Lo que refleja la expresión "matar
por matar" es un juicio de valor sobre las motivaciones de otros.
Se dice que alguien "mata por matar" cuando se considera que su
motivación para hacerlo es frívola, egoísta o superflua. Incluso
la persona que mata por el mero placer de ver morir a otros tiene un
motivo para hacerlo: el placer mismo (en
esta categoría suele incluirse, en referencia a los nohumanos, a los taurinos o a los
cazadores, aunque cabría apuntar que tampoco ellos encuentran el
placer en la simple muerte del animal). Se condena su acto por
considerar que su razón para hacerlo (el placer de ver morir a
otros) no es una razón aceptable.
¿Por qué no se considera aceptable?
No se considera aceptable porque resulta una razón frívola y
gratuita. Por norma general, la gente suele estar en desacuerdo con matar y hacer sufrir al resto de animales sin un poderoso motivo que
lo justifique. Por eso mismo existen leyes en
contra del "maltrato animal". Puede que alguien disfrute viendo
morir a otros, pero no es algo en absoluto necesario.
Los demás animales desean vivir en paz. Es algo que se entiende y
reconoce, de igual forma que se entiende y reconoce que eso nos obliga a no violar
sus intereses por razones caprichosas.
Ahora bien, existe un problema en todo
esto. Todos los organismos médicos y dietéticos del mundo declaran que cualquiera puede llevar una vida plena sin consumir alimentos de
origen animal. Los expertos lo avalan, los estudios lo confirman, y los cientos de millones de veganos distribuidos por el mundo lo
atestiguan. No es ni tan siquiera complicado hacerlo. A partir de ese
momento, comer animales (consumir productos de origen animal) se vuelve
una actividad también innecesaria, de tal forma que matar animales para comer no
puede escapar de situarse en la misma categoría que aquellas muertes motivadas por el placer.
Resulta una verdad incómoda, pero
indiscutible. La única excusa que el lector no-vegano
podría esgrimir es que no sabía que fuese algo innecesario. Bueno,
ahora ya lo sabe. De todos modos, no he conocido a nadie que sólo se
sirva de la explotación especista destinada a la alimentación.
Quien ingiere animales no suele hacer ascos a la lana, el
cuero, la seda o los productos cosméticos con componentes de origen
animal (eso de tratar de justificar toda la explotación
animal excusando una forma concreta de explotación animal es
algo muy habitual, de ahí que la experimentación con fines médicos
sea siempre un tema recurrente). Además, aquel que de verdad tomase alimentos de origen animal sólo por suponerlo (falsamente)
necesario y viese en ello alguna carta de legitimidad, debería limitar
su ingesta, por coherencia, a la cantidad mínima que considerara
imprescindible; pero tampoco me he encontrado con nadie que responda a ese perfil. Lo que todo ello manifiesta, en suma, es que la
gente sabe de sobra que su participación en la explotación
especista responde a motivaciones prescindibles.
Matamos y explotamos al resto de animales porque podemos y nos apetece, porque disfrutamos con lo que sacamos al hacerlo. ¿Con qué autoridad vamos a juzgar entonces al sádico del
ejemplo (o al taurino, o al cazador), siendo como es evidente que
actuamos de la misma manera que él? Matar animales "para comer" también
es "matar por matar" si nos atenemos al único sentido cabal que
puede atribuirse a esta expresión. Es matar por placer, por satisfacción
personal. Matamos a otros animales porque nos gusta lo
que obtenemos con ello, lo mismo que aquel otro a quién
juzgamos con severidad. El 99'99% de la explotación especista
responde a esta motivación. El 99'99% de la explotación especista
es un mal frívolo, egoísta y prescindible.
Por suerte, se trata de un mal que
podemos evitar. Basta con que nos hagamos veganos para dejar de
participar en este crimen injustificado. Nuestra calidad de vida no
se verá con ello alterada de ninguna manera significativa; la de
millones de otros individuos inocentes, por el contrario,
experimentará una mejoría radical. La única alteración que sufriremos es la no necesidad de más excusas.
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NOTA: No he querido incluir esto en el propio texto para no desviarme del tema central, pero cabría apuntar que buena parte de la culpa de esta mentalidad discriminatoria entre quienes participan en la explotación animal la tienen las propias organizaciones animalistas. Por medio de sus constantes denuncias específicas y sus campañas monotemáticas, lo que han conseguido es que dentro de la sociedad especista se terminen creando diferentes jerarquías o categorías completamente falsas e injustificadas. Dado que la gente está siempre dispuesta a creer que los demás son peores que uno mismo, el efecto que generan este tipo de enfoques y campañas no puede sorprender a nadie. Unos están dispuestos a creer en ello y otros los animan a que lo hagan. Después ya sólo queda esperar un ejercicio de racionalización por medio de argumentos tan banales como el que aquí se ha discutido.
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