sábado, 6 de febrero de 2021

Examinando el lenguaje: plagas

 
Hace poco compartía una publicación sobre los estragos de la pirotécnia ilustrándolo con la trágica fotografía de las calles de una ciudad inundadas por un número incontable de aves muertas a causa de los fuegos arrojados con motivo de Año Nuevo.
 
El terror que generan estos artefactos en todos los individuos vivos que se hallan en las proximidades es algo sobradamente documentado. Lo saben bien la mayoría de quienes comparten su hogar con perros o gatos, existiendo incluso un lucrativo negocio de artículos pensados para calmar o apaciguar el horrible pánico que les producen a los miembros nohumanos de nuestras familias. Sin embargo, éstas no son ni mucho menos las únicas especies afectadas. Para algunas criaturas que viven al aire libre, el miedo es tan extremo que sus aterrorizados corazones simplemente dejan de funcionar. Otros empiezan a volar frenéticos, chocando contra obstáculos y cayendo heridos o sin vida, y los hay también que salen huyendo presas del pánico y sin sentido, lo que a menudo resulta en desorientaciones, lesiones o muertes.
 
Además de ser antisociales y causar angustia y ansiedad en muchos seres humanos, los fuegos artificiales son una forma extrema de contaminación acústica y una gran fuente de residuos tóxicos, alterando los hábitats de todas aquellas criaturas salvajes que dependen del medio ambiente para comer y refugiarse. Son muchos ya los lugares —incluida mi tierra natal, Escocia— donde, con gran apoyo del público, se están llevando a cabo campañas solicitando su ilegalización. 
 
FESTEJOS 
 
Bien mirado, el lanzamiento de fuegos artificiales es sólo una de las tantas formas despreocupadas e irresponsables de "celebración" de nuestra especie; prácticas que ocasionan la muerte y la destrucción de criaturas inocentes, y que constituyen un vandalismo gratuito y una polución y contaminación ambiental de escala extraordinaria, mientras los autores adoptan una actitud de "ojos que no ven, corazón que no siente" y permanecen ajenos a las consecuencias de su comportamiento. Me vienen a la mente ejemplos como la suelta de globos, el lanzamiento de linternas voladoras o la liberación de bandadas de palomas cautivas, a menudo por motivo de algún casamiento. Estoy segura de que podríamos seguir festejando cosas sin destrozar la vida de inocentes.
 
En cualquier caso, llamó mi atención un comentario dejado en la publicación que decía que, en aquella ciudad en concreto, se contrata a gente para que se pasee con un megáfono y haga ruido "para espantar a estas plagas de los árboles y tratar de alejarlas de la ciudad". Lo que se pretendía sugerir era que las únicas culpables de las muertes eran las propias aves por no haberse dejado ahuyentar, pero lo que de verdad me echó para atrás y me enfermó fue lo de "estas plagas".
 
Plagas. Vi desatadas en mí las mismas sensaciones que me produce la palabra "alimaña", pero en este caso el término era "plagas". 
 
LA SUPOSICIÓN DE QUE SÓLO IMPORTAN LOS HUMANOS 
 
Me hubiera limitado a ignorar el comentario de haber sido el reflejo de una mentalidad inusual, pero lo cierto es que resume muy bien una perspectiva tristemente común en nuestra especie. El desenfrenado orgullo y la suprema arrogancia de los humanos les hacen persistir en la creencia de que la suya es la única especie trascendente y que el planeta y sus acosadas formas de vida les pertenecen para hacer con ellas lo que gusten. Continuamos bañando de sangre y brutalidad un globo en llamas, deshecho y plagado de enfermedades, arrasando con todo a nuestro paso y sin atender las consecuencias del más duradero y destructivo régimen de opresión que jamás haya existido. 
 
Usurpamos el mundo natural con nuestra constante expansión urbanística y los venenos y toxinas que tan generosamente vertemos en la tierra y los océanos. Destruimos ecosistemas y hábitats naturales, desplazando a su legítima y ancestral comunidad de ocupantes. Con nuestro acelerado aumento poblacional, vamos causando la aglomeración de aquellas criaturas salvajes para quienes la Tierra es su exclusiva y lícita morada, tanto como lo fue para la raza humana.
 
Luego, cuando ya no tienen a dónde migrar y tratan de sobrevivir en los lugares en los que han estado siempre, los acusamos de "plagas" y buscamos la forma de justificar el hecho de ahuyentarlos de las áreas que nos hemos agenciado, erradicándolos por medio de trampas, armas y venenos atroces, diseñando edificios libres de espacios donde se puedan posar, y declarándole la guerra al inocente.
 
Cada día nos llegan noticias de zorros, osos, coyotes, mapaches, palomas y otras especies desplazadas y obligadas a vagar por nuestras calles y hurgar en nuestros cubos de basura. Algunos artículos recientes hablan de elefantes desesperados buscando comida en vertederos de Sri Lanka, y de osos polares hambrientos que asaltan los contenedores y basureros en regiones septentrionales. Nuestra especie les ha arrebatado sus espacios salvajes, al tiempo que ha desequilibrado el clima que satisfacía sus necesidades. Y luego, añadiéndo como siempre el insulto a la suprema de las vejaciones, y asumiendo que cualquier invasión de nuestra especie es de importancia capital, los llamamos "plagas" e intentamos suprimirlos. 
 
DESHACERSE DE VIDAS NO DESEADAS 
 
Hay que tener también en cuenta que la "ganadería", exigida por el consumidor a dar cabida a un número cada vez mayor de víctimas, se ve en la premura de categorizar como plagas tanto a las especies autóctonas como a las introducidas, a menudo con las más endebles "justificaciones", en favor de aquellas especies cuyas vidas y cuerpos utiliza en su provecho. Los zorros, los tejones, los conejos y muchas otras especies pagan el precio final de su existencia, con frecuencia bajo esa imagen de falsa benignidad que proyecta un término relacionado: sacrificios.
 
Son muchas las vías que conducen a esta expresión de engreimiento. Yo le encuentro conexión con esa cruel arrogancia que conduce a calificar a los perros y gatos traicionados y abandonas por los humanos de "vagabundos" a quienes conviene capturar y "eliminar" en las perreras. Entretanto, cualquier insecto, pájaro, roedor o mamífero que trate de forjar su subsistencia en los escasos espacios libres de la ocupación de nuestra especie será inmediatamente convertido en un objetivo, en una alimaña, en una plaga a la que poder vilipendiar.
 
No deseo extenderme, de manera que concluiré con una ultima solicitud. La próxima vez que oigáis o veáis las palabras "plaga" o "alimaña", por favor, reflexionad sobre sus implicaciones subyacentes y la forma en que el lenguaje delata nuestro especismo.
 
Hazte vegano. 
 
Linda Clark, 18 de enero de 2021.
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Traducción: Igor Sanz

 

2 comentarios:

  1. Hace tiempo ya, que casi no consumo carne gracias a los artículos que me ha pasado una amiga, Magda, y creo que hoy terminó de convencerme, porque no se puede negar la realidad, soy adulto de tercera edad, toda la vida hasta ahora consumí carne de animal no humano creo que de haber leído o tenido conciencia de está verdad, lo hubiera hecho antes.
    Lamentablemente este fue para mi siempre un tema secundario nunca tuve en cuenta el sufrimiento que estaba propiciando, o tal vez no lo quería ver.
    Aunque no tengo tantos años por delante, me dedicaré a buscar y completar la lista de sustitutos que ya tengo.
    Se que por mi no van a dejar de matar animales no humanos pero mi conciencia estará en paz, aunque lamentando, que desdichadamente la gran mayoría en el mundo no tome conciencia.
    Gracias.

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    Respuestas
    1. «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo.» —Eduardo Galeano

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