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DE LA CRUELDAD ASOCIADA AL
ARTE CULINARIO
Algunas personas de Europa llevan sus
nociones sobre la crueldad hacia los animales tan lejos que no se
permiten alimento alguno de origen animal. Muchos hombres brillantes,
en diferentes momentos de su vida, se han abstenido totalmente de la
carne, y ello también con considerables ventajas para su salud. El
señor Lawrence1, cuya eminencia como cirujano está fuera
de toda necesidad de señalamiento, vivió durante años con una
dieta enteramente vegetal; Byron, el poeta, hizo lo propio, lo mismo
que Percy Bysshe Shelley y tantos otros literatos. El doctor Lambe y
el señor Frank Newton han publicado libros muy capaces en defensa de
una dieta a base de plantas, y atribuyen al consumo de carne una
tendencia a socavar la constitución por efecto de una suerte de
envenenamiento paulatino. Sir Richard Philips ha publicado Dieciséis
razones para abstenerse de la carne animal; y en Inglaterra
existe una amplia sociedad de personas que rechazan la ingesta de
nada que haya estado dotado de vida. La atenta investigación que he
podido realizar sobre la salud de todas estas personas me induce a
creer que la dieta natural del hombre es en efecto la compuesta de
alimentos vegetales; mis propias tentativas me han proporcionado
ventajas muy considerables: una fuerza mayor, un intelecto más
lúcido, una capacidad mas prolongada de esfuerzo, y un espíritu
mucho más elevado que cuando me nutría con una dieta mixta. Me
inclino a pensar que el disgusto que algunas personas experimentan
con la comida vegetal es cosa sólo pasajera; unas pocas probaturas
bastarían para hacerla no sólo segura, sino agradable, pasando
pronto a convertir el sabor de la carne, bajo cualquier disfraz, en
algo ciertamente repulsivo. Los Carmelitas y otras órdenes
religiosas, que subsisten sólo de las producciones hortícolas,
viven hasta una edad más avanzada que aquellos que incluyen la carne
en su alimentación, y vale decir que, en general, las personas
herbívoras tienden ha mostrar disposiciones más afables que las
personas que no lo son. Se ha probado que la misma cantidad de tierra
es capaz de sostener a una población mayor y más fuerte con una
dieta vegetal que con una dieta de carne; y la experiencia demuestra
que los jugos del cuerpo son más puros y las vísceras más sanas en
aquellos que se adscriben a esta sobria modalidad de subsistencia.
Todos estos hechos, tomados colectivamente, apuntan a un período en
el progreso civilizador en que los hombres dejarán de matar para
comerse a sus semejantes mortales del reino animal, y tenderán así
a materializar las dicciones de los antiguos y los oráculos
sibilinos respecto de cierta edad o milenio dorado. La versión de
Ovidio del discurso de Pitágoras debería ser leída por todo
erudito por su elocuencia y persuasividad y, tras su lectura, la
cuarta Bucólica de Virgilio, titulada «A
Polión»,
ofrecería sin duda una inmejorable contrapartida: Ovidio describe la
inocencia de una edad de oro ya pasada, mientras que Virgilio predice
su retorno y nos persuade del cese de toda miseria de la creación,
con el león acostado junto al cordero y los animales y los hombres
dejando de depredarse mutuamente.