En las últimas décadas se ha generado
un estereotipo común alrededor de los veganos: que son blancos, que
se preocupan más por los animales que por los humanos, y que sus
comidas son sosas y poco estimulantes. Dichas percepciones —algunas
reduccionistas, otras algo más cercanas a la realidad—
han creado un círculo tóxico en el que las personas de color a
menudo se sienten excluidas de las comunidades veganas, cuya falta de
diversidad ha originado el fomento de una coalición que pueda
conducir a un cambio verdadero.
«Como hombre negro que defiende los derechos de los animales, me he visto en muchos eventos siendo la única persona negra o incluso de color, y eso es algo que te lleva un poco al aislamiento», afirma Christopher «Soul» Eubanks, un activista negro de los derechos de los animales de Georgia, galardonado con el premio Future Perfect 50. «Por eso muchas personas de color que se unen a este espacio se muestran quemadas, porque no se ven representadas en él, acabando cansadas de tener que corregir a la gente o poner ciertas cuestiones sobre la mesa».
Estamos en 2024. Se han producido muchos cambios en casi todos los ámbitos del activismo. A medida que se fortalece la presión para proteger el acceso al aborto y se combate el cambio climático, organizaciones como Black Girl Environmentalist y ARC Southeast, un grupo de apoyo a la justicia reproductiva en el sur, han trabajado asuntos como la raza, el género y la clase para poder desarrollar unos movimientos masivos y cohesionados. Los veganos y activistas por los derechos de los animales también han logrado grandes avances; los restaurantes y las tiendas de comestibles ofrecen ahora muchas más opciones veganas de las que ofrecían hace una década, y el Tribunal Supremo ratificó el año pasado la Proposición 12 de California, una ley histórica que prohíbe la venta de productos de origen animal producidos en jaulas diminutas e inhumanas. Pero el hecho de haber ignorado durante tanto tiempo las voces de la gente de color ha provocado lagunas evidentes en medio de todos esos éxitos: faltan organizaciones de bienestar animal dirigidas por gente negra, la inseguridad alimentaria sigue afectando de forma desproporcionada a los hogares negros e hispanos, y la retórica vegana a menudo retrata de forma inexacta y perniciosa las tradiciones de las culturas indígenas.
«Estoy cansado de asistir a los mismos eventos, ver a las mismas caras y escuchar las mismas voces. La gente negra y mestiza apenas tiene representación en el activismo por los derechos de los animales», comenta Isaias Hernandez, activista y educador ambiental. También dirige un popular canal de TikTok y una cuenta de Instagram llamada @queerbrownvegan para ayudar a concienciar sobre la necesidad de que la justicia medioambiental abarque cuestiones como la raza, el género y la clase.
Sin embargo, el problema va más allá de las políticas de representación: los afroamericanos, los pueblos indígenas y otras comunidades de color sufren de forma desproporcionada los males de la ganadería industrial, ya sea por la contaminación del agua, que provoca mayores tasas de cáncer, o por tener que trabajar en granjas penosas que ofrecen escasa protección tanto a los humanos como a los no humanos. Aunque no todo el mundo opta por una dieta basada en plantas sólo por los derechos de los animales, la situación de las personas de color y la de los animales están estrechamente interrelacionadas.
La supremacía blanca provocó cosas como el sacrificio masivo de animales de vital importancia para las comunidades nativas, la construcción de empresas cárnicas sobre tierras robadas o la desposesión de terrenos a los agricultores no blancos. Según los expertos, esta alimentación global dependiente de la carne tiene vínculos directos con la esclavitud y con el colonialismo. Muchos veganos de color consideran que el movimiento animalista no ha priorizado ni comprendido bien estas conexiones.
«El problema con el movimiento por los derechos de los animales es que sigue sin reconocer el papel de la supremacía blanca en la creación de estos sistemas industrializados», comenta Hernandez. «Cuando trato de profundizar en la agricultura industrializada, no sólo analizando cómo afecta a los humanos, sino estudiando el modo en que estos sistemas industrializados surgieron de la colonización basada en la esclavitud, la conversación se ignora, principalmente porque exige que muchos de los espacios animalistas hegemónicos —que suelen ser blancos— cuestionen su propio poder y privilegio».
Según los activistas con los que hablé, la clave para hacer que el activismo vegano sea más inclusivo, así como más eficaz en la consecución de sus objetivos, es «descolonizarlo». Eso significa abordar los daños que el colonialismo ha dejado tras de sí —como la segregación y el cambio climático—, perpetuando además otros como las desigualdades sanitarias. Sin desentrañar el modo en que la raza, la clase y la cultura afectan a cómo y qué puede comer la gente, sólo nos queda lo que algunos llaman veganismo blanco, centrado únicamente en la liberación animal.
«Es necesario un veganismo interseccional que ayude a comprender que no se trata de un estilo de vida gobernado por el hippismo y la blanquitud, sino una extensión de la conciencia libertaria», dice Hernandez.
Como vegana negra que soy, experimento sin cesar estas tensiones entre los veganos blancos y los veganos de color. Me inicié en el vegetarianismo en 2019, después de ver un documental que prendió mi turbación. Mi inquietud se vio impulsada por las posibles mejoras personales de salud y por mi deseo de probar nuevos alimentos, pero una conversación con mi mejor amiga sobre su creciente interés en el veganismo fue el pistoletazo a mi definitivo cambio de vida. Por aquel entonces, la nueva trayectoria profesional de mi amiga incluía la elaboración de recetas centradas en platos vegetales, y yo quise buscar alternativas a recetas tradicionalmente no veganas, como la sopa de brócoli y queso cheddar o los tacos de birria. Empecé con ella a rodearme de veganos que daban prioridad a la educación, la comunidad y la accesibilidad, y en ello he centrado mi labor en los últimos cinco años.
Los animales no merecían sufrir por aquellos platos que tanto habíamos amado. Como sureña que creció en el mango de Florida, he pasado toda mi vida rodeada de pescado frito, marisco hervido, barbacoas y postres de una delicia inimaginable. Renunciar a la comida del alma —o a cualquier plato cultural— es una pérdida para la que no estaba preparada en mis primeras andaduras como vegana. Sabía que me vería sumida en el aislamiento en los encuentros familiares o las comidas al aire libre, pero con lo que no contaba es con la escasa interacción que hallaría con otros veganos negros en los restaurantes, las ferias gastronómicas y los grupos de Facebook vegetarianos. No soy la única que se ha sentido de esta manera.
Pero es posible descolonizar el veganismo y dar paso a una nueva era que integre las experiencias vividas por todos dentro del activismo proanimal. Ese enfoque está floreciendo con chefs de color introduciendo platos arraigados y activistas luchando por debates más matizados dentro del movimiento animalista. El veganismo negro empondera, y, en su lucha por la liberación animal, llama nuestra atención sobre aquellos a los que nuestro sistema alimentario siempre ha tenido marginados. Esta es la combinación que requerimos para la construcción de comunidades inclusivas, para que nadie se sienta solo. La única forma que tenemos de derrotar a la ganadería industrial es formando una comunidad unificada formada por una coalición multirracial.
LA GENTE DE COLOR NO ES NUEVA EN EL VEGANISMO
Aph Ko, creadora del portal Black Vegans Rock, y su hermana Syl Ko, popularizaron el término «veganismo negro» en su libro de 2017 Aphro-ismo: Ensayos de dos hermanas sobre cultura popular, feminismo y veganismo negro. Cuando lo leí por primera vez en 2020, me resistí a la conexión que establecían entre la animalidad y la raza debido a la deshumanización que históricamente se ha hecho de las personas de color mediante términos como «no humano» o «animal». Pero animal, escriben, es sólo una categoría en la que «arrojamos a ciertos cuerpos cuando queremos justificar la violencia contra ellos», y esa dinámica debería preocupar a todos los grupos oprimidos, pues «en cualquier momento puedes convertirte en un "animal" y ser considerado desechable». Su perspicaz examen de los derechos de los animales y su relación directa con la raza y la clase social despertó en mí un mayor sentido de solidaridad, así como una curiosidad renacida por las conexiones ancestrales de mis nuevas prácticas alimenticias.
Los vínculos históricos del veganismo y el vegetarianismo con la comunidad negra se remontan a la diáspora de la cultura rastafari y la cocina tradicional del África Occidental. La dieta holística de los rastafaris tiene una historia anticapitalista, surgida en la década de 1930 por jamaicanos que luchaban contra el colonialismo. La mayor parte de la cocina ital —el estilo dietético arraigado en la cultura rastafari— suele consistir en coles, calalú, legumbres, chile panameño, leche de coco y alubias rojas.
La cocina del África Occidental ha tenido durante siglos sus propias recetas a base de plantas, como la domoda de Gambia, un plato a base de mantequilla de cacahuete, mientras que los extravagantes platos etíopes del África Oriental incluyen el atakilt, el gomen, el misir o la injera. La comida caribeña y africana ha venido actuando como un medio de compartir la historia de la dispersión africana, de conservar las tradiciones familiares y de transformar los cultivos autóctonos en una cultura gastronómica propia. Hay algo de gran belleza en nuestras tradiciones vegetarianas, tradiciones que han estado descuidadas por mucho tiempo, pero que cada vez más gente está empezando a redescubrir.
En Nueva York, la mejor comida que he probado ha sido en restaurantes veganos caribeños y africanos, como el Aunts et Uncles, el HAAM, el Bunna Cafe y el RAS Plant Based. En el Bunna Cafe disfruté de un almuerzo que incluía una combinación de injera desmenuzada con calabaza kabocha cocida, berbere, cebolla, jengibre y ajo, servido con una guarnición de yogur no lácteo. El ambiente acogedor de cada restaurante, desde la música y la hospitalidad hasta el sabor delicioso de los platos, es un dulce recuerdo de mi niñez. Los fines de semana, el Bunna Cafe celebra una ceremonia de una hora de duración para, según su cofundadora, Liyuw Ayalew, «promover la cultura etíope al amparo de una cálida iluminación» y animar a sus clientes a sumarse a esta tradición semanal.
Crecí en un hogar caribeño, con un padre trinitense y una madre jamaicana, y nuestras comidas consistían en akí con pescado salado, pollo al curry y hamburguesas de ternera. Ante la ausencia de estas proteínas de origen animal, me animé a leer los libros de cocina de Jenné Claiborne y Bryant Terry, dos de los primeros veganos negros a los que seguí al principio de mi peregrinaje hacia la reconexión con mis herencias culturales.
Como enlace entre mis amigos omnívoros y vegetarianos, las simples conversaciones sobre mi veganismo han despertado siempre una gran curiosidad en torno a la transición a una dieta libre de carne. Genesis Butler, una adolescente defensora de los derechos de los animales (y otra de las galardonadas con el Future Perfect 50), dice que le pasa algo parecido. Me comenta que su identidad afroindígena, sumada a su pasión por el ecologismo y la justicia climática, la hacen más eficaz a la hora de fomentar el veganismo entre la gente.
«Hay quienes creen que hacer que el veganismo sea interseccional va en detrimento de los animales, pero yo no estoy de acuerdo», afirma. «Creo que ahora que actúo de forma interseccional tengo un alcance mucho mayor, pues soy mucho más eficaz a la hora de hablarles de veganismo a personas ajenas al movimiento por los derechos de los animales. Y no es baladí, pues se trata precisamente de los individuos a los que queremos llegar».
Butler tiene razón: para muchas personas de color, puede ser más impactante una charla seria con alguien que comparte sus experiencias de vida y habla con autoridad sobre cuestiones como la accesibilidad a los alimentos y el veganismo interseccional, que ver un documental sobre ganadería intensiva. Esa conexión humana me ha conducido a conversaciones llenas de lágrimas, departiendo con amigos asuntos relativos a la raza y la comida, pero también me ha formado para recrear estupendas comidas caseras de un modo que ni siquiera era capaz de imaginar hace cinco años. He evolucionado hasta convertirme en esa persona vegana que anduve buscando con desesperación en 2019.
CONSTRUIR UN MOVIMIENTO VEGANO CON UNA BASE ANTIRRACISTA
Las dinámicas de poder dentro de los grupos en defensa de los derechos de los animales predominantemente blancos suele ponerse bien de manifiesto en cuanto se produce alguna discrepancia racial, como cuando en medio de una protesta se da una interacción con las fuerzas policiales.
Eubanks —un activista proanimal afincado en Georgia— actuó como principal enlace con la policía en las protestas callejeras que su grupo organizó entre los años 2018 y 2021. Pero «después de una interacción a las puertas de un matadero, en la que el oficial de policía mantuvo su mano pegada al arma todo el tiempo, comencé a llevarme a alguien blanco conmigo para que actuara de co-enlace», me comenta Eubanks. «Hoy es una regla que me impongo siempre en cualquier actividad en la que participo». Según un informe de 2022 de la Oficina de Estadísticas de Justicia, los estadounidenses de raza negra, en comparación con sus homólogos blancos, tienen una alarmante y desproporcionada probabilidad mayor de sufrir amenazas o abusos policiales no mortales.
Esto le llevó a la creación de la APEX Advocacy, una organización sin ánimo de lucro que aboga por la liberación colectiva de animales y de humanos. «Reconocemos al mismo tiempo que las personas que abogan por los animales son también víctimas de una opresión sistemática», afirma Eubanks. «Es algo que tenemos en cuenta a la hora de crear nuestras campañas, actividades y programas». APEX organiza la Semana del Activista Pre-Animal (PAAW, por sus siglas en inglés), un campamento de formación anual e inmersivo para activistas sociales de color con interés en la defensa de los animales.
Ya existen grupos animalistas y veganos dirigidos por personas del colectivo BIPOC (acrónimo inglés de «negros, indígenas y personas de color»), como APEX Advocacy y la Afro-Vegan Society, que dan prioridad a los veganos no blancos. ¿Cómo podríamos replicar esto en el resto de la comunidad vegana?
Para empezar, yendo más allá de las cuestiones dietéticas. Por otra parte, si queremos conseguir que más personas de color se planteen el veganismo, debemos asegurarnos de que haya una comunidad activa e inclusiva que luche contra los prejuicios internos, cuyo abordaje es necesario no sólo por lo bueno que tiene de suyo, sino también porque eso nos ayudaría a construir un movimiento mucho más fuerte. «No deberíamos describir el veganismo como una dieta o destacar sólo sus aspectos dietéticos; para descolonizarlo de verdad, tenemos que verlo como un espacio de justicia social», afirma Eubanks.
El veganismo negro trata intrínsecamente de empoderar a aquellas personas a las que nuestro sistema alimentario mantiene marginadas, sin dejar en ningún momento de luchar por la liberación animal. Tomemos por caso el concepto de desiertos alimentarios. Los desiertos alimentarios no son una coyuntura natural, sino una creación política. Con eso en mente, los veganos negros reivindican la búsqueda de soluciones ágiles al apartheid alimenticio —la inaccesibilidad a los alimentos frescos en las comunidades con bajos ingresos—. Una iniciativa vegana socialmente consciente podría pasar por tratar de resolver casos locales de apartheid alimenticio mediante un apoyo económico a los servicios comunitarios en favor de una educación accesible sobre nutrición basada en plantas, una distribución gratuita de almuerzos escolares veganos, y el abastecimientos constante de las despensas de comida.
Por otra lado, no basta con que el movimiento por los derechos de los animales muestre un pequeño porcentaje simbólico de rostros negros y marrones; las personas de color deberían ocupar también puestos de liderazgo. Más grupos animalistas deberían sumarse a APEX también en sus denuncias contra la complicidad de Estados Unidos en la inanición y la matanza sistemática del pueblo palestino. La unidad entre las comunidades de color ha sido una columna vertebral en el éxito de los movimientos de masas, como la Coalición Arcoíris en el Chicago de los años 60 o la larga historia de solidaridad entre los palestinos y los afroamericanos. Descentralizar la blanquitud de los círculos organizativos brinda una inmejorable oportunidad de reimaginar un futuro en el que se priorice la liberación colectiva.
Sin una inclusión de las experiencias de las personas oprimidas y una abogacía por soluciones holísticas antirracistas, se antoja imposible lograr una futura liberación para los humanos y los no humanos. Para acabar con nuestra opresión colectiva, es clave alcanzar un veganismo que reconozca conscientemente la raza, el género y la clase social, y eso es algo que podría conseguirse de la noche a la mañana sólo con desarrollar una compasión consistente hacia todos.
Noella Williams, 8 de agoto de 2024.
_______________________________________
Traducción: Igor Sanz
Texto original: I'm a Black vegan. Why don't you see more of us?
«Como hombre negro que defiende los derechos de los animales, me he visto en muchos eventos siendo la única persona negra o incluso de color, y eso es algo que te lleva un poco al aislamiento», afirma Christopher «Soul» Eubanks, un activista negro de los derechos de los animales de Georgia, galardonado con el premio Future Perfect 50. «Por eso muchas personas de color que se unen a este espacio se muestran quemadas, porque no se ven representadas en él, acabando cansadas de tener que corregir a la gente o poner ciertas cuestiones sobre la mesa».
Estamos en 2024. Se han producido muchos cambios en casi todos los ámbitos del activismo. A medida que se fortalece la presión para proteger el acceso al aborto y se combate el cambio climático, organizaciones como Black Girl Environmentalist y ARC Southeast, un grupo de apoyo a la justicia reproductiva en el sur, han trabajado asuntos como la raza, el género y la clase para poder desarrollar unos movimientos masivos y cohesionados. Los veganos y activistas por los derechos de los animales también han logrado grandes avances; los restaurantes y las tiendas de comestibles ofrecen ahora muchas más opciones veganas de las que ofrecían hace una década, y el Tribunal Supremo ratificó el año pasado la Proposición 12 de California, una ley histórica que prohíbe la venta de productos de origen animal producidos en jaulas diminutas e inhumanas. Pero el hecho de haber ignorado durante tanto tiempo las voces de la gente de color ha provocado lagunas evidentes en medio de todos esos éxitos: faltan organizaciones de bienestar animal dirigidas por gente negra, la inseguridad alimentaria sigue afectando de forma desproporcionada a los hogares negros e hispanos, y la retórica vegana a menudo retrata de forma inexacta y perniciosa las tradiciones de las culturas indígenas.
«Estoy cansado de asistir a los mismos eventos, ver a las mismas caras y escuchar las mismas voces. La gente negra y mestiza apenas tiene representación en el activismo por los derechos de los animales», comenta Isaias Hernandez, activista y educador ambiental. También dirige un popular canal de TikTok y una cuenta de Instagram llamada @queerbrownvegan para ayudar a concienciar sobre la necesidad de que la justicia medioambiental abarque cuestiones como la raza, el género y la clase.
Sin embargo, el problema va más allá de las políticas de representación: los afroamericanos, los pueblos indígenas y otras comunidades de color sufren de forma desproporcionada los males de la ganadería industrial, ya sea por la contaminación del agua, que provoca mayores tasas de cáncer, o por tener que trabajar en granjas penosas que ofrecen escasa protección tanto a los humanos como a los no humanos. Aunque no todo el mundo opta por una dieta basada en plantas sólo por los derechos de los animales, la situación de las personas de color y la de los animales están estrechamente interrelacionadas.
La supremacía blanca provocó cosas como el sacrificio masivo de animales de vital importancia para las comunidades nativas, la construcción de empresas cárnicas sobre tierras robadas o la desposesión de terrenos a los agricultores no blancos. Según los expertos, esta alimentación global dependiente de la carne tiene vínculos directos con la esclavitud y con el colonialismo. Muchos veganos de color consideran que el movimiento animalista no ha priorizado ni comprendido bien estas conexiones.
«El problema con el movimiento por los derechos de los animales es que sigue sin reconocer el papel de la supremacía blanca en la creación de estos sistemas industrializados», comenta Hernandez. «Cuando trato de profundizar en la agricultura industrializada, no sólo analizando cómo afecta a los humanos, sino estudiando el modo en que estos sistemas industrializados surgieron de la colonización basada en la esclavitud, la conversación se ignora, principalmente porque exige que muchos de los espacios animalistas hegemónicos —que suelen ser blancos— cuestionen su propio poder y privilegio».
Según los activistas con los que hablé, la clave para hacer que el activismo vegano sea más inclusivo, así como más eficaz en la consecución de sus objetivos, es «descolonizarlo». Eso significa abordar los daños que el colonialismo ha dejado tras de sí —como la segregación y el cambio climático—, perpetuando además otros como las desigualdades sanitarias. Sin desentrañar el modo en que la raza, la clase y la cultura afectan a cómo y qué puede comer la gente, sólo nos queda lo que algunos llaman veganismo blanco, centrado únicamente en la liberación animal.
«Es necesario un veganismo interseccional que ayude a comprender que no se trata de un estilo de vida gobernado por el hippismo y la blanquitud, sino una extensión de la conciencia libertaria», dice Hernandez.
Como vegana negra que soy, experimento sin cesar estas tensiones entre los veganos blancos y los veganos de color. Me inicié en el vegetarianismo en 2019, después de ver un documental que prendió mi turbación. Mi inquietud se vio impulsada por las posibles mejoras personales de salud y por mi deseo de probar nuevos alimentos, pero una conversación con mi mejor amiga sobre su creciente interés en el veganismo fue el pistoletazo a mi definitivo cambio de vida. Por aquel entonces, la nueva trayectoria profesional de mi amiga incluía la elaboración de recetas centradas en platos vegetales, y yo quise buscar alternativas a recetas tradicionalmente no veganas, como la sopa de brócoli y queso cheddar o los tacos de birria. Empecé con ella a rodearme de veganos que daban prioridad a la educación, la comunidad y la accesibilidad, y en ello he centrado mi labor en los últimos cinco años.
Los animales no merecían sufrir por aquellos platos que tanto habíamos amado. Como sureña que creció en el mango de Florida, he pasado toda mi vida rodeada de pescado frito, marisco hervido, barbacoas y postres de una delicia inimaginable. Renunciar a la comida del alma —o a cualquier plato cultural— es una pérdida para la que no estaba preparada en mis primeras andaduras como vegana. Sabía que me vería sumida en el aislamiento en los encuentros familiares o las comidas al aire libre, pero con lo que no contaba es con la escasa interacción que hallaría con otros veganos negros en los restaurantes, las ferias gastronómicas y los grupos de Facebook vegetarianos. No soy la única que se ha sentido de esta manera.
Pero es posible descolonizar el veganismo y dar paso a una nueva era que integre las experiencias vividas por todos dentro del activismo proanimal. Ese enfoque está floreciendo con chefs de color introduciendo platos arraigados y activistas luchando por debates más matizados dentro del movimiento animalista. El veganismo negro empondera, y, en su lucha por la liberación animal, llama nuestra atención sobre aquellos a los que nuestro sistema alimentario siempre ha tenido marginados. Esta es la combinación que requerimos para la construcción de comunidades inclusivas, para que nadie se sienta solo. La única forma que tenemos de derrotar a la ganadería industrial es formando una comunidad unificada formada por una coalición multirracial.
LA GENTE DE COLOR NO ES NUEVA EN EL VEGANISMO
Aph Ko, creadora del portal Black Vegans Rock, y su hermana Syl Ko, popularizaron el término «veganismo negro» en su libro de 2017 Aphro-ismo: Ensayos de dos hermanas sobre cultura popular, feminismo y veganismo negro. Cuando lo leí por primera vez en 2020, me resistí a la conexión que establecían entre la animalidad y la raza debido a la deshumanización que históricamente se ha hecho de las personas de color mediante términos como «no humano» o «animal». Pero animal, escriben, es sólo una categoría en la que «arrojamos a ciertos cuerpos cuando queremos justificar la violencia contra ellos», y esa dinámica debería preocupar a todos los grupos oprimidos, pues «en cualquier momento puedes convertirte en un "animal" y ser considerado desechable». Su perspicaz examen de los derechos de los animales y su relación directa con la raza y la clase social despertó en mí un mayor sentido de solidaridad, así como una curiosidad renacida por las conexiones ancestrales de mis nuevas prácticas alimenticias.
Los vínculos históricos del veganismo y el vegetarianismo con la comunidad negra se remontan a la diáspora de la cultura rastafari y la cocina tradicional del África Occidental. La dieta holística de los rastafaris tiene una historia anticapitalista, surgida en la década de 1930 por jamaicanos que luchaban contra el colonialismo. La mayor parte de la cocina ital —el estilo dietético arraigado en la cultura rastafari— suele consistir en coles, calalú, legumbres, chile panameño, leche de coco y alubias rojas.
La cocina del África Occidental ha tenido durante siglos sus propias recetas a base de plantas, como la domoda de Gambia, un plato a base de mantequilla de cacahuete, mientras que los extravagantes platos etíopes del África Oriental incluyen el atakilt, el gomen, el misir o la injera. La comida caribeña y africana ha venido actuando como un medio de compartir la historia de la dispersión africana, de conservar las tradiciones familiares y de transformar los cultivos autóctonos en una cultura gastronómica propia. Hay algo de gran belleza en nuestras tradiciones vegetarianas, tradiciones que han estado descuidadas por mucho tiempo, pero que cada vez más gente está empezando a redescubrir.
En Nueva York, la mejor comida que he probado ha sido en restaurantes veganos caribeños y africanos, como el Aunts et Uncles, el HAAM, el Bunna Cafe y el RAS Plant Based. En el Bunna Cafe disfruté de un almuerzo que incluía una combinación de injera desmenuzada con calabaza kabocha cocida, berbere, cebolla, jengibre y ajo, servido con una guarnición de yogur no lácteo. El ambiente acogedor de cada restaurante, desde la música y la hospitalidad hasta el sabor delicioso de los platos, es un dulce recuerdo de mi niñez. Los fines de semana, el Bunna Cafe celebra una ceremonia de una hora de duración para, según su cofundadora, Liyuw Ayalew, «promover la cultura etíope al amparo de una cálida iluminación» y animar a sus clientes a sumarse a esta tradición semanal.
Crecí en un hogar caribeño, con un padre trinitense y una madre jamaicana, y nuestras comidas consistían en akí con pescado salado, pollo al curry y hamburguesas de ternera. Ante la ausencia de estas proteínas de origen animal, me animé a leer los libros de cocina de Jenné Claiborne y Bryant Terry, dos de los primeros veganos negros a los que seguí al principio de mi peregrinaje hacia la reconexión con mis herencias culturales.
Como enlace entre mis amigos omnívoros y vegetarianos, las simples conversaciones sobre mi veganismo han despertado siempre una gran curiosidad en torno a la transición a una dieta libre de carne. Genesis Butler, una adolescente defensora de los derechos de los animales (y otra de las galardonadas con el Future Perfect 50), dice que le pasa algo parecido. Me comenta que su identidad afroindígena, sumada a su pasión por el ecologismo y la justicia climática, la hacen más eficaz a la hora de fomentar el veganismo entre la gente.
«Hay quienes creen que hacer que el veganismo sea interseccional va en detrimento de los animales, pero yo no estoy de acuerdo», afirma. «Creo que ahora que actúo de forma interseccional tengo un alcance mucho mayor, pues soy mucho más eficaz a la hora de hablarles de veganismo a personas ajenas al movimiento por los derechos de los animales. Y no es baladí, pues se trata precisamente de los individuos a los que queremos llegar».
Butler tiene razón: para muchas personas de color, puede ser más impactante una charla seria con alguien que comparte sus experiencias de vida y habla con autoridad sobre cuestiones como la accesibilidad a los alimentos y el veganismo interseccional, que ver un documental sobre ganadería intensiva. Esa conexión humana me ha conducido a conversaciones llenas de lágrimas, departiendo con amigos asuntos relativos a la raza y la comida, pero también me ha formado para recrear estupendas comidas caseras de un modo que ni siquiera era capaz de imaginar hace cinco años. He evolucionado hasta convertirme en esa persona vegana que anduve buscando con desesperación en 2019.
CONSTRUIR UN MOVIMIENTO VEGANO CON UNA BASE ANTIRRACISTA
Las dinámicas de poder dentro de los grupos en defensa de los derechos de los animales predominantemente blancos suele ponerse bien de manifiesto en cuanto se produce alguna discrepancia racial, como cuando en medio de una protesta se da una interacción con las fuerzas policiales.
Eubanks —un activista proanimal afincado en Georgia— actuó como principal enlace con la policía en las protestas callejeras que su grupo organizó entre los años 2018 y 2021. Pero «después de una interacción a las puertas de un matadero, en la que el oficial de policía mantuvo su mano pegada al arma todo el tiempo, comencé a llevarme a alguien blanco conmigo para que actuara de co-enlace», me comenta Eubanks. «Hoy es una regla que me impongo siempre en cualquier actividad en la que participo». Según un informe de 2022 de la Oficina de Estadísticas de Justicia, los estadounidenses de raza negra, en comparación con sus homólogos blancos, tienen una alarmante y desproporcionada probabilidad mayor de sufrir amenazas o abusos policiales no mortales.
Esto le llevó a la creación de la APEX Advocacy, una organización sin ánimo de lucro que aboga por la liberación colectiva de animales y de humanos. «Reconocemos al mismo tiempo que las personas que abogan por los animales son también víctimas de una opresión sistemática», afirma Eubanks. «Es algo que tenemos en cuenta a la hora de crear nuestras campañas, actividades y programas». APEX organiza la Semana del Activista Pre-Animal (PAAW, por sus siglas en inglés), un campamento de formación anual e inmersivo para activistas sociales de color con interés en la defensa de los animales.
Ya existen grupos animalistas y veganos dirigidos por personas del colectivo BIPOC (acrónimo inglés de «negros, indígenas y personas de color»), como APEX Advocacy y la Afro-Vegan Society, que dan prioridad a los veganos no blancos. ¿Cómo podríamos replicar esto en el resto de la comunidad vegana?
Para empezar, yendo más allá de las cuestiones dietéticas. Por otra parte, si queremos conseguir que más personas de color se planteen el veganismo, debemos asegurarnos de que haya una comunidad activa e inclusiva que luche contra los prejuicios internos, cuyo abordaje es necesario no sólo por lo bueno que tiene de suyo, sino también porque eso nos ayudaría a construir un movimiento mucho más fuerte. «No deberíamos describir el veganismo como una dieta o destacar sólo sus aspectos dietéticos; para descolonizarlo de verdad, tenemos que verlo como un espacio de justicia social», afirma Eubanks.
El veganismo negro trata intrínsecamente de empoderar a aquellas personas a las que nuestro sistema alimentario mantiene marginadas, sin dejar en ningún momento de luchar por la liberación animal. Tomemos por caso el concepto de desiertos alimentarios. Los desiertos alimentarios no son una coyuntura natural, sino una creación política. Con eso en mente, los veganos negros reivindican la búsqueda de soluciones ágiles al apartheid alimenticio —la inaccesibilidad a los alimentos frescos en las comunidades con bajos ingresos—. Una iniciativa vegana socialmente consciente podría pasar por tratar de resolver casos locales de apartheid alimenticio mediante un apoyo económico a los servicios comunitarios en favor de una educación accesible sobre nutrición basada en plantas, una distribución gratuita de almuerzos escolares veganos, y el abastecimientos constante de las despensas de comida.
Por otra lado, no basta con que el movimiento por los derechos de los animales muestre un pequeño porcentaje simbólico de rostros negros y marrones; las personas de color deberían ocupar también puestos de liderazgo. Más grupos animalistas deberían sumarse a APEX también en sus denuncias contra la complicidad de Estados Unidos en la inanición y la matanza sistemática del pueblo palestino. La unidad entre las comunidades de color ha sido una columna vertebral en el éxito de los movimientos de masas, como la Coalición Arcoíris en el Chicago de los años 60 o la larga historia de solidaridad entre los palestinos y los afroamericanos. Descentralizar la blanquitud de los círculos organizativos brinda una inmejorable oportunidad de reimaginar un futuro en el que se priorice la liberación colectiva.
Sin una inclusión de las experiencias de las personas oprimidas y una abogacía por soluciones holísticas antirracistas, se antoja imposible lograr una futura liberación para los humanos y los no humanos. Para acabar con nuestra opresión colectiva, es clave alcanzar un veganismo que reconozca conscientemente la raza, el género y la clase social, y eso es algo que podría conseguirse de la noche a la mañana sólo con desarrollar una compasión consistente hacia todos.
Noella Williams, 8 de agoto de 2024.
_______________________________________
Traducción: Igor Sanz
Texto original: I'm a Black vegan. Why don't you see more of us?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Toda opinión será bienvenida siempre que se ajuste a las normas básicas del blog. Los comentarios serán sin embargo sometido a un filtro de moderación previo a su publicación con efecto de contener las actitudes poco cívicas. Gracias por su paciencia y comprensión.