
(1998). Animal play: Evolutionary, comparative and ecological
perspectives. Cambridge, UK: Cambridge University Press.
Bensky, M.K., Gosling, S. D., &
Sinn, D. L. (2013). The world from a dog’s point of view: A review
and synthesis of dog cognition research. Advances in the Study of
Behavior, 45, 209-406.
Bergman, T. J., & Beehner, J.C.
(2015). Measuring social complexity. Animal Behaviour, 103,
203–209.
Bickell, S. L., Nowak, R., Poindron,
P., Sebe, F., Chadwick, A., Ferguson, D., & Blache, D. (2009).
Temperament does not affect the overall establishment of mutual
preference between the mother and her young in sheep measured in a
choice test. Developmental Psychobiology, 51(5), 429-438.
Boissy, A., & Dumont, B. (2002).
Interactions between social and feeding motivations on the grazing
behaviour of herbivores: Sheep more easily split into subgroups with
familiar peers. Applied Animal Behaviour Science, 79(3),
233-245.
Boissy, A., & Le Neindre, P.
(1990). Social influences on the reactivity of heifers: Implications
for learning abilities in operant conditioning. Applied Animal
Behaviour Science, 25(1-2), 149-165.
Boissy, A., Aubert, A., Désiré, L.,
Greiveldinger, L., Delval, E., & Veissier, I. (2011). Cognitive
sciences to relate ear postures to emotions in sheep. Animal
Welfare, 20(1), 47.
Boissy, A., Terlouw, C., & Le
Neindre, P. (1998). Presence of cues from stressed conspecifics
increases reactivity to aversive events in cattle: Evidence for the
existence of alarm substances in urine. Physiology and Behavior,
63, 489–495.
Bouissou, M. F., Porter, R. H., Boyle,
L., & Ferreira, G. (1996). Influence of a conspecific image of
own vs. different breed on fear reactions of ewes. Behavioural
Processes, 38(1), 37-44.
Bremner, K. J., Braggins, J. B., &
Kilgour, R. (1980). Training sheep as “leaders” in abattoirsand
farm sheep yards. Proceedings of the New Zealand Society of Animal
Production, 40,111-116.
Broad, K. D., Mimmack, M. L, &
Kendrick, K. M. (2000). Is right hemisphere specialization for face
discrimination specific to humans? European Journal of
Neuroscience, 12(2), 7310-741.
Broom, D. (2010). Cognitive ability and
awareness in domestic animals and decisions about obligations to
animals. Applied Animal Behavior Science, 126(1/2), 1-11.
Broom, D., Sena, H., & Moynihan, K.
L. (2009). Pigs learn what a mirror image represents and use it to
obtain information. Animal Behaviour, 78, 1037-1041.
Burghardt, G. (2015). Play in fishes,
frogs and reptiles. Current Biology, 25(1), R9-R10.Burghardt, G. M.
(2005). The genesis of animal play: Testing the limits.
Cambridge, MA: MIT Press.
Burish, M. J., Kueh, H. Y., & Wang,
S. H. (2004). Brain architecture and social complexity in modern and
ancient birds. Brain, Behaviour, and Evolution, 63(2),
107-124.
Campbell, M. W., & de Waal, F. B.
(2011). Ingroup-outgroup bias in contagious yawning by chimpanzees
supports link to empathy. PLoS One, 6e, 18283.
Carere, C., & Locurto, C. (2011).
Interaction between animal personality and animal cognition. Current
Zoology, 57, 491–498.
Chapagain, D., Uvnäs-Moberg, K., &
Lidfors, L. M. (2014). Investigating the motivation to play in lambs.
Applied Animal Behaviour Science, 160, 64-74.
Chudasama, Y. (2011). Animal models of
prefrontal-executive function. Behavioral Neuroscience, 125(3),
327.
Clegg, I. L., Rödel, H. G., &
Delfour, F. (2017). Bottlenose dolphins engaging in more social
affiliative behaviour judge ambiguous cues more optimistically.
Behavioural Brain Research, 322, 115-122.
Cobb, K. (2005). The Blackwell guide
to theology and popular culture. Malden, MA: Blackwell.
Coulon, M., Nowak, R., Peyrat, J.,
Chandèze, H., Boissy, A., & Boivin, X. (2015). Do lambs perceive
regular human stroking as pleasant? Behavior and heart rate
variability analyses. PLoS ONE, 10(2), e0118617.
da Costa, A. P., Leigh A. E., Man,
M.-S., & Kendrick, K. M. (2004). Face pictures reduce
behavioural, autonomic, endocrine and neural indices of stress and
fear in sheep. Proceedings of the Royal Society B: Biological
Sciences, 271(1552), 2077–2084.
Daros, R. R., Costa, J. H., von
Keyserlingk, M. A., Hötzel, M. J., & Weary, D. M. (2014).
Separation from the dam causes negative judgement bias in dairy
calves. PLoS One, 9(5), e98429.
Davis, H., Norris, C., & Taylor, A.
(1998). Whether ewe know me or not: The discrimination of individual
humans by sheep. Behavioural Processes, 43(1), 27-32.
De Waal, F. B. M. (2003). On the
possibility of animal empathy. In A. S. R. Manstead, N. Frijda, &
A. Fisch (Eds.), Feelings and emotions: The Amsterdam symposium
(págs. 377-399). Cambridge, UK: Cambridge University Press.
De Waal, F. B. M. (2008). Putting the
altruism back into altruism: The evolution of empathy. Annual
Review of Psychology, 59, 279–300.
Désiré, L., Boissy, A., &
Veissier, I. (2002). Emotions in farm animals: A new approach to
animal welfare in applied ethology. Behavioural Processes, 60(2),
165-180.
Destrez, A., Deiss, V., Leterrier, C.,
Boivin, X., & Boissy, A. (2013). Long-term exposure to
unpredictable and uncontrollable aversive events alters fearfulness
in sheep. Animal, 7(3), 476-484.
Diamond, A. (2013). Executive
functions. Annual Review of Psychology, 64, 135-168.
Dodd, C. L., Pitchford, W. S., Edwards,
J. E. H., & Hazel, S. J. (2012). Measures of behavioural
reactivity and their relationships with production traits in sheep: A
review. Applied Animal Behaviour Science, 140(1/2),1-15.
Douglas, C., Bateson, M., Walsh, C.,
Bédué, A., & Edwards, S. A. (2012). Environmental enrichment
induces optimistic cognitive biases in pigs. Applied Animal
Behaviour Science, 139(1/2), 65-73.
Doyle, R. E., Broster, J. C., Barnes,
K., & Browne, W. J. (2016). Temperament, age, and weather predict
social interaction in the sheep flock. Behavioural Processes, 131,
53-58.
Doyle, R. E., Fisher, A. D., Hinch, G.
N., Boissy, A., & Lee, C. (2010). Release from restraint
generates a positive judgement bias in sheep. Applied Animal
Behaviour Science, 122(1), 28-34.
Doyle, R. E., Lee, C., Deiss, V.,
Fisher, A. D., Hinch, G. N., & Boissy, A. (2011). Measuring
judgement bias and emotional reactivity in sheep following long-term
exposure to unpredictable and aversive events. Physiology &
Behavior, 102(5), 503-510.
Dumont, B., & Boissy, A. (2000).
Grazing behaviour of sheep in a situation of conflict between feeding
and social motivations. Behavioural Processes, 49(3), 131-138.
Dunbar, R. (1998). The social brain
hypothesis. Brain, 9(10), 178-190.
Dwyer, C. (2009). The behaviour of
sheep and goats. In P. Jensen (Ed.), The ethology of domestic
animals: An introductory text (págs. 161-176). 2ª ed.
Wallingford, Oxfordshire, UK: CAB International.
Dwyer, C. M., & Lawrence, A. B.
(2000). Maternal behaviour in domestic sheep (Ovis aries):
Constancy and change with maternal experience. Behaviour, 137(10),
1391-1413.
Dwyer, C. M., McLean, K. A., Deans, L.
A., Chirnside, J., Calvert, S. K., & Lawrence, A. B. (1998).
Vocalisations between mother and young in sheep: Effects of breed and
maternal experience. Applied Animal Behaviour Science, 58(1-2),
105-119.
Edgar, J., Held, S., Paul, E.,
Pettersson, I., Price, R. I. A., & Nicol, C. (2015). Social
buffering in a bird. Animal Behaviour, 105, 11-19.
Elliker, K. R. (2005). Social cognition
and its implications for the welfare of sheep. Ph.D. Thesis.
Cambridge, UK: University of Cambridge.
Estevez, I., Andersen, I. L., &
Nævdal, E. (2007). Group size, density and social dynamics in farm
animals. Applied Animal Behaviour Science, 103(3-4), 185-204.
Ferreira, G., Keller, M., Saint-Dizier,
H., Perrin, G., & Lévy, F. (2004). Transfer between views of
conspecific faces at different ages or in different orientations by
sheep. Behavioural Processes, 67(3), 491-499.
Food and Agriculture Organization of
the United Nations. (2016).World statistical compendium forraw hides
and skins, leatherand leather footwear 1999-2015.
Fox, K. C. R, Muthukrishna, M., &
Shultz, S. (2017). The social and cultural roots of whale and dolphin
brains. Nature, 1(11), 1699.
Freitas-de-Melo, A., Ungerfeld, R.,
Hötzel, M. J., Orihuela, A., & Pérez-Clariget, R. (2017). Low
pasture allowance until late gestation in ewes: Behavioural and
physiological changes in ewes and lambs from lambing to weaning.
Animal, 11(2), 285-294.
Gieling, E. T., Mijdam, E., van der
Staay, F. J., & Nordquist, R. E. (2014). Lack of mirror use by
pigs to locate food. Applied Animal Behavior Science, 154,
22-29.
Gilbert, M. H., & Baker, K. C.
(2011). Social buffering in adult male rhesus macaques (Macaca
mulatta): Effects of stressful events in single vs. pair housing.
Journal of Medical Primatology, 40(2), 71-78.
Ginane, C., & Dumont, B. (2010). Do
grazing sheep use species-based categorization to select their diet?
Behavioural Processes, 84(2), 622-624.
Ginane, C., & Dumont, B. (2011). Do
sheep (Ovis aries) categorize plant species according to
botanical family? Animal Cognition, 14(3), 369-376.
Goatly, A. (2006). Human, animals, and
metaphors. Society & Animals, 14(1), 15-37.
Gosling, S. (2008). Personality in
nonhuman animals. Social and Personality Psychology Compass, 2,
985-1001.
Gosling, S., & John, O. P. (1999).
Personality dimensions in nonhuman animals. Current Directions in
Psychological Science, 8, 69-75.
Greiveldinger, L., Veissier, I., &
Boissy, A. (2011). The ability of lambs to form expectations and the
emotional consequences of a discrepancy from their expectations.
Psychoneuroendocrinology, 36(6), 806-815.
Grignard, L., Boissy, A., Boivin, X.,
Garel, J. P., & Le Neindre, P. (2000). The social environment
influences the behavioral responses of beef cattle to handling.
Applied Animal Behaviour Science, 68, 1–11.
Grubb, P. (1974). Social organization
of Soay sheep and the behaviour of ewes and lambs. In P. A. Jewell,
C. Milner, & J. Morton Boyd (Eds.), Island survivors: The
ecology of the Soay sheep of St Kilda (págs. 131-159). London:
Athlone Press.
Hagen, K., & Broom, D. M. (2004).
Emotional reactions to learning in cattle. Applied Animal
Behaviour Science, 85, 203–213.
Hatfield, E., Cacioppo, J., &
Rapson, R. L. (1993). Emotional contagion. Current Directions in
Psychological Science, 2, 96–99.
Hauschildt, V., & Gerken, M.
(2015). Individual gregariousness predicts behavioural
synchronization in a foraging herbivore, the sheep (Ovis aries).
Behavioural Processes, 113, 110-112.
Held, S. D., & Špinka, M. (2011).
Animal play and animal welfare. Animal Behaviour, 81(5),
891-899.
Heleski, C. R., Mertig, A. G., &
Zanella, A. J. (2006). Stakeholder attitudes toward farm animal
welfare. Anthrozoös, 19(4), 290-307.
Hernandez, C. E., Harding, J. E.,
Oliver, M. H., Bloomfield, F. H., Held, S. D., & Matthews, L. R.
(2009). Effects of litter size, sex and periconceptional ewe
nutrition on side preference and cognitive flexibility in the
offspring. Behavioural Brain Research, 204(1), 82-87.
Hersher, L., Richmond, J. B., &
Moore, A. U. (1963). Maternal behavior in sheep and goats. In H. L.
Rheingold (Ed.), Maternal behavior in mammals (págs.
203-232). New York: Wiley.
Hild, S., Clark, C. C., Dwyer, C. M.,
Murrell, J. C., Mendl, M., & Zanella, A. J. (2011). Ewes are more
attentive to their offspring experiencing pain but not stress.
Applied Animal Behaviour Science, 132(3-4), 114-120.
Hills, A. M. (1995). Empathy and belief
in the mental experience of animals. Anthrozoös, 8(3),
132-142.
Hinch, G. N., Lynch, J. J., Elwin, R.
L., & Green, G. C. (1990). Long-term associations between Merino
ewes and their offspring. Applied Animal Behaviour Science, 27(1),
93-103.
Horback, K. (2014). Nosing around: Play
in pigs. Animal Behavior and Cognition, 1(2), 186-196.
Howell, T. J., Toukhsati, S., Conduit,
R., & Bennett, P. (2013). Do dogs use a mirror to find hidden
food? Journal of Veterinary Behavior, 8(6), 425-430.
Hunter, D. S., Hazel, S. J., Kind, K.
L., Liu, H., Marini, D., Owens, J. A., Pitcher, J.B., & Gatford,
K. L. (2015). Do I turn left or right? Effects of sex, age,
experience and exit route on maze test performance in sheep.
Physiology and Behavior, 139, 244-253.
Itakura, S. (1987). Mirror-guided
behavior in Japanese macaques (Macaca fuscata fuscata).
Primates, 28, 149-161.
Joly-Mascheroni, R. M., Senju, A., &
Shepherd, A. (2008). Dogs catch human yawns. Biology Letters, 4,
446–448.
Jones, J. (1821). The natural
history of domestic animals: Containing an account of their habits
and instincts, and of the services they render to man. New York:
Charles Scribner’s Sons.
Kendrick, K. M., & Baldwin, B. A.
(1987). Cells in temporal cortex of conscious sheep can respond
preferentially to the sight of faces. Science, 236(4800),
448-450.
Kendrick, K. M., Atkins, K., Hinton, M.
R., Broad, K. D., Fabre-Nys, C., & Keverne, E. B. (1995). Facia
and vocal discrimination in sheep. Animal Behavior, 49,
1665-1676.
Kendrick, K. M., da Costa, A. P.,
Leigh, A. E., Hinton, M. R., & Peirce, J. W. (2001). Sheep don’t
forget a face. Nature, 414(6860), 165-166.
Kendrick, K. M., Da Costa, A. P.,
Broad, K. D., Ohkura, S., Guevara, R., Levy, F., & Kaverne, E. B.
(1997). Neural control of maternal behaviour and olfactory
recognition of offspring. Brain Research Bulletin, 44,
383–395.
Kikusui, T., Winslow, J. T., &
Mori, Y. (2006). Social buffering: Relief from stress and anxiety.
Philosophical Transactions of the Royal Society of London B:
Biological Sciences, 361(1476), 2215-2228.
Knight, S., & Barnett, L. (2008).
Justifying attitudes toward animal use: A qualitative study of
people's views and beliefs. Anthrozoös, 21(1), 31-42.
Knolle, F., Goncalves, R. P., &
Morton, A. J. (2017). Sheep recognize familiar and unfamiliar human
faces from two-dimensional images. Royal Society Open Science, 4,
171228.
Lakoff, G., & Turner, M. (1989).
More than cool reason: A field guide to poetic metaphor.
Chicago, IL: University of Chicago Press.
Lauber, M., Nash, J. A., Gatt, A., &
Hemsworth, P.H. (2012). Prevalence and incidence of abnormal
behaviours in individually housed sheep. Animals, 2(1), 27-37.
Launchbaugh, K. L., & Provenza, F.
D. (1994). The effect of flavor concentration and toxin dose on the
formation and generalization of flavor aversions in lambs. Journal
of Animal Science, 72, 10–13.
Lee, C., Colegate, S., & Fisher, A.
D. (2006). Development of a maze test and its application to assess
spatial learning and memory in Merino sheep. Applied Animal
Behaviour Science, 96(1-2), 43-51.
Lent, P.C. (1974). Mother-infant
relationships in ungulates. In V. Geist & F. Walther (Eds.), The
behaviour of ungulates and its relationship to management (págs.
14-55). IUCN Publications, 24(1). Morges, Switzerland.
Leopold, D. A., & Rhodes, G.
(2010). A comparative view of face perception. Journal of
Comparative Psychology, 124(3), 233.
Lovejoy, A. O. (1936). The great
chain of being: A study of the history of an idea. Cambridge, MA:
Harvard University Press.
Marino, L., & Colvin, T. (2015).
Thinking pigs: A comparative review of cognition, emotion, and
personality in Sus domesticus. International Journal of
Comparative Psychology, 28, 1-22.
McBride, S. D., Perentos, N., &
Morton, A. J. (2015). Understanding the concept of a reflective
surface: Can sheep improve navigational ability through the use of a
mirror? Animal Cognition,18, 361–371.
McCrae, R.R., & Costa, P. T.
(2008). The five-factor theory of personality. In O. P. John, R. W.
Robins, & L. A. Pervin (Eds.), Handbook of personality
(págs. 159-181). New York: Guildford Press.
Mendl, M., & Paul, E. S. (2004).
Consciousness, emotion and animal welfare: Insights from cognitive
science. Animal Welfare, 13(1), 17-25.
Mendl, M., Burman, O. H., Parker, R.
M., & Paul, E. S. (2009). Cognitive bias as an indicator of
animal emotion and welfare: Emerging evidence and underlying
mechanisms. Applied Animal Behaviour Science, 118(3-4),
161-181.
Michelena, P., Gautrais, J., Gérard,
J. F., Bon, R., & Deneubourg, J. L. (2008). Social cohesion in
groups of sheep: Effect of activity level, sex composition and group
size. Applied Animal Behaviour Science, 112(1-2), 81-93.
Michelena, P., Jeanson, R., Deneubourg,
J. L., & Sibbald, A. M. (2009). Personality and collective
decision-making in foraging herbivores. Proceedings of the Royal
Society of London B: Biological Sciences, rspb20091926.
Michelena, P., Sibbald, A. M., Erhard,
H. W., & McLeod, J. E. (2008). Effects of group size and
personality on social foraging: The distribution of sheep across
patches. Behavioral Ecology, 20(1), 145-152.
Miller, M. L., Gallup, A. C., Vogel, A.
R., Vicario, S. M., & Clark, A. B. (2012). Evidence for
contagious behaviors in budgerigars (Melliosittacus undulates):
An observational study of yawning and stretching. Behavioral
Processes, 89, 264-270.
Mitchell, L. (2012). Nonhumans and the
ideology of purpose. Anthrozoös, 25(4), 491-502.
Moore, T. L., Killiany, R. J., Herndon,
J. G., Rosene, D. L., & Moss. M. B. (2003). Impairment in
abstraction and set shifting in aged rhesus monkeys. Neurobiological
Aging, 24, 125–134.
Moore, T. L., Schettler, S. P.,
Killiany, R. J., Rosene, D. L., & Moss, M. B. (2009). Effects on
executive function following damage to the prefrontal cortex in the
rhesus monkey (Macaca mulatta). Behavioural Neuroscience,
123, 231–241.
Morgan, P. D., & Arnold, G. W.
(1974). Behavioural relationships between Merino ewes and lambs
during the four weeks after birth. Animal Production, 19(2),
169–176.
Morris, J. E., Fisher, A. D., Doyle, R.
E., & Bush, R. D. (2010). Determination of sheep learning
responses to a directional audio cue. Journal of Applied Animal
Welfare Science, 13(4), 347-360.
Morton, A. J., & Avanzo, L. (2011).
Executive decision-making in the domestic sheep. PLoS ONE, 6(1),
e15752.
Moyaho, A., Rivas-Zamudio, X., Ugarte
A., Eguivar, J. R., & Valencia, J. (2014). Smell facilitates
auditory contagious yawning in stranger rats. Animal Cognition,
18, 279-290.
Murphy, P. M., Lindsay, D. R., & Le
Neindre, P. (1998). Temperament of Merino ewes influences maternal
behaviour and survival of lambs. Proceedings of the 32nd Congress
of the International Society for Applied Ethology, 32,131.
Murphy, P. M., Purvis, I. W., Lindsay,
D. R., Le Neindre, P., Orgeur, P., & Poindron, P. (1994).
Measures of temperament are highly repeatable in Merino sheep and
some are related to maternal behaviour. Procedings of the
Austrailian Society of Animal Production, 20, 247–254.
Nakajima, S., Arimitsu, K., &
Lattal, K. M.(2002) Estimation of animal intelligence by university
students in Japan and the United States. Anthrozoös,
15(3),194-205.
Napolitano, F., De Rosa, G., &
Sevi, A. (2008). Welfare implications of artificial rearing and early
weaning in sheep. Applied Animal Behaviour Science, 110(1/2),
58-72.
National Agricultural Statistics
Service (NASS), Agricultural Statistics Board, and USDA.(2018).
(January 1). Sheep and goats.
Nawroth C., von Borell, E., &
Langbein, J. (2014). Exclusion performance in dwarf goats (Capra
aegagrus hircus) and sheep (Ovis orientalis aries). PLoS
ONE, 9(4), e93534.
Nowak, R. (1994). Mother location by
newborn lambs in repetitive testing: Influence of first successful
reunion. Applied Animal Behavior Science, 41, 75-86.
Nowak, R., Poindron, P., & Putu, I.
G. (1989). Development of mother discrimination by single and
multiple newborn lambs. Developmental Psychobiology, 22(8),
833-845.
Nowak, R., Porter, R. H., Lévy, F.,
Orgeur, P., & Schaal, B. (2000). Role ofmother-young interactions
in the survival of offspring in domestic mammals. Reviews of
Reproduction, 5(3), 153-163.
Ohl, F., Arndt, S. S., & van der
Staay, F. J. (2008). Pathological anxiety in animals. The
Veterinary Journal, 175(1), 18-26.
Orgeur, P., & Signoret, J. P.
(1984). Sexual play and its functional significance in the domestic
sheep (Ovis ovis L.). Physiology and Behavior, 33,
111-118.
Palagi, E., Norscia, I., & Demuru,
E. (2014).Yawn contagion in humans and bonobos:Emotional affinity
matters more than species. PeerJ, 2, e519.
Panksepp, J. (2004). Affective
neuroscience: The foundations of human and animal emotions.
Oxford University Press.
Paul, E. S., Harding, E. J., &
Mendl, M. (2005). Measuring emotional processesin animals: The
utility of a cognitive approach. Neuroscience & Biobehavioral
Reviews, 29(3), 469-491.
Peirce, J. W., & Kendrick, K.M.
(2002). Functional asymmetry in sheep temporal cortex. Neuroreport,
13(16), 2395-2399.
Peirce, J. W., Leigh, A., &
Kendrick, K. (2000) Configural coding, familiarity and the right
hemisphere advantage for face recognition in sheep. Neuropsychologia,
38(4), 475-483.
Peirce, J. W., Leigh, A., daCosta,
A.P., & Kendrick, K. M. (2001). Human face recognition in sheep:
Lack of configurational coding and right hemisphere advantage.
Behavioural Processes, 55(1), 13-26.
Plotnik, J. M., de Waal, F. B. M., &
Reiss, D. (2006). Self-recognition in an Asian elephant. Proceedings
of the National Academic of Sciences, 103, 17052-17057.
Poindron, P., Lévy, F., & Keller,
M. (2007). Maternal responsiveness and maternal selectivity in
domestic sheep and goats: The two facets of maternal attachment.
Developmental Psychobiology, 49(1), 54-70.
Poindron, P., Nowak, R., Lévy, F.,
Porter, R. H., & Schaal, B. (1993) Development of exclusive
bonding in sheep and goats. Oxford Reviews of Reproductive
Biology, 15, 311–364.
Pomerantz, O., Terkel, J., Suomi, S.
J., & Paukner, A. (2012). Stereotypic head twirls, but not
pacing, are related to a ‘pessimistic’-like judgment bias among
captive tufted capuchins (Cebus apella). Animal Cognition,
15(4), 689-698.
Preston, S. D., & de Waal, F. B. M.
(2002). Empathy: Its ultimate and proximate bases. Behavioural
Brain Science, 25, 1–2.
Prior, H., Schwarz, A., &
Gunturkun, O. (2008). Mirror-induced behavior in the magpie (Pica
pica): Evidence of self-recognition. PLoS Biology, 6,
1642-1650.
Proctor, H. S., & Carder, G.
(2014). Can ear postures reliably measure the positive emotional
state of cows? Applied Animal Behaviour Science, 161, 20-27.
Ramseyer, A., Boissy, A., Thierry, B.,
& Dumont, B. (2009). Individual and social determinants of
spontaneous group movements in cattle and sheep. Animal, 3(9),
1319-1326.
Reale, D., Reader, S. M., Sol, D.,
McDougall, P. T., & Dingemanse, N. J. (2007). Integrating animal
temperament within ecology and evolution. Biological Reviews of
the Cambridge Philosophical Society, 82(2), 291-318.
Reefmann, N., Kaszàs, F. B., Wechsler,
B., & Gygax, L. (2009). Ear and tail postures as indicators of
emotional valence in sheep. Applied Animal Behaviour Science,
118(3/4), 199-207.
Reefmann, N., Muehlemann, T., Wechsler,
B., & Gygax, L. (2012). Housing induced mood modulates reactions
to emotional stimuli in sheep. Applied Animal Behaviour Science,
136(2/4), 146-155.
Reefmann, N., Wechsler, B., &
Gygax, L. (2009). Behaviouraland physiological assessment of positive
and negative emotion in sheep. Animal Behaviour, 78(3),
651-659.
Reimert, I., Bolhuis, J. E., Kemp, B.,
& Rodenburg, T. B. (2014). Emotions on the loose: Emotional
contagion and the role of oxytocin in pigs. Animal Cognition, 18,
517–532.
Reinhardt, V., Mutiso, F. M., &
Reinhardt, A. (1978). Social behavior and social relationships
between female and male prepubertal bovine calves (Bos indicus).
Applied Animal Ethology, 4, 43–54.
Reiss, D.,& Marino, L. (2001).
Self-recognition in the bottlenose dolphin: A case of cognitive
convergence. Proceedings of the National Academy of Sciences USA,
98, 5937-5942.
Ritvo, H. (1985). Learning from
animals: Natural history for children in the eighteenth and
nineteenth centuries. Children’s Literature, 13, 72-93.
Romero, T., Ito, M., Saito, A., &
Hasegawa, T. (2014). Social modulation of contagious yawning in
wolves. PLoS One, 9, e105963.
Romeyer, A., & Bouissou, M. F.
(1992). Assessment of fear reactions in domestic sheep, and influence
of breed and rearing conditions. Applied Animal Behaviour Science,
34(1), 93-119.
Rowell, T. E. (1991). Till death us do
part: Long-lastingbonds between ewes and their daughters. Animal
Behaviour, 42, 681–682.
Sanchez-Andrade, G., & Kendrick, K.
M. (2009). The main olfactory system and social learning in mammals.
Behavioural Brain Research, 200(2), 323-335.
Sanger, M. E., Doyle, R. E., Hinch, G.
N., & Lee, C. (2011). Sheep exhibit a positive judgement bias and
stress-induced hyperthermia following shearing. Applied Animal
Behaviour Science, 131(3-4), 94-103.
Seyfarth, R., & Cheney, D. (2015).
How sociality shapes the brain, behaviour and cognition. Animal
Behaviour, 103, 187–190.
Shackleton, D. M., & Shank, C. C.
(1984). A review of the social behavior of feral and wild sheep and
goats 1. Journal of Animal Science, 58(2), 500-509.
Sheep 101. Science of the lambs.
Shettleworth, S. J. (2010). Cognition,
evolution and behavior. 2ª ed. New York: Oxford.
Sibbald, A. M., Erhard, H. W., McLeod,
J. E., & Hooper, R. J. (2009). Individual personality and the
spatial distribution of groups of grazing animals: An example with
sheep. Behavioural Proceedings, 82, 319–326.
Singer, T. (2006). The neuronal basis
and ontogeny of empathy and mind reading: Review of literature and
implications for future research. Neuroscience & Biobehavioral
Review, 30, 855–863.
Sommer, R., & Sommer, B. A.(2011).
Zoomorphy: Animal metaphors for human personality. Anthrozoös,
24(3),237-248.
Spinka, M., Newberry, R. C., &
Bekoff, M. (2001). Mammalian play: Training for the unexpected.
Quarterly Review of Biology, 76(2), 141-168.
Sugnaseelan, S., Prescott, N. B.,
Broom, D. M., Wathes, C. M., & Phillips, C. J. (2013). Visual
discrimination learning and spatial acuity in sheep. Applied
Animal Behaviour Science, 147(1-2), 104-111.
Tanaka, M. (2001). Discrimination and
categorization of photographs of natural objects by chimpanzees (Pan
troglodytes). Animal Cognition, 4, 201-211.
Tate, A. J., Fischer, H., Leigh, A. E.,
& Kendrick, K. M. (2006). Behavioural and neurophysiological
evidence for face identity and face emotion processing in animals.
Philosophical Transactions of the Royal Society of London B:
Biological Sciences, 361,2155–2172.
Thorsteinsson, E. B., James, J. E., &
Gregg, M. E. (1998). Effects of video-relayed social support on
hemodynamic reactivity and salivary cortisol during laboratory-based
behavioral challenge. Health Psychology, 17(5), 436.
Vandenheede, M., & Bouissou, M. F.
(1994). Fear reactions of ewes to photographic images. Behavioural
Processes, 32(1), 17-28.
Veissier, I., Boissy, A., Désiré, L.,
& Greiveldinger, L. (2009). Animals’ emotions: Studies in sheep
using appraisal theories. Animal Welfare, 18(4), 347-354.
Viérin, M., & Bouissou, M. F.
(2002). Influence of maternal experience on fear reactions in ewes.
Applied Animal Behaviour Science, 75(4), 307-315.
Villalba, J. J.,&Provenza, F. D.
(2000a). Roles of novelty, generalization, and post-ingestivefeedback
in the recognition of foods by lambs. Journal of Animal Science,
78, 3060–3069.
Villalba, J. J.,& Provenza, F. D.
(2000b). Roles of flavor and reward intensities in acquisition and
generalization of food preferences: Do strong plant signals always
deter herbivory? Journal of Chemical Ecology, 26, 1911–1922.
Villalba, J. J., Provenza, F. D., &
Shaw, R. (2006). Sheep self-medicate when challenged with
illness-inducing foods. Animal Behaviour, 71(5), 1131-1139.
Vonk, J., Weiss, A., & Kuczaj, S.
(Eds.). (2017). Personality in nonhuman animals. NY:Springer.
Weary, D. M., Jasper, J., & Hötzel,
M. J. (2008). Understanding weaning distress. Applied Animal
Behavioural Science, 110, 24–41.
Whitehead, H., & Rendell, L.
(2015). The cultural lives of whales and dolphins. Chicago,IL:
University of Chicago Press.
Wilson, D. S., Clark, A. B., Coleman,
K., & Dearstyne, T. (1994). Shyness and boldness inhumans and
other animals. Trends in Ecology & Evolution, 9, 442–446.
Yonezawa, T., Sato, K., Uchida, M.,
Matsuki, N., & Yamazaki, A. (2017). Presence of contagious
yawning in sheep. Animal ScienceJournal, 88(1), 195-200.
________________________________________
Traducción: Igor Sanz
Texto original: Intelligence, complexity, and individuality in sheep
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Toda opinión será bienvenida siempre que se ajuste a las normas básicas del blog. Los comentarios serán sin embargo sometido a un filtro de moderación previo a su publicación con efecto de contener las actitudes poco cívicas. Gracias por su paciencia y comprensión.