Qué curioso. Siempre vemos cómo los
demás animales "sienten", "piensan", "aman",
se "entristecen", se "alegran", se "ayudan", se "hermanan"... Siempre así, entrecomillado, no sea que se exciten suspicacias y se eleve una denuncia por delito de "antropomorfismo", aquello de atribuirles cualidades humanas al
resto de los animales.
¡Un momento! ¿Cualidades humanas? ¿El amor? ¿La tristeza? ¿La alegría? ¡Vaya acceso de soberbia! Ni que los humanos hubiesemos brotado en un mundo yermo de presencia emocional. ¡Pues menudo brinco evolutivo hubiera sido ese! Como dice Frans de Waal, «cuanto más menospreciamos la inteligencia animal, más estamos pidiendo a la ciencia que tenga fe en los milagros al hablar de la mente humana».
¡Un momento! ¿Cualidades humanas? ¿El amor? ¿La tristeza? ¿La alegría? ¡Vaya acceso de soberbia! Ni que los humanos hubiesemos brotado en un mundo yermo de presencia emocional. ¡Pues menudo brinco evolutivo hubiera sido ese! Como dice Frans de Waal, «cuanto más menospreciamos la inteligencia animal, más estamos pidiendo a la ciencia que tenga fe en los milagros al hablar de la mente humana».
Pero retomo la cuestión. Qué curioso, como decía. Qué curioso que siempre nos apresuremos a colocar comillas sobre este tipo de atributos (atributos siempre positivos, claro, nadie entrecomilla la agresividad o la violencia) bajo la excusa de un rigor artificioso, al mismo tiempo que hablamos con donaire y alegría de "animales de granja" o "animales de laboratorio".
¿Animales de laboratorio? Pues hombre, como no sea que nos refiramos a los tipos de las batas blancas, esas criaturas sólo caben en un mundo legendario. Lo que existen son animales explotados en laboratorio, matiz pequeño pero capital. ¿Dónde está el rigor aquí?
Llamar a los investigadores "animales de laboratorio" sí sería cosa minuciosa, pero dudo que sea fácil topar con la imprudencia más allá del marco de este blog. Y, curioso también, en este caso el problema no radicaría tanto en la coletilla "de laboratorio" como en el designio de "animales". Pero, ¿acaso no lo son? ¿Es que los humanos pertenecen a otro reino diferente? Cualquiera lo diría, en efecto, a tenor de lo ordinario de la locución "humanos y animales". ¡Ah, cuánto rigor! Sería como hablar de "flores y petunias". Si tal cosa apareciese escrita en algún libro de jardinería, prontamente correría el editor a corregir la burda errata.
No creo que el lenguaje construya prejuicios, pero sí creo que interviene en su mantenimiento. No creo que hablar de "humanos y animales" genere mentalidades antropocéntricas, pero sí creo que las mentalidades antropocéntricas se nutren de este tipo de expresiones. O dicho por Lledó: «el lenguaje solidifica de cierta manera las experiencias humanas, pero son éstas las que crean, orientan y determinan al lenguaje».
¡Y cuán poco generoso es el lenguaje con el resto de animales! Cerdo, burro, zorra, besugo, rata, borrego, gusano, foca, perro, víbora, cabrón, babosa... Cuidémonos de gritar en público los tales términos o bien fácil seremos acusados de injuriosos (incluso con "animal", ojo ahí). Un loco está "como un cabra"; alguien poco cauto es un "cabeza de chorlito"; al idiota se le imputa un "cerebro de mosquito"; los olvidadizos tienen "memoria de pez"; y los muy feos son "más feos que un mono".
¿Y qué decir del refranero popular? Pues que es tanto como un manual para el topico especista: "Es la pescadilla que se muerde la cola", "Más vale pájaro en mano que ciento volando", "No vendas la piel del oso antes de cazarlo", "A caballo regalado no se le mira el diente", "Ave que vuela, a la cazuela"... La cosa da para una enciclopedia.
Capítulo aparte merecen los "bichos" y las "plagas". El primero es sólo un calificativo despectivo. No hay ningún grupo de animales que responda al nombre de "bichos". Se emplea como expresión peyorativa y en especial honor de invertebrados, aunque sin coto de extensión. Por su parte, el término "plaga" pretende referir al colectivo de animales de presencia exorbitada o fastidiosa. ¿De acuerdo con qué criterios? De acuerdo con los criterios apetecidos a nuestros sacrosantos genitales. Con vista en su acepción primera y más contemplativa («aparición masiva y repentina de seres vivos de la misma especie que causan graves daños a poblaciones animales o vegetales») no hay duda de que la lista de "plagas" deberían encabezarla los humanos; mas es del todo inusual que nuestra especie sea alzada hasta tal categoría salvo en forma puramente metáfora. No, no hay "plagas" tampoco. Lo que hay son odios muy acentuados.
Los activistas por los Derechos Animales haríamos bien en invertir algún esfuerzo en el cuidado del lenguaje. No existen los animales "de granja", "de tiro", "de circo" o "de laboratorio"; nada tiene de malo ser un cerdo, un gusano, una rata o un besugo; las cabras no están locas; los peces no se muerden la cola; los pájaros no deberían estar en las cazuelas; y los humanos y los animales no pertenecemos a categorías diferentes, como tampoco las personas.
Cuidar estos pequeños detalles equivale a romper con los vicios producidos por los estereotipos especistas. Esto por sí sólo no puede acabar con el antropocentrismo, pero sí puede ayudar a generar un escenario donde sea más fácil instaurar ideas nuevas; mucho más justas, mucho más respetuosas y, sí, mucho más rigurosas también. Hay una palabra, por cierto, que precisa de un protagonismo permanente: veganismo.
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Artículos relacionados:
- Inglés y especismo.
- ¿Cuándo el lenguaje es especista?
- "Animales de granja" vs. "animales en granjas".
- El poder del lenguaje.
- El (mal)trato lingüistico a los animales no humanos.
Hola, Igor.
ResponderEliminarMe parece correcto todo lo que señalas en el texto. Como tú bien indicas, el lenguaje no es la parte central del problema en nuestra relación moral con los demás animales, y por esto pienso que no debería obsesionarnos demasiado en cada detalle, sino sólo en lo importante.
Por ejemplo, decir sistemáticamente "animales humanos" y "animales no humanos" no ayuda especialmente a concienciar sobre el problema del especismo. Cualquier persona versada en ciencia sabe que los humanos somos un tipo de animal, pero eso no te hace rechazar el especismo. En cambio, explicar que lo que habitualmente se denomina "carne" es el trozo arracado del cuerpo de un animal, al que mataron sólo por el capricho de paladear su cadáver, sí que aporta una nueva perspectiva sobre lo que pensamos y hacemos; ya que la mayoría de la gente no suele pararse a pensar en ello.
Hay una reflexión de Gary Francione sobre esta cuestión, que me parece acertada, sobre el papel del lenguaje. No está enlazada en los artículos relacionados, pero me parece que vale la pena leerla:
http://enfoqueabolicionista.blogspot.com.es/2012/09/animales-en-granjas-vs-animales-de.html
La esclavitud humana siempre se denominó esclavitud; pero la percepción moral que se tenía de ella cambió gracias a las ideas y la concienciación; no gracias a que el lenguaje cambiara. El lenguaje es sólo un síntoma de lo que sucede pero no es la causa originaria de los hechos.
Aunque consiguiéramos que todo el mundo dejara de hablar de forma especista, esto no implicaría que dejaran de actuar de forma especista en el resto de ámbitos de la vida. Asimismo, hay personas que toman conciencia sin cambiar nada en su lenguaje habitual. El cambio de lenguaje siempre viene después.
El lenguaje es importante pero no sería acertado atribuirle una función que no tiene. En cuanto aparecen nuevos fenómenos o nuevas ideas, se crean nuevas palabras. El lenguaje describe la realidad pero no es en sí mismo el motor que la origina.
Un saludo.
Muchas gracias, Luis. Recordaba haber leído algo de Francione a este respecto, pero no conseguí encontrar el artículo en cuestión. Agradezco mucho por tanto que lo hayas mencionado. Lo incluiré ahora mismo en la lista de “artículos relacionados”.
EliminarMe parece que yo otorgo una importancia algo mayor al lenguaje de lo que expresáis tú o Francione, pero estoy de acuerdo en que no se trata de algo fundamental, así como que forma parte de los síntomas y no de las causas. No obstante, como apunto en el propio texto, pienso que ese tipo de matices pueden generar un escenario más accesible para nuevas ideas o perspectivas.
La gente realmente piensa que los demás animales están para servir a los humanos, y no creo que hablar de “animales de esto y de lo otro” ayude a modificar esa mentalidad. No es un obstáculo definitivo, desde luego, pero, sea cual sea su medida, es un defecto que podemos evitar con facilidad. Y lo mismo ocurre con la artificial separación entre “humanos y animales”.
Además, esas formas de hablar no sólo son especista, sino también erróneas desde un plano lingüístico y científico. Encuentro por tanto motivos de sobra para cuidar esos detalles.
Un saludo.
Buen blog. Cuando llegue a casa te linkearé al mío. Go vegan!
ResponderEliminarGracias, Marc.
EliminarUn saludo.