Me piden que escriba unas palabras con
las que describir mi cuadro Sacrificio, expuesto en la
biblioteca del 51 de Harley Street, W1.
Se trata de un óleo bastante grande de cuarenta y ocho por treinta pulgadas, con colores más bien tenues. Terminé de pintarlo en 1964, pero la idea me rondaba la cabeza hacía ya dos años. Era uno de esos cuadros que "se tienen que pintar" —es decir, uno de esos cuadros cuyo impulso inicial surge con tal fuerza y persistencia que sólo es posible apaciguarlo cuando se traslada al plano material.
Creo que el significado del cuadro es claro. En él se muestra a un perro de raza deliberadamente indeterminada (pues simboliza a todos los perros, y aun a todos los animales) amarrado a una mesa de experimentación. Sus extremidades están estiradas hasta el límite; está inmovilizado. La cabeza le cuelga ligeramente; su rostro expresa resignación y agotamiento. La mesa ha adoptado la forma de una cruz; el animal está de hecho crucificado, entregado como sacrificio a la vana esperanza de que su agonía y su muerte puedan aliviar en algo la salud voluntariamente maltrecha de unos seres humanos que se autoproclaman sus amos.
Hay una curiosa mezcla de estilos en este cuadro: el perro está pintado de un modo bastante naturalista, en tonos cálidos y vivos. Los cuadrados rostros de los experimentadores en cambio son completamente abstractos e irreales, causando un gran impacto en el espectador. Todas sus miradas están dirigidas hacia el animal, como observando expectantes lo que pueda suceder. Sus ojos están girados, pero no así sus cabezas: esto suscita la idea de una mirada furtiva, como avergonzada. Las caras cuadradas parecen máscaras; quizá al final del día se descubra a hombres reales detrás de ellas, que se irán a casa a jugar con sus hijos olvidando lo que acaban de dejar atrás, en el laboratorio. Pero al día siguiente volverán a ponerse las máscaras del autoengaño, y sus ojos volverán a girarse, fríos y calculadores, pero un tanto avergonzados también, para observar lo que sucede con ese trozo de vida dado por Dios, que tiene los mismos órganos y respira el mismo aíre.
En esta época del año se nos enseña a pensar en la Crucifixión y en su significado, pero diariamente crucificamos a Cristo en todos los países cristianos del mundo martirizando a las criaturas que Su mano ha moldeado con tanto amor y tanto espero, cada una de las cuales es un milagro viviente.
¿Seremos algún día capaces de ponerle fin a esta terrible hipocresía?
Nina Hosali, 1964.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Toda opinión será bienvenida siempre que se ajuste a las normas básicas del blog. Los comentarios serán sin embargo sometido a un filtro de moderación previo a su publicación con efecto de contener las actitudes poco cívicas. Gracias por su paciencia y comprensión.