1. INTRODUCCIÓN
El
desarrollo urbanístico occidental se ha basado históricamente en
una concepción del progreso arraigada en la conquista y la
explotación de la naturaleza en prez de la cultura. La brújula
moral de los arquitectos urbanísticos vino a apuntar a virtudes como
la razón, el crecimiento y la rentabilidad, dejando todo lo salvaje
—incluidas las personas tratadas como tal— fuera de su
círculo de consideración. Hoy en día, la lógica de la
urbanización capitalista sigue avanzando sin tener en cuenta la vida
del animal nohumano, excepto como efectivo destinado al matadero o
como mercancía útil en el ciclo de la acumulación1.
Puede que el desarrollo se vea frenado por leyes que protegen a las
especies en peligro, pero rara vez veremos a las excavadoras
detenerse para poner a salvo a conejos o
reptiles.
Paralelamente a este desprecio por la vida nohumana, la teoría urbanística contemporánea no hace siquiera mención del animal, y su léxico revela un antropocentrismo profundamente enraizado. La teoría dominante invita a creer que el urbanismo consiste en la transformación de la tierra "desocupada" mediante un proceso llamado "desarrollo" que produce una "mejora del suelo" cuyos diseñadores están exhortados (al menos en la teoría neoclásica) a darle el "mayor y mejor uso". Este lenguaje es perverso: las tierras salvajes no están "desocupadas", sino repletas de vida nohumana; el "desarrollo" supone una desnaturalización completa del medio ambiente; la "mejora del suelo" implica un empobrecimiento invariable en términos de calidad, drenaje y flora; y los juicios sobre el "mayor y mejor uso" reflejan valores centrados en un provecho y unos intereses exclusivamente humanos, ignorando no sólo a los animales salvajes o asilvestrados, sino también a los cautivos, como las mascotas, los animales de laboratorio y el ganado, que viven y mueren en un espacio urbano compartido con lo seres humanos. Las teorías urbanísticas marxistas y feministas tienen por su parte el mismo corte antropocéntrico2.
Paralelamente a este desprecio por la vida nohumana, la teoría urbanística contemporánea no hace siquiera mención del animal, y su léxico revela un antropocentrismo profundamente enraizado. La teoría dominante invita a creer que el urbanismo consiste en la transformación de la tierra "desocupada" mediante un proceso llamado "desarrollo" que produce una "mejora del suelo" cuyos diseñadores están exhortados (al menos en la teoría neoclásica) a darle el "mayor y mejor uso". Este lenguaje es perverso: las tierras salvajes no están "desocupadas", sino repletas de vida nohumana; el "desarrollo" supone una desnaturalización completa del medio ambiente; la "mejora del suelo" implica un empobrecimiento invariable en términos de calidad, drenaje y flora; y los juicios sobre el "mayor y mejor uso" reflejan valores centrados en un provecho y unos intereses exclusivamente humanos, ignorando no sólo a los animales salvajes o asilvestrados, sino también a los cautivos, como las mascotas, los animales de laboratorio y el ganado, que viven y mueren en un espacio urbano compartido con lo seres humanos. Las teorías urbanísticas marxistas y feministas tienen por su parte el mismo corte antropocéntrico2.
Nuestras teorías y prácticas urbanísticas han contribuido
a producir efectos ecológicos nefastos. El avance del frente urbano
mundial está destruyendo el hábitat de la fauna y la flora
silvestre a un ritmo sin precedentes, impulsado en el primer mundo
por la suburbanización y el desarrollo de ciudades periféricas, y
en el segundo y el tercero por la búsqueda de un modelo de
"recuperación" que produce enormes flujos migratorios del
campo a la ciudad y por la expansión de los espacios de ocupación
ilícita3. Especies y ecosistemas enteros se ven
amenazados, al tiempo que los animales han de arriesgarse a penetrar
en zonas urbanas en busca de agua y/o comida, topándose entonces con
vehículos, gente y otros peligros. El boom de los animales de
compañía ha provocado la contaminación de las vías fluviales
urbanas y la matanza masiva de perros y de gatos. Aislarse de los
animales a los que se comen ha distanciado a los habitantes de la
ciudad de los horrores y daños ecológicos de la ganadería
industrial, así como de la creciente destrucción de bosques y
pastizales producto de los esfuerzos del mercado por crear/satisfacer
el frenesí carnívoro. Para la mayoría de las criaturas libres, así
como para un número asombroso de animales cautivos, las ciudades son
sinónimo de sufrimiento, muerte o extinción.
El objetivo de
este artículo es proponer una teoría urbanística que tome en serio
a los nohumanos. Dicha teoría debe abordar cuestiones como (1) cuál
es el impacto de la urbanización en el hábitat natural de los
animales, y qué fuerzas políticas, económicas y culturales,
globales, nacionales y locales, se esconden detrás de los modelos
urbanísticos más perniciosos para ellos; (2) cuál es la reaccionan
(y por qué) de los habitantes de la ciudad frente a la presencia de
los animales, cómo podrían otros modelos de urbanización cambiar
esa actitud, y qué significado tiene ésto para los animales; (3)
cómo las prácticas de construcción y las actitudes humanas definen
conjuntamente la capacidad de las ecologías urbanas para sustentar
la vida nohumana; y (4) cómo y por qué surgen planes/políticas
estatales, diseños medioambientales y luchas administrativas para
frenar el ritmo de violencia hacia los animales que se observa en la
urbanización capitalista contemporánea. En la primera parte, aclaro
lo que entiendo por "humanos" y "animales", y
ofrezco una serie de argumentos en favor de la necesidad de una
teoría urbanística transespecie para el desarrollo de una praxis
ecosocialista, feminista y antirracista. En la segunda parte,
sostengo que las consideraciones actuales de las ciudades
capitalistas respecto de los animales y los humanos (basadas en el
modelo estadounidense) son muy limitadas, y sugiero que una teoría
urbanística transespecie debe estar fundamentada en los debates
teóricos contemporáneos en torno al desarrollo urbanístico, la
naturaleza, y la cultura, ecología y acción ambientalista urbana.
2. LOS ANIMALES IMPORTAN (INCLUSO EN LA CIUDAD)
Las
razones para tener en cuenta a los animales en el contexto del
ecologismo urbano no son nada transparentes. El ecologismo urbano se
ha centrado tradicionalmente en la contaminación de unas ciudades
concebidas como el hábitat del ser humano, no del animal. Así, las
distintas alas del movimiento ecologista urbano progresista han
evitado pensar en los nohumanos y han dejado las cuestiones éticas,
así como las pragmáticas, ecológicas, políticas y económicas
relativas a los animales, en manos de quienes se dedican a la defensa
de las especies en peligro o el bienestar animal. Tal división del
trabajo privilegia a extraños y sumisos, e ignora las vidas y los
espacios vitales de una gran población y variedad de animales que
viven en ciudad. En esta sección, sostengo que incluso los animales
comunes y corrientes deberían importar.
DEFINIENDO LA
DIVISIÓN ENTRE LOS HUMANOS Y LOS ANIMALES
Para
empezar, es imprescindible aclarar a qué nos referimos cuando
hablamos de "animales" o "nohumanos", por un
lado, y de "personas" o "humanos", por el otro.
¿Dónde se traza la línea y bajo qué criterios? En muchas partes
del mundo, la fe en la transmogrificación o transmigración de las
almas proporciona un pilar para la creencia en la continuidad (o
incluso concomitancia) entre los humanos y los animales. Pero, en el
mundo occidental, los animales han sido definidos durante muchos
siglos como seres radicalmente diferentes y ontológicamente
distanciados de los humanos, y aunque los criterios explícitos para
establecer la división entre el humano y el animal han cambiado con
el tiempo, todos ellos coinciden en emplear a los humanos como patrón
de referencia. Se inquiere si los animales son capaces de hacer lo
que hacen los humanos, en ningún caso si los humanos son capaces de
hacer lo que hacen los animales. De este modo, los animales son
juzgados de inferiores. La revolución darwiniana declaró una
continuidad entre las especies, pero al estar por debajo de los
humanos en la escala evolutiva, aún era posible separar a los
animales de los humanos y cosificarlos e intrumentalizarlos para
comida, ropa, transporte, compañía o suministro de órganos.
El
convenio alrededor de esta división se ha derrumbado en los últimos
tiempos. Las críticas a la ciencia subsecuente a la era de la
Ilustración4, la mayor comprensión de las capacidades
cognitivas de los animales, y el estudio de la biología y la
conducta humanas han venido a reflejar unas similitudes que hacen hoy
que cualquier afirmación respecto de la excepcionalidad de los
humanos resulte profundamente sospechosa. El debate en torno a la
división entre humanos y animales también ha surgido a resultas de
los discursos sociobiológicos sobre las bases biológicas de la
sociabilidad y la conducta de los humanos, así como de los
argumentos feministas y antirracistas en torno a las bases sociales
de las supuestas diferencias biológicas humanas. De este modo, la
avezada visión del humano como un sujeto social y el animal como un
objeto biológico ha empezado a desestabilizarse.
Mi postura
sobre la división entre humanos y animales es que tanto los animales
como los humanos construyen socialmente sus mundos e influyen en los
de los demás. Es probable que "las construcciones animales
resultantes sean diferentes de las nuestras, pero no por ello menos
ciertas"5. Los animales tienen sus propias
realidades, sus propias formas de ver el mundo; en resumen, son
sujetos, no objetos. Sin embargo, esta postura rara vez se ve
reflejada en la práctica ecosocialista, antirracista y feminista.
Desarrollada en oposición directa a un sistema capitalista plagado
de divisiones de clase, raza/etnia y género, y profundamente
devastadora para la naturaleza, dicha práctica, o bien ignora por
completo a algunos tipos de animales (por ejemplo, las mascotas y el
ganado), o bien integra a los animales dentro de unas concepciones
holísticas y/o antropocentristas del entorno, omitiendo con ello la
cuestión de la subjetividad del animal6. Así, en la
mayoría de las formas del ecologismo progresista, los animales han
sido cosificados y/o relegados al papel de actores secundarios.
PENSAR COMO UN MURCIÉLAGO: LA
CUESTIÓN DE LOS PUNTOS DE VISTA DE LOS ANIMALES
El
rescate de la subjetividad animal implica el deber ético y político
de redefinir la problemática urbana y considerar estrategias para la
praxis urbanística que tengan en cuenta los puntos de vista de los
animales. Aceptar la subjetividad animal es sólo el primer paso
teórico y conceptual. Pero incluso este primer paso puede ser
duramente atacado por grupos sociales humanos históricamente
marginados y devaluados bajo la acusación de ser "más
parecidos a los animales" y, por tanto, menos inteligentes,
dignos o evolucionados que los hombres blancos angloeuropeos. También
puede chocar contra aquellos que interpreten la concesión de la
subjetividad de los animales como una reivindicación de sus
derechos, esgrimiendo para ello argumentos que vayan, o bien en
contra de los derechos en general, o bien en contra de los derechos
animales en particular7. Sea como fuere, para que la
revalorización de la subjetividad animal tenga utilidad en la
práctica cotidiana, es necesario dar un paso mucho más complejo. No
sólo es preciso "pensar como una montaña"8,
sino también "pensar como un murciélago", superando de
algún modo la clásica idea de Nagel de que, dado que el sonar de
los murciélagos no se parece en nada a ningún sentido humano, es
humanamente imposible responder a la pregunta "¿cómo es ser un
murciélago?" o, más en general, "¿cómo es ser un
animal?"9.
Pero, ¿es de verdad imposible
pensar como un murciélago? Existe aquí un paralelismo con los
problemas planteados por la teoría del punto de vista (o de la
multiposicionalidad). La teoría del punto de vista afirma que
determinadas diferencias humanas individuales (como la raza, la clase
o el género) determinan de tal modo las experiencias y, por ello
mismo, las interpretaciones del mundo, que una postura unívoca
conduce a la esencialización y silenciación de toda diferencia,
obstaculizando así el cuestionamiento de las relaciones de poder. En
casos extremos, tal polivocidad resulta en un relativismo nihilista y
una parálisis política. La respuesta sin embargo no puede ser un
retorno a una exclusión y negación radical de lo distinto. Bien al
contrario, se ha de reconocer que los seres humanos individuales
están inmersos en relaciones y redes sociales compartidas con
personas similares o diferentes de las que depende su bienestar10.
Esta toma de conciencia permite la identificación del parentesco,
pero también de la diferencia, pues las identidades se definen bajo
la captación de las semejanzas y desemejanzas de aquellos con
quienes nos relacionamos. Y, a través de la interacción cotidiana y
la práctica concertada, y utilizando lo que Haraway denomina una
"visión cyborg" que permite "un conocimiento parcial,
localizable y crítico que sostiene la posibilidad de esas redes de
conexión que llamamos solidaridad"11, podemos
abrazar tanto el parentesco como la diferencia y fomentar la eclosión
de una ética de respeto, reciprocidad, cuidado y hermandad12.
Las redes de parentescos y diferencias
de que está conformada la identidad individual afectan tanto a los
humanos como a los animales. Esto es razonablemente fácil de aceptar
en el plano abstracto (esto es, los humanos dependen de una rica
ecología de organismos animales). Pero también hay un gran volumen
de pruebas arqueológicas, antropológicas y psicológicas que
sugieren que las interacciones concretas y la interdependencia con
los otros animales son indispensables para el desarrollo de la
cognición, la identidad y la conciencia humanas, así como para
madurar la asunción de la ambigüedad, la diferencia y la falta de
control13. En resumen, los animales no sólo son "buenos
para pensar" (tomando prestada una frase de Lévi-Strauss)14,
sino que son indispensables para aprender a pensar, en primer lugar,
y a relacionarse con otras personas, en segundo.
¿Qué otros
animales son relevantes? Yo sostengo que hay muchos tipos de animales
importantes, incluidos los domésticos. Está claro que la
domesticación ha alterado profundamente la inteligencia, los
sentidos y las formas de vida de criaturas como los perros, las
vacas, las ovejas y los caballos, hasta el punto de disminuir
drásticamente su alteridad; tan profunda es su desnaturalización,
que han acabado siendo considerados una parte de la cultura humana.
Pero los animales salvajes también han sido abducidos y
desnaturalizados por el hombre. Prueba de ello son los innumerables
modos en que la fauna salvaje es comercializada (en formas corpóreas
e incorpóreas) e incorporada a la cultura material. Y, como los
animales domésticos, los animales salvajes también pueden verse
profundamente afectados por las acciones humanas, que a menudo los
obligan a severas adaptaciones conductuales. En última instancia, la
división entre animales salvajes y domésticos debe considerarse una
construcción social permeable; tal vez sea mejor pensar en una
matriz de animales que difieren en cuanto al grado de
alteración física o conductual producto de la injerencia e
interacción humanas.
Nuestra dependencia ontológica de los
animales parece habernos caracterizado como especie desde el
Pleistoceno. La necesidad humana de proteínas, la búsqueda de
inspiraciones místicas, el anhelo de compañía, y la posibilidad
siempre presente de acabar siendo la cena de alguien, obligaban a
pensar como un animal. Esta contribución animal al desarrollo humano
bien puede llegar a ser utilizada como argumento (antropomórfico) en
defensa de la conservación de la fauna salvaje o la tenencia de
mascotas. Pero lo que más me preocupa es saber cómo se desarrolló
la dependencia humana de los animales en términos de los patrones
consecuentes de interacción humano-animal. En concreto, ¿creó esta
dependencia ontológica de los animales una ética interespecífica
de cuidado y hermandad? No es mi intención formular una versión
moderna del Noble Savaje —la
esencialización del hombre primitivo como alguien que vive en
armonía espiritual y material con la naturaleza—, pero parece
claro que durante la mayor parte de la (pre)historia, los animales
salvajes, aun siendo comidos, domesticados y mantenidos en
cautividad, eran al mismo tiempo vistos como parientes, amigos,
maestros, espíritus o dioses. Su valor residía tanto en sus
similitudes como en sus diferencias con los humanos. No por
casualidad se hacían también esfuerzos por conservar la mayoría de
los hábitats de los animales salvajes.
REENCANTAR LA CIUDAD: UNA AGENDA
PARA QUE LOS ANIMALES VUELVAN
¿Cómo podrían los
animales desempeñar hoy su papel integral en la ontología humana y
contribuir así al fomento de respuestas éticas y prácticas
políticas que estén amparadas en el reconocimiento de las
semejanzas y diferencias entre los humanos y los animales? Y lo que
es más importante, ¿cómo podrían ser desarrolladas esas
respuestas y esas prácticas en lugares donde la interacción
cotidiana con los animales ha sido en gran medida suprimida? La
mayoría de la gente vive hoy en dichos lugares: las ciudades. La
dominación humana de las ciudades es tal que se naturaliza como un
factor consustancial del propio ecosistema, es decir, como un hábitat
exclusivamente humano. En Occidente, muchos de nosotros sólo
interactuamos o tenemos contacto con los animales por medio de la
cría en cautividad de unos pocos de ellos o a través de la ingesta
de unos animales "de consumo" convertidos en filetes y
chuletas. Nuestra noción de los animales salvajes nos viene dada por
los documentales o las acrobacias del "Shamu" de turno en
el Sea World15. Nuestro aparente dominio de la naturaleza
urbana nos proporciona una sensación de protección frente a los
peligros naturales, pero lo hace a costa de anular todo potencial de
asombro y admiración por el mundo no humano. El riesgo inculca una
humildad y una dignidad cuya pérdida se traduce en una banalización
generalizada de la supervivencia cotidiana. Esta banalización
resulta profundamente perjudicial para asuntos como el clasismo, el
sexismo y la inmigración, así como para la naturaleza16.
Para que surja una ética, una práctica y una política del
cuidado de los animales y la naturaleza, es preciso que
renaturalicemos las ciudades e invitemos a los animales a volver a
entrar en ellas, en lo que será un proceso de reencantamiento
urbano17. A esta ciudad renaturalizada y reencantada la
llamo zoópolis. Esta zoópolis lograría la reintegración de
las personas al mundo animal y natural, proporcionándoles a los
habitantes urbanos el conocimiento local, situado y cotidiano de las
vidas de los animales tan necesario para comprender sus puntos de
vista y sus formas de estar en el mundo, y poder así interactuar con
ellos en consecuencia y motivar la acción política necesaria para
proteger sus espacios vitales y su autonomía como sujetos. Este
conocimiento estimularía un replanteamiento profundo de una amplia
gama de prácticas urbanas cotidianas: no sólo en cuanto a la
regulación y el control de los animales, sino también en cuanto al
paisajismo, los planes y las tasas de desarrollo, el diseño de
carreteras y transportes, el uso de energías, los tóxicos
industriales y la bioingeniería —en definitiva, en cuanto a todo
aquello que afecte a los animales y la naturaleza (el clima, la
flora, la geomorfología, etc.). Y, en el plano más personal, cabría
esperar que nos replanteásemos nuestros hábitos alimentarios, ya
que las granjas industriales son terriblemente destructivas para el
medio ambiente in situ, y el hábito occidental de consumir
carne está provocando la conversión de los hábitats salvajes de
todo el mundo en tierras de cultivo (por no hablar de lo que supone
comerse a las vacas, los cerdos, los pollos o los peces cuando uno
empieza a verlos como semejantes).
Aunque el modelo de la
zoópolis o de la renaturalización eleva la práctica cotidiana a
categoría de paradigma biorregional, su inclusión de los animales y
la naturaleza en la metrópolis difiere de otras soluciones
espaciales antiurbanas basadas en un comunalismo a pequeña escala.
También acepta la realidad de la interdependencia global en lugar de
optar por la autarquía. Además, a diferencia de las visiones
ecologistas vinculadas epistémicamente a un individualismo
psicologizado y carente de crítica político-económica, la
renaturalización urbana está motivada no sólo por la fe en que los
animales son fundamentales para la ontología humana en formas que
permiten el desarrollo de redes de parentesco y de cuidado con los
sujetos animales, sino también por la convicción de que nuestra
alienación de los animales es el resultado de estructuras
político-económicas, relaciones sociales e instituciones
particulares que operan a diversas escalas espaciales. No cabe
confiar en que dichas estructuras, relaciones e instituciones cambien
mágicamente con el mero reconocimiento de la subjetividad animal, pero sí
que el compromiso político y la lucha contra las opresiones basada
en la clase, la raza, el género y la especie provoquen su
modificación.
Más allá de su influencia sobre las
ciudades, el modelo de zoópolis sirve de poderoso freno a la
contradictoria y colonizadora política ecologista occidental, tanto
en su práctica en el propio Occidente como en su imposición en
otras partes del planeta. Por ejemplo, las reservas naturales son
cruciales para evitar la extinción de las especies. Pero como están
"ahí fuera", alejadas de la vida urbana, las reservas
carecen del poder para transformar aquellas organizaciones económicas
y prácticas de consumo dependientes de un crecimiento continuo que
hace precisamente que las reservas se vuelvan necesarias. Los únicos
modos de vida que consiguen alterar las reservas naturales son los de
los pueblos oriundos, que se ven repentinamente alejados de su base
económica tradicional y sometidos a niveles aún mayores de pobreza.
Una ética interespecífica del cuidado sustituiría este
dominionismo, erigiendo regiones urbanas en las que los animales,
lejos de ser recluidos, matados y aprisionados, fueran valorados como
vecinos y compañeros de supervivencia. Esta ética conecta a los
residentes urbanos con aquellos pueblos del mundo que han sabido
desarrollar formas de subsistencia compatibles con el cuidado de los
bosques, los arroyos y la diversidad biológica animal, y les insta a
sumarse a estos esfuerzos. El mito occidental de una prístina
naturaleza arcádica, impuesta con impunidad imperial sobre aquellos
lugares convertidos hoy en rehénes del Fondo Monetario Internacional
y el Banco Mundial en alianza con poderosas organizaciones
ecologistas internacionales, sería así derrotado por una política
y unas prácticas poscolonialistas que han de empezarse en casa
propia, con los animales de ciudad.
3. FORMAS ANIMALES
Y URBANAS DE PENSAR
La agenda para renaturalizar la
ciudad y traer de vuelta a los animales deberá estar desarrollada
teniendo en cuenta factores como el impacto de la urbanización sobre
los animales en la ciudad capitalista, cómo piensan y se comportan
los residentes urbanos hacia la vida animal, las adaptaciones
ecológicas de los animales a las condiciones urbanas, y las
prácticas y políticas actuales en torno a los animales
metropolitanos. Los estudios que abordan estos temas suelen estar
basados en las ciencias sociales empíricas y la biología de la
fauna salvaje. El reto de la teoría urbana transespecífica consiste
en desarrollar un marco apoyado en la teoría social. El objetivo es
comprender la urbanización capitalista dentro de nuestra economía
globalizada y lo que ella significa para la vida de los animales;
analizar cómo y por qué cambian las pautas de interacción entre
humanos y animales a lo largo del tiempo y el espacio; abordar la
ecología animal urbana en su dimensión científica, social,
discursiva y politico-económica; y conformar la práctica urbana
transespecífica en torno a los planes de gestión y el activismo
popular. La figura 1 muestra un dispositivo heurístico metateórico
que relaciona los distintos discursos de la problemática urbana
transespecífica. Este dispositivo no pretende favorecer a una
perspectiva teórica concreta, sino destacar múltiples fuentes de
inspiración que pueden resultar fructíferas en el desarrollo de
teorías.
Figura 1. Marco conceptual para la vinculación
de los distintos discursos de la problemática urbana
transespecífica.
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CIUDADES ANIMALES: URBANIZACIÓN, ALTERACIONES
AMBIENTALES Y OPORTUNIDADES PARA LA VIDA ANIMAL
Las
ciudades están construidas para el cobijo de los humanos y sus
actividades, pero con el crecimiento urbano, es inevitable el
surgimiento de unas "ciudades animales" subalternas. Estas
"ciudades animales" determinan las prácticas de
urbanización en algunos aspectos clave (por ejemplo, atrayendo o
repeliendo a las personas/el desarrollo en determinadas áreas, o
influyendo en las estrategias de exclusión de los animales). No
obstante, el capitalismo acentúa aún más esta afección sobre los
animales, en tanto que el desarrollo urbanístico capitalista implica
una desnaturalización amplia de las tierras rurales o salvajes y una
contaminación medioambiental aguda y generalizada. Los tipos más
comunes de alteración medioambiental urbana son bien conocidos, y
afectan al suelo, la hidrología, el clima, la calidad del aire y el
agua, y la vegetación18. Algunos animales salvajes (como
las ratas, las palomas o las cucarachas, por ejemplo) se adaptan bien
a las ciudades y/o prosperan exitosamente en ellas. Pero otros se
muestran incapaces de encontrar refugio o fuentes adecuadas de
comida, de adaptarse al clima urbano, la calidad del aire y los
cambios hidrológicos, o de tolerar el contacto con los humanos. Los
animales cautivos, por supuesto, están ceñidos a los hogares, los
parques o los recintos construidos ex profeso, como las granjas o los
laboratorios, pero incluso el bienestar de las mascotas, los animales
asilvestrados y las criaturas destinadas a las mesas de disección o
los platos de cocina pueden verse afectado por diversas formas de
contaminación medioambiental urbana.
El desarrollo
metropolitano también crea paisajes espacialmente extensos y
desiguales y una fragmentación extrema del hábitat por la que la
fauna salvaje se ve muy afectada. Algunos animales pueden adaptarse a
esa fragmentación y a la proximidad humana consecuente, pero lo más
habitual es que mueran in situ o emigren a zonas menos
fragmentadas. Cortar los corredores de paso puede hacer que la
fragmentación conduzca a la extinción de algunas especies a
resultas de la mengua de las parcelas habitables19, los
inconvenientes de la periferia20, los efectos de la
separación o el aislamiento, y los cambios en la ecología de la
comunidad21. Si la fragmentación provoca la desaparición
de grandes depredadores, cabe el riesgo de la proliferación de otras
especies, lo que puede suscitar la degradación del medio ambiente y
amenazar la viabilidad de otras formas de vida. La maleza y las
especies oportunistas y/o exóticas también pueden generar efectos
similares.
Las teorías urbanísticas capitalistas no suelen
atender estas cuestiones relativas a las alteraciones ecológicas
urbanas y a la fragmentación. La mayoría de los estudios
urbanísticos omiten el análisis explícito de los motores sociales,
políticos y económicos de las alteraciones, sobre todo en lo
referente a la fragmentación del hábitat22. Del mismo
modo, la mayoría de los estudios sobre los entornos urbanos se
limitan a la medición científica de los cambios en la calidad del
medio ambiente o describen la fragmentación del hábitat aislándola
de las dinámicas sociales que la provocan23. Parece pues
necesario reconsiderar los modelos urbanísticos y empezar a tener en
cuenta las bases ecológicas y politico-económicas subyacentes, las
fuerzas institucionales que actúan sobre el medio ambiente urbano, y
los procesos culturales que ponen en segundo plano la naturaleza
metropolitana.
Los esfuerzos por vincular teóricamente
el cambio urbano y el medioambiental constituyen el núcleo de una
nueva crónica ecológica que reorienta las ideas sobre la
urbanización mostrándonos cómo la explotación y la alteración
del medio ambiente sustentan la historia de las ciudades, y cómo
pensar en la naturaleza como un actor (y no como un objeto pasivo
sobre el que actuar) puede ayudarnos a entender el curso del
desarrollo urbano. La urbanización contemporánea, asociada a los
flujos globalizados de mano de obra, capital y mercancías, asienta
sus raíces en la explotación de los "recursos" naturales
(incluida la fauna salvaje, doméstica y de cualquier otro tipo) y en
la transformación activa de los paisajes regionales y las
oportunidades para la vida animal —aunque no siempre de la manera
deseada o esperada, debido a la agencia de la naturaleza. Una
revisión y un análisis de las teorías neomarxistas y neoweberianos
de gestión urbana y sus relaciones con la naturaleza podría arrojar
luz sobre los contextos estructurales e institucionales detrás de,
por ejemplo, la pérdida/degradación de hábitats. Un punto de
partida obvio es la teoría de la máquina de crecimiento, dada su
centralización en la influencia de los propietarios-rentistas sobre
los aparatos estatales y las políticas locales24; otro
punto interesante de partida pueden serlo las teorías que contemplan
la planificación urbana como parte de un proyecto modernista de
control y dominación (tanto de humanos como de nohumanos)
mediante la construcción racionalista de ciudades y la vigilancia de
las interacciones urbanas y las proximidades humanas/animales en
nombre de la salud y el bienestar humanos25. Por último,
los estudios culturales urbanos pueden ayudarnos a comprender cómo
la estética de las ciudades acentúa el distanciamiento entre los
humanos y los animales. Wilson por ejemplo demuestra cómo ciertos
simulacros urbanos como los zoológicos y los parques temáticos
vienen teniendo cada vez mayor influencia en la experiencia humana de
la vida animal26. De hecho, la realidad ha sido tan
redefinida que los auténticos animales pueden llegar a ser vistos
como menos verdaderos. La distanciación de los animales salvajes ha
estimulado al mismo tiempo una romantización de la naturaleza
salvaje que es usada como medio para vender bienes de consumo y
propiedades inmobiliarias y sostener el proceso de acumulación de
capital, reforzando la expansión urbana y la degradación del medio
ambiente27.
AJUSTANDO CUENTAS CON LA BESTIA:
INTERACCIONES HUMANAS CON LOS ANIMALES URBANOS
La conducta
cotidiana de los residentes urbanos también afecta a las
oportunidades de vida de los animales de ciudad. La cuestión de las
relaciones urbanas entre humanos y animales ha sido ya abordada por
investigadores empíricos armados con modelos conductuales que
postulan que, a través de su comportamiento, la gente hace que las
ciudades sean más o menos atractivas para los animales (por ejemplo,
el control de plagas, el diseño urbanístico, el suministro de
comida y agua, etc.). Estos comportamientos están a su vez apoyados
en determinados valores y actitudes subyacentes. Este marco de
valores, actitudes y conductas asienta la respuesta ciudadana hacia
los animales en las creencias culturales erigidas a su alrededor,
pero también en el comportamiento de los propios animales —si son
o no destructivos, carismáricos, simpáticos y, en menor medida,
ecológicamente beneficiosos.
La actitud hacia los animales
ha sido caracterizada a partir de encuestas y tipologías28.
Los resultados sugieren que la urbanización aumenta tanto el
distanciamiento de la naturaleza como la preocupación por el
bienestar animal. Kellert, por ejemplo, descubrió que quienes viven
en ciudad son menos propensos al utilitarismo y más dados a posturas
moralista y humanista, lo que sugiere que se preocupan más por el
trato ético a los animales. También descubrió que los residentes
urbanos se centran sobre todo en animales individuales como las
mascotas y las especies salvajes más populares29. La
gente que vive en grandes ciudades se revela más partidaria de
proteger a las especies en peligro de extinción; menos favorable a
disparar o capturar a los depredadores como medida para proteger al
ganado; más tendente a censurar la caza; y más dispuesta a emplear
recursos públicos a programas destinados a engrosar la fauna urbana.
Los animales domésticos y los más atractivos eran los favoritos de
los encuestados, mientras que los animales conocidos por causar daños
a la propiedad humana o infligir lesiones se encontraban entre los
menos estimados.
El saber popular caracteriza las respuestas
de los residentes urbanos y las instituciones hacia los animales
locales de dos formas: (1) como "plagas", a las que
implícitamente se les concede agencia para afectar la ecología
urbana, dados los costes sociales o económicos que imponen; o (2)
como "mascotas" objetivadas, que proporcionan compañía,
servicio estético y oportunidades recreativas, como ocurre con la
observación y alimentación de aves y otros animales silvestres30.
Sin embargo, casi no se ha llevado a cabo ninguna investigación
sistemática sobre el comportamiento de los residentes urbanos hacia
los animales salvajes o menos conocidos, ni sobre cómo el espacio,
la clase, el patriarcado o las construcciones sociales en torno a la
raza o la etnia afectan a ese comportamiento. Tampoco se ha explorado
la conducta de las instituciones implicadas en la gestión de la
fauna salvaje urbana o en la regulación/control de los animales31.
¿Cómo podemos mejorar nuestra
comprensión de las interacciones humanas con los animales de ciudad?
Los debates generales en torno a la naturaleza y la cultura son muy
instructivos y ayudan a ubicar la investigación conductual en el
contexto adecuado32. Las teorías alrededor de este debate
convergen cada vez más en la convicción de que el dualismo
occidental naturaleza/cultura, un remedo de la división entre
objetos y sujetos, es ficticio y profundamente destructivo para las
diversas formas de vida de la Tierra. Valida una teoría y una
practica relacional entre los humanos y la naturaleza que resta
relieve a la dependencia de los primeros sobre la segunda.
Hiperseparar la naturaleza de la cultura fomenta su colonización y
sometimiento. El dualismo naturaleza/cultura equipara a su vez la
naturaleza con la cultura, negando su subjetividad y otorgándole un
valor exclusivamente instrumental. Este ejercicio de homogeneización
y descorporeización de la naturaleza invita a ignorar las
consecuencias que ciertas actividades humanas, como el desarrollo
urbanístico, la producción industrial y la agricultura intensiva,
tienen sobre determinadas criaturas y sus hábitats. Esto conduce a
lo que O'Connor llama la "segunda contradicción del
capitalismo", a saber, la destrucción de los medios de
producción mediante el proceso mismo de acumulación de
capital33.
El dualismo naturaleza/cultura cobra una
forma más específica en la división campo/ciudad; como lugar
históricamente emblemático de la cultura humana, la ciudad trata de
excluir de su seno cualquier vestigio agreste, en especial los
animales salvajes. Como ya hemos visto, la exclusión radical de la
mayoría de los animales de la vida urbana cotidiana puede perturbar
el desarrollo de la conciencia y la identidad humana e impedir la
aparición de redes interespecíficas de cuidado y hermandad. Es
posible advertir este argumento en distintas modalidades de la
ecofilosofía radical. En algunas versiones, se hace hincapié en la
importancia de los animales "salvajes" al tiempo que se
duda del potencial de los domésticos, más comunes pero a menudo muy
alterados genéticamente, mercantilizados y/o neotenizados. En otras
versiones, se minimiza el valor de la distinción entre lo salvaje y
lo doméstico a la hora de fomentar los vínculos entre humanos y
animales, pero se lamenta la pérdida progresiva de contacto
interespecífico y, por ello mismo, de aprehensión34. La
identidad corpórea también puede llegar a verse desestabilizada a
medida que la comprensión de la corporeidad humana, derivada
tradicionalmente de la experiencia directa con los cuerpos/sujetos
vivos animales, se va disolviendo o transformando. Así pues, se
precisan tratamientos teóricos que expliquen cómo el tan arraigado
dualismo entre la ciudad (la cultura) y el campo (la naturaleza), en
su reproducción ontológica ordinaria, da forma a las interacciones
entre los humanos y los animales de ciudad.
Los modelos inspirados en
un marco ahistórico y deslocalizado de valores, actitudes y
conductas tampoco tienen en cuenta el papel del contexto social,
político y económico en los valores y las actitudes hacia los
animales. Esos valores y esas actitudes pueden estar afectados tanto por
circunstancias locales específicas como por cambios contextuales
producto de dinámicas no locales, como, por ejemplo, la rápida
internacionalización de las economías urbanas. La creciente
competencia mundial amenaza con detonar un incremento aún mayor de
la explotación animal y la destrucción de hábitats dentro de una
"carrera a la baja" internacional. Además, la
globalización revela a las claras que la concepción occidental de
la naturaleza es insuficiente para comprender todo el abanico de
relaciones entre humanos y animales que se da en diversas ciudades
del mundo, alimentadas por flujos migratorios internacionales
procedentes de lugares donde la relación entre la naturaleza y la
cultura se entiende de formas muy distintas. En el contexto de la
internacionalización, se plantean cuestiones complejas sobre la
forma en que los significados y prácticas coloniales, indígenas e
híbridas se difunden en lo occidental. Asimismo, dados los flujos
migratorios internacionales generados por la globalización hacia las
regiones urbanas, es necesario que nos preguntemos por el papel de
las diversas normas culturales relativas a los animales en la
racialización de los grupos de inmigrantes y la propagación del
nativismo en Occidente. Las prácticas urbanas que parecen más
vinculadas a la racialización de los inmigrantes son el sacrificio
ritual de animales (como la santería, por ejemplo) y el consumo de
animales considerados compañeros domésticos en la tradición
occidental.
UN BESTIARIO URBANO: ECOLOGÍAS URBANAS
ANIMALES
El reconocimiento de que hay muchos animales
conviviendo con los humanos en la ciudad y la necesidad de gestionar
ese espacio urbano compartido han impulsado el naciente campo de la
ecología animal urbana. Basados en la investigación biológica de
campo y muy orientados a los planes de gestión, los estudios
alrededor de la vida del animal urbano están centrados sobre todo en
los animales salvajes, habiendo muy pocos estudios ecológicos en
torno a los animales de compañía o los asilvestrados35.
La mayoría de los estudios tienden a ser muy específicos en cuanto
a la especie y el lugar. Sólo se ha estudiado un pequeño número de
especies urbanas, normalmente en respuesta a problemas percibidos por
el hombre, riesgos de extinción, o por su simple carácter
"carismático".
La teoría ecológica se ha alejado
de las nociones de holismo y equilibrio para reconocer que los
procesos de perturbación, incertidumbre y riesgo ambiental hacen que
los ecosistemas y las poblaciones se desplacen continuamente sobre
ciertos rangos que varían dependiendo del lugar y de la escala36.
Esto refleja la utilidad de reconceptualizar las ciudades como
regímenes de perturbación ecológica en lugar de zonas de
sacrificio ecológico cuya integridad se ha violado irrevocablemente.
Para apreciar del todo la permeabilidad de la división entre el
campo y la ciudad, es necesaria que los análisis ecológicos hagan
una mayor incorporación de la heterogeneidad y la dispersión
variable de los hábitats urbanos y las posibilidades (más que las
imposibilidades) de la vida urbana animal. Esto, a su vez, podría
servir de base deliberativa respecto de posibles cambios en el uso
del suelo (como la densificación suburbana, la reducción de la
zonificación, los planes paisajísticos o el diseño de corredores
de movilidad), además de señalarnos cómo pueden influir tanto en
los animales individuales como en los conjuntos faunísticos en términos
de niveles de estrés, morbilidad, mortandad, movilidad, acceso a
fuentes de alimento y refugio, éxito reproductivo y exposición a
los depredadores.
La ecología científica de los animales
urbanos se basa quizá más que otras ramas de la ecología en la
racionalidad instrumental y la orientación hacia el control
medioambiental, ya que está en gran medida impulsada por factores de
aplicación. Sin embargo, el esfuerzo del preeminente ecólogo
Michael Soulé por enmarcar una respuesta a la reinvención
posmodernista de la naturaleza demuestra cómo las críticas
feministas y posmodernas a la ciencia modernista han calado en la
ecología37. Hayles, por ejemplo, sostiene que nuestra
comprensión de la naturaleza está mediada por la interactividad
encarnada del observador y lo observado, así como por la
posicionalidad (género, clase, raza, especie, etc.) del primero38.
Los animales, por ejemplo, construyen mundos diferentes a través de
sus interacciones físicas con ellos (es decir, sus capacidades
sensoriales e intelectuales dan lugar a sus visiones del mundo). Y
aunque algunos modelos puedan ser interpretaciones más o menos
fidedignas de la naturaleza, la cuestión de cómo la posicionalidad
determina los modelos propuestos, probados e interpretados no ha de
quedar nunca cerrada. Esto exige como mínimo autorreflexividad en la
investigación ecológica sobre los animales urbanos y herramientas
ecológicas ampliadas mediante ricos relatos etnográficos,
anecdóticos y folclóricos.
Por último, la ecología científica
en torno a los animales urbanos no se lleva a cabo en el vacío. Como
cualquier otra actividad científica, está fuertemente condicionada
por los móviles de quienes patrocinan la investigación (sobre todo
el Estado), los intereses de quienes emplean los resultados obtenidos
(como los diseñadores urbanísticos) y las ideologías de los
investigadores. Así pues, partiendo del campo de los estudios
científicos, es preciso no dejar de cuestionar las afirmaciones de
la ecología científica para descubrir los motores
politico-económicos detrás de la ecología animal urbana y los
estudios sobre la biodiversidad. ¿Cómo y bajo la perspectiva de
quién o quiénes están enmarcados los estudios sobre los animales
urbanos? ¿Quién hay detrás de su propuesta? ¿Promotores
urbanísticos? ¿Grupos de presión del sector de la caza?
¿Organizaciones ecologistas? ¿Defensores de los derechos animales?
Para responder a estas preguntas no basta con evaluar los méritos
técnicos de los estudios sobre la fauna urbana, sino que también
hay que analizar cómo se enmarcan en las tradiciones epistemológicas
y discursivas de la ecología científica y cuáles son los contextos
sociales, políticos y económicos en que están
insertados.
REDISEÑAR
LAS METRÓPOLIS NATURALES: DEL GERENCIALISMO A LA ACCIÓN
COMUNITARIA
En muchas ciudades estadounidenses se está
apreciando una práctica urbanística transespecífica incipiente,
aún poco documentada y teorizada. Esta práctica implica a numerosos
agentes, entre los que se incluyen burócratas, promotores
urbanísticos y administradores federales, estatales y locales, así
como activistas urbanos en favor de los animales y el ecologismo. En
diversos grados, los objetivos de dicha práctica incluyen
transformar el espíritu de las interacciones entre humanos y
animales, crear diseños con un impacto mínimo medioambiental,
cambiar las prácticas cotidianas administrativas (gestión
faunística y planificación urbana), y proporcionar una mayor
protección a los intereses de los animales de ciudad.
Los
administradores de la fauna salvaje y las empresas de control de
plagas se están enfrentando a unas demandas cada vez mayores de
alternativas a las políticas de control basadas en el exterminio. En
lo relativo a la fauna salvaje, los nuevos planes vinieron impulsados
por las críticas locales contra algunas prácticas convencionales,
como los sacrificios; hoy, los administradores se muestran más dados
a tener en cuenta la reacción ciudadana potencial y a adoptar
modelos participativos a fin de evitar posibles campañas de
protesta. Por lo general, las estrategias de gestión alternativas
pasan por educar a los residentes urbanos y tratar de hacer que
conozcan, comprendan y respeten mejor a sus vecinos salvajes,
subrayando a su vez la forma en que los animales domésticos pueden
dañar la fauna salvaje y viceversa. Pero los enfoques educativos
tienen sus límites, lo que ha llevado a algunas jurisdicciones a
promulgar normas relativas a la arquitectura, el mantenimiento de
edificios, el almacenamiento de basuras, el vallado, el paisajismo y
la tenencia de animales potencialmente peligrosos para la fauna
salvaje.
La planificación urbana y regional nunca se ha
centrado en los animales salvajes. Tampoco en otros tipos de
animales, a pesar de que gran parte de los hogares de Norteamérica y
Europa alberga animales domésticos. Esto no es sorprendente dada la
ubicación histórica de la planificación dentro de un aparato
administrativo movido por el desarrollo. Sin embargo, desde la
aprobación de la Ley de Especies Amenazadas (ESA, por sus siglas en
inglés) de Estados Unidos en 1973, los promotores urbanísticos se
han visto obligados a lidiar con el impacto de las actividades
humanas sobre las especies en peligro de extinción. Para reducir el
impacto de la urbanización en los animales amenazados o en peligro
de extinción, los promotores han recurrido a herramientas de
ordenación territorial como la zonificación (incluidas las
fronteras entre las zonas urbanas y los hábitats de la fauna
silvestre), la adquisición de terrenos públicos o sin ánimo de
lucro, la transferencia de derechos de desarrollo, informes de
impacto ambiental, y tasas de vinculación entre el impacto sobre la
fauna salvaje y la conservación del hábitat39.
Ninguna de estas herramientas está exenta de problemas técnicos,
políticos y económicos graves y bien conocidos, lo que ha
estimulado el desarrollo de enfoques como el Plan de Conservación de
Hábitats (HCP, por sus siglas en inglés), una iniciativa de
planificación regional que busca evitar la fragmentación inherente
a la planificación individualizada y controlar la zonificación
local40.
A pesar de la ESA, el impacto mínimo
sobre la fauna urbana sigue sin verse como una prioridad, ni por los
arquitectos ni por los promotores urbanísticos. La arquitectura
paisajística orientada a la vida salvaje sigue siendo marginal. La
mayoría de los casos existentes son nuevos desarrollos (no
adaptaciones) aplicados a la periferia urbana, planificados para
bajas densidades poblacionales y, por tanto, orientados únicamente a
residentes con ingresos altos. Muchos de estos casos no son más que
estratagemas para aumentar los beneficios inmobiliarios
proporcionando a los compradores imbuidos de una mentalidad
antiurbana que buscan la proximidad con el "aire libre" un
atractivo extra en forma de cercanía con los animales salvajes. Los
promotores urbanísticos suelen definir otros lugares que acogen
animales (vivos o muertos), como mataderos y granjas industriales,
como suelo "nocivo", que es aislado de los residentes
urbanos a fin de proteger su salud y su sensibilidad.
Las
consideraciones relativas a la fauna salvaje también están
prácticamente ausentes en la agenda arquitectónica y urbanística
progresista norteamericana, lo mismo que las consideraciones
relativas a los animales cautivos, como las mascotas o el ganado. En
los ochenta, los debates en torno a los "costes de la expansión"
no hicieron mención ninguna del hábitat de los animales salvajes, y
hoy, el llamado movimiento neourbanista y los partidarios de las
ciudades sostenibles rara vez definen la dicha sostenibilidad con
referencia hacia los animales. El neourbanismo aboga por una
sostenibilidad apoyada en un desarrollo urbanístico de usos mixtos y
alta densidad, pero sigue teniendo una óptica estrictamente
antropocéntrica. Por su parte, el movimiento en favor de las
ciudades sostenibles, más ecocéntrico, busca reducir el impacto
humano en el entorno natural mediante sistemas ecológicamente
racionales de tratamiento de residuos sólidos, producción
energética, transporte, vivienda, etc., así como mediante el
desarrollo de una agricultura urbana que sea capaz de mantener a sus
residentes locales41. Pero, aunque estas ideas tienen
beneficios a largo plazo para todo el conjunto de los seres vivos, la
literatura en torno a las ciudades sostenibles viene prestando muy
poca atención a las cuestiones relativas a los animales per se42.
Las prácticas cotidianas de los promotores, los
arquitectos paisajistas y los diseñadores urbanísticos conforman
las expectativas normativas y las posibilidades prácticas de las
interacciones entre los humanos y los animales. Sus diseños no
reflejan sin embargo el deseo de enriquecer o facilitar las
interacciones entre humanos y animales, ni han sido nunca evaluadas
desde esta perspectiva. Incluso se ignora a los animales de compañía,
que siguen siendo invisibles a ojos de los arquitectos y los
promotores, aun cuando hay más hogares en Estados Unidos con
animales que con niños. ¿Qué explicación tiene este
antropocentrismo por parte de los profesionales de la arquitectura y
el diseño urbano? Las teorías sociales en torno al diseño
urbanístico y la práctica profesional podrían servir para
comprender mejor el desarrollo antropocéntrico del espacio urbano.
Cuff, por ejemplo, explica el comportamiento cotidiano de los
arquitectos como parte de un proceso social colectivo e interactivo
condicionado por contextos institucionales como las administraciones
públicas y los clientes promotores; no es sorprendente que los
resultados del diseño reflejen la orientación al crecimiento del
urbanismo contemporáneo43. En términos más generales,
Evernden sostiene que los profesionales se ven constreñidos por el
empeño de la cultura general por la racionalidad, el orden y la
exclusión radical de los animales de la ciudad44. La
estética de diseños estandarizados creada por urbanistas y
arquitectos, como las casas periféricas rodeadas de un césped
cuidado y vallado, refleja la muy arraigada necesidad de proteger y
librar los dominios humanos de las malas hierbas, de la suciedad y,
por extensión, de la naturaleza.
Los diseñadores
medioambientales basados en la biología de la conservación y la
ecología del paisaje han abordado más activamente la cuestión de
cómo diseñar nuevos paisajes metropolitanos para humanos y
animales45. A escala regional, se están empezando a poner
de moda los planes pensados para la construcción de corredores
faunísticos o redes de reservas46. Estas redes y
corredores pretenden enlazar los hábitats "continentales"
más allá de la periferia urbana, logrando una conectividad
paisajística general que proteja a las reservas genéticas y
porporcione diferentes hábitats a los animales con áreas de
distribución pequeñas47. ¿Pueden los corredores
proteger y reintegrar a los animales en la ciudad? Los corredores son
un fenómeno reciente, y para responder a esta pregunta será
necesario un análisis político-económico específico de cada caso.
La experiencia preliminar sugiere que, en el mejor de los casos, los
corredores, a gran escala, pueden ofrecer una protección vital a
especies clave gravemente amenazadas y, por tanto, a otros animales
diversos, mientras que a pequeña escala pueden ser una excelente
estrategia urbanísitica para permitir que algunos animales pequeños,
como insectos y aves comunes, compartan espacio vital con los
humanos. No obstante, las grandes propuestas de corredores corren el
riesgo de convertirse en una simple banalidad recreativa (ya que, a
menudo, estas propuestas sólo consiguen el apoyo de los
contribuyentes si se justifican por motivos recreativos y no por
razones de conservación). En el peor de los casos, los corredores
pueden acabar siendo una pura estrategia colaboracionista que se
limite a allanar el camino de la expansión inmobiliaria sobre los
espacios naturales.
Hay un número creciente de luchas
populares urbanas girando en torno a la protección de los animales
salvajes, tanto a nivel específico como poblacional, y en torno a la
preservación de los humedales, los bosques y otros hábitats
salvajes urbanos por su importancia para la fauna. Asimismo, la
creciente concienciación sobre los deseos y necesidades de los
animales de compañía ha estimulado la creación de espacios urbanos
pensados para las mascotas, como los parques para perros48.
Pero tenemos muy poca información sistemática sobre qué es lo que
cataliza estas prácticas urbanas transespecíficas o sobre la
conexión de estas luchas con otras formas de activismo
ecológista/animalista. No está claro si estas luchas populares en
torno a los animales de ciudad están vinculadas organizativamente al
activismo ecologista o movimiento verde general, o si lo están más
bien a los grupos tradicionales en defensa de los animales. Esta
incertidumbre refleja la necesidad de un ejercicio de mapeo y
análisis de redes organizativas. La información efímera y limitada
de los estudios monográficos sugiere que la acción política en
torno a los animales de ciudad puede poner de manifiesto profundas
divisiones dentro del ecologismo y la defensa de los animales. Estas
divisiones son un reflejo de unas más amplias divergencias políticas
entre el ecologismo hegemónico y el movimiento de justicia
mediambiental, entre los ecologistas y los colectivos en defensa de
los animales, y, por último, entre los defensores de los derechos
animales y los defensores del bienestar animal. Por ejemplo, muchos
de los grupos de la corriente dominante sólo tratan de boquilla (si
es que lo hacen) los asuntos de justicia social, por lo que muchos
activistas de color siguen considerando que las prioridades
medioambientales clásicas, como la protección de los espacios
naturales y la vida salvaje —sobre todo en la ciudad—, son, en el
mejor de los casos, una obsesión frívola de los ecologistas blancos
acomodados de la periferia, y, en el peor de los casos, un reflejo
del elitismo y el racismo generalizados. Las luchas locales en torno
a la vida salvaje también pueden poner de manifiesto la división
filosófica entre los grupos ecologistas, de visión holística, y
los activistas por los derechos animales, de óptica más
individualista; estos conflictos surgen a menudo de las propuestas
para matar animales asilvestrados con el fin de proteger a las
especies autóctonas y los ecosistemas. Y las organizaciones de
bienestar animal, lo mismo que las sociedades humanitarias49,
cuya ocupación principal suele estar puesta en los animales de
compañía y que a menudo dependen económicamente de la
administración pública, pueden mostrarse reacias a ponerse del lado
de los grupos en favor de la liberación o los derechos de los
animales, quienes son críticos no sólo con las políticas
estatales, sino también con las prácticas habituales de las propias
sociedades humanitarias50.
El aumento de
organizaciones y grupos informales destinados a preservar los
hábitats urbanos, cambiar las políticas administrativas y proteger
a los animales individuales indica un cambio de paradigma en lo
tocante a la consideración hacia los animales. Si es así, ¿por qué
y por qué ahora? Una posibilidad es que la ética medioambiental
ecocéntrica y, especialmente, el movimiento por los derechos
animales, con sus paralelismos en torno al racismo, el sexismo y el
"especismo", hayan calado en la conciencia popular y
estimulado nuevos movimientos sociales en favor de los animales de
ciudad. Otra posible explicación pasa por enmarcar los movimientos
transespecíficos dentro del más amplio contexto de la teoría de
los nuevos movimientos sociales, que señala que el enfoque de estos
movimientos está orientado hacia el consumo; otra explicación
potencial es su naturaleza popular, localista y antiestatal; o
también su vínculo con la formación de nuevas identidades
socioculturales exigidas por el posmodernismo y el capitalismo
contemporáneo51. Desde el punto de vista de la teoría de
los nuevos movimientos sociales, la resistencia activa contra las
incursiones capitalistas en el hábitat de la fauna urbana y la
defensa de los intereses de los animales podrían ser
contextualizadas en dinámicas sociales, políticas y económicas más
amplias, ya que alteran los modos del activismo y cambian las
prioridades individuales respecto de la acción política. Esta
contextualización podría incluso revelar que los nuevos movimientos
sociales en torno a los animales trascienden las preocupaciones
relacionadas tanto con la producción como con el consumo, reflejando
en su lugar el deseo de algunas personas de superar la división
entre humanos y animales y extender las redes de hermandad y
solidaridad sobre la otredad nohumana.
4. HACIA
ZOÓPOLIS
Zoópolis presenta tanto desafíos como
oportunidades para aquellos comprometidos con futuros urbanos
ecosocialistas, feministas y antirracistas. Por un lado, el reto
consiste en superar las profundas divisiones teóricas en torno a los
nohumanos y su lugar en el universo moral. Quizá este reto sea más
crucial en la práctica política, donde la pureza teórica da paso a
una ética más situada, a la constitución de coaliciones y a la
formación de alianzas estratégicas. ¿Puede el ecologismo urbano
progresista tenderles un puente a quienes luchan en favor de los
animales urbanos, del mismo modo que los rojos les han tendido un
puente a los verdes, los verdes a las feministas y las feministas a
los antirracistas? En contextos espacio-temporales específicos, en
los que los vínculos que se forjan son mucho más reales, el abanico
potencial de alianzas es muy amplio, desde grupos con un solapamiento
sustancial con el pensamiento ecologista progresista hasta aquellos
cuyas comunalidades son más tenues y cuyos enfoques son más
parroquiales. Hacer causa común en esfuerzos
específicos para luchar contra los productos tóxicos, promover el
reciclaje o formar planes de gestión para la mejora de la calidad
del aire con colectivos cuya razón de ser sea la vida salvaje, las
mascotas o el bienestar de los animales de granja, puede resultar
difícil. Sin embargo, el potencial para expandir y fortalecer el
movimiento es significativo y no conviene desdeñarlo.
El discurso de
zoópolis pretende abrir un espacio de divulgación, diálogo y
alianza en estas fronteras de la acción ambientalista. Zoópolis
invita a una crítica de la urbanización contemporánea desde el
prisma de los animales, pero también desde el prisma de los humanos,
que sufren junto con aquellos la contaminación urbana y la
degradación del hábitat, al tiempo que se ven privados de la
experiencia del parentesco y la otredad animal, tan importante para
su bienestar. Zoópolis rechaza un modelo de parques temáticos
alienados de la interacción humana con los animales de ciudad,
aspirando en su lugar a un futuro en el que los animales y la
naturaleza dejen de estar recluidos y expulsados de nuestra vida
cotidiana, dejándonos solo con dibujos animados para curar las
heridas de su ausencia. Una ciudad reencantada por el reino animal
podría conseguir que el otrora sólido Reino Encantado se funda en
aire tenue52.
Jennifer Wolch, 1996.
NOTAS
1 – Entre estos animales mercantilizados se incluyen los que ofrecen a los habitantes de la ciudad la oportunidad de "consumir naturaleza" y una gran variedad de animales cautivos y de compañía vendidos con fines lucrativos.
2 – Para excepciones, véase Ted Benton, Natural Relations: Ecology, Animal Rights and Social Justice, Londres: Verso Books, 1993; y Barbara Noske, Humans and Other Arimals, Londres: Unwin Hyman, 1989.
3 – Maria Mies y Vandana Shiva, Ecofeminism, Londres: Zed Books, 1993.
4 – Por ejemplo, Lynda Birke y Ruth Hubbard, eds, Reinventing Biology: Respect for Life and the Creation of Knowledge, Bloomington y Indianapolis, Ind. Indiana University Press, 1995.
5 – Barbara Noske, Humans and Other Animals, pág. 158; para una perspectiva similar, véase también Donna Haraway, Simians, Cyborgs, and Women: The Reinvention of Nature, Nueva York: Routledge, 1991; y Val Plumwood, Feminism and the Mastery of Nature, Londres: Routledge, 1993; para una perspectiva biológica, Donald Griffin, Animal Thinking, Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1984.
6 – La práctica medioambiental progresista conceptualiza "el medio ambiente", bien como un sistema definido científicamente, bien como "recursos naturales" que deben protegerse para el uso humano, o bien como un sujeto activo pero unitario que debe respetarse como fuerza independiente con valor inherente. Los dos primeros enfoques son antropocéntristas; el tercer enfoque ecocéntrico, común a varias corrientes del pensamiento verde, es una mejora, pero su holismo ecológico deja en segundo plano las diferencias interespecíficas de los animales (humanos y no humanos), así como las diferencias entre la naturaleza animada y la inanimada.
7 – El rescate de la subjetividad animal no implica que los animales tengan derechos, aunque el argumento a favor de los derechos sí pivota sobre la convicción de que los animales son sujetos de una vida; véase Tom Regan, The Case for Animal Rights, Berkeley, California; University of California Press, 1986.
8 – N. del T.: Expresión acuñada por Aldo Leopold (1887-1948), ecólogo y naturalista estadounidense, figura destacada en la eclosión de la ética ambiental y el ecologismo contemporáneo. La expresión da título a uno de los capítulos de su libro A Sand County Almanac, editado en España como Un año en Sand County.
9 – Thomas Nagel, "¿Qué es ser un murciélago?". The Philosophical Review 83, 1974.
10 – Este argumento sigue los de Plumwood en Feminism and the Mastery of Nature. Véase también Jessica Benjamin, The Bonds of Love: Psychoanalysis, Feminism and the Problem of Domination, Londres: Virago, 1988, y Jean Grimshaw, Philosophy and Feminist Thinking, Minneapolis, Minn.: University of Minnesota Press, 1986.
11 – Donna Haraway, "Conocimientos situados: The Science Question in Feminism and the Privilege of Partial Perspective", en Simians, Cyborgs, and Women, pág. 19.
12 – Esto no excluye en absoluto la autodefensa contra animales como depredadores, parásitos o microorganismos que amenacen con hacer daño a la gente.
13 – Paul Shepard es quizá quien más ha expuesto estas pruebas en Thinking Animals: Animals and the Development of Human Intelligence, Nueva York: Viking Press, 1978; Nature and Madness, San Francisco, California: Sierra Club Books, 1982, y, más recientemente, The Others, Washington, D.C.: Earth Island Press, 1996.
14 – N. del T.: "Los animales del totemismo dejan de ser, sólamente o sobre todo, criaturas temidas, admiradas o codiciadas: su realidad sensible deja traslucir nociones y relaciones concebidas por el pensamiento reflexivo a partir de los datos de la observación. Por último, se comprende que las especies naturales no sean elegidas por 'buenas para comer' sino por 'buenas para pensar'." (Claude Lévi-Strauss, 1962. El totemismo en la actualidad). El antropólogo Marvin Harris jugaría años después con esta distinción en su obra Bueno para comer (1998).
15 – "Shamu" fue el nombre con que se bautizó a una serie de orcas que actuaban en un importante parque temático marino estadounidense,
16 – Mies y Shiva, Ecofeminism.
17 – Como se destaca en la siguiente sección, hay muchos animales que, de hecho, habitan en las zonas urbanas. Pero la mayoría no son invitados, y muchos son activamente expulsados o exterminados. Además, los animales han sido excluidos en gran medida de nuestro concepto de las ciudades y el urbanismo.
18 – Ann Whiston Sprin, The Granite Garden: Urban Nature and Human Design, Nueva York: Basic Books, 1984, Michael Hough, City Form and Natural Process, NuevaYork: Routledge, 1995.
19 – O. H. Frankel y Michael E. Soulé, Conservation and Evolution, Londres: Cambridge University Press, 1981; M. E. Gilpin e I. Hanski, eds, Metapopulation Dynamics: Empirical and Theoretical Investigations, Nueva York: Academic Press, 1991.
20 – Michael E. Soulé, "Land Use Planning and Wildlife Maintenance: Guidelines for Conserving Wildlife in an Urban Landscape", Journal of the American Planning Association 57, 1991.
21 – M. I. Shaffer, "Minimum Population Sizes for Species Conservation", BioScience 31, 98.
22 – Véase, por ejemplo, Michael Dear y Allen J. Scott, Urbanization and Urban Planning in Capitalist Society, Londres: Methuen, 1981.
23 – Un ejemplo es Laurie, ed., Nature in Cities, Nueva York: Wiley, 1979.
24 – John R. Logan y Harvey L. Molotch, Urban Fortunes: The Political Economy of Place, Berkeley, California: University of California Press, 1987.
25 – Elizabeth Wilson, The Sphinx in the City: Urban Life, the Control of Disorder, and Women, Berkeley: University of California Press, 1991; Christine M. Boyer, Dreaming the Rational City: The Myth of American City Planning, Cambridge, Mass.: MIT Press, 1983; Chris Philo, "Animals, Geography and the City: Notes on inclusions and exclusions", Environment & Planning D: Society and Space 13, 1995.
26 – Alexander Wilson, The Culture of Nature: North American Landscapes from Disneyland to the Exxon Valdez, Cambridge, Mass.: Blackwell Books, 1992.
27 – Gary Snyder, The Practice of the Wild, San Francisco, California: North Point Press, 1990.
28 – Véase el estudio tripartito de Stephen R. Kellert, Public Attitudes toward Critical Wildlife and Natural Habitat Issues, Fase I, US Department of Interior, Fish and Wildlife Service, 1979; Activities of the American Public Relating to Animals, Fase II, US Department of Interior, Fish and Wildlife Service, 1980; y, en coautoría con Joyce Berry, Knowledge, Affection and Basic Attitudes toward Animals in American Society, Fase III, US Department of Interior, Fish and Wildlife Service, 1980.
29 – Stephen R. Kellert, "Urban Americans' Perceptions of Animals and the Natural Environment", Urban Ecology 8, 1984.
30 – David A. King, Jody L. White y William W. Shaw, "Influence of Urban Wildlife Habitats on the Value of Residential Properties", en L. W. Adams y D. L. Leedy, eds., Wildlife Conservation in Metropolitan Environments, National Institute for Urban Wildlife, 1991, págs. 165-9, y William W. Shaw, J. Mangun y R. Lyons, "Residential Enjoyment of Wildlife Resources by Americans", Leisure Sciences 7, 1985.
31 – Para una excepción, véase William W. Shaw y Vashti Supplee, "Wildlife Conservation in a Rapidly Expanding Metropolitan Area: Informational, Institutional and Economic Constraints and Solutions," en L. W. Adams y D. L. Leedy, eds, Integrating Man and Nature in the Metropolitan Environment, National Institute of Urban Wildlife, 1987, págs. 191-8.
32 – Donna Haraway, Primate Visions: Gender, Race, and Nature in the World of Modern Science, Nueva York: Routledge, 1989; Neil Evernaen, The Social Creation of Nature, Baltimore, Md. Johns Hopkins University Press, 1992; Plumwood, Feminism and the Mastery of Nature.
33 – James O'Connor, "Capitalism, Nature, Socialism: A Theoretical Introduction", Capitalism, Nature, Socialism 1, 1988.
34 – Paul Shepard, "Our Animal Friends", en S. R. Kellert y E. O. Wilson, eds., The Biophilia Hypothesis, Washington, D.C.: Island Press, 1993, págs. 275-300, hace hincapié en lo salvaje, mientras que otros son más inclusivos, como Noske, Humans and Other Animals, y Karen Davis, "Thinking Like a Chicken: Farm Animals and the Feminine Connection", en Carol J. Adams y Josephine Donovan, eds, Animals and Women: Feminist Theoretical Explorations, Durham, N.C. y Londres: Duke University Press, 1995, págs. 192-212.
35 – Para excepciones, véase Alan M. Beck, The Ecology of Stray Dogs: A Study of Free-ranging Urban Animals, Baltimore, Md. York Press, 1974; y C. Haspel y R. E. Calhoun, "Activity Patterns of Free-Ranging Cats in Brooklyn, New York", Journal of Mammology 74, 1998.
36 – S. T. A. Pickett y P. S. White, eds, The Ecology of Natural Disturbance and Patch Dynamics, Orlando, Fla.: Academic Press, 1985; Botkin, Discordant Harmonies. En su forma más extrema, la perspectiva de las perturbaciones puede utilizarse políticamente para racionalizar la destrucción antropogénica del medio ambiente; véase Donald Worster, The Wealth of Nature: Environmental History and the Ecological Imagination, Nueva York: Oxford University Press, 1993, y Ludwig Trepl, "Holism and Reductionism in Ecology: Technical, Political and Ideological Implications", Capitalism, Nature, Socialism 5, 1994. Pero véase también la respuesta a Trepi de Richard Levens y Richard C. Lewontin, "Holism and Reductionism in Ecology", Capitalism, Nature, Socialism 5, 1994.
37 – Michael E. Soulé y Gary Lease, eds., Reinventing Nature? Responses to Postmodern Deconstruction, Washington, D.C.: Island Press, 1995. Para unas críticas feministas/postmodernas de la ciencia, véase Sandra Harding, The Science Question in Feminism, Ithaca, N.Y.: Cornell University Press, 1986; Haraway, Primate Visions; y Lynda Birke, Feminism, Animals and Science: The Naming of the Shrew, Buckingham: Open University Press, 1994.
38 – Katherine N. Hayles, "Searching for Common Ground", en Soulé y Lease, eds, Reinventing Nature? págs. 47-64.
39 – Daniel L. Leedy, Robert M. Maestro y Thomas M. Franklin, Planning for Wildlife in Cities and Suburbs, Washington, D.C.: US Government Printing Office, 1978; Arthur C. Nelson, James C. Nicholas y Lindell L. Marsh, "New Fangled Impact Fees: Both the Environment and New Development Benefit from Environmental Linkage Fees", Planning 58, 1992.
40 – Sólo se ha elaborado o se está elaborando un pequeño número de HCP, y el planteamiento sigue siendo muy controvertido. Véase Timothy Beatley, Habital Conservation Planning: Endangered Species and Urban Growth, Austin, Texas: University of Texas Press, 1994.
41 – Sim Van der Rya y Peter Calthorpe, Sustainable Cities: A New Design Synthesis for Cities, Suburbs, and Towns, San Francisco, California; Sierra Club Books, 1991; Richard Stren, Rodney White y Joseph Whitney, Sustainable Cities: Urbanization and the Environment in International Perspective, Boulder, Colo: Westview Press, 1992: Rutherford H. Platt, Rowan A. Rowntree y Pamela C. Muick, eds, The Ecological City: Preserving and Restoring Urban Biodiversity, Minneapolis, Minn. University of Minnesota Press, 1994.
42 – Una excepción interesante es el manifiesto de inspiración ecológica para el desarrollo urbano sostenible; véase Peter Berg, Beryl Magilavy y Seth Zuckerman, eds, A Green City Program for San Francisco Bay Area Cities and Towns, San Francisco, California: Planet Drum Books, 1986, págs. 48-9, en el que se recomiendan requisitos de alejamiento de las riberas para proteger la vida salvaje, una revisión de los vertidos tóxicos por su impacto en la fauna, restauración de los hábitats, un departamento de vida natural que trabaje en favor de la fauna salvaje urbana, educación ciudadana, mecanismos para financiar el mantenimiento de los hábitats y (de forma un tanto oximorónica) la "creación" de "nuevos espacios salvajes".
43 – Dana Cuff, Arquitectura: The Story of Practice, Cambridge, Mass.: MIT Press, 1991.
44 – Evernden, Social Creation of Nature, pág. 119.
45 – R. T. T. Foreman y M. Godron, Landscape Ecology, Nueva York: John Wiley and Sons.
46 – Charles E. Little, Greenways for America, Baltimore, Maryland: Johns Hopkins University Press, 1990; Daniel S. Smith y Paul Cawood Heilmund, Ecology of Greenways: Design and Function of Linear Conservation Areas, Minneapolis, Minnesota: University of Minnesota Press, 1993.
47 – Existe también una discusión científica en torno a las virtudes de los corredores; véase, por ejemplo, Daniel Simberloff y James Cox, "Consequences and Costs of Conservation Corridors", Conservation Biology 1, 1987: Simberloff y Cox sostienen que los corredores pueden ayudar a propagar enfermedades, disminuir la variación genética, perturbar las adaptaciones locales y los complejos genéticos coadaptados, propagar incendios u otras catástrofes, y aumentar la exposición a cazadores y otros depredadores. Reed F, Noss ("Corridors in Real Landscapes: A Reply to Simberloff and Cox", Conservation Biology 1, 1987) sostiene, sin embargo, que el mejor argumento a favor de los corredores es que el paisaje original estaba interconectado.
48 – Jennifer Wolch y Stacy Rowe, "Companions in the Park: Laurel Canyon Dog Park, Los Angeles", Landscape 31, 1993.
49 – N. del T.: El concepto de "sociedad humanitaria" suele emplearse en relación a colectivos animalistas centrados en practicas como las adopciones y los rescates de perros y gatos. No encuentro ningún equivalente español satisfactorio.
50 – Tales prácticas incluyen la muerte rutinaria de un gran número de animales de compañía, la venta de animales incautados a laboratorios biomédicos, etc.
51 – Alain Touraine, The Return of the Actor: Social Theory in Postindustrial Society, Minneapolis, Minnesota; University of Minnesota Press, 1988; Alberto Melucci, Nomads of the Present: Social Movements and Individual Needs in Contemporary Society, Filadelfia, Pa.: Temple University Press, 1989; Alan Scott, Ideology and the New Social Movements, London: Unwin Hyman, 1990.
52 – N. del T.: Posible referencia a Sir James George Frazer: "En las edades venideras quizá llegue el hombre a predecir y aun a gobernar el caprichoso curso de las nubes y los vientos, mas difícilmente tendrán sus minúsculas manos suficiente fuerza para renovar la velocidad de nuestro desfalleciente planeta en su órbita o reavivar el agonizante fuego del sol. Sin embargo, el filósofo, que se estremece a la idea de tan lejanas catástrofes, puede consolarse considerando que sus sombrías aprensiones, como el mundo y el mismo sol, son tan sólo partes de aquel universo incorpóreo que la mente suscitó del vacío, y que los fantasmas que ha evocado hoy la sutil hechicera pueden desvanecerse mañana. También ellos, como tantas cosas aparentemente sólidas, pueden fundirse en aire, en aire tenue" (James Frazer, 1890. La rama dorada).
1 – Entre estos animales mercantilizados se incluyen los que ofrecen a los habitantes de la ciudad la oportunidad de "consumir naturaleza" y una gran variedad de animales cautivos y de compañía vendidos con fines lucrativos.
2 – Para excepciones, véase Ted Benton, Natural Relations: Ecology, Animal Rights and Social Justice, Londres: Verso Books, 1993; y Barbara Noske, Humans and Other Arimals, Londres: Unwin Hyman, 1989.
3 – Maria Mies y Vandana Shiva, Ecofeminism, Londres: Zed Books, 1993.
4 – Por ejemplo, Lynda Birke y Ruth Hubbard, eds, Reinventing Biology: Respect for Life and the Creation of Knowledge, Bloomington y Indianapolis, Ind. Indiana University Press, 1995.
5 – Barbara Noske, Humans and Other Animals, pág. 158; para una perspectiva similar, véase también Donna Haraway, Simians, Cyborgs, and Women: The Reinvention of Nature, Nueva York: Routledge, 1991; y Val Plumwood, Feminism and the Mastery of Nature, Londres: Routledge, 1993; para una perspectiva biológica, Donald Griffin, Animal Thinking, Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1984.
6 – La práctica medioambiental progresista conceptualiza "el medio ambiente", bien como un sistema definido científicamente, bien como "recursos naturales" que deben protegerse para el uso humano, o bien como un sujeto activo pero unitario que debe respetarse como fuerza independiente con valor inherente. Los dos primeros enfoques son antropocéntristas; el tercer enfoque ecocéntrico, común a varias corrientes del pensamiento verde, es una mejora, pero su holismo ecológico deja en segundo plano las diferencias interespecíficas de los animales (humanos y no humanos), así como las diferencias entre la naturaleza animada y la inanimada.
7 – El rescate de la subjetividad animal no implica que los animales tengan derechos, aunque el argumento a favor de los derechos sí pivota sobre la convicción de que los animales son sujetos de una vida; véase Tom Regan, The Case for Animal Rights, Berkeley, California; University of California Press, 1986.
8 – N. del T.: Expresión acuñada por Aldo Leopold (1887-1948), ecólogo y naturalista estadounidense, figura destacada en la eclosión de la ética ambiental y el ecologismo contemporáneo. La expresión da título a uno de los capítulos de su libro A Sand County Almanac, editado en España como Un año en Sand County.
9 – Thomas Nagel, "¿Qué es ser un murciélago?". The Philosophical Review 83, 1974.
10 – Este argumento sigue los de Plumwood en Feminism and the Mastery of Nature. Véase también Jessica Benjamin, The Bonds of Love: Psychoanalysis, Feminism and the Problem of Domination, Londres: Virago, 1988, y Jean Grimshaw, Philosophy and Feminist Thinking, Minneapolis, Minn.: University of Minnesota Press, 1986.
11 – Donna Haraway, "Conocimientos situados: The Science Question in Feminism and the Privilege of Partial Perspective", en Simians, Cyborgs, and Women, pág. 19.
12 – Esto no excluye en absoluto la autodefensa contra animales como depredadores, parásitos o microorganismos que amenacen con hacer daño a la gente.
13 – Paul Shepard es quizá quien más ha expuesto estas pruebas en Thinking Animals: Animals and the Development of Human Intelligence, Nueva York: Viking Press, 1978; Nature and Madness, San Francisco, California: Sierra Club Books, 1982, y, más recientemente, The Others, Washington, D.C.: Earth Island Press, 1996.
14 – N. del T.: "Los animales del totemismo dejan de ser, sólamente o sobre todo, criaturas temidas, admiradas o codiciadas: su realidad sensible deja traslucir nociones y relaciones concebidas por el pensamiento reflexivo a partir de los datos de la observación. Por último, se comprende que las especies naturales no sean elegidas por 'buenas para comer' sino por 'buenas para pensar'." (Claude Lévi-Strauss, 1962. El totemismo en la actualidad). El antropólogo Marvin Harris jugaría años después con esta distinción en su obra Bueno para comer (1998).
15 – "Shamu" fue el nombre con que se bautizó a una serie de orcas que actuaban en un importante parque temático marino estadounidense,
16 – Mies y Shiva, Ecofeminism.
17 – Como se destaca en la siguiente sección, hay muchos animales que, de hecho, habitan en las zonas urbanas. Pero la mayoría no son invitados, y muchos son activamente expulsados o exterminados. Además, los animales han sido excluidos en gran medida de nuestro concepto de las ciudades y el urbanismo.
18 – Ann Whiston Sprin, The Granite Garden: Urban Nature and Human Design, Nueva York: Basic Books, 1984, Michael Hough, City Form and Natural Process, NuevaYork: Routledge, 1995.
19 – O. H. Frankel y Michael E. Soulé, Conservation and Evolution, Londres: Cambridge University Press, 1981; M. E. Gilpin e I. Hanski, eds, Metapopulation Dynamics: Empirical and Theoretical Investigations, Nueva York: Academic Press, 1991.
20 – Michael E. Soulé, "Land Use Planning and Wildlife Maintenance: Guidelines for Conserving Wildlife in an Urban Landscape", Journal of the American Planning Association 57, 1991.
21 – M. I. Shaffer, "Minimum Population Sizes for Species Conservation", BioScience 31, 98.
22 – Véase, por ejemplo, Michael Dear y Allen J. Scott, Urbanization and Urban Planning in Capitalist Society, Londres: Methuen, 1981.
23 – Un ejemplo es Laurie, ed., Nature in Cities, Nueva York: Wiley, 1979.
24 – John R. Logan y Harvey L. Molotch, Urban Fortunes: The Political Economy of Place, Berkeley, California: University of California Press, 1987.
25 – Elizabeth Wilson, The Sphinx in the City: Urban Life, the Control of Disorder, and Women, Berkeley: University of California Press, 1991; Christine M. Boyer, Dreaming the Rational City: The Myth of American City Planning, Cambridge, Mass.: MIT Press, 1983; Chris Philo, "Animals, Geography and the City: Notes on inclusions and exclusions", Environment & Planning D: Society and Space 13, 1995.
26 – Alexander Wilson, The Culture of Nature: North American Landscapes from Disneyland to the Exxon Valdez, Cambridge, Mass.: Blackwell Books, 1992.
27 – Gary Snyder, The Practice of the Wild, San Francisco, California: North Point Press, 1990.
28 – Véase el estudio tripartito de Stephen R. Kellert, Public Attitudes toward Critical Wildlife and Natural Habitat Issues, Fase I, US Department of Interior, Fish and Wildlife Service, 1979; Activities of the American Public Relating to Animals, Fase II, US Department of Interior, Fish and Wildlife Service, 1980; y, en coautoría con Joyce Berry, Knowledge, Affection and Basic Attitudes toward Animals in American Society, Fase III, US Department of Interior, Fish and Wildlife Service, 1980.
29 – Stephen R. Kellert, "Urban Americans' Perceptions of Animals and the Natural Environment", Urban Ecology 8, 1984.
30 – David A. King, Jody L. White y William W. Shaw, "Influence of Urban Wildlife Habitats on the Value of Residential Properties", en L. W. Adams y D. L. Leedy, eds., Wildlife Conservation in Metropolitan Environments, National Institute for Urban Wildlife, 1991, págs. 165-9, y William W. Shaw, J. Mangun y R. Lyons, "Residential Enjoyment of Wildlife Resources by Americans", Leisure Sciences 7, 1985.
31 – Para una excepción, véase William W. Shaw y Vashti Supplee, "Wildlife Conservation in a Rapidly Expanding Metropolitan Area: Informational, Institutional and Economic Constraints and Solutions," en L. W. Adams y D. L. Leedy, eds, Integrating Man and Nature in the Metropolitan Environment, National Institute of Urban Wildlife, 1987, págs. 191-8.
32 – Donna Haraway, Primate Visions: Gender, Race, and Nature in the World of Modern Science, Nueva York: Routledge, 1989; Neil Evernaen, The Social Creation of Nature, Baltimore, Md. Johns Hopkins University Press, 1992; Plumwood, Feminism and the Mastery of Nature.
33 – James O'Connor, "Capitalism, Nature, Socialism: A Theoretical Introduction", Capitalism, Nature, Socialism 1, 1988.
34 – Paul Shepard, "Our Animal Friends", en S. R. Kellert y E. O. Wilson, eds., The Biophilia Hypothesis, Washington, D.C.: Island Press, 1993, págs. 275-300, hace hincapié en lo salvaje, mientras que otros son más inclusivos, como Noske, Humans and Other Animals, y Karen Davis, "Thinking Like a Chicken: Farm Animals and the Feminine Connection", en Carol J. Adams y Josephine Donovan, eds, Animals and Women: Feminist Theoretical Explorations, Durham, N.C. y Londres: Duke University Press, 1995, págs. 192-212.
35 – Para excepciones, véase Alan M. Beck, The Ecology of Stray Dogs: A Study of Free-ranging Urban Animals, Baltimore, Md. York Press, 1974; y C. Haspel y R. E. Calhoun, "Activity Patterns of Free-Ranging Cats in Brooklyn, New York", Journal of Mammology 74, 1998.
36 – S. T. A. Pickett y P. S. White, eds, The Ecology of Natural Disturbance and Patch Dynamics, Orlando, Fla.: Academic Press, 1985; Botkin, Discordant Harmonies. En su forma más extrema, la perspectiva de las perturbaciones puede utilizarse políticamente para racionalizar la destrucción antropogénica del medio ambiente; véase Donald Worster, The Wealth of Nature: Environmental History and the Ecological Imagination, Nueva York: Oxford University Press, 1993, y Ludwig Trepl, "Holism and Reductionism in Ecology: Technical, Political and Ideological Implications", Capitalism, Nature, Socialism 5, 1994. Pero véase también la respuesta a Trepi de Richard Levens y Richard C. Lewontin, "Holism and Reductionism in Ecology", Capitalism, Nature, Socialism 5, 1994.
37 – Michael E. Soulé y Gary Lease, eds., Reinventing Nature? Responses to Postmodern Deconstruction, Washington, D.C.: Island Press, 1995. Para unas críticas feministas/postmodernas de la ciencia, véase Sandra Harding, The Science Question in Feminism, Ithaca, N.Y.: Cornell University Press, 1986; Haraway, Primate Visions; y Lynda Birke, Feminism, Animals and Science: The Naming of the Shrew, Buckingham: Open University Press, 1994.
38 – Katherine N. Hayles, "Searching for Common Ground", en Soulé y Lease, eds, Reinventing Nature? págs. 47-64.
39 – Daniel L. Leedy, Robert M. Maestro y Thomas M. Franklin, Planning for Wildlife in Cities and Suburbs, Washington, D.C.: US Government Printing Office, 1978; Arthur C. Nelson, James C. Nicholas y Lindell L. Marsh, "New Fangled Impact Fees: Both the Environment and New Development Benefit from Environmental Linkage Fees", Planning 58, 1992.
40 – Sólo se ha elaborado o se está elaborando un pequeño número de HCP, y el planteamiento sigue siendo muy controvertido. Véase Timothy Beatley, Habital Conservation Planning: Endangered Species and Urban Growth, Austin, Texas: University of Texas Press, 1994.
41 – Sim Van der Rya y Peter Calthorpe, Sustainable Cities: A New Design Synthesis for Cities, Suburbs, and Towns, San Francisco, California; Sierra Club Books, 1991; Richard Stren, Rodney White y Joseph Whitney, Sustainable Cities: Urbanization and the Environment in International Perspective, Boulder, Colo: Westview Press, 1992: Rutherford H. Platt, Rowan A. Rowntree y Pamela C. Muick, eds, The Ecological City: Preserving and Restoring Urban Biodiversity, Minneapolis, Minn. University of Minnesota Press, 1994.
42 – Una excepción interesante es el manifiesto de inspiración ecológica para el desarrollo urbano sostenible; véase Peter Berg, Beryl Magilavy y Seth Zuckerman, eds, A Green City Program for San Francisco Bay Area Cities and Towns, San Francisco, California: Planet Drum Books, 1986, págs. 48-9, en el que se recomiendan requisitos de alejamiento de las riberas para proteger la vida salvaje, una revisión de los vertidos tóxicos por su impacto en la fauna, restauración de los hábitats, un departamento de vida natural que trabaje en favor de la fauna salvaje urbana, educación ciudadana, mecanismos para financiar el mantenimiento de los hábitats y (de forma un tanto oximorónica) la "creación" de "nuevos espacios salvajes".
43 – Dana Cuff, Arquitectura: The Story of Practice, Cambridge, Mass.: MIT Press, 1991.
44 – Evernden, Social Creation of Nature, pág. 119.
45 – R. T. T. Foreman y M. Godron, Landscape Ecology, Nueva York: John Wiley and Sons.
46 – Charles E. Little, Greenways for America, Baltimore, Maryland: Johns Hopkins University Press, 1990; Daniel S. Smith y Paul Cawood Heilmund, Ecology of Greenways: Design and Function of Linear Conservation Areas, Minneapolis, Minnesota: University of Minnesota Press, 1993.
47 – Existe también una discusión científica en torno a las virtudes de los corredores; véase, por ejemplo, Daniel Simberloff y James Cox, "Consequences and Costs of Conservation Corridors", Conservation Biology 1, 1987: Simberloff y Cox sostienen que los corredores pueden ayudar a propagar enfermedades, disminuir la variación genética, perturbar las adaptaciones locales y los complejos genéticos coadaptados, propagar incendios u otras catástrofes, y aumentar la exposición a cazadores y otros depredadores. Reed F, Noss ("Corridors in Real Landscapes: A Reply to Simberloff and Cox", Conservation Biology 1, 1987) sostiene, sin embargo, que el mejor argumento a favor de los corredores es que el paisaje original estaba interconectado.
48 – Jennifer Wolch y Stacy Rowe, "Companions in the Park: Laurel Canyon Dog Park, Los Angeles", Landscape 31, 1993.
49 – N. del T.: El concepto de "sociedad humanitaria" suele emplearse en relación a colectivos animalistas centrados en practicas como las adopciones y los rescates de perros y gatos. No encuentro ningún equivalente español satisfactorio.
50 – Tales prácticas incluyen la muerte rutinaria de un gran número de animales de compañía, la venta de animales incautados a laboratorios biomédicos, etc.
51 – Alain Touraine, The Return of the Actor: Social Theory in Postindustrial Society, Minneapolis, Minnesota; University of Minnesota Press, 1988; Alberto Melucci, Nomads of the Present: Social Movements and Individual Needs in Contemporary Society, Filadelfia, Pa.: Temple University Press, 1989; Alan Scott, Ideology and the New Social Movements, London: Unwin Hyman, 1990.
52 – N. del T.: Posible referencia a Sir James George Frazer: "En las edades venideras quizá llegue el hombre a predecir y aun a gobernar el caprichoso curso de las nubes y los vientos, mas difícilmente tendrán sus minúsculas manos suficiente fuerza para renovar la velocidad de nuestro desfalleciente planeta en su órbita o reavivar el agonizante fuego del sol. Sin embargo, el filósofo, que se estremece a la idea de tan lejanas catástrofes, puede consolarse considerando que sus sombrías aprensiones, como el mundo y el mismo sol, son tan sólo partes de aquel universo incorpóreo que la mente suscitó del vacío, y que los fantasmas que ha evocado hoy la sutil hechicera pueden desvanecerse mañana. También ellos, como tantas cosas aparentemente sólidas, pueden fundirse en aire, en aire tenue" (James Frazer, 1890. La rama dorada).
No puedo tomar en serio a alguien que mete ideología feminista en cada párrafo. Habla de patriarcado y otras insensateces feministas ya refutadas.
ResponderEliminarA mí me cuesta tomar en serio un comentario tan torpe.
EliminarAsí es, los comentarios feministas donde ven patriarcado en todo lado son muy torpes. Estamos de acuerdo.
EliminarLe honra que sea usted capaz de reconocer sus propios defectos.
EliminarMis defectos los reconozco, ¿pero puede usted reconocer los suyos? porque no soy yo el que escribo insensateces feministas sin sustento. ¿Qué se supone que tiene que ver el inexistente patriarcado en todo este tema? Es como echarle la culpa de algo a algún dios.
Eliminar¡Qué mezcla tan absurda de cosas que no tienen nada que ver con el tema! pura promoción gratuita de progresismo, socialismo y feminismo, como si la desconsideración de los animales ocurriera solamente en un determinado sistema político/económico. Quien escribió el texto necesita un baño de realidad y es un ejemplo claro de por qué actualmente el feminismo y el progresismo socialista son un hazmerreír.
ResponderEliminarExacto. Es un texto de propaganda feminista-socialista-marxista-leninista-fracmasónica. ¡Corred! ¡Corred a resguardaros!
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